Las apariciones y el mensaje de Fátima de 1917 siempre han constituido un punto de referencia irrenunciable para nuestra revista. Fátima es una luz que ilumina el siglo XX y se proyecta sobre nuestro tiempo ayudándonos a orientarnos en la noche y en la tempestad. En Fátima la Virgen reveló a los tres pastorcillos un horizonte de tragedia: si la humanidad no se convertía, Rusia difundiría sus errores y Dios castigaría al mundo por sus crímenes «por medio de la guerra, el hambre y persecución de la Iglesia y del Santo Padre». Pero esta advertencia venía acompañada de una importante promesa de Nuestra Señora: el triunfo final de su Corazón Inmaculado.

Los errores de Rusia son los errores del comunismo, virus ideológico del que no ha escapado rincón alguno de la Tierra y que tras la caída de la Unión Soviética tiene su más agresiva expresión en la china de Xi Jinping. Y precisamente en China ha surgido y desde allí se ha propagado por el mundo la pandemia del coronavirus.

En un extenso reportaje publicado en Panorama, seminario dirigido por Maurizio Belpietro, leemos que durante al menos un mes la República Popular China encubrió totalmente el asunto del coronavirus. «Un caso típico de desinformación por parte de un régimen autoritario» (CinaLa verità negata, Panorama, 15 de abril de 2020).

El régimen comunista chino ocultó durante muchas semanas la verdad sobre la epidemia, desde diciembre del pasado año hasta enero de 2020. Un mes crucial a lo largo del cual el virus pudo propagarse arrolladoramente por el mundo entero. Recordemos que los casos de infección por un nuevo coronavirus se vienen documentando desde mediados de noviembre. Pero hasta el 12 de enero de este año no se filtran hasta Occidente las primeras noticias. A fines de dicho mes, China todavía   se demoraba en publicar los datos reales de la epidemia, encarcelaba a los médicos que trataban de dar a conocer la situación y censuraba por todos los medios posibles a los órganos de prensa y los periodistas chinos que investigaban lo que sucedía. Sigue habiendo desinformación en cuanto al número real de víctimas: sin duda son muchas más que las oficialmente comunicadas por las autoridades chinas. ¿Por qué ocultan la realidad?

Pero China no es el único culpable de esta política de desinformación. Junto a la del país asiático hay que destacar la responsabilidad de la Organización Mundial de la Salud, agencia de las Naciones Unidas que estuvo en China con un equipo de inspectores que, o bien no entendió, o no quiso dar a conocer el verdadero alcance de la catástrofe. Es preciso recordar que el director general de la OMS es el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, políticamente afín a la China comunista, la cual apoyó su candidatura a director general del organismo en 2017. El pasado 28 de enero, Ghebreyesus estuvo en Pekín, donde al término de un encuentro con el presidente Xi Jinping comunicó al mundo que en Wuhan todo estaba controlado y restó importancia a lo que sucedía.

Es posible además que el coronavirus no tenga su origen en el mercado de Wuhan sino en un laboratorio de la misma ciudad y que a causa de un accidente escapara al control y se propagase. Esta noticia, que hasta hace un mes se tildaba de bulo, actualmente se considera una hipótesis plausible. El Secretaro de Estado estadounidense Mike Pompeo, en una entrevista al canal Fox News el pasado 16 de abril, confirmó que EE.UU. está investigando qué sucedió realmente en Wuhan.

Por otra parte, todos los científicos están de acuerdo en localizar en el murciélago el origen del contagio. Pero dos investigadores chinos, el Dr. Botao Xiao, de la Universidad Tecnológica del Sur de China en Cantón, y el Dr. Lei Xiao, de la Universidad de Ciencias y Tecnología de Wuhan, han observado que los murciélagos más próximos viven a más de 900 km de Wuhan y es imposible que hayan podido volar desde tanta distancia sin contagiar a nadie por el camino. Es igualmente mínima la posibilidad de que el brote surgiera a raíz de la costumbre local de comer murciélago. Según afirman los dos expertos chinos, los murciélagos podrían proceder de centros de investigación situados en Wuhan o sus proximidades. Uno es el Centro de Prevención y Control de Enfermedades, ubicado a menos de 300 m del mercado de Wuhan. El otro es el Instituto de Virología de Wuhan, administrado por la Academia China de Ciencias, a 12 km del mercado. Como en ambos centros se realizan experimentos con el Sars-coronavirus, es posible que uno de dichos virus escapase del laboratorio (AdnKronos, 17 de febrero de 2020). Es más, dos años antes que azotara el mundo la pandemia de coronavirus, los funcionarios de la embajada de EE.UU. en China habían visitado un instituto de investigación en Wuhan y enviado dos advertencias oficiales a Washington sobre las insuficientes medidas de seguridad del laboratorio.

