Sacado recientemente de LifeSiteNews.com: «Josef Seifert, un reconocido filósofo católico, en un reciente artículo de la agencia de noticias italiana «Corrispondenza Romana«, critica fuertemente a Francisco por ciertas declaraciones en su reciente exhortación apostólica Amoris Laetitia. Seifert, que ha sido miembro ordinario de la Academia Pontificia para la Vida durante un largo tiempo, y que fue un estrecho colaborador de San Juan Pablo II, explica que él critica al documento porque en lugar de invocar a la alegría – tal y como se indica en el título de exhortación – en realidad el documento papal haría llorar a Jesús y a Su Madre.»
«Muchos de los pasajes que parecen misericordiosos dan la vuelta a las enseñanzas de la propia Iglesia, de acuerdo con Seifert: «En mi opinión, se corre el riesgo de una avalancha de consecuencias que serían muy perjudiciales para la Iglesia y para las almas».» Lean el artículo abajo.
Comentario de The Remnant:
Al Papa Francisco se le están agotando rápidamente los defensores en cualquier lugar que este fuera de la izquierda liberal, de la élite de Hollywood, del Partido Demócrata y de los progresistas radicales de dentro de la Iglesia. Cualquier persona que aún se diga católica pero que continúe haciendo excusas de este pontificado desastroso, o es francamente estúpida o es simplemente maliciosa.
Seifert dice: «¿Cómo pueden Jesús y Su Santísima Madre leer y enlazar estas palabras del Papa con las del mismo Jesús y de su Iglesia sin llorar?»
De hecho, si aman a la Iglesia, deberán de llorar con Jesús por lo que está sucediendo ahora, y también deberán de reconocer la responsabilidad fundamental que tienen todos los fieles católicos para oponerse públicamente al Papa Francisco, al igual que el Dr. Seifert, resistiendo a sus innumerables errores y a su escándalo público.
Michael Matt
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Un afamado filósofo católico: ¿Cómo pueden Cristo y la Virgen leer Amoris Laetitia sin llorar?
Josef Seifert, un reconocido filósofo católico, en un reciente artículo de la agencia de noticias italiana «Corrispondenza Romana«, critica fuertemente a Francisco por ciertas declaraciones en su reciente exhortación apostólica Amoris Laetitia.
Seifert, que ha sido miembro ordinario de la Academia Pontificia para la Vida durante un largo tiempo, y que fue un estrecho colaborador de San Juan Pablo II, explica que él critica al documento porque en lugar de invocar a la alegría – tal y como se indica en el título de exhortación – en realidad el documento papal haría llorar a Jesús y a Su Madre.
Muchos de los pasajes que parecen misericordiosos dan la vuelta a las enseñanzas de la propia Iglesia, de acuerdo con Seifert: «En mi opinión, se corre el riesgo de una avalancha de consecuencias que serían muy perjudiciales para la Iglesia y para las almas».
Y continúa, con la comparación de ciertos pasajes de los Evangelios con párrafos de Amoris Laetitia (AL).
Seifert comienza con el encuentro de Jesús con la mujer adúltera. El Hijo de Dios no la condena a pesar de que había merecido la muerte según la ley mosaica, sino que demuestra ser compasivo. Aun así, Su perdón viene con una condición: «Vete y no peques más.»
Seifert argumenta: «Al citar al sínodo, Su sucesor, Francisco, le dice a la mujer adúltera que, incluso si ella sigue pecando gravemente, no debe sentirse a sí misma excomulgada, y él considera que no es necesario que ella se convierta de su camino pecaminoso, sino que ella se sienta como «miembro vivo de la Iglesia ‘» (AL, 299).
El filósofo explica que lo que Francisco dice aquí, no es falso, y que puede ser reconfortante para las parejas, el que la misericordia de Dios está presente con ellos. «Sin embargo», dice, «el «vete y no peques más» está totalmente ausente.»
Por lo tanto sostiene, que el documento deja fuera lo principal: la llamada a la conversión.
Las palabras de un estrecho colaborador de Francisco, el Padre jesuita Antonio Spadaro, arrojan luz sobre estas declaraciones. Spadaro dice, «Francisco ha eliminado todos los ‘límites’ del pasado, incluso en lo relativo a la ‘disciplina sacramental’ y para las parejas llamadas ‘irregulares’: Y estas parejas ‘se convierten en receptores de la Eucaristía’.»
