Composición de lugar. Mira a Jesús trabajando de carpintero en la casita de Nazaret, obediente a María y José.
Petición. Imitar a Jesús en la obediencia y amor al trabajo.
Punto primero. Contempla a Jesús en su vida oculta. ¿En qué pasa Jesús los treinta primeros años de su vida?… En orar, obedecer, trabajar. He aquí tu modelo, joven católica.
Jesús pasa por ti las noches en oración, para enseñarte y moverte con su ejemplo. ¿y tú le negarás un cuartito de hora de oración de los noventa y seis de que consta el día? ¿tan poco amarás a tu alma?… La oración es maná del alma; ¿cómo vivir y reparar las fuerzas sin alimento?… Es la oración luz; ¿cómo andar sin ella en esta tierra de tinieblas?… Es el único sostén en las vías del espíritu; ¿cómo no tropezar sin este eficaz apoyo?… Es la única escalera que lleva con seguridad a Dios y a su posesión; ¿cómo llegar hasta el palacio en que habita y hace felices con su vista a los bienaventurados, no subiendo por ella? Sin oración serías, hija mía, como un soldado sin armas; una nave sin timón ni velas; un ave sin alas; una heredad infecunda, estéril por falta de lluvias y rocío… la más desgraciada de las criaturas en las tribulaciones, porque sólo la oración puede hacértelas llevaderas… Ora pues, hija mía; sigue el ejemplo que te da el buen Jesús en su vida oculta.
Punto segundo. Obedece Jesús a María y a José… a otros amos que le alquilaban para trabajar… tal vez hombres necios, groseros… Y eso que era el Rey de los cielos y de la tierra…, y de cuya voluntad, en aquel entonces, pendían los Ángeles y los hombres… Y obedece sin replicar…con prontitud… Les estaba sujeto… ¿Lo haces tú así, hija mía? ¡Ah! ¡cuántas faltas de respeto y de obediencia a tus mayores!… ¡Cuánta libertad con tus iguales!… ¡Qué rasgos de genio con tus inferiores!… tú, vil gusanillo y menudo polvo… ¿tú, no te sujetarás al hombre por Dios, sujetándose Dios a los hombres por ti?, pues sábete que sin la obediencia no hay virtud, y con la obediencia están todas las virtudes.
Punto tercero. Jesús trabaja. ¡Gran Dios! ¡El Hijo del Eterno Padre, el Deseado de las naciones, el Libertador del mundo, reducido a la pobre condición de un artesano!!!… ¡Un Dios barriendo… recogiendo astillas… transportando maderas… aserrando leña… cepillando tablas!!!… ¡Un Dios!!!… ¡aquellas manos benditas que fabricaron los cielos, trabajando sin descanso apenas, para que tú seas heredera de su rica herencia!!! Y tú, hija mía, pasas las horas, los días, los meses, los años enteros en la ociosidad… en diversiones y pasatiempos frívolos… ¡Ah! Advierte que la ociosidad es el origen de todos los males y la maestra de todos los vicios… Sábete que rica o pobre, noble o plebeya, debes sujetarte a la ley indefectible del trabajos, según tu clase y condición. Imita al buen Jesús… Sé hacendosa, pues sin ello no te reconoceré por mi hija.
¡Oh buen Jesús! Sois mi maestro en todas las virtudes; sedlo en especial en la del trabajo, para que siendo hacendosa como vuestra esposa Teresa de Jesús, nunca me coja el enemigo ociosa… y así evite las tentaciones.
Padre nuestro y la Oración final.
Fruto. Propónte nunca estar ociosa, sino siempre ocupada en labores, oración, meditación… Para esto hazte un plan de vida o distribución de las horas del día. Mujer ociosa, mujer viciosa.
San Enrique de Ossó