Hay una corriente eclesial que tiende a querer despojar tanto la liturgia como todo lo sagrado de ornamentaciones y elementos que, según ellos, muestran una riqueza que debería emplearse para los pobres, y, continúan, dicha ostentación ofende al mundo.
Estas ideas muchas veces se nos esconden camufladas bajo una supuesta vuelta al cristianismo primitivo. Sin embargo Jesús indicaba todo lo contrario, así nos advirtió muy directamente contra esta falsa idea en Marcos 14:
«3 Estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, recostado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, de mucho precio; quebró el frasco y lo derramó sobre su cabeza.
4 Había algunos que se decían entre sí indignados: «¿Para qué este despilfarro de perfume?;
5 Se podía haber vendido este perfume por más de trescientos denarios y habérselo dado a los pobres.» Y refunfuñaban contra ella.
6 Mas Jesús dijo: «Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ha hecho una obra buena en mí.
7 Porque pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles bien cuando queráis; pero a mí no me tendréis siempre.»
Los magos de oriente así lo entendieron y vivieron, honrando al niño Jesús con oro, incienso y mirra. Si los ilustrados progres de hoy hubieran vivido la navidad también se hubieran escandalizado de la EPIFANÍA del Señor.
Pues: HOY COMO AYER. Hay no pocos que se escandalizan de las «riquezas de la Iglesia» y ellos no dan un duro de lo suyo a los pobres. Se llenan la boca de palabrería sobre los pobres pero ese verbalismo es pura comedia. Y en este punto quiero señalar, concretamente, la actitud farisaica de los padres que llevan niños a la primera comunión y, tras destrozar en sus casas los argumentos de los catequistas sobre la Iglesia, luego montan espectaculares fiestas (más parecidas a bodas que a primeras comuniones) para celebrar que el niño se tomó la «galletita». Critican las «riquezas» de la Iglesia y a la vez hacen ostentación con sus niños en actitud realmente ofensiva a tantos pobres que hay en nuestras comunidades.
Haríamos bien pues en reconducir esta tendencia que desviste a todo lo sagrado de un elemento visual que, dada la naturaleza humana, es necesario para la comprensión de la grandeza de lo que ocurre o queremos representar y, a la vez, agrada a Jesús como muestra de querer ofrecerle «lo mejor».
Esto lo entendió muy bien San Francisco de Asís, el cual, como decíamos hace unos días referenciando un artículo publicado en infocatólica, aparte de ser un paradigma de pobreza y entrega a los pobres, entendió que esa entrega no debía arrastrar al «cutrismo» de lo sagrado. He aquí algunas de sus citas:
«Sean preciosos los cálices, corporales, ornamentos del altar y todo lo que sirve para el sacrificio» (1CtaCus, 3)
«Y donde se encuentre colocado y abandonado indebidamente el santísimo cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, retírese de allí y póngase y custódiese en sitio precioso» (CtaCle, 11)
«Quiso a veces enviar por el mundo hermanos que llevasen copones preciosos, con el fin de que allí donde vieran que estaba colocado con indecencia lo que es el precio de la redención, lo reservaran en el lugar más escogido» (2Cel, 201)
«Quiso enviar también a otros hermanos por todas las provincias con buenos y hermosos moldes de hierro para hacer hostias limpias y perfectas» (EP 65f; LP 108g).
«Por consiguiente, todos aquellos que administran tan santísimos misterios, y sobre todo quienes los administran indebidamente, consideren en su interior cuán viles son los cálices, los corporales y los manteles donde se sacrifica el cuerpo y la sangre del mismo. Y hay muchos que lo colocan y lo abandonan en lugares viles, lo llevan miserablemente, y lo reciben indignamente, y lo administran a los demás sin discernimiento. Asimismo, sus nombres y sus palabras escritas son a veces hollados con los pies; porque el hombre animal no percibe las cosas que son de Dios (1 Cor 2,14)» (CtaCle, 4-7)
Así que, por favor, que nadie nos engañe con RUEDAS DE MOLINO.