Galla Placidia, una mujer que ha dejado huella en la historia

A pesar de los lugares comunes, en la Historia existieron figuras de mujeres de alto nivel que no tuvieron ningún problema en competir con los hombres, pero hubo hombres y mujeres que colaboraron para alcanzar objetivos importantes en la defensa de los principios y los valores eternos en beneficio del verdadero bien común. Entre ellas la emperatriz Galla Placidia (388/392-450), de quien este año se cumplen 1570 años de su muerte.

La impronta que dejó Galla Placidia en la civilización europea es, para decir poco, extraordinaria. Sin embargo, no se la menciona en los libros escolares, habiendo sido, al igual que muchas otras mujeres -santas y no, entre las cuales Matilde de Canossa (1046-1115) y Adelaida de Turín (1016-1091)- valiente y decidida en la defensa de la fe cristiana y la Santa Iglesia Romana. Una rica actividad edilicia y artística está vinculada a su nombre, y es a ella y a su reino que se atribuye la construcción de numerosas iglesias en Rávena, Milán y Roma.

Nieta de tres emperadores, hija del emperador Teodosio I (347-395), hermana de dos emperadores, esposa de un rey y de un emperador, madre de un emperador y tía de otro, la nobilísima, como se la definió, Galla Placidia fue primero rehén de los Visigodos, después su reina al casarse con Ataulfo dei Balti (374-415). Al quedar viuda, se casó con el Emperador Constancio III (370 ca.-421), excelente general y colaborador de su hermano, el Emperador Honorio (384-423), pero la muerte de su consorte fue seguida por una rápida degradación de las relaciones con este último y Galla tuvo que refugiarse en Constantinopla, en la corte de su sobrino, el emperador romano, Teodosio II (401-450).

Después de la muerte de Honorio, un usurpador ascendió al trono en Occidente con la ayuda del ejército oriental. Galla regresó a Europa, depuso al soberano ilegítimo y colocó en el trono al joven hijo Valentiniano III (419-455), de quien fue regente. Durante los doce años que gobernó sobre el Imperio Romano de Occidente, Galla manejó con gran habilidad y sabiduría la confrontación entre tres generales romanos poderosos e influyentes, Costanzo Felice (? -430), Bonifacio (? -432) y Flavio Ezio (390-454).

Este último, que salió victorioso del conflicto con los otros dos generales, se vio obstaculizado, en su intento de influir en su hijo Valentiniano, por la misma Galla Placidia. Si, por una parte, fue capaz de manejar el poder y gobernar con amplitud de miras, por otra era una mujer muy creyente, así como firme y rigurosa en la lucha contra las herejías. De hecho, fue protagonista en la lucha teológica y política de su tiempo entre la ortodoxia y el monofisismo en Oriente, donde Teodosio II se alió con el heresiarca bizantino Eutiche (378-454), fundador de la teoría del monofisismo, según la cual en la única persona encarnada, Jesucristo, hay una sola naturaleza, la divina. El Papa León Magno (390-451) se opuso a Teodosio y solicitó la intermediación de la corte de Rávena.

El 8 de agosto del 449, Teodosio II convocó un Concilio general en Éfeso, en el cual rechazó la autoridad teológica, moral y jerárquica de León I. El Pontífice reunió entonces un Sínodo en Roma de los Obispos italianos para condenar los actos de Éfeso. Las decisiones se comunicaron de inmediato a Constantinopla, al Emperador, a su hermana Pulqueria (399-453), al Patriarca de Constantinopla San Flaviano (? -449), al clero y a todos los que permanecieron ortodoxos en Oriente. El Papa además se dirigió directamente a los soberanos de Rávena, a quienes acogió en Roma el 22 de febrero de 450 con motivo de la fiesta de la cátedra de Pedro. Después de la audiencia privada, Galla Placidia, Valentiniano y su esposa Eudossia (422-493 ca.) escribieron, ya desde Roma, cuatro cartas a los familiares de Constantinopla, invitándolos a intervenir rápidamente para evitar el cisma. De las cartas recogidas en las epístolas.de León I (55, 56, 57, 58), tres están dirigidas a Teodosio II y una a Pulqueria. Galla Placidia escribió a ambos y el contenido de las cartas apunta a la exhortación a revisar el asunto en interés de la unión de la Iglesia y a respetar los principios de la doctrina apostólica romana. Las cartas de Galla exponen el tema de la primacía de la ciudad de Roma, tanto como la antigua sede del Imperio y la sede de San Pedro, todo ello acuerdo con el Papa León. Aunque Teodosio no dio señales de volver a la vida, su muerte repentina (28 de julio de 450) y el ascenso de Pulqueria y su cónyugue Marciano (392 ca.-457) marcaron el final de las teorías de Eustaquio.

