García Moreno, Polonia y Perú

El 25 de marzo de 1874, el Presidente de Ecuador, Gabriel García Moreno, consagró su País al Sagrado Corazón de Jesús en vista a la plena actuación de la Realeza social de Cristo sobre su Patria, pero la masonería lo condenó a muerte y, apenas un año después, fue acribillado a la salida de Misa a disparos de revólver por dos sicarios (cfr. sì sì no no, 28 de febrero de 2017, pp. 4-5, García, il Presidente).

El Sagrado Corazón es paragonado por León XIII, en la Encíclia Annum sacrum de 1899, al lábaro que hizo vencer a Constantino la batalla del puente Milvio en Roma, el 28 de octubre de 313, contra Majencio, batalla que sancionó la libertad de culto para el Cristianismo.

El culto del Sagrado Corazón, especialmente con León XIII, se convierte en el nuevo lábaro para derrotar al neo-paganismo masónico que destruyó la armonía que reinaba entre la Iglesia y el Estado en la Cristiandad medieval. Se puede decir que hoy, exactamente cien años después de las apariciones de la Virgen en Fátima, el Corazón Inmaculado de María y el de Jesús son los medios principales y el último recurso contra el ataque satánico al Cristianismo y un especie de escudo contra los males que amenazan al individuo, la familia y la sociedad temporal y espiritual.

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús y al Corazón Inmaculado de María nos ayudan a obtener de la Omnipotencia divina el retorno a la sociedad tradicional, en la que era vigente la alianza entre poder temporal y espiritual en vista del bien común natural y sobrenatural.

Pío XI y la Quas primas

En 1925, Pío XI escribió una Encíclica sobre el Reinado social de Cristo, la Quas primas, en la que enseña que el Reinado de Cristo es ante todo de índole espiritual, pero no se debe excluir su extensión a las realidades temporales. Además es un Reinado también social y no solamente individual. En efecto, Dios es Rey del universo y de la sociedad civil, siendo el Creador del hombre, que es “naturalmente un animal social” (Aristóteles/Santo Tomás de Aquino), y Jesucristo, en cuanto que es verdadero Dios y verdadero hombre y Redentor de la creación, tiene un poder legislativo[i], judicial y ejecutivo sobre los Estados y los individuos de todo el mundo. Esta Realeza Cristo la comunica al Papa, su Vicario visible en la tierra como directa en las realidades espirituales e indirecta en las realidades temporales ratione peccati, actualmente en los Estados cristianos y virtualmente en los demás Estados[ii].

La modernidad en ruptura con Cristo Rey

Desgraciadamente el mundo moderno rompió poco a poco todo vínculo público con Cristo y los Estados se han profesado “laicistas” en neta oposición con la doctrina y la práctica de la Iglesia y de la Cristiandad, resumidas admirablemente por Pío XI en la Quas primas.

El liberalismo y el laicismo imperantes sobre todo a partir del siglo XIX, teorizaron y legalizaron la libertad concebida como un fin y un absoluto (no como un medio finito y creado[iii]), como emancipación e independencia total del hombre de Dios, de su Iglesia y de toda autoridad política. A partir de ello se llegó al Democratismo radical (“pueblo soberano”) y al Separatismo entre Estado e Iglesia (“libre Estado en libre Iglesia”), al Indiferentismo en materia de religión y al Abstencionismo del Estado en materia económica (“laissez faire”). Todos estos errores fueron condenados por el magisterio de la Iglesia (cfr. Gregorio XVI, Mirari vos, 1832; Pío IX, Syllabus y Quanta cura, 1864; León XIII, Immortale Dei, 1885 y Libertas, 1888; Pío XI, Quas primas, 1925).

Una esperanza defraudada y el triunfo momentáneo de la Revolución

El siglo XX había comenzado con la esperanza de ver restablecido el Reinado social de Cristo a través de un retorno del mundo laicizado al Sagrado Corazón y al Papa, Vicario visible en la tierra de Jesús ascendido al Cielo (León XIII, Encíclica Annum sacrum de 1899 y Tametsi futura de 1900). Como la cruz había abierto la época constantiniana, así la imagen del Sagrado Corazón habría debido representar el estandarte de la nueva era de la realeza de Cristo en el siglo XX.

