La dislocación de la función magisterial después del Vaticano II (Romano Amerio)

Texto leído en el congreso teológico de sí sí no no en 1996

Ruunt soecula, stat veritas.

Immo, stante veritate, stat homo, stat mundus.

Circumversamur undique et deversamur, sed veritas

nos erigit.

Amice, siste fugam, pone te in centro, ubi nullus

motus, sed vita, immo vita vivificans.

 

Los siglos pasan, la verdad permanece

Mejor, la verdad permaneciendo así, permanecen el hombre y el mundo

Estamos rodeados por todas partes, y desviados pero

La verdad nos sostiene en pie.

Amigo, no sigas huyendo, colócate en el centro, allí donde no hay movimiento, sino sólo la vida, pero la vida vivificante.

1. Llamado a aportar una contribución en el Congreso teológico de Sí, Sí,No,No, desearía desarrollar este principio: la crisis de la Iglesia católica es una crisis debida a la dislocación de la autoridad magisterial que, de la autoridad del Magisterio universal ha sido transferida a la autoridad de los teólogos. Dislocación que fue rápidamente experimentada, pues los años inmediatos del post-concilio la reacción fue viva, y estos seis últimos lustros, la mayoría de los teólogos ha logrado alcanzar lo que reivindicaba y se proponía cumplir: es decir que los teólogos sean reconocidos por sí mismos como partícipes del oficio didáctico de la Iglesia. Tengo entre mis papeles muchos recortes de periódico y numerosas pruebas de que todo se presentía como un peligro. 

I En los orígenes de la crisis: el equívoco en los textos del Concilio. 

2. El Concilio- es necesario decirlo- se reafirmó en la doctrina perenne de la Iglesia. Pero el peligro se anunció inmediatamente después. En efecto, no se puede olvidar el gran principio metódico de los innovadores, obispos y expertos conciliares. Estos últimos introdujeron subrepticiamente expresiones ambiguas en los textos propuestos, que se reservaban, después de su publicación, para interpretarlos en un sentido innovador. He ahí la estrategia perpretada, y perpretada explícitamente por los modernistas. A este respecto existe una declaración muy importante-documentada también en Iota Unum[i] – del dominico holandés Edward Schillebeeckx, que lo dice de una forma explícita: “ Nosotros expresamos las ideas de nuestro corazón de una manera diplomática, pero después del Concilio obtendremos las conclusiones implícitas”. O sea, : utilizamos un lenguaje “doble”, en el que la letra está formada a la vista de la hermenéutica, aclarando o ensombreciendo las ideas que nos convienen o nos interesan.

3. Se formaban así los documentos conciliares que, suponiendo una hermenéutica laxista y débil, irían a a reforzar las sentencias innovadoras. Sin olvidar que el escándalo principal y radical, que se tiene que atribuir a Juan XXIII, proviene de que consintió que los observadores protestantes del Concilio no sólo asistieran a los trabajos de las Comisiones, sino que cooperasen, hasta tal punto que ciertos textos del Concilio no son sólo elaboraciones teológicas de los obispos sino de teólogos protestantes.

II La negación de la sobrenaturalidad de la fe.

4. La dislocación de la autoridad de la que queremos hablar es uno de los movimientos de inspiración racionalista, humanista y naturalista de los más arraigados. Su gran principio: Las verdades de la fe nacen de la actividad del intelecto humano.

5. En la doctrina racionalista, la fe es una extrapolación de la razón: según la doctrina de la Iglesia católica, para creer es necesario abandonar la razón, ir más allá de la razón ya que lo que se halla más allá de la razón es extrínseco. Ir más allá no significa oponerse a ella, sino que es un complementen y por eso se halla afuera. Por el contrario, según la doctrina moderna, la fe es una forma de la razón, esto es, se trata de algo intrínseco a ella. Lo que significa que para creer no es necesario abandonar la razón.

6. La función del Magisterio de la Iglesia es la de inculcar en el espíritu de los fieles las convicciones sobrenaturales: aprender, añadir, adherir. La palabra “enseñar” significa “ hacer de manera que alguien sepa lo que no sabía”. Además, la función del Magisterio es también apologética, ya que el maestro debe defender lo que enseña. Debe defenderla recurriendo ya bien sea recurriendo a las motivaciones ofrecidas por la autoridad bíblica, por tanto, sobrenatural, o aún a motivaciones de tipo natural. En tercer lugar, enseñar un conocimiento significa hacerlo “retener” por los espíritus a los cuales se enseña, pues el maestro debe velar que su enseñanza no se pierda ni se modifique.

