Domingo I de Cuaresma
Mt 4: 1-11
Jesucristo quiso someterse a las tentaciones; Él quiso hacerse semejante a nosotros en todo menos en el pecado. Las tentaciones son tribulaciones que tendremos que sufrir durante toda nuestra vida. Como nos dice San Agustín, las tentaciones son absolutamente necesarias, pues sin tentaciones no hay victoria.
El pasaje nos habla de tres tentaciones en este momento.
En la primera, después de haber ayunado durante cuarenta días, el demonio le presenta a Jesús unas piedras y le dice que las convierta en pan. Esta prueba lleva encerrada la sutil tentación de que el Señor traicione su misión y use sus poderes para su propio beneficio. Cada uno de nosotros ha recibido una misión de Dios que ha de cumplir. Somos “esclavos” de nuestra misión y no podemos traicionar a Dios. Recordemos lo que el Señor nos dice en otro lugar: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere no da fruto; pero si muere, da mucho fruto”.
Estamos en tiempos difíciles, tiempos en los que muchos pastores traicionan a su misión y ya no enseñan la Palabra de Dios sino la suya propia; pero este tiempo durará poco, pues pronto actuará la justicia de Dios. Cristo vino a evangelizar a los pobres, a anunciar la redención a los cautivos… Hoy día se culpa de los males de este mundo a todo, menos a lo que realmente los está causando: el pecado. Todos estamos oprimidos por el pecado; y Cristo ha venido a liberarnos de él y darnos la libertad.
En la segunda tentación es llevado al pináculo del templo e invitado por el demonio a que se lance desde allí, pues está dicho que los ángeles le sostendrán; y las gentes al ver tal prodigio se convertirán… Es una invitación a huir de la cruz y buscar el camino fácil. Creemos que la cruz nos aparta del bienestar y de la felicidad. La Iglesia actual ha desterrado la idea de la cruz, del sufrimiento, del esfuerzo. Ahora, este rechazo de la cruz es más intenso y actual. Lo vemos de modo especial en la Santa Misa del Novus Ordo que ha quedado prácticamente reducida a su dimensión de banquete y celebración comunitaria, difuminando el sentido más profundo y auténtico cual es la actualización de la muerte de Cristo en la cruz. Sólo si el cristiano participa de Su vida y destino es cuando tendrá vida en sí mismo.
Hoy día se anuncia una misericordia ausente de justicia. Esto va a llevar a la condenación a muchos. La justicia y la misericordia se identifican en Dios. No se puede hablar de misericordia si la persona no se arrepiente de su conducta. Pedir misericordia sin arrepentimiento es pedirle a Dios algo que es injusto, es legalizar una situación de pecado; y Dios no puede hacer eso.
En la última tentación, el demonio lleva a Jesús a lo alto de un monte y le dice que todo este mundo le pertenece, pero que él se lo dará si se arrodilla y le adora. Ya conocemos la respuesta del Señor: “Sólo a Dios darás culto…”. Hoy día el hombre se ha fabricado muchos ídolos ante los cuales se ha arrodillado. ..
Hoy día hay muchos cristianos que han claudicado y se han arrodillado ante Satanás; pero nos queda el consuelo que Dios se ha reservado en Israel 7000 hombres que no se han arrodillado ante Baal.
Cristo superó las tentaciones y nos enseñó a nosotros el camino para también hacerlo; y para ello os dio su gracia. Son tiempos difíciles pero también maravillosos. Tiempos en los que nos hemos de mantener firmes y no dejarnos engañar por los falsos profetas.