Éxtasis y vigilia, es decir, cómo un “santo” interpreta dos papeles

Al poner orden los muchos recortes de prensa que abarrotan nuestros contenedores, hemos repescado un servicio, aparecido en el diario ‘La Verità’, precisamente el 19 de noviembre de 2017, firmado por Francesco Borgonovo, que ofrecía, en exclusiva, una entrevista a Monseñor Mauro Longhi, el cual narra una visión nocturna manifestada al Papa Juan Pablo II en unos días de descanso en marzo/abril de 1993, en las montañas del Gran Sasso en la zona de Montecristo. Un suceso que atrajo nuestra atención y que ahora proponemos a los lectores de sì sì no no por lo paradójico que lo hemos visto.

El Monseñor no narra de relato sino que asegura haber tenido noticia de ello, como confidencia, directamente del mismo Juan Pablo II durante una parada en el paseo matutino. Ofrecemos el núcleo más cargado de significado de la visión así como Monseñor Longhi asegura haberla recibido.

Juan Pablo II narra:

“Recuerda estas palabras porque son palabras de un Papa. Recuérdalo a quienes encontrarás en la Iglesia del tercer milenio. Veo a la Iglesia afligida por una plaga mortal. Más profunda, más dolorosa, más mortal que las de este milenio. Se llama islamismo. Invadirán Europa. He visto a las hordas provenir de oriente. Invadirán Europa, Europa será una cantina, viejas reliquias, penumbra, telarañas. Recuerdos de familia. Vosotros, Iglesia del tercer milenio, deberéis contener la invasión. Pero no con las armas, las armas no bastarán, con vuestra fe vivida con integridad”.

Añade el Monseñor que el Papa enumeró los países que debían ser temidos, los cuales, en la entrevista, no son citados.

Comentario del articulista: “En 1993 habría sido más bien difícil imaginar una situación como la actual.”.

Contra-comentario nuestro: es extraño que fuera difícil 1) porque ya en Poitiers (732), en Lepanto (1571), en Viena (1683), el Islam intentó esclavizar a la Catolicidad; 2) porque esto significaban las amenazadoras ‘profecías’ del difunto presidente argelino Houari Boumediènne, que, en 1972, previó la invasión islámica del tercer milenio realizada por hombres jóvenes, mujeres y niños; 3) porque otras voces autorizadas habían puesto en guardia a Europa del peligro que le incumbía, entre las cuales Ida Magli y Oriana Fallaci.

Pero el tema de nuestra intervención no es tanto hacer una disquisición sobre cómo y cuándo intervenir para detener el flujo masivo de clandestinos islámicos como descubrir la contradictoriedad que estalla entre el Wojtila extático y el Wojtila despierto. Sí, porque respecto a este trágico asunto todo desentona en la conducta de Juan Pablo II, que, a distancia de 24 años, nos es presentado como aquel que nos había avisado y que, si viviera todavía, nos podría decir: “¡Os lo había dicho!”.

Sin embargo, sin embargo… Juan Pablo II es el mismo que cuando está despierto:

1 – el 11 de diciembre de 1984 mandó un representante suyo a presidir la colocación de la primera piedra de la mezquita de Roma – la más grande de Europa – aprobando así la falsa religión del Islam, que niega la Santísima Trinidad, la Divinidad de Cristo y persigue a los cristianos;

2 – organizó, en octubre de 1986, en Asís el primer festival multi-religioso, convencido, como afirmó en el discurso a los cardenales el 22 de diciembre, de que toda oración auténtica – y, por tanto, también la islámica, la budista, la animista, la hinduista, la luterana, la anglicana, la judía – “está animada por el Espíritu Santo, que está presente, de manera misteriosa, en el corazón de todo hombre”, negando, de tal manera, el salmo 95 – palabra de Dios –, que, en el versículo 5, afirma: “omnes dii gentium daemonia” – todos los ídolos de los paganos son demonios;

3 – en una confidencia ‘ecuménica’ del 12 de diciembre de 1968, hecha al Gran Muftí de Siria, Ahmed Kaftaro, importante autoridad musulmana, confesó: “Todos los días leo un fragmento del Corán.”;