Desgraciadamente en los años sesenta la infiltración modernista dentro y en el vértice de la Iglesia y la Revolución “cultural” in interiore homini desestabilizaron el orden natural y sobrenatural, marcaron el triunfo de la Revolución en el orden temporal y espiritual y han hecho en el Dos mil muy difícil el retorno a Cristo tanto de los individuos como de las familias, del Estado, de los hombres de Iglesia, aunque “al final mi Corazón Inmaculado triunfará” nos aseguró la Virgen en Fátima.

La Dignitatis humanae del Vaticano II en contradicción con la doctrina bimilenaria de la Iglesia

La secularización de las Naciones, de las familias y de los individuos está a la vista de todos y con el Sesenta y ocho alcanzó su cénit después de que la Declaración Dignitatis humanae (7 de diciembre de 1965) del Concilio Vaticano II, erigió como “pastoral” una práctica laicista, la cual da a cada Estado la libertad de declararse a-confesional, en contradicción con la doctrina católica bimilenaria[iv].

La doctrina católica (desde el 390, esto es, desde cuando comenzó a existir el Estado católico, hasta 1953) fue siempre la de la subordinación del Estado a la Iglesia, doctrina de la subordinación del fin temporal del hombre a su fin sobrenatural. Esta doctrina conoció matices accidentales: poder directo in spiritualibus e indirecto in temporalibus ratione peccati o bien poder directo también in temporalibus, pero no ejercitado y dado al Príncipe temporal por el Pontífice romano (plenitudo postestatis). Sin embargo, desde el 313, ningún Papa, Padre eclesiástico, Doctor de la Iglesia, teólogo o canonista aprobado en la Iglesia enseñó jamás la separación entre Estado e Iglesia, que fue siempre condenada.

En cambio, la Dignitatis humanae (a partir de ahora ‘DH’) enseña “pastoralmente” que todo hombre tiene “derecho a la libertad religiosa […] privadamente y en público tanto solo como asociado a otros. […]. Es necesario que a todos los ciudadanos y a todas las comunidades religiosas sea reconocido el derecho a la libertad en materia religiosa. […]. Libertad religiosa que debe ser reconocida como un derecho a todos los hombres y a todas las comunidades y que debe ser sancionada en el ordenamiento juriídico.” (‘DH’, n. 2, 3, 6 y 13). Es la ruptura total con el ‘Derecho Público Eclesiástico’ enseñado por la Iglesia a partir del papa Gelasio hasta Pío XII.

La religión católica ya no es ni debe ser la religión oficial del Estado (como lo era en Italia de 1929 a 1983 y de hecho se han hecho desaparecer los pocos Estados católicos todavía existentes en Europa y en América Latina). Además, actualmente los Estados promulgan “leyes” que están en contraste directo con la natural y divina (aborto, divorcio, uniones libres contra-natura, eutanasia…).

Sobre todo a partir de la Revolución francesa, el laicismo, llamado por Pío XI “la peste de la edad moderna”, se radicalizó cada vez más hasta convertirse en la nueva “religiosidad” de la era contemporánea, la cual vive sin pensar en Dios, como si no existiese. No se niega su existencia una vez planteado el problema, sino que se ignora tranquilamente ya que no interesa (Indiferentismo).

2016: el milagro polaco y peruano, modelo y motivo de esperanza

Este proceso que parecía irreversible fue roto milagrosamente por Polonia y por Perú y ello debe ayudarnos a no desesperar nunca de la ayuda omnipotente del Señor, sobre todo cuando todo parece haber tocado el fondo de la impiedad.

Precisamente en el siglo XXI, que ha alcanzado el ápice del agnosticismo relativista y del indiferentismo en materia religiosa, estas dos Naciones, en el otoño de 2016, renovaron públicamente su consagración a Cristo Rey, a la que se había renunciado desde hacía mucho tiempo por todos los Estados.

Lo que sucedió en Polonia y en Perú debe ser meditado y tomado como modelo para que, con la ayuda de Dios, pueda hacerse realidad en las demás Naciones.

