¿Idolatría en el Vaticano?

Idolatría

La Idolatría (del griego “Eidólon / Ídolo” más “latreía / adoración”) es la adoración de los Ídolos. Pues bien, la adoración (con la cual se reconoce que la Persona adorada es el Creador omnipotente al cual debemos la existencia y la actuación) es debida solo a Dios, que es el Único Ente infinito, Creador del cielo y de la tierra. Por tanto, la Idolatría, es decir, adorar un ídolo (del griego Eidólon / simuacro, forma, imagen, estatua) hecho por la mano del hombre es un gravísimo pecado contra la virtud de la Fe y el 1º Mandamiento: “Yo soy el Señor tu Dios, no tendrás otro Dios fuera de Mí”.

La Idolatría es especialmente grave porque pospone el Creador a la creatura (S. Th., II-II, q. 94, aa. 1-4). Ante todo, la Idolatría es una forma de superstición, que es “un vicio opuesto a la virtud de la Religión, en cuanto que se da culto divino o de adoración también a quien no es Dios”, ya sean imágenes, estatuas, personas humanas (por ejemplo, el Emperador) o el mundo creado, que formaría panteístamente una sola cosa con Dios (S. Th., II-II, q. 92, a. 1). En efecto, si se da culto a “creaturas o imágenes de ellas, estimadas como Divinidades, se comete Idolatría, que es una especie de Superstición” (S. Th., II-II, q. 94, a. 1); por tanto, “la Idolatría es siempre pecado” (S. Th., II-II, q. 94, a. 2), más aún, “como la Idolatría altera todo el orden de la Religión, es un pecado gravísimo” (S. Th., II-II, q. 94, a. 3).

En la Encíclica Dominum et vivificantemn. 50 (del año 1986), Juan Pablo II escribió: “Et Verbum caro factum est. El Verbo se unió a toda carne [creatura, ndr], especialmente al hombre, este es el alcance cósmico de la Redención.[Dios es inmanente al mundo y lo vivifica desde dentro, ndr]. […] La Encarnación del Hijo de Dios significa la asunción a la unidad con Dios, no solo de la naturaleza humana sino, en ella, en un cierto sentido, de todo lo que es carne: de… todo el mundo visible y material […]. El Engendrado antes de toda creatura, encarnándose… se une, de algún modo con la entera realidad del hombre […] y, en ella, con toda carne, con toda la creación”. Pues bien, esta es una auténtica confesión teórica de Idolatría panteístico-inmanentista, que en 1986 (el año de la “reunión interreligiosa de Asís”) el papa Wojtyla explicitó en su tercera Encíclica. El Verbo, según él, se habría unido no solo a todo hombre, sino al mundo entero. Ciertamente Dios está presente en todas partes ya que es infinito, pero es trascendente y distinto al mundo y no es el alma que vivifica el mundo desde dentro inmanentistamente, formando con él una sola cosa como la forma (el alma) y la materia (el cuerpo humano) forman una única sustancia completa (el hombre). El Cristo cósmico de Teilhard de Chardin es retomado por Juan Pablo II. En efecto, el alma del Vaticano II está afectada por el pensamiento de Teilhard de Chardin, desde Juan XXIII hasta Francisco, pasando por Juan Pablo II, que ha hecho del “Pan-cristismo” su caballo de batalla. No debemos maravillarnos del “Sínodo amazónico” de Bergoglio, no hace otra cosa que aplicar en la práctica los principios teóricos del Concilio Vaticano II y de Juan Pablo II.

Por lo que respecta al Concilio Vaticano II léase la Constitución Gaudium et spes n. 22: “En Cristo la naturaleza humana ha sido asumida, sin ser aniquilada, por eso mismo ha sido también elevada a una dignidad sublime. Con la Encarnación el Hijo de Dios se ha unido en un cierto modo a todo hombre”. En el n. 24, Gadudium et spes dice: “El hombre es la única creatura en la tierra que Dios ha querido por sí misma (propter se ipsam)”. Atención, “propter se ipsam”, o sea, no “para Sí mismo”, es decir, ordenándola a Dios como Fin último, sino “por sí misma”, es decir, el fin del hombre es el mismo hombre, el antropocentrismo se convierte en “antropolatría”, o mejor, Idolatría. No era necesario esperar a Bergoglio y el Amazonas, ya en 1962-65 con Roncalli y Montini “el Rin desembocaba en el Tíber”…

La Idolatría 1º) en su forma vulgar, identifica a Dios, Espíritu Purísimo, con el idolillo (la estatua o la imagen material); en este sentido, se acerca al Fetichismo (véase más abajo), el cual es una baja magia utilitarista y engañosa más que una “religiosidad”, aun falsa; mientras 2º) en su forma más “elevada” o menos vulgar, presenta al ídolo material no solo como imagen de la “Divinidad” a la que se daría el culto de latría o de adoración, sino incluso como el receptáculo o “sagrario” en el que Dios habitaría, informándolo con su espíritu y permaneciendo siempre unido a él (cfr. G. Schmidt, Manuale di storia comparata delle religioni, Brescia, 1934; P. Tacchi Venturi, Storia delle religioni, Torino, Utet, 1939, 2 voll.).

Fetichismo

El Fetichismo (del latín factitius / cosa hecha o construida por las manos del hombre) es una forma muy baja y vulgar de religiosidad idolátrico-politeísta.