III El Papa abdica de su función magisterial ya que no predica la fe sobrenatural 

7. En tiempos del Concilio, se era consciente de esta virtud recordada aquí antes de disolverse en la vaguedad; lo atestigua la declaración autorizada del cardenal Heenan, Primado de la Iglesia de Inglaterra, que en una de las primeras sesiones del Concilio se expresaba así: “Hoy, en la Iglesia, ya no existe la enseñanza de los obispos; ya no son el punto de referencia de la Iglesia. El único punto sobre el que se actualiza aún la función magisterial de la Iglesia, es el Sumo Pontífice.” Es decir, allí donde nadie enseña, todos enseñan; y donde ya no hay una verdad enseñada, se enseñan multitud de opiniones.

8. Pero esta declaración del Primado de Inglaterra, tras treinta años después, parece incluso optimista, pues hoy la función magisterial no la ejerce ni siquiera el Pontificado. Si, tal y como lo hemos visto, el Magisterio es la manifestación de la Palabra divina depositada en la Iglesia, que la Iglesia tiene por misión y deber de enseñar y predicar, esta manifestación de la Palabra divina en el Pontificado actual o está desaparecida o como mucho es declinante: no habría escrito 57 glosas en el documento Tertio Millennio Adveniente si el Santo Padre hubiese enseñado y manifestado siempre la Palabra divina que es el verdadero “Magisterio vivo” en la Iglesia y si no hubiese puesto el suyo, no expresando directa y limpiamente la verdad de manera explícita.

9. Pero redacté expresamente estas glosas porque que el Santo Padre no presta a los fieles, en el pleno ejercicio de su Magisterio Supremo, la ayuda que ellos esperan de él; habla, pero no manifiesta lo que debería. Pues – y es preciso decirlo- incluso en los documentos, los más importantes, cada palabra del Papa ya no es del Magisterio, sino la expresión de puntos de vista, pensamientos y consideraciones extendidas en la Iglesia: quiero decir que incluso el Papa, en todas sus alocuciones, refleja todo un sistema de pensamiento que es el que complace al hombre de hoy.

10. Una doctrina privada es la elaboración propia de un individuo, pero esa no es la cuestión: se trata de doctrinas extendidas y que se han convertido en preponderantes en una gran parte de la teología. Se lee también en Tertio Milennio: “ Cristo es la realización de la aspiración de todas las religiones del mundo y, por eso mismo, es el objetivo único y definitivo” (N 6); y aún más: “(No debemos olvidar el tema del ) encuentro del cristianismo con formas muy antiguas de religiosidad caracterizadas, y esto es lo significativo, por una orientación monoteísta” (38), y además “en el diálogo interreligioso, los judíos y musulmanes deberán tener un lugar” (53). Y en Ut unum sint :La infalibilidad del Papa es una verdad de la Iglesia a la que no se puede renunciar. Pero habrá que buscar una nueva forma de interpretarla.”

11. Así pues, las manifestaciones del Papa han adquirido un carácter ajeno a la función magisterial suprema. Cuando el Papa no manifiesta la Palabra divina que le ha sido confiada, y que tiene la obligación de manifestar, expresa sus puntos de vista personales en su sentido más elevado; pero no expresa la Palabra de Dios. Nos encontramos entonces ante la decadencia del Magisterio ordinario de la Iglesia. El Papa debe guardar y manifestar el depósito de la fe, de la revelación divina, pero sólo lo hace de una forma somera. Desde el instante en el que el Papa abdica del cumplimiento de su primer deber, una gran crisis sobreviene a la Iglesia ya que su mismo centro resulta dañado. Y no existe ningún órgano superior corrector del Pontífice: en efecto, el Primado del Pontífice romano es uno de los dogmas fundamentales, por así decirlo, de la Iglesia. 

IV- El Papa, con la nueva idea de su función que se establece, ya no es el principio de unidad de fe de la Iglesia. 

12. En los últimos treinta años, centenares y centenares de obispos, superiores religiosos de las más diversas órdenes, prelados de la curia y, por último el Supremo Pontífice, han debilitado progresivamente este fundamento doctrinal que disuelve la fe y su raíz sobrenatural en una miriada de opiniones privadas y personales. Esto proviene del hecho de que el principio del Pontificado Romano es el verdadero principio de la Iglesia; si el Papa desiste, la Iglesia desiste, y si se hace caer al Papa se hace caer a la Iglesia. No hay más que un solo principio de autoridad, el Supremo Pontífice, el Vicario de Cristo, que ha recibido de Cristo el mandato de confirmar a todos sus hermanos en la fe. Confirmar significa “fortalecer” “reafirmar”.