4 – en visita en Sudán – febrero de 1993 – termina su discurso impartiendo la bendición en nombre de Alá, con la fórmula “Baraka Allah as-Sudan” (Alá bendiga a Sudán) – L’Osservatore Romano, 15 de febrero de 1993 – expresando su agradecimiento al gobierno sudanés por la gran estima demostrada hacia la Iglesia católica, sin recordar Juan Pablo II que, desde mayo de 1983 a 1993, habían sido masacrados, por aquel régimen, más de un millón tres cientos mil sudaneses, entre los cuales miles de cristianos católicos;

5 – reconoció valor salvífico a todas las religiones, cuyos fundadores – Mahoma, Buda, Lao Tse, Zoroastro, Confucio – “tuvieron, con la ayuda del Espíritu de Dios, una profunda experiencia religiosa” (L’Osservatore Romano, 10 de septiembre de 1998), poniendo a Jesús, Hijo de Dios y Segunda Persona de la Trinidad, al mismo nivel de los profetas falsos y paganos, como anunciador de una ‘experiencia’ personal suya;

6 – ante una delegación cristiano-islámica iraquí, el 14 de mayo de 1999 besa el Corán, que, por lo revelado por él mismo, ¡es un libro que lee todos los días!;

Juan Pablo II besando el Corán

7 – el 13 de abril de 2000 recibe en audiencia privada al joven soberano y jefe espiritual del Marruecos islámico, Mohamed VI, hijo del desaparecido rey Hasán II, saludándolo como “descendiente directo del profeta Mahoma”;

8 – el 6 de mayo de 2001 – primer Papa en esta circunstancia – visita la mezquita de Omeya, orando con las autoridades islámicas locales.

Estos son los actos ‘ecuménicos’, documentados e incontestables, que muestran la doble personalidad de Juan Pablo II, un Papa que, mientras, en éxtasis nocturno, tiene la visión de la horda islámica y nos invita a estar vigilantes, en la vigilia diurna les abre de par en par las puertas europeas. Y no hay que decir que la supuesta visión – o, quizá, más probablemente un sentimiento de culpa materializado en forma de visión nocturna – sucedió  poco antes de su deceso, de modo que pueda considerarse una tardía pero eficaz toma de conciencia y de auténtica petición de perdón que deba unirse a las precedentes con las que, en nombre de la Iglesia, había pronunciado el ‘mea culpa’ por las iniquidades con las que la Esposa de Cristo se había manchado, en el curso de su historia: cruzadas, dictaduras, antisemitismo, inquisición, esclavitud, mafia, racismo, guerras de religión, conflictos con la ciencia, humillación de la mujer, shoah…

¿Y cómo es que el testigo, Monseñor Mauro Longhi, cree que debe revelar esta advertencia, a distancia de 24 años, cuando la invasión está en pleno e irrefrenable flujo? ¿Quiere hacernos creer que el ‘santo’ Papa vaticanosegundista, con esta revelación suya, gozaba del don de la profecía? Y si así fuera, ¿por qué la confió a una sola persona y no a la comunidad católica? ¿Y por qué, aun conociendo por adelantado los desarrollos de un fenómeno, inicialmente migratorio, que se ha revelado, después, ser una verdadera invasión, ha callado y continuado dispensando diplomas y certificados de credibilidad y de verdad al Islam? Santidad, ¿a qué ha jugado?

¿Con qué fe deberemos resistir a las hordas? ¿Con una como la suya, firme de noche e inerte de día, que se parece más a la cobardía, a la hipocresía, al oportunismo, o, deberíamos decir, a la apostasía?

Y así, henos aquí invadidos, bellacos, pegados en la melaza de la acogida, en la telaraña pegajosa de un bergoglismo que, con actos de traición iscariota, está entregando en manos de los enemigos al pequeño rebaño de Cristo.

Exsurge Domine! 

L. P.

(Traducido por Marianus el eremita/Adelante la Fe)

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