El mes entero de julio se dedica al gran misterio de la Preciosísima Sangre, de la cual una sola gota puede salvar al mundo de todo pecado.La Sangre de Cristo es el precio de nuestra salvación y el signo del amor infinito de Dios por el hombre pecador. Debemos meditar sobre [1] el horror del pecado, [2] el amor infinito de Cristo, [3] como la Preciosísima Sangre es fuente de todas las gracias que recibimos, y [4] como siempre está presente en la iglesia. Adoremos a la Preciosísima Sangre, especialmente durante [1] la consagración y elevación en la Santa Misa y [2] al recibir la Sagrada Comunión. Estas dos obras (meditar y adorar a la Preciosísima Sangre) son necesarias para tener una verdadera devoción a Jesús.