13. Así pues, en la crisis del Concilio, una parte importante de la misma corresponde a las tentativas de repartir el Magisterio infalible entre el Papa y los obispos. En su conjunto, el movimiento anti-papal prevaleció, a pesar de la Nota previa, porque este espíritu anti-papal, anti-romano, anti-autoritario está muy extendido. Incluso los cristianos están convencidos de que la infalibilidad debe de ser entendida de una manera nueva. Por otra parte, el mismo Pontífice Juan Pablo II hace declaraciones anti-papales: “Escucho el requerimiento que se me dirige de encontrar una forma de ejercicio del Primado –escribe en Ut unum sint, en el § 95- que sin renunciar en nada a su misión, se abre a una situación nueva,” Lo que viene a decir: no se puede renunciar pero se puede renunciar. Es un principio absoluto, pero no es un principio absoluto. La infalibilidad del Papa es una roca inmutable “pero”…Y cuando se dice “pero” el debilitamiento ya ha operado.

14. La nueva fórmula será una alteración de una verdad que se definió inquebrantable. En efecto, la propuesta de teólogos luteranos, apoyados por teólogos católicos, circulan ya, diciendo que los protestantes podrían admitir la infalibilidad, admitiendo que se trata de una costumbre y una creencia particular, característica de la Iglesia romana. Y el Santo Padre, por las palabras citadas anteriormente, parece acceder a esta idea. Se mostraría, pues, dispuesto a limitar la infalibilidad, de tal manera que no fuese universal, no sería incluso un dogma de fe. Sin decirlo explícitamente, que la naturaleza misma de la Iglesia estaría dividida, ya que si ciertas diócesis creen y otras no, la naturaleza está comprometida. La Iglesia y la fe son una sola y misma cosa, pues si no, la fe y la Iglesia serían diferentes en Roma o en Berlín.

15. En los últimos treinta años esta supremacía pontificia ha recibido golpes más contundentes aún que durante el Concilio. En efecto, esta grave herida en la cima del Santuario divino está oculta por el hecho de que hoy, en el mundo, la autoridad moral del Pontífice se ha incrementado. Pero este crecimiento al que asistimos no tiene ninguna significación religiosa, ninguna forma sobrenatural. El Papa es reverenciado en tanto que es representante de la idea humanitarista que debe constituir el fundamento del mundo futuro, Esa misma idea condenada con tanta fuerza por el Syllabus, en las proposiciones LV: “La Iglesia debe estar separada del Estado y el Estado de la Iglesia” y LXXX: “El Pontífice romano puede y debe reconciliarse y transigir con el progreso, el liberalismo y la civilización moderna.”. Así pues, el Santo Padre parece sostener esta idea, ya que habla siempre de un “mundo nuevo”, un mundo guiado por la justicia, un mundo en el que los pueblos se aman y se respetan en sus tradiciones buenas y distintas, un mindo fraterno y pacífico donde la paz es el bienestar supremo reinante sobre los pueblos. Pero el Santo Padre, delante de los jefes de las naciones nunca habla de la autoridad de Cristo en su representante en la Tierra, nunca habla de Cristo Rey, nunca. El discurso pronunciado en la ONU es un discurso humanitario por completo; en algunos momentos solo se hace, por obligación, una alusión a Cristo. Pero no son mas que alusiones puramente formales, de cortesía: el discurso está imbuido de humanitarismo y desborda de humanitarismo porque su fin es humanitario.

16. El Santo Padre habla todavía de “nueva evangelización”, o bien es el recuerdo de la Buena Nueva, o bien es el anuncio de otra nueva. La novedad consiste en el anuncio humanitario, que hace abstracción de la idea religiosa católica a la que se refiere, al contrario de lo que dice la carta de San Pablo a los Efesios (Ef.24):” Una sola fe y un solo bautismo”. Justo en contra de la novedad por la que todas las religiones merecen respeto pues todas concurren al bien de la Humanidad.

17.Pero si nuestra religión se disuelve en el sentimiento religioso, universal, nuestra religión no existe; si nuestra religión no es un primun, no es nada, y si no es la luz, entonces está ensombrecida.

18. El único conflicto con el mundo se sitúa en los puntos de moral; como la indisolubilidad del matrimonio, el aborto, las Tablas de la Ley moral en general. Sobre estos puntos, el Santo Padre ha perseverado en el cumplimiento de su deber[ii], pero tal y como hemos visto antes, en todas las otras posiciones, es decir, las posiciones dogmáticas, la disolución de la doctrina en opiniones personales del Papa es creciente.

