Sobre la Infancia de Cristo

Refiere el sagrado Evangelista [1], que volvió Cristo de doce años con sus santos padres a Nazareth, y que les fue muy obediente, y crecía en edad y sabiduría delante de Dios y de los hombres.

PUNTO PRIMERO. Considera que Cristo, con doce años, se quedó en el Templo, aunque con el corazón  sabía que dejaba doloridos a sus padres. Acudiendo, pues, al servicio de su eterno Padre, y al bien de las almas que Aquél le encomendara, antepuso esto a todos los respetos de la carne y la sangre, para enseñarte a dejar padre y madre, y cuanto asunto terreno te ocupe, por el servicio de Dios, cuando esto fuere necesario. Antes bien, has de anteponer los bienes espirituales a los temporales, buscando siempre la mayor gloria de Dios nuestro Señor. Pídeselo con todo el afecto de tu corazón, para que te dé la gracia de poner en práctica este consejo; y llénate de compunción por todas las veces que has faltado en él, suplicando al Señor que te perdone y te dé fuerzas para enmendarte en adelante.

PUNTO II. Considera cómo Cristo no estuvo entre los doctores sólo en esta oportunidad, sino también en otras muchas; oyéndolos, como advierte San Gregorio, para enseñarnos el respeto que debemos a nuestros maestros, y la modestia y humildad que debemos tener a los que nos enseñan. Avergüénzate, pues, de tu soberbia, porque pretendes enseñar a todos; y de la jactancia con que   hablas, viendo la sumisión con que Cristo aprendía de los maestros, a quienes en realidad estaba enseñando.

PUNTO III. Considera lo que dice el evangelista san Lucas, que Cristo, Hijo del Eterno Padre, suma sabiduría y bondad infinita, estaba sujeto y obediente a sus padres, y lo estuvo siempre que vivieron, respetándolos y sirviéndolos en las tareas domésticas y en todo cuanto le ordenaban. Míralo, por una parte, en el cielo obedecido y adorado de los ángeles, y por otra en la tierra humillado más que el último, sujeto y obediente a los hombres. Contempla despacio cómo les obedece, y en qué clase de cosas les sirve. Aprende sujeción, humildad y obediencia en todo, en  las cosas grandes y pequeñas, no sólo respecto a tus mayores sino a todos los hombres por amor de Cristo. Y dile con verdadera contrición: aquí, Señor, me ofrezco en obediencia por tu amor; dame gracias y fuerzas para servirte de todo corazón, para humillarme y sujetarme a toda criatura por vos.

PUNTO IV. Dice san Lucas, que Cristo crecía en sabiduría y gracia, al paso que iba creciendo en la edad. Y aunque esto se debe entender en cuanto a la sabiduría y gracia exterior para con los hombres, porque la interior y habitual fue en Cristo infinita y por tanto, insuperable. Pero nos deja testimonio de que, siempre creciendo en virtud con la edad, nunca hizo retrocesos, ni volvió atrás en el camino comenzado en el servicio divino. Haz examen, y mira el caudal de tu alma, y si va retrocediendo con la edad, o si crece y se aumenta y vas para adelante a medida que pasan  los años. Echa una mirada a toda la vida pasada, y contempla cómo eras antes y cómo eres ahora, y lo que deberías haber crecido en santidad con las gracias y mercedes que Dios te ha hecho continuamente, y lo mal que has sabido  aprovecharlas, pues en lugar de ir adelante has vuelto atrás, y cada día eres más tibio, menos devoto, más libre y menos sometido a la voluntad de Dios. Pondera que si Dios hubiera hecho a otro las mercedes que te ha hecho a ti, le hubieran rendido mucho más y adelantado con ellas su riqueza. Teme que te las quite por ingrato, como quitó el talento al siervo perezoso, que no quiso negociarlo como los demás. Échate a los pies de Cristo Señor nuestro y llora con lágrimas de sangre tu ingratitud y negligencia, y pídele perdón de lo pasado, y gracia para recuperar lo perdido en lo que te queda de vida.

Padre Alonso de Andrade, S.J

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[1] Lc. 2

Meditación
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Meditaciones diarias de los misterios de nuestra Santa Fe y de la vida de Cristo Nuestro Señor y de los Santos.

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