Homilía: El Misterio de la Cruz

Domingo de Quincuagésima
Lc 18: 31-43
«El Misterio de la Cruz »
Los apóstoles se quedaron extrañados al oír las palabras de Jesús referentes a lo que iba que iba a ocurrir en Jerusalén. En el pasaje paralelo de San Mateo vemos cómo el mismo San Pedro le quiere quitar esas ideas de la mente a Jesús; y vemos ahí también cuál es la respuesta de Jesús: ¡Apártate de mí, Satanás, porque no piensas según Dios sino según los hombres”.

El misterio de la cruz siempre fue escándalo y locura, primero par los judíos y gentiles y ahora, para el cristiano moderno. Nuestra naturaleza humana, caída por el pecado, huye de la cruz, del dolor y del sufrimiento. Hoy día, debido a la crisis que padecemos, este sentimiento de rechazo y de escándalo es todavía más manifiesto. Hoy día, no sólo ya no se predica de la cruz, sino que se va en contra de ella. El mismo movimiento neocatecumenal enseña que ¿cómo Dios va a permitir que su propio Hijo muriera en la cruz? El mismo Juan Pablo II decía que Cristo nos había salvado por su encarnación y no por la cruz.

La Iglesia modernista niega el sacrificio y el pecado; predica el bienestar. En una palabra, predica la religión del hombre. Si en tiempos de San Pablo la cruz era un escándalo, hoy día más todavía. Hoy día nos hemos fabricado un cristianismo cómodo, facilón, a la medida de cada uno. Pero eliminar la cruz es eliminar el amor, y es también eliminar a Cristo.

Hoy día se nos dice en la catequesis oficial que el sufrimiento no tiene explicación, y eso es una ofensa a Dios. El cristianismo de hoy se ha hecho pagano, ya no se predican las verdades fundamentales de nuestra fe. ¿Quién se acuerda de estas palabras de la Escritura? ¿Acaso no sabéis que los que hemos sido bautizados, hemos sido bautizados para participar en la muerte de Cristo? También nos decía San Pablo (1 Cor 1): “El mensaje de la cruz es necedad para los que se pierden; pero para los que se salvan es fuerza de Dios”. Tenemos miedo a hacer nuestro el destino de Cristo. Las desgracias que nos ocurren pueden convertirse para nosotros en motivos de gloria.

Nos dice también San Pablo en la Carta a los Filipenses (Fil 3): “Son muchos los que se comportan como enemigos de la cruz de Cristo”. Creen que la vida es la búsqueda del hedonismo. Pero huir de la cruz es lo mismo que huir del amor, y si el hombre huye del amor entonces se destruye a sí mismo.

El sufrimiento sólo tiene explicación desde la fe; cuando no se tiene fe, entonces no se encuentra sentido a la cruz. El misterio de la cruz es un misterio de amor, pues por amor Cristo dio su vida por nosotros. Los fracasos y sufrimientos de nuestra vida tienen sentidos cuando se ven desde el punto de vista del amor. El cristiano ha de compartir la vida de Jesucristo; y si Cristo murió por amor a nosotros, nosotros también hemos de seguir ese mismo destino por amor a Él. Y es que los que se aman desean compartir el uno el destino del otro. Pero la dificultad parte del hecho de no entender ya lo que es el amor, el amor de Cristo. Si no se ama a Cristo, entonces tampoco se entiende el sufrimiento. En cambio si uno ama a Cristo desea compartir su vida y su muerte; lo que nunca quiere es separarse de Él, su Amado. San Pablo lo decía con palabras muy elocuentes: “Yo estoy crucificado con Cristo”.

El retrato de Dorian Gray, libro y película que nos presentan a este joven que hace un pacto con el demonio… En esa película se capta el horror del pecado y el mal que le hace al hombre. Si fuéramos capaces de ver el estado del alma de quien está en pecado mortal… quedaríamos horrorizados.

Frente a esto, están las enseñanzas de San Pablo (Gal 2): “La vida que ahora vivo en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí” ¿Por qué cerramos nuestro corazón al amor y al agradecimiento a Aquél que tanto nos ama?

Hoy día, todos sufrimos, guerras, desórdenes… hasta que Dios envíe el castigo con el que va a castigar nuestra sociedad. ¡El Padre Pío paseado por Roma como espectáculo!

“El amor de Cristo nos urge, pues si uno murió por todos, todos están muertos… “ .“Si vivimos, para el Señor vivimos… sea que vivamos, sea que muramos, del Señor somos”. El amor lo explica todo y da fuerzas para todo. El amor, que mueve el sol y las demás estrellas. O como decía el Cantar de los Cantares: “Las muchas aguas no podrán apagar el amor”. Esa es la realidad de nuestra existencia como cristianos; olvidar esas ideas esenciales es muy grave. Una persona solamente puede ser feliz cuando está enamorada de Cristo y siente que Él también le ama.

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Padre Alfonso Gálvez
Padre Alfonso Gálvezhttp://www.alfonsogalvez.com
Nació en Totana-Murcia (España). Se ordenó de sacerdote en Murcia en 1956, simultaneando sus estudios con los de Derecho en la Universidad de Murcia, consiguiendo la Licenciatura ese mismo año. Entre otros destinos estuvo en Cuenca (Ecuador), Barquisimeto (Venezuela) y Murcia. Fundador de la Sociedad de Jesucristo Sacerdote, aprobada en 1980, que cuenta con miembros trabajando en España, Ecuador y Estados Unidos. En 1992 fundó el colegio Shoreless Lake School para la formación de los miembros de la propia Sociedad. Desde 1982 residió en El Pedregal (Mazarrón-Murcia). Falleció en Murcia el 6 de Julio de 2022. A lo largo de su vida alternó las labores pastorales con un importante trabajo redaccional. La Fiesta del Hombre y la Fiesta de Dios (1983), Comentarios al Cantar de los Cantares (dos volúmenes: 1994 y 2000), El Amigo Inoportuno (1995), La Oración (2002), Meditaciones de Atardecer (2005), Esperando a Don Quijote (2007), Homilías (2008), Siete Cartas a Siete Obispos (2009), El Invierno Eclesial (2011), El Misterio de la Oración (2014), Sermones para un Mundo en Ocaso (2016), Cantos del Final del Camino (2016), Mística y Poesía (2018). Todos ellos se pueden adquirir en www.alfonsogalvez.com, en donde también se puede encontrar un buen número de charlas espirituales.

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