19. Los éxitos del Santo Padre en el mundo son, en efecto, grandiosos: hace venir a los mejores periodistas, participa en los encuentros con los grandes de la Tierra; y el Papa participa también, de igual a igual, en las reuniones ecuménicas. Todo esto es importante ya que, de este modo, Juan Pablo II conquistó al mundo; y el mundo hoy está imbuido de sus ideas sobre el ecumenismo, sobre la bondad general, intrínseca e igual de todas las religiones ya que todas ex sese (por ellas mismas) conducen a Cristo, sobre la necesidad de todos los pueblos por fraternizar, permaneciendo en sus prácticas tradicionales, en sus propias convicciones culturales; y así todo lo demás. El Santo Padre es acogido con entusiasmo, no porque sea el Pontífice romano, sino por que es visto como el más alto representante de esta mentalidad general “de un mundo bueno”.

20. El Papa manifiesta su especificidad, su particularidad de soberano, únicamente sobre los puntos espinosos de la moral negada por el mundo. Que el niega, sin embargo, sin explicarlo, ya que nadie le recuerda que la negación de los puntos morales, incluida la negación de los puntos dogmáticos, porque la ley moral es la manifestación del Verbo, es decir, de la Razón divina, la cual se encarnó y se llamó Cristo. La ley moral lleva directamente al Verbo. Por tanto, la negación de la ley moral es una negación implícita, pero no por ello menos real, del Verbo. El principio de la Iglesia y de todo se llama Cristo, que es el Verbo encarnado, la Razón divina, que expresa la moral natural. La ley moral es una ley racional y ella es la expresión de la Razón divina: la ley moral es soberanamente razonable. 

V- La dislocación del Magisterio supone la disolución de la unidad de la fe en una multiplicidad de opiniones.

21. El principio de autoridad del Soberano Pontífice se deriva de que su palabra es vicarial de la Palabra divina, explica la moral siguiendo la Encarnación del Verbo. Las verdades que vibran en las encíclicas de Juan Pablo II, son verdades centrales. Y por encima de todas esas verdades se halla la verdad fundamental del cristianismo: es decir, que Dios se ha revelado hic et nunc, aquí y no allá, ahora y no antes. Pero hoy esta verdad fundamental está en tela de juicio, como lo hemos leído en Tertio Millennio Adviente; en sus párrafos se desarrolla la doctrina que afirma que “el cristianismo es la respuesta a la aspiración que sube de todas las religiones: del budismo, del hinduismo, del islamismo.” Pero el cristianismo no es una respuesta a esas religiones, (“dioses –decía la reina Esther- que ni siquiera existen”. Est 4.17) porque el cristianismo es la Palabra divina revelada solamente al pueblo elegido, en un tiempo determinado, en un lugar determinado, tal y como lo canta el salmo 147,20 “Non fecit taliter omni nationi.”

22. Dios, potencia absoluta, puede salvar a todo hombre sin bautismo, pero por potencia de tipo ordinario, no puede, ya que la salvación sin el bautismo no forma parte del sistema, de la economía deseada por Dios. La salvación de los no bautizados es excepcional, fuera del sistema ya que no pertenece al mismo, que está vertebrado en torno a Cristo y sobre la concepción trinitaria misma de Dios. Pero cuando se dice: el hombre se salva sin la gracia, sin el bautismo, por la sola virtud de sus obras de hombre religioso, bueno, pío, justo, se entra en el sistema pelagiano. El sistema pelagiano merecería más atención por parte de los teólogos modernos porque impregna a todo el mundo moderno.

23. La fase final de la síntesis muestra la decadencia de la autoridad del Magisterio episcopal, dejando esa autoridad a los teólogos, y girando en torno a una realidad individual, sobre el desarrollo que el Papa da a sus opiniones privadas, en detrimento de la Doctrina universal y de la Tradición. Pero hay algo todavía más lacerante; existe una segunda realidad, más impalpable; causada por la dimisión del Magisterio episcopal, que retrocede en el mundo entero ante la arrogancia de las opiniones teológicas más dispares, más vaiopintas y más ricas.