De la coherencia de fe de Galla Placidia quedó un amplio testimonio, no solo a nivel histórico sino también en su dedicación artística, que tiene en el mausoleo de Rávena que lleva su nombre el ápice de su credo y de su sentido eterno de belleza divina. Según la tradición, hizo construir este mausoleo imperial para su esposo Costanzo III, su hermano Honorio y para ella misma. Sin embargo, en el año 450 murió en Roma y fue enterrada en el mausoleo honorario, erigido al lado de la antigua basílica de San Pedro en el Vaticano para albergar los restos del emperador Honorio y su familia.

La tradición oral sobre el mausoleo de Galla Placidia es recogida por Agnello Ravennate, sacerdote e historiador, en su Liber pontificalis ecclesiae ravennatis. Según los estudios realizados sobre el mausoleo, el edificio, anexo a la iglesia de Santa Cruz, era accesible a través del atrio ahora destruido. Al ingresar a este lugar, uno queda impresionado y encantado por las sublimes composiciones y los colores vivos de la magnífica instalación de los mosaicos, hechos de pasta de vidrio, probablemente obra de maestros de diferentes procedencias, ya que el volumen realista de las figuras de San Lorenzo, en la luneta trasera, y del Buen Pastor, sobre la entrada de la capilla, conducen a un estilo más romano-occidental que a las figuras hieráticas del estilo bizantino-oriental.

La cúpula está dominada por la Cruz en una bóveda de estrellas de tamaño decreciente hacia lo alto, que forman un remolino sobre un fondo azul, de acuerdo con un modelo que continuará durante toda la Edad Media y más allá. La representación del cielo nocturno continúa sin solución de continuidad hacia las cuatro columnas, donde está representado EL TETRAMORFO: los símbolos que representan se encuentran en el Libro de Ezequiel (1, 10; 1, 26) y en el Apocalipsis de San Juan (cap. 4). Las lunetas en la cúpula representan pares de Apóstoles, con sus brazos levantados en adoración hacia el centro ideal del edificio, la Cruz. Entre los Apóstoles, se destacan San Pedro y San Pablo. Las palomas, en el césped entre los Apóstoles, simbolizan las almas ante la fuente de la gracia divina. En el centro se abren las ventanas, cubiertas con placas de alabastro translúcidas, y la luz, como en todo el arte de Rávena, desempeña el papel simbólico de la presencia de Dios.

En la luneta sobre la entrada hay una representación del Buen Pastor y de sus mansas ovejas; se trata uno de los primeros testimonios de esta figura en un entorno monumental, ya que estaba muy presente únicamente en las catacumbas. En la luneta opuesta, en cambio, se habría encontrado la imagen de San Lorenzo; pero existe otra hipótesis, que considera la posibilidad de que San Lorenzo sea, en realidad, el mismo Cristo, peinado al estilo sirio, el cual señala a los cuatro Evangelios como símbolo de la Verdad, mientras que sobre la parrilla arden los libros heréticos, un peligro para la salvación de las almas y para la integridad de las enseñanzas de la Iglesia. Galla Placida sabía que la misma existencia de la Iglesia puede verse socavada por ideas distorsionadas y por mentiras; su trabajo de sabia claridad permanece para las mujeres y los hombres de nuestro tiempo, tan confundidos y sumergidos en mentiras dentro y fuera de la Iglesia, faro de razón y fe.

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