Los Presidentes de Polonia y de Perú estaban presentes, en cuanto Presidentes y no como ciudadanos privados, en las ceremonias de consagración de sus Naciones a Cristo Rey, ceremonias que se pueden consultar fácilmente en internet.

El Perú, el 21 de octubre de 2016, el Presidente Pedro Pablo Kuczynski pronunció las siguientes palabras en su discurso público: “Yo, en calidad de Presidente de la República de Perú, con la autoridad que me has sido dada, hago un acto de consagración al amor y a la protección de Dios todopoderoso de mi persona, de mi familia y de la República de Perú por medio de la intercesión del Sagrado Corazón de Jesús y del Corazón Inmaculado de María. Ofrezco a Dios todopoderoso todas mis intenciones como Presidente, siendo siempre consciente de los Diez Mandamientos al gobernarlo. Al hacer este acto pido perdón a Dios […] por todas aquellas decisiones que fueron tomadas contra los Mandamientos de Dios y pido su ayuda para cambiar todo aquello que nos separa de El”.

El 19 de noviembre de 2016, se hizo en Cracovia en Polonia una ceremonia análoga, pero en un marco mucho más solemne, durante una Misa celebrada por el cardenal Stanislao Dziwisz, en presencia del Presidente de la República, Andrzey Duda, frente a los vértices de la Iglesia y del Estado.

En aquel día, el Estado y la Iglesia, en plena concordia, constataron el fracaso del laicismo y del separatismo entre Estado e Iglesia, que ha intentado cortar las raíces de la Europa cristiana, vaciándola de motivaciones sobrenaturales y de esperanza, condenándola así a muerte, porque un árbol sin raíces se seca.

Esperanza sí, ilusiones no

Sin embargo, no debemos hacernos ilusiones humanas, que son muy distintas de la esperanza sobrenatural. En efecto, la mayor parte de las Naciones continúan haciendo “leyes” contrarias a la Ley divina (dulcis in fundo: la ideología de género y la adopción de niños por parte de parejas homosexuales). Por tanto, el camino que han emprendido Perú y Polonia sigue siendo para nosotros todavía muy distante y arduo. En efecto, no sólo es necesario reconocer a Cristo como Rey de la Nación, sino también abrogar todas aquellas “leyes”, o mejor “corrupciones de leyes” (Santo Tomás de Aquino, S. Th., I-II, qq. 90-108), que ofenden y contradicen, con un pecado público y legalizado, a la Ley de Dios. Para hacer esto es necesario ser conscientes de poder acabar como García Moreno.

Sólo si Cristo reina hay paz

Del retorno a la Realeza social de Cristo depende el retorno de la Paz a este mundo en guerra permanente y total a partir de 1990. El lema de Pío XI era “la Paz de Cristo en el Reino de Cristo”; con él el Papa quería especificar que la Paz internacional e interna de las Naciones es fruto del real Reinado de Cristo sobre los individuos, las familias y el Estado. De otro modo habrá discordia y guerras. En efecto, si el hombre rechaza a Cristo se entrega implícitamente a satanás y a satanás se entregan las Naciones, las cuales son un conjunto de familias y de ciudades reunidas en un Estado porque el hombre es un “animal social” creado para vivir en sociedad (familiar y civil) con los demás hombres.

Pío XI concluía así su Encíclica “Quas primas”: “Alejado Cristo de las leyes y de la sociedad civil, la autoridad aparece como derivada no de Dios, sino de los hombres y su fundamento vacila: quitada la Causa primera no hay razón por la cual uno deba mandar y el otro obedecer. De lo cual proviene una gran perturbación en la sociedad”.

También Pío XII lo había previsto muy bien: “Hoy casi toda la humanidad va dividiéndose en dos ejércitos opuestos: con Cristo o contra Cristo. El género humano actualmente atraviesa una formidable crisis que se convertirá en salvación con Cristo o en funestísimas ruinas” (Encíclica Evangelii praecones, 2 de junio de 1951).

