Estamos viviendo el “Misterio de la iniquidad”

Cuando a un personaje autorizado durante un discurso público le vienen a faltar los temas importantes, lógicamente intenta entretener al auditorio con otros temas de interés general, para no defraudar las expectativas, dirigiendo la atención de los presentes hacia temas adecuados a la circunstancia. Son los temas de reserva y de un cierto efecto emotivo a los que recurren estos personajes públicos para obtener el consenso de los oyentes, de los fans y de los periodistas: en este caso surgen las cualidades del protagonista con las decisiones que desvelan también su personalidad.

Por lo que se refiere a la Doctrina Católica, es difícil proponer elementos nuevos e interesantes sobre temas ya discutidos difusamente por los expertos, por lo que es posible encontrarse en notables dificultades cuando uno quisiera desviarse de la tradición ya consolidada.

Desde hace tiempo, por ejemplo, con amplia y compleja maniobra, se está preparando el terreno para el paso decisivo: equiparar el Sacrificio Eucarístico a una simple y amigable cena convivial, como en el rito luterano, excluyendo la transubstanciación del pan y del vino en el Cuerpo y Sangre de Jesucristo, adecuando ad hoc la fórmula de “consagración” en uso desde hace siglos en la Iglesia Católica.

Es también el problema surgido con el papa Francisco, al afrontar la cuestión en la Carta Apostólica “Amoris laetitia” sobre la moral matrimonial, ya debatido en otras ocasiones, acerca de la licitud o no de conceder la Comunión Eucarística a los divorciados vueltos a casar en casos particulares.

El hecho de que el papa Francisco afronte temas religiosos con implicaciones sociales hace pensar que sus preferencias son, no sólo católicas y pastorales, sino también de orden ecuménico a favor de los protestantes; preferencias que pueden hacer presagiar que en el futuro podremos ver unificadas las religiones cristianas para “adecuar” también la religión Católica, la única verdadera, a todas las demás, para que, con el tiempo, la humanidad tenga una única religión, igual para todos, tomando de las varias confesiones religiosas los elementos comunes y unitivos. A este paso, también las religiones no cristianas tendrán en el futuro una colocación.

Varias autoridades religiosas están trabajando hoy ya en esta dirección, con el fin de debilitar la Fe Verdadera, partiendo de una plataforma de apostasía generalizada para poner las bases de la equivalencia o de la paridad de todas las religiones injertadas en una Única Religión Mundial. 

La apostasía como base de partida 

Para llegar a una religión universal nueva y única, que sustituya las religiones tradicionales existentes hoy, tras milenios de práctica religiosa enraizada en los pueblos o siglos de paganismo o de ateísmo de Estado, considerando también la posibilidad de una práctica religiosa clandestina, como demuestran varios testimonios, utilizando también las técnicas más recientes y eficaces de adoctrinamiento por medio de los medios de comunicación, es dudable que los resultados sean los deseados. Por ello deberán adoptarse métodos constrictivos para convencer a las masas a unirse a una ideología o fe religiosa totalmente nueva, impuesta por ley. Es lo que sufriremos todos bajo el régimen del anticristo, del cual se aprecian en el trasfondo las primeras señales.

Las nuevas generaciones deberán adecuarse a muchas novedades en ambiente político y religioso para acoger, no tanto un régimen democrático ya firmemente consolidado, sino para confluir todos en una religión universal impuesta por el anticristo y por sus sostenedores infiltrados por todas partes por las Logias masónicas.

La apostasía, inducida por la mentalidad neo-modernista y relativista, difundida ampliamente por los medios de comunicación, en el desprecio al Decálogo, a la moral cristiana y a toda norma de sentido común, en una sociedad en ruina, es la condición favorita de los precursores del anticristo para anunciar al mundo a un salvador universal en la persona del hombre inicuo, aclamado como el esperado de la providencia. Un personaje aclamado por los medios de comunicación como un mesías, salvador de la humanidad y benefactor de los pobres, pero en realidad una creatura de Satanás.