La naturaleza del Fetichismo consiste en el uso de objetos mágicos (amuletos, etc.) que son considerados no solo como símbolos, sino incluso como receptáculos de las “Divinidades”, que habitarían en ellos. Es una degeneración de la religiosidad, una forma más baja incluso que la superstición idolátrica, y se encuentra en los Pueblos secundarios, no primitivos, o sea, no antiguos, sino de civilización y cultura inferior, situados sobre todo en el África Occidental (cfr. P. Parente, Dizionario di Teologia dommatica, Roma, Studium, IV ed., 1957, p. 163, voz “Feticismo”; reimpresión Proceno – Viterbo, Effedieffe, 2019).

Animismo

Otra forma de religiosidad idolátrica secundaria o inferior y degenerada es el Animismo, con el cual el hombre proyecta en la naturaleza la imagen de su propia alma, viendo por ello en todo ente un cuerpo animado por un “espíritu”, rindiendo así un culto a las fuerzas de la naturaleza (por ejemplo, al sol…); desemboca más tarde en el politeísmo. Hemos visto que el fetiche es un objeto elegido por una “Divinidad” para habitación suya, que se convierte en ídolo cuando es reducido a figura que representa un “Espíritu divino”, en el que el símbolo y la figura o imagen son identificados con el ente “divino” simbolizado.

La historia científica y seria de las diferentes religiosidades ha demostrado que todos los pueblos antiguos o primitivos adoraron un Único Ente Supremo, creador de todas las cosas, omnipotente, inmenso y justo. Por tanto, el Monoteísmo precede al Politeísmo, que es una degeneración del primero, como nos enseña la divina Revelación (Sabiduría, XIII; Rom., I).

La Religión cristiana es el Monoteísmo por excelencia, que se encuentra revelado en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. El Politeísmo es una degeneración del Monoteísmo, como han demostrado los recientes estudios de “Historia comparada de las religiones” (cfr. P. Palazzini, El Monoteísmo en los Padres Apostólicos y en los Apologistas del siglo II, Roma, 1944).

Pues bien, en el Vaticano – durante el “Sínodo amazónico” del otoño de 2019 – asistimos a la adoración, con mucho incienso, procesiones, bendiciones y postraciones por parte del papa Bergoglio, de varios Cardenales, Obispos y Consagrados, de algunos idolillos, en forma de estatuillas, que representaban a algunas “Divinidades”, especialmente de la “fertilidad”, que un joven austriaco émulo de los Hermanos Macabeos, tiró más tarde al Tíber, contaminado primero por el Rin (1962-65) y ahora incluso por el Río Amazonas…

Conclusión

No es, por tanto, exagerado afirmar que la Idolatría politeísta, en sus formas más bajas y secundarias o inferiores (Fetichismo y Animismo) fue practicada en los jardines del Vaticano y entronizada – con mucha procesión hecha en presencia de Bergoglio por algunos Cardenales – en la Basílica de San Pedro del Vaticano: ciertamente es un hecho gravísimo.

En efecto, moralmente hablando, “la Idolatría dirige a las creaturas el culto de latría o adoración debido solo a Dios. Se distingue 1º) la Idolatría formal, en la que existe la voluntad sincera de dar a las creaturas el culto de adoración; 2º) la idolatría material o falsa, en la que simula solo externamente el culto de latría, sin tener la voluntad de adorar a las creaturas como si fueran Dios, por ejemplo, por miedo a morir. […]. La gravedad del pecado de Idolatría es considerada, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, enorme, como una aberración intelectual (Éx., XX, 2-5; Deut., IV, 15-19; Sab., XIII, 14;  Rom., I, 18-25; I Cor., Viii, 4-5). La Idolatría constituye realmente el reato de lesa Majestad divina, tributando el honor debido solo a Dios a la creatura. Pues bien, si la Idolatría material o simulada falsamente es menos grave que la Idolatría formal, sin embargo, como en los actos de culto público [como el que tuvo lugar durante el “Sínodo amazónico” en el Vaticano en el otoño de 2019, ndr] el significado del acto [adoración de la “Pachamama”, ndr], aunque fuera simulado y no creído, depende solo de la voluntad del sujeto que realiza el acto idolátrico [Bergoglio & Compañía, ndr], pero también de la consideración común de aquellos que ven dicho acto de culto [los pobres Cristianos fieles a Dios Uno y Trino, ndr], la Idolatría material, además de ser un pecado de escándalo, es un pecado contra la Virtud de la Religión” (F. Roberti – P. Palazzini, Dizionario di Teologia Morale, Roma, Studium, 1955, p. 609-610, voz “Idolatria”, a cargo de P. Palazzini). Por tanto, aunque Bergoglio & Compañía hubieran simulado la adoración de la estatuilla de la Divinidad de la Fertilidad llamada “Pachamama” sin creer que sea uno de los muchos Dioses, ella es objetivamente un grave pecado de Idolatría material.

N. C.

(Traducido por Marianus el eremita)

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Mateo 5,37: "Que vuestro modo de hablar sea sí sí no no, porque todo lo demás viene del maligno". Artículos del quincenal italiano sí sí no no, publicación pionera antimodernista italiana muy conocida en círculos vaticanos. Por política editorial no se permiten comentarios y los artículos van bajo pseudónimo: "No mires quién lo dice, sino atiende a lo que dice" (Kempis, imitación de Cristo)

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