Vandalismos, robos, incendios dolosos, profanaciones y ataques de distinta índole son siempre cada vez más frecuentes en las iglesias del otro lado de los Alpes, en aquellos mismos edificios maravillosos que los italianos amantes del ciclismo ven con frecuencia, en estos días, a través de la transmisión televisiva de las varias etapas del Tour de France.
Los medios franceses, “finalmente” según los católicos, están comenzando a abrir debates sobre la causa de estos ataques, intentando entender quienes puedan ser los autores y cuales son las comunidades católicas que están en la mira. Se intenta comprender, además, que es lo que representa esta oleada de cristianofobia sobre la cultura francesa y el cristianismo local.
Los ataques contra las iglesias católicas, de acuerdo con los datos del Ministerio del Interior francés, se cuadruplicaron entre los años 2008 y 2019. Un dato, recientemente difundido, es muy significativo: sólo en el trimestre enero-marzo 2019 hubo 228 actos anticristianos violentos. Durante todo el año 2018 la policía francesa informó la ocurrencia de 129 robos y 877 episodios de vandalismo en lugares católicos, la mayor parte iglesias y cementerios, datos que han llevado a Francia a convertirse en el país europeo con más ataques anticristianos. Europa, donde la cristianofobia está en aumento, como lo confirma l’Observatory on intolerance and discrimination against christians in Europe en sus varios informes y en Twitter.
A la espera de una toma de posición sobre la cristianofobia por parte de Monseñor Éric de Moulins-Beaufort, parisiense de cincuenta y siete años, teólogo y Arzobispo de Reims, elegido como nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Francesa (CEF), su predecesor en la CEF mencionó el problema aunque de una manera suave. Así, si Monseñor de Moulins-Beaufort parece más interesado en inaugurar mesquitas, en criticar a los católicos y exaltar a los musulmanes como más piadosos, su predecesor, Monseñor Georges Pontier, actual Arzobispo Emérito de Marsella, había explicado a la revista Le Point que no quería “desarrollar un discurso vinculado con la persecución”, porque los católicos “no quieren lamentarse”, hablando de los ataques pero minimizándolos, aunque los datos digan otra cosa.
“Las comunidades están devastadas y obligadas a sentirse vulnerables. Los ataques se multiplicaron dramáticamente en los últimos años y están ocurriendo prácticamente en todos los rincones de Francia: áreas urbanas y rurales, grandes ciudades y pequeños pueblos de la misma manera”, escribió el conocido periodista norteamericano Richard Bernstein, en un ensayo para RealClearInvestigations titulado “¿Los ataques anticristianos en Francia se cuadruplicaron discretamente. ¿Por qué?”
El ex-corresponsal del New York Times citó al político Henri Lemoigne quien habló de “verdadera consternación” después que algunos en el departamento de la Manche (Normandía), que administró como Alcalde durante años, hicieron irrupción en una iglesia local y profanaron el Cuerpo y la Sangre de Cristo arrojando sobre el piso todas las partículas consagradas guardadas en el Tabernáculo.
“Las personas sienten que sus propios valores son atacados, incluso sus propias vidas”, como, por lo demás, ya ocurrió en el caso del Padre Jacques Hamel, asesinado en el año 2016 mientras celebraba la Misa en Saint-Étienne-du-Rouvray, en Normandía, por dos hombres musulmanes que habían prometido fidelidad al Estado Islámico del Isis.
Lo que sorprende a los analistas no franceses es el hecho de que estos ataques hayan sido recibidos con “relativa tranquilidad” en la laicísima Francia. Como observó Richard Bernstein, “la Iglesia Católica oficial eligió minimizar los ataques”, no obstante las llamas que golpearon a Notre-Dame en el mes de abril, y que las especulaciones sobre las causas de este incendio hayan hecho conocer al mundo -al menos accidentalmente- la cristianofobia que avanza en Francia.
Entre los principales cotidianos franceses únicamente el conservador Le Figaro publicó en primera página una substanciosa encuesta sobre la cristianofobia. Otros publicaron algunos artículos sobre distintos incidentes individuales. La ausencia de una palpable alarma pública llevó a la revista Causeur a publicar una serie de artículos sobre los ataques bajo el título general “Explosiones de actos anti-cristianos de los cuales ninguna de las víctimas está hablando”.
¿Pero por qué aumentan estos actos de cristianofobia? Las respuestas son complicadas. Aquellos que minimizan los actos de vandalismo, o sea la mayor parte de los mass media y muchos políticos, dejan en evidencia que los ataques están relacionados con delitos menores. Quienes están preocupados con los ataques, por el contrario, rechazan con fuerza ese punto de vista. A propósito de varios actos vandálicos, hace algún tiempo Le Figaro comentaba que “este no es trabajo de rateros”.