24. Opiniones disparatadas, pues se llama así a lo que difiere en algo de lo esencia. Variadas, porque se llama así a lo que difiere en algo accidental. Dos cosas dispares son dos cosas que pueden pertenecer a un mismo género. Así son las opiniones teológicas que pululan por el mundo católico post-conciliar en estos últimos treinta años. Divergen de la santa y única doctrina porque, cuando son del mismo género se distancian según los accidentes. Y lo más usual es que ni siquiera sean del mismo género; es decir, no tienen una misma raíz sobrenatural que haga de la doctrina católica un unicum. En tercer lugar decía: opiniones teológicas ricas: en el sentido en el que los propios teólogos hablan del pensamiento teológico cuando muchas otras mentalidades se mezclan en la mentalidad de nuestra fe; la mentalidad a veces de extraños, tales como : protestantes, hebreos, budistas, islamistas, animistas.

25. Haciendo converger los puntos de vista de esta trilogía de opiniones variadas, dispares y ricas, en un cierto sentido, podemos decir que la doctrina de la fe no es ya hoy una doctrina única. La unidad de la Iglesia debería ser esencialmente teórica, doctrinal, ya que se trata de asuntos del intelecto, se trata de actividad teórica, no de una unidad de armarios o de vestidos. Por otra parte, el Santo Padre sostiene que existe una unidad moral en las diferentes religiones, todas ordenadas para la salvación, por lo que todas las religiones y las culturas son “idealmente” una sin que haya unidad doctrinal. Ellas confiesan así que son doctrinalmente diferentes: es en el detalle donde se encuentran las diferencias teóricas. Debo tener la certeza, a priori, de creer todo lo que cree otro cristiano sin ir a verificar lo que este cristiano profese.

26.Unidad de fe: cualquiera de nosotros debe tener la certeza, a priori, de que todo lo que piensan los otros cristianos del mundo, y lo que se ha pensado en todos los siglos, es idéntico a lo que él cree. En mi Iota Unum , hablando de infalibilidad, dije que cada cristiano, cuando enuncia una verdad de fe, es infalible. Por ejemplo: el Santo Padre ha enunciado  infaliblemente que la Virgen María está exenta de pecado original, por tanto, cuando repito el enunciado del Soberano Pontífice, soy infalible, no puedo temer a equivocarme. Esta doctrina pone en evidencia la univocidad de la doctrina de la fe: “univocidad” porque tantas voces, millones de voces de miríadas de hombres, profesan y siempre han profesado la única doctrina engendrada del pensamiento del Padre. “A Dios nadie lo ha visto nunca, un Dios, Hijo único que está en el seno del Padre, Él lo ha dado a conocer”. (Jn 1,18).

27. La fe que es por naturaleza única y unívoca, se ha convertido hoy en la de los carismáticos, que no es la de los neocatecumenales, ni es la del cardenal Ratzinger, ni la del cardenal Martini ni la del Papa. Y cada uno se va a la radio, a la televisión, escribe en revistas y en libros y da testimonio de su fe “particular”. Todos esos testimonios tienen un común una cierta relación con la fe católica y se diferencian de ella. ¿Podemos aún decir que estos teólogos son aún católicos?.

VI-El nuevo “magisterio” pastoral ha supuesto la disolución de la creencia del pueblo cristiano. 

28.Con treinta años de diferencia ya nos es posible verificar hasta qué punto el movimiento ha prevalecido, ya que el pueblo cristiano cree los artículos de fe según lo expandido por estos teólogos. Como esto ha sido mencionado también en mi último ensayo (“Zibaldone”), he recopilado una serie de dogmas de fe que ya no son creídos por el pueblo cristiano, justamente porque son rechazados por la teología moderna, lo que hace que ya no se crea hoy en los dogmas de fe según la fórmula de Nicea. ¿Qué cree hoy el pueblo cristiano sobre el infierno? Cree lo que los teólogos debaten en Avvenire o lo que las potentes emisiones de Radio Maria apoyan calurosamente. Creen que no hay infierno, y que si el infierno existe, es una forma de punición que se atenúa con el tiempo, y que, tal vez, incluso Judas no esté condenado pues en el último momento de su vida su alma haya podido arrepentirse, por tanto el infierno está probablemente vacío – pero san Gregorio el Grande, en una de sus homilías, daba por segura la condenación de Herodes Agripa (Act 12,23).”Pero en el mismo instante, Dios le golpeó, porque no había dado gloria a Dios, y, comido por los gusanos, expiró”.

