Gracias al Papa Francisco ya no soy “neo-católica”

Tres meses no es un periodo tan largo de tiempo, pero fue más que suficiente para cambiar mi vida de dirección. Todo lo que sabía y todo lo que era se derrumbó como un castillo de naipes una tarde de otoño de 2016. Y empezó con el Papa Francisco.

Nací en los 80, fui educada como católica, en una fe católica, “moderna, ecuménica”. Sin embargo, sería injusto de mi parte culpar al periodo post-Vaticano II de mis actos pecaminosos. Me considero culpable, más que nadie o nada, de no tomar la Fe en serio.

Era una católica indecisa, católica sólo de nombre. En otras palabras, era una desgracia. Sí, claro, rezaba a Dios (cuando necesitaba algo), iba a confesarme (una vez al año), me abstenía de pecar (cuando no era demasiado inoportuno) y creía (en una falsa versión de Dios).

Claramente, estaba viviendo una mentira.

Escogiendo y eligiendo aquellos trozos de enseñanza de la Iglesia que me iban bien, mientras que ignoraba completamente los otros, me estaba convirtiendo rápidamente en una discípula de Satán sin ni siquiera darme cuenta.

Y así, como un ardiente seguidora de Satán, me encontré viendo algunos vídeos protestantes en YouTube. Entonces sucedió. Por gracia de Dios, di con un video protestante bastante interesante sobre el Papa Francisco.

Como moderna y semi-liberal católica (gracias a Dios, siempre he sido muy pro-vida), pensaba que el Papa Francisco era bastante asombroso. Nunca supe mucho sobre él, pero rápidamente apoyé la totalidad de la “misión de misericordia” de nuestro Papa. Viendo este vídeo protestante que golpeaba a Francisco, sentí que mi corazón se ahogaba. Porque, aunque me gustaban algunos protestantes, había algo en lo profundo de mí, enterrado debajo de las capas de modernismo, que era verdaderamente católico. Siempre había sabido que la Iglesia católica era la única iglesia verdadera.

Sin embargo, los protestantes tenían razón sobre todo lo tocante a Francisco. El vídeo en cuestión analizaba el evidentemente escandaloso intercambio de oraciones entre nuestro Papa y el fraude del evangelio de la prosperidad de Kenneth Copeland.

Mi corazón se aceleraba como loco. ¿Qué está haciendo el Papa Francisco? ¿Qué está pasando?

Y entonces, una pregunta cruzó mi mente: ¿Es la Iglesia católica la única Iglesia verdadera?

Necesitaba averiguar qué estaba sucediendo. ¿Es posible que los católicos apoyen las acciones de nuestro Papa?

Esto fue el principio del fin. El fin de mi viejo yo y el primer paso en mi viaje de vuelta a casa. Porque, mientras buscaba información sobre el Papa Francisco y el catolicismo, un mundo nuevo se abrió para mí: el mundo de los católicos tradicionales (también conocidos como católicos fieles).

Aprendí sobre la historia de la Iglesia, los errores del modernismo, los frutos podridos del Vaticano II, los pocos obispos y cardenales que permanecían fieles, Amoris Laetitia, la Misa en latín y la falsa misericordia. Pero, aún más importante, aprendí sobre el infierno.

Nunca había sabido nada del infierno. Claro, había un concepto vago en algún lado en el fondo de mi mente, de cómo sería el infierno. Ya sabes, un sitio donde van algunos  pedófilos realmente desagradables, y los asesinos en serie. El pecado mortal, ¿qué es eso?

Metafóricamente hablando, fue el Papa Francisco el que me llevó al infierno. Sus acciones y palabras llegaron a ser tan escandalosamente liberales y erróneas, que ya no podía ignorar toda la actitud “toleremos a todo el mundo y todo en el nombre de la misericordia”; y aún menos confundirla con la enseñanza real de la Iglesia. Necesitaba saber cuál es la esencia de la Iglesia. Necesitaba saber qué es el infierno. Gracias al Papa Francisco, aprendí todo eso y mucho más.

Si el Papa Francisco nunca hubiera sido elegido, ¿habría yo cambiado mi camino? Sólo Dios lo sabe.

Todo el punto de esta historia es, que incluso en medio de la crisis sin precedentes de la historia de la Iglesia, el Espíritu Santo aún gobierna la Iglesia católica. Cada día se convierten pecadores, algunos a pesar de la crisis en la Iglesia, otros a causa de ella.

Gracias, Espíritu Santo, por guiarnos siempre.

Perdónanos, Señor nuestro Jesús, porque hemos pecado.

Ten piedad de nuestras pobres almas, Dios Padre.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros.

Petra Perkov

(traducido por J.A.G.G. Artículo original)

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