Solemnidad del Corpus Christi
Jn 6: 56-59
El Corpus Christi, fiesta que lo fue grande en otro tiempo y que hoy día ha sido reducida a la nada, en el mejor de los casos, o a una pura pantomima, en el peor de los casos.
El hecho de que el Señor se quedara realmente entre nosotros en este sacramento supuso una revolución para el hombre. Una revolución que el hombre aceptó y vivió hasta que llegó el Vaticano II. La fe de la Iglesia y de todos en la Eucaristía fue una constante durante veinte siglos. Por supuesto que hubo herejes, pero la fe de la Iglesia y de todos los cristianos era firme y llena de veneración y respeto.
Recuerdo cuando yo era jovencito y veía en mi pueblo las procesiones que se hacían entorno a la Eucaristía cuando el sacerdote llevaba la comunión a un enfermo agonizante. Tocaban las campanas del pueblo.., los hombres y mujeres, conforme pasaba Jesus Sacramentado se ponían de rodillas y muchos de ellos se unían a la procesión… Recuerdo también mis experiencias con mis indiecitos en la cordillera andina… y el inmenso respecto y cariño que le tenían al Amito. ¡Con qué fe recibían la Eucaristía!
En aquél entonces, a nadie se le habría ocurrido recibir la Eucaristía en pecado, ni tocarla con las manos. Las manos del sacerdote habían sido consagradas precisamente en la ceremonia de ordenación para que pudiera tocar este sacramento…
Recuerdo también cuando entré por primera vez en mi vida en una capilla protestante y en una sinagoga judía, cuando yendo a Ecuador, pasé por Nueva York. ¡Qué frialdad! Allí no estaba Cristo.
Con la llegada del Vaticano II, se produjo en la Iglesia un enorme cataclismo. Poco tiempo después se cambió la misa de siempre, se autorizó recibir la comunión en la mano… y con ello, la pérdida de la fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Lo peor de todo es que sea la misma Iglesia quien ha perdido esa fe. Y a pesar de esta situación tan grave, nadie levanta la voz para hablar de ello.
Pero en medio de todo este cataclismo, la Iglesia auténtica sigue en el corazón de muchos fieles que permanecen fieles a Cristo y a la Eucaristía, le siguen adorando y dando culto…