29. ¿Qué creen hoy los cristianos en lo que se refiere al Génesis?. Creen que es un relato simbólico; (hoy todos los cristianos están de acuerdo sobre este punto, destrozando así una sentencia de la Comisión Bíblica Pontificia de 1906, que confirma con autoridad el relato sagrado del Pentateuco). ¿Qué piensan hoy los cristianos de la Eucaristía?. Que la Eucaristía no es la presencia real e individual del Cuerpo de Jesucristo, sino la presencia real del pueblo cristiano, ya que la nueva teoría construyó el silogismo siguiente sobre estos parecidos; en el sacramento de la Eucaristía el Señor está presente, pero el Señor que está presente es místicamente el pueblo cristiano, por tanto el pueblo cristiano está presente en la Eucaristía; la opinión común , hoy admite que la Eucaristía es el sacramento de la presencia del Señor, pero el Señor que está presente es el mismo pueblo cristiano.

30. ¿Qué creen hoy los cristianos en lo concerniente a la predestinación?. Aquí es necesario señalar la deformación completa del concepto de predestinación, porque los teólogos modernos que aún hablan de ella la entienden como una previsión de cosas en el hombre, no como la determinación de las cosas en el hombre de parte de Dios. Es una grave falsificación, ya que la predestinación concierne a nuestro fin último, y nuestro fin último es lo más importante. Si se falsifica el fin del hombre ¿Qué queda del hombre?.

31. Acabamos de ver pues que la práctica que se inició en el Concilio se ha impuesto, poniendo del revés las opiniones generales de la cristiandad. Después de treinta años. No podemos más que constatar el éxito de esta tendencia. La fe católica se ha roto en mil opiniones sobre los Novissimi (últimos fines), en miles de opiniones sobre la virginidad de María, en miles de opiniones sobre la presencia real en la Eucaristía, sobre los sacramentos, sobre la Iglesia, sobre el primado de Pedro, e incluso sobre la Trinidad. Ningún artículo del Credo, el Símbolo de la fe que se profesa cada domingo en misa, está libre de heridas causadas por una multitud de opiniones profesadas a despecho y en contra de la firmeza absoluta de sus artículos. Así pues, el cristiano pierde la fe porque pierde la unidad: no existe la fe si no es UNA. Esta dispersión en las opiniones significa la disolución de la fe.

 

VII- Del antiguo Magisterio al nuevo y de la unidad a las herejías.

32. En la Summa , la dispersión de lo uno en lo múltiple, en lo que concierne a la verdad, está bien delimitada y reconocida: “Es preciso pues decir que la infidelidad tiene por objeto formal la verdad primera, en tanto que ella se aleje, a pesar de su objeto formal, entendido como el fin al que tiende, abraza al error, y es por eso que toma un gran número de especies. Así, como la caridad es una porque se adhiere a un bien soberano, los vicios que se oponen a ella son diversos, ya bien sea por causa de la diversidad de bienes temporales que nos alejan de ese bien soberano, ya bien sea a causa de los diversos hábitos desordenados en los que el hombre se puede situar en relación con Dios, así pues, la fe es también única, porque se adhiere a la verdad primera, que es una, y sin embargo hay diversas especies de infidelidad, en tanto que los infieles abrazan distintos errores”. (S. Th. IIa IIae Q. 10. Ad 1).

33. Pero hoy, los que niegan los artículos de fe profesados ¡ No se acusan ya el domingo por la mañana en confesión!. Ayer había los arianos, los donatistas, los sabelinos: luego los luteranos, los calvinistas, los vadenses. Hoy los heréticos permanecen católicos (como los católicos) porque ya no hay temor a la contradicción, el pudor de distinguir las cosas que son católicas de las que no lo son. La contradicción es algo profundo; es lo más profundo del ser. El principio de contradicción es uno de los primeros principios, y es lo más profundo del ser porque está en la relación más estrecha con el ser. Si el ser es profundo, es decir, que es el principio primero, su contradicción, su contrariedad es también profunda. Cuando nos hallamos en este orden de reflexión nos situamos en lo más profundo; no se puede ir más allá. Por tanto. Sería preciso prestar atención a la contradicción, tendríamos que temerla, tenerle pavor. Mientras que hoy la contradicción no aterroriza; se va a su encuentro, se la acge y se la besa: todo está en su contrario y los no católicos son también católicos.

34. San Agustín distingue tres conceptos en el acto de fe: “Credere Deo, credere Deum, credere in Deum.” En relación a estos tres aspectos del acto de fe cristiano, ¿Cómo se posicionan hoy los teólogos creadores de opinión? Me parece que el concepto que se difumina es el de Dios mismo en toda su crudeza. Credere Deum, es decir, que Dios en tanto que materia de fe se disuelve. Por el contrario, “creer en Dios”, es decir, confiarse a la voluntad de Dios por un movimiento del espíritu, incluso los teólogos modernos lo sostienen. Pues aquí, el aspecto de la fe confiante sobrevive, porque es el concepto más próximo a la idea que los luteranos tienen de la fe “se va aproximando uno a Dios creyendo”, como dice santo Tomás en la Summa (S. Th II-II Q 2,a, 2) “y la fe se carga de caridad”. Pero si yo no creo a Dios, no puedo creer en Dios, tal y como está enunciado en el símbolo de Nicea-Constantinopla ¿Cómo podré creer en la fuerza de su Autoridad?.