El enfrentamiento final entre Iglesia y contra-iglesia

Nos encontramos ante el enfrentamiento final entre la Iglesia y la contra-iglesia. El 13 de mayo de 2010 Benedicto XVI dijo en Fátima: “Puedan estos siete años que nos separan del centenario de las apariciones acelerar el preanunciado triunfo del Corazón Inmaculado de María”. Pero el triunfo del Corazón de María, según lo que la Virgen dijo a los pastorcitos en Cova de Iría, será precedido de una terrible prueba: “martirio de los buenos, naciones aniquiladas, el Papa martirizado”[v]. Y desgraciadamente estos siete años transcurridos no han acelerado el triunfo de María sino el castigo divino.

En un coloquio entre Sor Lucía y el padre Agustín Fuentes (26 de diciembre de 1957), la vidente dijo: «El castigo del Cielo es inminente. […]. Dios ha decidido dar al mundo los últimos dos remedios contra el mal, que son el Rosario y la devoción al Corazón Inmaculado de María. No habrá otros. Cuando El ve que el mundo no presta ninguna atención a Sus mensajes, entonces nos ofrece “con un cierto temor” la última posibilidad de salvación: la intervención de Su Santísima Madre. Lo hace “con un cierto temor” porque, si tampoco este último recurso tiene éxito, no podremos esperar ya ningún tipo de perdón del Cielo. No nos olvidemos de que Jesucristo es un Hijo muy bueno y no nos permitirá ofender y despreciar a su santa Madre»[vi].

Juan Pablo II dijo en Fátima (13 de mayo de 1982): “Amenazas casi apocalípticas se ciernen sobre las Naciones y sobre la humanidad”. En efecto, si dos Naciones han retornado a Cristo Rey, desgraciadamente en la Iglesia, especialmente con Francisco I, reina el caos y la apostasía rampante.

Antonio Socci, en su libro La profezia finale (Milano, Rizzoli, 2016), cita a la beata Catalina Emmerich, que el 13 de mayo de 1820, escribía: “He tenido una visión sobre dos iglesias y dos papas […]. La iglesia más grande es una iglesia extraña, no querida por el Cielo, una falsificación de la Iglesia, la vi crecer y vi herejes de todas las condiciones llegar a Roma, pero he visto una Iglesia más pequeña y perseguida, que es la verdadera Iglesia católica” (op. Cit., p. 60).

Socci cita también las apariciones de la Virgen en Quito en Ecuador a Sor Mariana Francisca de Jesús Torres y Berrichoa (1563-1635) y escribe que la Virgen, en el lejano siglo XVII, pedía a las “almas consagradas rezar e inmolarse por los hombres del siglo XX, que serán los preferidos de su Sagrado Corazón, porque en aquel periodo el Infierno se desencadenará y muchas almas se perderán” (op. cit., p. 76). Después, Socci termina citando las quince apariciones de la Virgen en Civitavecchia (en 1995) en la localidad de Pantano (donde ahora surge la iglesia de San Agustín), en las cuales la Virgen habló de la “amenaza de un conflicto nuclear entre Occidente y Oriente, la Tercera Guerra Mundial” (op. cit., p. 86).

Estas son Revelaciones privadas, pero han sido aprobadas por la Iglesia. Por tanto, si bien no les es debido un asentimiento de fe, tampoco es lícito despreciarlas. Ellas convergen de manera impresionante con las cerca de sesenta apariciones que la Virgen de la Revelación reservó a Bruno Cornacciola de 1947 a 2001[vii], de las cuales cito solamente una: “Los pastores del rebaño no cumplen con su deber. Demasiado mundo ha entrado en su alma para dar escándalo al rebaño y desviarlo del camino […]. Antes que Rusia se convierta y deje el camino del ateísmo, se desencadenará una tremenda y grave persecución. Rezad, se puede detener. […]. Alejaos de las falsas cosas del mundo: espectáculos vanos, imágenes obscenas. […]. Satanás está suelto por un periodo de tiempo y encenderá entre los hombres el fuego de la protesta. Hijos, sed fuertes, resistid el asalto infernal. […]. Toda la Iglesia sufrirá una tremenda prueba, para limpiar la carroña que se ha infiltrado entre sus ministros. […]. Sacerdotes y fieles serán puestos en un giro peligroso en el mundo de los perdidos, que se lanzará al asalto con cualquier medio: falsas ideologías y teologías. […]. Habrá días de dolor y de luto. De oriente, un pueblo fuerte, pero alejado de Dios, lanzará un ataque tremendo y destruirá las cosas más sagradas y santas. […]. El mundo entrará en otra guerra, más despiadada que las precedentes; especialmente será golpeada la Roca eterna (Roma). La ira de satanás ya no es retenida; el Espíritu de Dios se retira de la tierra, la Iglesia será dejada viuda, estará en manos del mundo. […]. La más golpeada será la Iglesia de Cristo para limpiarla de las suciedades que hay dentro de ella. […]. Los sacerdotes serán pisados y asesinados, la cruz rota junto a la sotana del desnudamiento exterior sacerdotal” (Saverio Gaeta, Il veggente. Il segreto delle tre fontane, Milano, Salani, 2016, pp. 80-88).