El 1º de octubre del año pasado, el presidente Xi Jinping conmemoró en Pekín el septuagésimo aniversario de la República Popular China, pero nadie ha recordado el precio que ha costado en vidas humanas el comunismo en el país asiático. Hace muchos años, el escritor Eugenio Corti recordaba que durante un coloquio celebrado en Pekín el 8 de octubre de 1971 entre el entonces emperador de Etiopía Haile Selassie y el presidente Mao, cuando su anfitrión le preguntó por el costo en vidas humanas de implantar el comunismo a partir de 1949, respondió siniestramente que fue de «cincuenta millones de muertos» (Il Giornale,7 de diciembre de 1997). Se ha celebrado el trigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín sin hacer la menor alusión a los crímenes del comunismo internacional.

En una carta a los dirigentes de la Unión Soviética en el lejano 1973, Alexander Solzhenitsyn los ponía en guardia sobre el peligro que suponía China, potencia a la que la URSS había ayudado a desarrollarse por motivos de fraternidad ideológica (Alexander Solzhenitsyn denuncia, Academia Superior de Ciencias Pedagógicas de Santiago, Chile 1981). Y cinco años más tarde, en el célebre discurso de la Universidad de Harvard, el mismo Solzhenitsyn advertía del peligro de una alianza con la China comunista, que resultaría fatal para Estados Unidos y Occidente (Ibíd.). No se ha hecho caso de estas palabras, como no se ha hecho de tantas otras.

Hoy en día China es una superpotencia mundial con la que las democracias occidentales conciertan negocios sin reservas políticas y morales. Nadie se acuerda de las víctimas ni de la naturaleza intrínsecamente perversa de su régimen. Porque el comunismo en su sistema político fundado en la violencia y la mentira; es un mal ideológico y moral. Y China es una nación que continúa divulgando por el mundo los errores de la Rusia comunista. La Virgen anunció en Fátima que por la propagación de dichos errores y la impenitencia de la humanidad, diversas naciones serían aniquiladas. Es una predicción sujeta a una condición: la conversión del mundo podría evitar tan terrible castigo. Pero lo que no está sujeto a condición, y es irreversible, es la promesa final de María: «Al fin, mi Corazón Inmaculado triunfará». Ésta es la esperanza que albergamos en el corazón en el mes de mayo de 2020.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

Roberto de Mattei
Roberto de Mattei enseña Historia Moderna e Historia del Cristianismo en la Universidad Europea de Roma, en la que dirige el área de Ciencias Históricas. Es Presidente de la “Fondazione Lepanto” (http://www.fondazionelepanto.org/); miembro de los Consejos Directivos del “Instituto Histórico Italiano para la Edad Moderna y Contemporánea” y de la “Sociedad Geográfica Italiana”. De 2003 a 2011 ha ocupado el cargo de vice-Presidente del “Consejo Nacional de Investigaciones” italiano, con delega para las áreas de Ciencias Humanas. Entre 2002 y 2006 fue Consejero para los asuntos internacionales del Gobierno de Italia. Y, entre 2005 y 2011, fue también miembro del “Board of Guarantees della Italian Academy” de la Columbia University de Nueva York. Dirige las revistas “Radici Cristiane” (http://www.radicicristiane.it/) y “Nova Historia”, y la Agencia de Información “Corrispondenza Romana” (http://www.corrispondenzaromana.it/). Es autor de muchas obras traducidas a varios idiomas, entre las que recordamos las últimas:La dittatura del relativismo traducido al portugués, polaco y francés), La Turchia in Europa. Beneficio o catastrofe? (traducido al inglés, alemán y polaco), Il Concilio Vaticano II. Una storia mai scritta (traducido al alemán, portugués y próximamente también al español) y Apologia della tradizione.