35. La decadencia de la Autoridad superior, en la que sin embargo todos deberían creer, ha conducido a la dislocación de la autoridad didáctica de la Iglesia que, de la Jerarquía del Magisterio ha sido transferida a la masa de los teólogos. Es la disolución de la Autoridad ya que creyendo en ella la fe está especificada, ya que el motivo de la fe es “creer lo que Dios ha dicho”. En efecto, si se duda de la existencia providencial de la Autoridad, no se podrá creer que las Sagradas Escrituras tengan en ella su origen. Y en efecto hoy se lee a las Sagradas Escrituras como si se tratasen de un género literario, análogo al de las tradiciones islámicas, hinduistas, judías, que no son más que una tradición humana. Dios no es la causa; como mucho es el fruto, la consecuencia. Todos los teólogos creen lo que creen únicamente en relación a lo que sus razonamientos y sus opiniones les autorizan a creer: ahí está toda su autoridad. No se trata de la Autoridad sobrenatural que se revela y lleva a creer más allá de la razón, sino una autoridad razonable, ponderada, científicamente demostrable.

36. Una cuestión en la Summa de santo Tomás (S. Th. IIa IIae. Q. 5.a.3) se pregunta si un hereje, que niega un artículo de la fe, puede tener una fe informe sobre los otros artículos. La respuesta es negativa ya que los artículos de fe son creídos porque revelados por Dios, el hombre no puede discernir un artículo de otro y no puede rechazar uno y aceptar los demás ya que si procede así, el ya ha renegado el principio de fe: todos los artículos de fe son creídos “en tanto que revelados”. Si se excluye uno, se pretende que ése no ha sido revelado y el principio general de la fe, que no está en nosotros, sino fuera de nosotros, queda lesionado. Santo Tomás enseña constantemente que la causa formal de la fe es precisamente la veracidad de Dios.

37. Hoy el hombre no quiere creer lo que puede comprender: la fe hunde sus raíces en el hombre y las retira de donde deberían estar, en Dios, en Jesucristo, en el verbo revelador, como lo recuerda el Apóstol: “No eres tú el que lleva la raíz, sino ella la que te lleva”(Rom 12.18). Generalmente se descuida la significación del acto de fe. “Creer” parece ser una actitud psicológica arbitraria. De hecho, “creer” supone la inmolación del principio supremo del hombre; no podríamos hacer un sacrificio mayor. Sacrificar los sentidos es, en cierta manera, meritorio, pero sacrificar la inteligencia, que es la parte más elevada del hombre, es una acción casi increíble: no puede ser llevada a cabo sino por la fuerza de la gracia.

38. La arrogancia de la razón privada se manifiesta en la pretensión de elegir: “Esto no lo creo porque no parece ni razonable ni posible. Esta, por el contrario, la creo porque la encuentro razonable y posible.” La herejía se explica, como cada palabra, por la etimología. “Herejía” es una palabra de origen griego, airumai, que significa “yo tomo”. La herejía es una “elección” de las cosas a creer. Esta elección se hace sobre la base del criterio individual, mientras que los artículos de fe deben ser creídos todos porque son revelados ¡y se acabó!.

39. El papel de la teología es el de clarificar y articular bien lo que creemos. Por ejemplo, si creemos en la Inmaculada Concepción, la teología debe explicar el concepto de “concepción”, debe pues aportar una multitud de aclaraciones sobre todas las partes del dogma a fin de que sea desvelado en su totalidad y en profundidad. Por el contrario, los teólogos innovadores, los de la nueva evangelización, se fundan sobre el principio de que lo que creemos debe ser inteligible, debe ser racional, y para buscar este elemento de inteligibilidad, niegan la sustancia de la fe. En efecto, para ellos, pretender que se comprenda algo en el dogma de la Inmaculada Concepción es una herejía. Comprender algo, que de por sí sobrepasa la inteligibilidad, no puede ser comprendido. Si pretendes comprenderlo, si pretendes resolverlo en tu racionalidad, eres un hereje: niegas lo sobrenatural, niegas el orden de la fe.

