Domingo XI después de Pentecostés
Mc 7: 31-37
El evangelio de hoy nos habla de sordos y de mudos, lo cual nos viene muy bien para hablar de la situación actual en la que vivimos. Un mundo, tanto a nivel civil como eclesiástico, que es mudo y es sordo. Es un mundo de mudos porque nadie dice nada, y si dice algo, es mentira. Y es un mundo de sordos porque se ha tomado la opción de no oír nada, como el avestruz.
Tanto el mundo como la Iglesias están paganizados. Estamos ante una Iglesia nueva que nada tiene que ver con la Iglesia fundada por Jesucristo.
Suena curioso, que en un mundo caracterizado por la comunicación global, nos hayamos vueltos sordos y mudos….
Pongamos un ejemplo: La problemática actual que tiene Europa con el Islam. Sabemos que el Islam se ha adueñado de Europa; y también sabemos que el Islam se impone por la fuerza, pues así lo dice el Corán. Eso sí, como nos dice la jerarquía, no estamos ante una guerra de religiones; a pesar que los propios terroristas digan que sí es una guerra de religiones…
¿Por qué tanto mutismo, tanto a nivel civil como eclesiástico? Tanto mutismo sólo tiene una posible explicación, que haya alguien por detrás que esté interesado en que el pueblo musulmán acabe con Europa y sus raíces cristianas; con la esperanza de poder acabar luego con el Islam y así introducir la globalización universal dirigida por el Sistema….
El cardenal Sarah se quejaba días atrás de la inacción de los gobiernos ante los últimos atentados terroristas en Europa. Y yo le preguntaría al cardenal Sarah: ¿Cuántas profanaciones, burlas al cristianismo y persecución contra los cristianos habrá que soportar para que la Jerarquía levante su voz?
Y no hablemos de la última puñalada dada contra la vida contemplativa…
Nos encontramos pues con el silencio tanto civil como eclesiástico….
Todo esto nos hace pensar en la cercanía de la segunda venida de Jesús…
Y frente a todo esto, la esperanza. Como dice San Pablo en la Carta a los Romanos: “¿Quién nos podrá separar del amor de Cristo…?”