Lo que está claro es que los ataques hacen luz sobre una serie de cuestiones fundamentales que perturban a Francia. Mientras tanto, la Iglesia transalpina es considerada un objetivo débil (por causa de su constante laicización y por los escándalos sexuales que la golpearon) y fácil (es prácticamente imposible controlar todas las miles de Iglesias dispersas en Francia. Estos lugares, según el filósofo Pierre Manent, son “menos defendidos, presentan pocos riesgos y no son muchos”).
Ya ha habido (más de 500 en el 2018, según el Ministerio del Interior, es decir un aumento del 74% respecto al año anterior) diversos ataques contra lugares y símbolos hebreos (estos muy publicitados en los medios) por parte de extremistas islámicos y se teme que pueda estar por detrás de los hechos anticristianos la misma mano.
Pero una de las razones por las cuales la cristianofobia es subestimada por el gobierno francés es precisamente el temor de alimentar la llamada islamofobia, es decir, la preocupación de que algunas personas culpen instintivamente a los musulmanes por los ataques y que pongamos en marcha represalias, aunque no se conozcan episodios de represalia cristiana en tierra francesa.
“En la mayor parte de los ataques, no tenemos idea del autor”, dijo a Bernstein la ex-Procuradora norteamericana Ellen Fantini, que dirige el Observatorio sobre la discriminación y la intolerancia contra los cristianos en Viena. Según Fantini, “se puede afirmar con seguridad que son muchos los ataques que no tienen nada que ver con los grupos extremistas”.
“Mientras cada ataque contra una una sinagoga, una mezquita o un cementerio hebraico o musulmán es abundantemente reflejado en los medios y desencadena un coro de denuncias”, escribió Elizabeth Levy en Causeur, los ataques contra los lugares cristianos “no han causado mucho ruido”, en el sentido que los mass media no saltaron sobre las noticias relacionadas con la cristianofobia, como lo hicieron, por el contrario, con los actos de pedofilia y efebofilia cometidos por algunos clérigos, escándalos que han sido intensamente relatados por la prensa francesa.
En su listado anual de actos anticristianos en Francia el Observatorio sobre Intolerancia y Discriminación contra los cristianos en Europa, cuya Directora Ejecutiva es Ellen Fantini ha incluido también la protesta de las feministas radicales, con mujeres que posan completamente desnudas frente a imágenes o edificios sagrados, como ocurrió también en Lourdes.
En aquellos pocos casos en los cuales los vándalos fueron encontrados y arrestados, muchos de ellos parecían psicológicamente perturbados y, algunos de ellos, eran «sin techo». Según los artículos de la prensa francesa, entre los autores identificados más del 60% eran menores inadaptados. Sin embargo, el mismo diario Liberation, por ejemplo, reveló que cerca del 60% de ellos atentaba contra edificios sagrados, cementerios u otros objetivos, pintaba grafitis con inscripciones satánicas, símbolos anárquicos, esvásticas o eslóganes políticos.
Pero algunos episodios no solo hacen pensar en un desahogo de una suerte de “grupo social desesperado”. ¿Como calificar, de hecho, a los vándalos que incendiaron las enormes puertas de la iglesia de Saint-Sulpice, en el corazón de París, destruyendo un vitral y un bajorrelieve del siglo XVII o a aquellos veinteañeros que en Nimes untaron una cruz con excrementos humanos en la cual pusieron pedazos de la Hostia consagrada o a aquellos jóvenes que en Villeneuve-de-Berg orinaron en la fuente bautismal de la iglesia local?
“Estos no son hechos aislados”, escribió la revista cristiana Avenir de la Culture. “Demuestran la existencia de un clima profundamente anticristiano en Francia”, un crecimiento general del odio anti-cristiano, una furia increíble contra la Iglesia que, al menos en Francia, parece vinculada a tres motivos: pérdida general del sentido de lo sagrado (como lo afirmó también el historiador Jean-François Colosimo), el hecho de que la mayor parte de los sacerdotes de orientación progresista perdieron su autoridad moral sobre la comunidad y, por el contrario, el hecho de que la Iglesia permanezca fiel al Catecismo Católico hace que se la considere la preservadora de valores y modos de vida que muchos franceses consideran “anticuados”, “irrelevantes” o, incluso, “un obstáculo” para sus propias vidas. En este sentido, los ataques a las iglesias cristianas y a los cementerios parecen relacionados a lo que suele definirse genéricamente como la “crisis de la iglesia”.
Matteo Orlando, Il Giornale- 13 de julio de 2019
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