 

VIII-¿Primado del Amor sobre el Verbo?

40. ¿Existen causas generales de esta disolución de la doctrina en opiniones privadas?. ¿A esta dislocación de la enseñanza que ha pasado de la autoridad episcopal a la luz privada? Hay causas generales morales en cada acto: algunos lo hacen por orgullo, otros por celos, algunos más por algún motivo irracional. Las causas de esta nueva teología son las causas de cada desliz del espíritu. Será necesario designar la causa de estas causas individuales: ¿Por qué fulanito se convierte en envidioso? ¿Por qué otro busca la vana gloria y deseo de brillar? Tendríamos que remontarnos al diablo.

41. Las causas últimas, por el contrario, no pueden ser designadas individualmente, no es algo en lo que se pueda meter el dedo. Es el espíritu del mundo que se ha infiltrado y penetrado en la Iglesia. No se puede, por tanto, indicar un hecho preciso como iniciador de la causa, porque todos los hechos particulares que podemos señalar, son la expresión del hecho general, que, siendo general, no puede ser llamado un hecho. La sustancia del mundo no se identifica aún con la sustancia de la Iglesia, pero ha corrompido y continúa haciéndolo la sustancia de la Iglesia. La conclusión de este proceso es un misterio, sellado en el corazón de Dios. Las causas generales son la manifestación y difusión de las causas individuales. Esta atmósfera errónea no tiene otras causas que la inmoralidad y el error de los individuos; proviene de estas causas comunes propias de la vida moral.

42. Una noche, hace ya un tiempo, soñé. Me hallaba en una antesala, y el Santo Padre Roncalli (Juan XXIII) ocupaba la antesala. Había también otras personas que no podía distinguir. Dirigiéndose a él, las oía decir “Santidad”. En un momento dado, hablé de una manera distinta y en alta voz para pronunciar estas palabras: “Santidad, hay algo de lo que el mundo moderno tiene mucha necesidad, mucha, mucha, mucha, mucha (lo dije cuatro veces): la inteligencia, la inteligencia, la inteligencia, la inteligencia: (esta palabra también la dije cuatro veces). Mientras que hoy sólo se nos predica el amor, ignorando que el Espíritu Santo “procede” del Verbo, es decir, que procede de la Razón. De esta Razón nuestra religión o nuestro sacerdocio, no se hace ninguna mención.”. Cuando hube terminado, el Santo Padre, que tenía un libro en la mano, lo depositó encima de una mesa. El primum es la inteligencia. Dije “inteligencia”, pero podía haber dicho “razón”. Este sueño esconde una doctrina. Una doctrina que los hombres de hoy en la Iglesia desnaturalizan: doctrina según la cual el primum no es el amor sino la inteligencia; no la voluntad, no el movimiento, no el ánimo, no la piedad, sino la razón, el conocimiento, la verdad, la contemplación, el pensamiento, la idea, el Verbum.

43. Hoy los teólogos innovadores no tienen por primum al Verbo, sino el Amor. Sin embargo, actuando así, no pueden mantener al Amor en su verdad y resulta por tanto un amor falsificado. Si el Amor pierde su relación esencial con la razón que es una relación de procesión, el Amor mismo queda desnaturalizado. El Amor sin regla confunde el amor propio con el amor a los otros y el amor a cada cosa. Ya que ustamente el Verbo que determina , es el Verbo que fija el límite, el fundamento, el horizonte. Por el contrario, el amor por sí mismo no es capaz de ninguna determinación. Así pues, el Amor debe siempre referirse a algo que está antes que el Amor; como un río debe discurrir por su lecho y no debe desbordarse por las tierras, o las aguas saludables se tornarían aguas mortales. El Amor procede del Verbo y es moderado por el Verbo.

44. Pero los teólogos modernos han olvidado que sus palabras no son, y no deberían ser, sus propias palabras, sino las palabras divinas, palabras no creadas; las palabras reveladas por el Verbo en su única revelación de amor cumplida en espíritu de verdad. ¿Qué decía el Verbo revelador del Espíritu del Padre? “Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado”. (Jn 7, 16).

Profesor Romano Amerio

(Fuente: Courrier de Rome. Traducido por Duque de las Llaves para Adelante la Fe)

[i] 1. ROMANO AMERIO, Iota Unum, NEL

[ii] 2.Hoy, por desgracia, con Francisco, eso no es ya el mismo caso, pero incluso si Amerio no pudiese aún verlo, había visto ya que esta relativización moral estaba ya inscrita en la relativización dogmática..

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