En la incertidumbre del tiempo presenta nos ilumina el mismo Catecismo de la Iglesia Católica, en el que se lee en el Nº 675:

“Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el ‘Misterio de iniquidad’ bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. 

La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne” 

La pregunta que nos hacemos tras la lectura de este texto en este 2018 es la siguiente: ¿en qué punto se encuentra, hoy, la impostura religiosa?

Estamos viviendo el “Misterio de la iniquidad”

En dicho misterio podemos pensar que la Iglesia y la humanidad se encuentran inmersos, aunque sean pocos los que hablen de ello. En efecto, si este “misterio” estuviera en labios de todos ya no sería tal misterio, por lo que la profecía sería analizada, contrastada y discutida.

Hablamos de ello con temor, como una voz que “grita en el desierto”, un desierto de apostasía y de ateísmo, voz que alcanza sólo a un pequeño círculo de creyentes que leen la Palabra de Dios, rezan el Rosario y esperan con ansia el retorno de Jesús, nuestra única salvación, que puede librarnos del dominio mortal de los precursores del anticristo, que ocupan los asientos de excelencia.

En cambio, hay muchos cristianos y gente de buena voluntad que se hacen preguntas, que interpelan al poder político y religioso:

  • ¿por qué los Pastores de la Iglesia no nos hablan de los peligros que amenazan al mundo? 
  • ¿por qué los gobiernos no bloquean las guerras locales para evitar la extensión de los conflictos? 
  • ¿por qué no se habla de conversión y de oración para salvarnos de la auto-destrucción? 
  • ¿Por qué el Papa no propone a la Iglesia el Santo Rosario para la conversión del mundo a Cristo? 
  • ¿por qué tantas dilaciones en reconocer las apariciones de la Virgen?

Estas preguntas, legítimas como tantas otras, surgen espontáneas porque las autoridades vaticanas están todavía extrañamente inmóviles y todo parece aplazado sine die. 

Se puede sospechar que, por exceso de prudencia, el Magisterio no se quiera pronunciar y que mantenga siempre la reserva a ultranza.

Alguien podría pensar que los enemigos de Dios, penetrados disfrazados en la Iglesia– no es esta ciertamente una novedad –, quieran competir con el Rey del universo, poniéndose de la parte del adversario que actualmente parece dominar el mundo, mientras que son claramente ilusos que corren el riesgo de la eterna desesperación.

¿Es posible que en la Jerarquía católica haya personajes tan “ciegos y guías de ciegos” que corran el riesgo de la pena del infierno a cambio de un éxito efímero y tal vez muy gravoso, como la púrpura cardenalicia, como afirman los especialistas?

El único atenuante en dichos casos es que, o se trata de personas que esperan pedir perdón a la misericordia de Dios en el último momento, o bien que el cargo prestigioso alcanzado es la única meta deseada, porque no creen en Dios Verdad, que se esconde a la vista de los soberbios. En ambos casos, debemos solamente rogar la clemencia del Cielo para que venga en ayuda a la insipiencia de hombre con tan mísero horizonte de vida.

Hay también un tercer motivo, quizá el más frecuente, que comienza con la ilusión de poder deshacer el contrato en el momento justo, mientras las cosas se descubren cada vez más enredadas y complejas, por lo que muchas “víctimas” son obligadas a continuar en el trágico recorrido comenzado porque no hay posibilidad de salir de él.

En efecto, el inscrito en la masonería que se arrepiente y querría reconciliarse con Dios al final de sus días es impedido por todos modos por los “hermanos”, quizá llamando con engaño a un falso sacerdote, que no podrá absolverlo de sus pecados.

“Nada es imposible para Dios” (Lc 1, 37) 

Nuestra salvación hoy, en un mundo que ha elegido la apostasía, es recoger todas las energías espirituales todavía disponibles para implorar con fe la ayuda del Señor, para que intervenga con poder para salvar al mundo de la auto-destrucción.