Los ejemplos de Perú y de Polonia nos dan una gran esperanza en medio de tanta desolación que castiga hoy al ambiente eclesial. El proceso liberal de separatismo y de secularización no es invencible, pero es necesario que también en los hombres de Iglesia se encuentre el valor de invertir la infausta ruta secularista e inmanentista iniciada con el Vaticano II y llegada a su culmen con Francisco I y también en este campo algo se está moviendo.

Pidamos a la Virgen que Cristo vuelva a reinar en las mentes y en los corazones de los individuos, en las familias y en los Estados, pero sobre todo en las almas de los consagrados y de los Prelados, que se han uniformado con la mentalidad moderna, con su relativismo subjetivista y agnóstico, el cual ha llevado al divorcio de los Estados de la Iglesia, divorcio que ha sido institucionalizado, aunque “pastoralmente”, por el Concilio Vaticano II.

Frente a un mal tan profundo y vasto, sólo Dios y la Virgen santísima pueden ayudarnos a ponerle remedio para “volver a ver las estrellas”.

El Cristianismo está destinado a la victoria

El Cristianismo, en efecto, no está destinado a la derrota definitiva, sino a la victoria. Mons. Pier Carlo Landucci escribe: «En cuanto a los acontecimientos finales tenemos dos preanuncios que parecen estar en contraste entre ellos. Uno afirma la conquista de todos los pueblos a la fe, tras la cual se producirá también la conversión del pueblo judío (Rom., XI, 25; Lc., XXI, 24) […], el otro preanuncio, en cambio, es de tinieblas finales: “Cuando venga el Hijo del hombre ¿encontrará fe sobre la tierra?” […]. La conciliación de los dos vaticinios se puede alcanzar pensando que la divina progresividad de la Iglesia es un avance espiritual de combate, que tendrá, como todas las guerras, sus situaciones alternas y parciales. En este cuadro la gran apostasía final (2 Tes., II, 3) podría indicar un último contraataque desesperado de satanás sobre la Iglesia vencedora ya y un momentáneo triunfo suyo, vaticinado en el Apocalipsis (XIII, 3) como victoria episódica final del Anticristo. Pero aun entonces permanecerá la catolicidad, o sea la universalidad de la Iglesia, que quedará perfectamente íntegra en su organismo y en su doctrina, entendida como universalidad moral, de cuya permanencia la promesa divina no deja lugar a dudas. Y no será sino la premisa del sucesivo rescate final. […]. La perspectiva de dicho último contraataque momentáneamente victorioso de satanás, al que seguirá, sin embargo, su cierta derrota, sirve hoy también para eliminar cualquier desánimo por sus victorias temporales, que en en cierta parte suceden en las situaciones alternas de la gran batalla”» (Cento Problemi dei Fede, Roma, VII ed., 2003, pp. 166-167)[viii].

Por tanto la frase del Evangelio de San Lucas (XVIII, 6-8) “Cuando vuelva el Hijo del hombre ¿encontrará fe sobre la tierra?” no debe ser leída de manera radicalmente pesimista y casi desesperada, como si la Iglesia se acabara al aproximarse la Parusía: «El Maestro no niega de manera absoluta la existencia de la Fe en los hombres que vivirán en los últimos días. […]. La perspectiva dolorosa del final de los tiempos no se identifica con una declaración abatida y sin esperanza por la suerte final del reino de Dios en la tierra, o sea de la Iglesia. […]. El Maestro quiso recordar a los hombres el deber de la vigilancia para que ellos, en el momento de su parusía, sean encontrados en pleno fervor de Fe, de oración y de obras. […]. Amonestando que al final del mundo habrá pruebas de una extrema gravedad, las cuales para muchos serán causa de enfriamiento de oración y caridad y de defección de la Fe»[ix].