Además, Seifert señala que Jesús advierte expresamente a su rebaño 15 veces sobre los peligros de condenación eterna como consecuencia del pecado mortal; mientras que Su sucesor en la silla de San Pedro afirma que: «Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa ¡no es la lógica del Evangelio!» (AL, 297).
La Carta de S. Pablo a los Corintios (6: 9) establece que ningún adúltero (que no se haya convertido) entrará en el reino de Dios y que por lo tanto está condenado para siempre, mientras que Francisco «le dice a los adúlteros que es posible vivir en la gracia de Dios; a través de la Sagrada Eucaristía pueden crecer en la gracia, incluso sin la conversión para apartarse de su vida adúltera», explica Seifert.
El filósofo recuerda una vez más la Carta de S. Pablo a los Corintios (11: 27-29). Aquí, recibir la comunión a pesar del propio estado de indignidad está claramente relacionada con la condena: » Por eso, el que come del pan o bebe del cáliz del Señor indignamente será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, examine cada uno su propia conciencia, y entonces coma del pan y beba del cáliz. Porque el que come y bebe sin considerar que se trata del cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación. «
«En otras palabras, se trata de un acto de sacrilegio que pone a la propia alma en peligro», dice Seifert. «El Papa Francisco, que ni siquiera menciona una vez la posibilidad de sacrilegio o de peligro para el alma de una persona que recibe la comunión indignamente, le dice a los adúlteros que, en determinadas circunstancias (que han de ser considerados de forma individual), es posible para aquellos que viven en adulterio o en otras uniones ‘irregulares’ el recibir la Santa Comunión sin cambiar sus vidas, y seguir así viviendo como adúlteros «, escribe Seifert.
Él señala que en el texto, Francisco interpreta los mandamientos dados por Cristo – que son en sí mismos claros – únicamente como expresiones de un ideal que pocos pueden alcanzar; como si fueran meras sugerencias evangélicas, aplicable sólo a aquellos que buscan una perfección superior, en lugar de como mandamientos válidos para todos.
«El Papa dice que si la mujer adúltera no puede separarse del adúltero, sino que vive junto a él como hermano y hermana, entonces esto sería practicar un estilo de vida que podría conducir a la ‘infidelidad’ por ella o por su pareja. Según el Papa, donde hay una amenaza de infidelidad entre dos adúlteros que viven como hermano y hermana, sería mejor que la mujer tuviese relaciones íntimas con el hombre. Por lo tanto en este caso, sería mejor seguir viviendo en adulterio que como hermano y hermana «, concluye Seifert, citando a AL 329 y a un pie de página correspondiente.
«¿Cómo pueden Jesús y Su Santísima Madre leer y enlazar estas palabras del Papa con las del mismo Jesús y de su Iglesia sin llorar? Por lo tanto, vamos a llorar con Jesús, con profundo respeto y con afecto por el Papa; con el profundo dolor que nace de la obligación de criticarlo en sus errores «, escribe Seifert.
El filósofo añade que su crítica no es injustificada ya que el mismo Papa pidió una discusión y un espacio abierto para expresar opiniones.
«Alguien podría preguntarme cómo un laico desgraciado como yo, puede criticar al Papa. Respondo: el Papa no es infalible si él no habla ex cathedra. Varios Papas (tales como Formoso y Honorio I) han sido condenados por herejía. Por amor y misericordia a muchas almas, es nuestro deber sagrado criticar a nuestros obispos, y por consiguiente a nuestro querido Papa, si se apartan de la verdad y si dañan a la Iglesia y a las almas. Este deber fue reconocido por la Iglesia desde el principio”.
Y añade: «El propio Francisco nos exhorta a hacer exactamente eso: a criticarlo en vez de mentir o halagar al mundo católico. Tomemos sus palabras en serio. Pero hagámoslo con humildad y con amor en Jesús y en Su Santa Iglesia, para que podamos secar las lágrimas de Jesús y glorificar a Dios en veritate”.
Jan Bentz
[Traducido por Miguel Tenreiro. Introducción. Artículo.]