Frente a la catástrofe inminente o en acto, incluso las personas que han vendido el alma a Satanás no pueden hacer otra cosa sino arrodillarse y pedir solemnemente perdón a Dios, para obtener también frente a la Iglesia Católica que han traicionado, la reconciliación y la paz.

Durante la historia del pueblo elegido, muchas veces Dios Creador intervino para modificar el curso de los acontecimientos y remediar la necedad del hombre; en la Biblia muchos hechos iluminadores son descritos para hacernos comprender que el Dueño del mundo es Él.

Hoy, como siempre, nos deja libres de actuar incluso contra Su Voluntad, pero en un cierto punto se ve obligado a intervenir para corregir nuestros errores y evitar la auto-destrucción. Hemos llegado al máximo de la tensión entre dos bloques de potencias contrapuestas: la dictadura de Corea del Norte, satélite de la China comunista, contra los EE.UU. y sus aliados, artificialmente alimentada por desafíos arrogantes que pueden llegar hasta el punto de la ruptura. En efecto, no se trata de un enfrentamiento entre ejércitos contrapuestos como en la segunda guerra mundial, que provocó millones de víctimas, sino de dos ideologías rivales que han involucrado al Occidente cristiano y al Oriente marxista durante todo el siglo XX.

Un nuevo conflicto mundial provocaría la auto-destrucción de la humanidad: sólo el poder del Altísimo y la Santísima Virgen pueden salvarnos del holocausto de una guerra nuclear. La paz del mundo no se obtiene con tratados, conferencias, marchas folclóricas, banderas arco iris, sino con la oración del Rosario, la conversión de los corazones y el retorno de las almas a Dios: esta debería ser la orientación unánime de la Iglesia Católica, sino malos entendidos y equívocos por parte de todos: Cardenales, Obispos, Sacerdotes y fieles. 

El gran sufrimiento de la Iglesia, hoy, es la división, el dualismo, la sospecha, las simpatías, la política, la derecha, la izquierda, la rivalidad entre los grupos, etc., situaciones todas comprensibles, pero es necesario superarlas con sentido común y caridad fraterna.

Un ejemplo de perfección nos lo propone la Virgen en sus numerosas apariciones y en sus mensajes a la humanidad, en los que nunca se pronuncia acerca de las orientaciones políticas, a excepción de las apariciones de Fátima en 1917, cuando habló contra el marxismo/leninismo, porque no es sólo un movimiento ateo, sino también una blasfemia contra Dios y contra su Hijo Jesús, una de las mayores calamidades infligidas a las naciones cristianas comenzando en esa fecha.

Se tiene la amarga sensación de que, a causa de este grave juicio expresado por la Virgen en Fátima, ha surgido en algunas autoridades de la Iglesia Católica una solapada oposición que ha involucrado a muchos cristianos en el curso del siglo XX, culminando en el Concilio Vaticano II, con dudas acerca del texto del Tercer Secreto, con el desprecio hacia los mensajes y con la actual apostasía, etc.

La Virgen, en sus numerosos mensajes, no expresa juicios políticos, sino que se preocupa de la conversión personal, que a menudo coincide también con el cambio de opiniones políticas e ideológicas. La conversión total que Ella exige no se refiere sólo al cambio del corazón hacia la Verdad Trinitaria, sino una transformación radical de la personalidad en relación con Dios y con el prójimo: es la experiencia extraordinaria que narran los protagonistas de los clamorosos casos de conversión desde el ateísmo y desde la indiferencia religiosa a la vida de la Gracia, que transforma la existencia terrena en un alba del Paraíso.

Marco

(Traducido por Marianus el eremita)

SÍ SÍ NO NO
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Mateo 5,37: "Que vuestro modo de hablar sea sí sí no no, porque todo lo demás viene del maligno". Artículos del quincenal italiano sí sí no no, publicación pionera antimodernista italiana muy conocida en círculos vaticanos. Por política editorial no se permiten comentarios y los artículos van bajo pseudónimo: "No mires quién lo dice, sino atiende a lo que dice" (Kempis, imitación de Cristo)

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