El llamado de Dios a la conversión de corazón es claro, fuerte e insistente. Siempre nos tenemos que dar cuenta de la gran importancia de nuestrapropia conversión. Sin duda, tal conversión es una gracia de Dios, pero el cristiano también se debe esforzar. Pues el diablo siempre nos está tentado a través del espíritu del mundo y de la carne. (En este sentido la carne significa no tomar en cuenta la dimensión sobrenatural.) El mundo y la carne son gran fuentes de pecado – y hay que recordar que el pecado es el problema fundamental del hombre. Ejemplos de los santos, como de San Gabriel de la Virgen Dolorosa, y de la Misa Tradicional, nos animan a la conversión tan necesaria.