Cristero

[Traducido por Marinus el eremita]

P.S. Para quien quisiera profundizar la vida de García Moreno aconsejamos el libro del padre Augustin Berthe “García Moreno”, ed. Dolorosa Press (USA).


[i]              Los 10 Mandamientos y su especificación, que deben ser la base de la legislación del Estado.

[ii]            Santo Tomás de Aquino, S. Th., III, qq. 58-59.

[iii]           Cfr. Santo Tomás de Aquino, S. Th., I, q. 83; De malo, q. 6, a. 1; De veritate, q. 22.

[iv]            Véase San Gregorio Nacianceno (†390), Hom. XVII; San Juan Crisóstomo (†407), Hom. XV super IIam Cor.; San Ambrosio (†397), Sermo contra Auxentium; San Agustín (†430), De civitate Dei (V, IX, t. XLI, col. 151 ss.); San Gelasio I (†496), Epist. ad Imperat. Atnastasium I; San León Magno (†461), Epist. CLVI, 3; San Gregorio Magno (†604), Regesta, n. 1819; San Isidoro de Sevilla (†636), Sent., III, 51; San Nicolás I, Epistul. Proposueramus quidam (865); San Gregorio VII (†1085), Dictatus Papae (1075), I epístola a Herman de Metz (25 de agosto de 1076), II epístola a Herman (25 de marzo de 1081); Urbano II (†1099), Epist. ad Alphonsum VI regem; S. Bernardo de Claraval (†1173), Epístola al papa Eugenio III sobre las dos espadas; Inocencio III (†1216); Sicut universitatis conditor (1198), Venerabilem fratrem (1202), Novit ille (1204); Inocencio VI (†1254), Aeger cui levia (1245); Santo Tomás de Aquino (†1274), In IVum Sent., dist. XXXVII, ad 4; Quaest. Quodlib., XII, a. 19; S. Th., II-II, q. 40, a. 6, ad. 3; Quodlib. XII, q. XII, a. 19, ad 2; Bonifacio VIII (†1303), Bula Unam sanctam (1302); Cayetano (†1534), De comparata auctoritate Papae et Concilii, tract. II, pars II, cap. XIII; San Roberto Belarmino (†1621), De controversiis; F. Suárez (1617), Defensio Fidei catholicae; Gregorio XVI, Mirari vos (1832); San Pío X, Vehementer (1906); Pío XI, Ubi arcano (1921), Quas primas (1925), Pío XII, Discurso a los Juristas Católicos Italianos, 6 de diciembre de 1953.

[v]             A. Socci, La profezia finale, Milano, Rizzoli, 2016, p. 19; Id., Il Quarto segreto di Fatima, Milano, Rizzoli, 2006.

[vi]            A. Socci, La profezia finale, cit., p. 28.

[vii]          F. Spadafora, Tre Fontane, Roma, Giovanni Volpe, 1984; G. Tomaselli, La Vergine della Rivelazione, Palermo, 1981; S. Gaeta, Il veggente. Il segreto delle tre fontane, Milano, Salani, 2016.

[viii]         Bibliografía: E. Dublanchy, Église, Indéfettibilité, DThC, vol. IV, coll. 2145-2150; M. Jugie, Indefettibilità della Chiesa, Enciclopedia Cattolica, vol. VI, coll. 1792-1794; Id., Où se trouve le Christianisme intégral, Paris, 1947.

[ix]           B. Mariani, Cento problemi biblici, Assisi, 1963, p. 162.

SÍ SÍ NO NO
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Mateo 5,37: "Que vuestro modo de hablar sea sí sí no no, porque todo lo demás viene del maligno". Artículos del quincenal italiano sí sí no no, publicación pionera antimodernista italiana muy conocida en círculos vaticanos. Por política editorial no se permiten comentarios y los artículos van bajo pseudónimo: "No mires quién lo dice, sino atiende a lo que dice" (Kempis, imitación de Cristo)

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