La lamentable – falsa – narración del “Papa traicionado”

(Marco Tosatti, Stilum Curiae 26 de septiembre de 2020) Estimados amigos y enemigos de Stilum Curiae, estoy viendo que en vuestros diarios – o al menos en algunos de los mismos– se está haciendo un esfuerzo para armar una narración que presenta al pobre Pontífice reinante intentando hacer una limpieza de las finanzas vaticanas y su entorno, y que, lamentablemente está siendo traicionado… lo cual sería muy bello y edificante si fuese verdadero; pero en realidad no es así; y también en diarios sólidamente bien informados y ciertamente no convencionales encontramos reconstrucciones y narraciones fruto de rencores personales nunca apagados, pero que de todos modos dan una impresión engañosa. Para quien acompaña con atención y de forma desapasionada los acontecimientos del Vaticano emergen algunos elementos.

Es verdad que el Papa Bergoglio intentó, al comienzo de su Pontificado, aclarar la distribución del dinero más allá del Tíber. Firmó un Motu Proprio con el cual confiaba todas las cuestiones financieras a un único ente, la Secretaría de la Economía, y colocó a la cabeza de la misma al Cardenal George Pell, otorgándole todos los poderes para actuar. Pell, como buen jugador de rugby australiano, se tiró de cabeza en la empresa. Encontró obviamente todas las dificultades y las objeciones en quienes no querían ceder sus poderes y su dinero: la Secretaría de Estado, con la Sección Económica, la Administración del Patrimonio de la Santa Sede Apostólica (Apsa)), el Instituto para las Obras de Religión (IOR), Propaganda Fide con su presupuesto independiente y así sucesivamente. ¿Qué hizo el Pontífice? En los coloquios con Pell le decía: no mire a nadie en la cara, vaya adelante. E inmediatamente después firmaba un rescripto con el cual contentaba a sus adversarios quitándole una parte del poder que les otorgara. Y Pell estaba decepcionado, e incluso todavía lo está, por esta serie interminable de pequeñas traiciones perpetradas por su Superior. Y la pequeña jungla vaticana continuó siendo lo que era: una jungla. Esta fue la oportunidad para hacer limpieza; pero fracasó por responsabilidad exclusiva del Pontífice.

Segundo elemento. Tal como Becciu declaró en el pasado, rindió cuentas de su labor a los superiores. Ahora bien, para un Substituto de la Secretaría de Estado, el Superior real es el Papa. El Secretario de Estado, en general, ve al Papa con mucha menos frecuencia que el Sustituto. Por lo que sabemos de los últimos años, en épocas no sospechadas, el Pontífice utilizaba ampliamente a Becciu para trabajos de todo género. Becciu aspiraba a la púrpura. El Pontífice no quería dársela, quería enviarlo a Cagliari. Y finalmente Becciu obtuvo la púrpura y la Congregación para la Causa de los Santos.

En el párrafo siguiente hay un link para acceder a un artículo de Lucetta Scaraffia que vivió mucho tiempo en el Vaticano, y que a nuestro entender puede compartirse. Pero creemos que además hay otras consideraciones que deben hacerse. La primera es de carácter psicológico y de conducta. Este Pontífice, cuyos cambios bruscos de humor repentinos, fuertísimos y también con connotaciones verbales muy fuertes no constituyen un secreto para nadie en el Vaticano, actualmente tiene una pequeña lista de decapitaciones en su activo, pequeñas y grandes, que bate todos los records. Queremos recordar a los funcionarios de la Congregación para la Doctrina de la Fe expulsados sin motivo, al Gran Maestre de la Orden de Malta, Matthew Festing, al general Domenico Giani, y otros aún, y ahora al fidelísimo Becciu.

“Traicionado” dice la narración de algunos diarios. ¿En serio? Este es el Pontificado en el cual dentro del Vaticano se sabe que cada palabra puede ser reportada y provocar problemas; en el cual el teléfono – y el email – están bajo control; donde los cardenales tienen su USB para conectarse a Internet sin necesidad de utilizar el circuito del Vaticano; ¿y se quiere hacer creer que el Número Uno, que tanto en Buenos Aires como aquí tiene oídos en todas partes no supiera que ya desde Nuncio en África el Cardenal Becciu tenía una pasión – tal vez inocente y con buen propósito – por negocios y empresas? Más bien ahora vemos una vez más como uno de sus hombres de confianza (McCarrick es el mayor ejemplo) se ve involucrado con o sin razón en escándalos que son o corren el riesgo de hacerse públicos. La reacción es inmediata y cortante incluso contra toda hipótesis de mínima justicia. Leer el artículo de Lucetta Scaraffia, publicado por el quotidiano.net y relanzada por el Sismografo.

Desde cuando Benedicto XVI intentó hacer una limpieza en el Banco del Vaticano los escándalos comenzaron. Y los católicos permanecen desorientados. Soy una católica que vive con dolor y angustia estos días en que algunos medios quieren hacer pasar como si fueran de una “gran limpieza en el Vaticano”. Como algunos lo han observado, en realidad lo que sucede es más parecido a las grandes purgas políticas de los regímenes totalitarios que a un serio y ponderado recurso a la justicia. Hace ya muchos años, desde cuando Benedicto XVI puso en marcha una reforma del IOR, el banco vaticano, se suceden escándalos, filtraciones de noticias, arrestos repentinos y procesos judiciales imprevistos y procesos judiciales que son una farsa. Detrás de esa barrera de fuego constituida por “operaciones de justicia” es difícil saber verdaderamente que sucederá.

A esto se agregan las voces insistentes acerca de posibles chantajes sobre la base de escándalos sexuales, con frecuencia homosexuales y pedófilos, que envenenan la vida y la labor de la jerarquía vaticana. Recordemos que hasta hace pocos años los Obispos –y hago hincapié en todos– estaban obligados a encubrir los escándalos sexuales. Comportamientos que hoy, si salieran a luz, podrían provocar graves terremotos incluso en los niveles jerárquicos más importantes. Intentemos levantar una hipótesis: si, como muchos sospechan, el IOR sirvió durante décadas para limpiar el dinero sucio de las organizaciones criminales, no es concebible que éstas lo aceptaran con la seguridad de que un valor análogo sería después sustraída. De ahí la lógica hipótesis, precisamente, de que traten de impedir la deseada limpieza amenazando con hacer pública a los fieles de todo el mundo esta actividad subterránea del Banco del Vaticano. Es fácil imaginar qué efecto devastador tendría esta publicidad en la vida de la Iglesia.

Precisamente esto explica quizás las infinitas dificultades que encuentra cualquier intento de reforma económica en el Vaticano. De hecho, los intentos de reforma financiera se repiten, sin ningún verdadero efecto desde el punto de vista de la limpieza, pero siempre produciendo contragolpes y revelaciones útiles a las luchas de las facciones internas. Cada vez que alguien es defenestrado, algún culpable es incluido en el index y en consecuencia su ascenso es interrumpido bruscamente. Es lícito entonces levantar una sospecha: que los operativos de limpieza financiera solo sirven para estabilizar nuevos equilibrios de poder y deshacerse de los adversarios. Para esto es fundamental el apoyo de los mass media. De hecho son los que difunden la noticia y crean al culpable, que entonces es condenado a priori y sin vuelta atrás, sin posibilidad de defenderse. Entonces no se llega casi nunca a un verdadero proceso y, si se llega, muchas veces es un proceso poco creíble – las reglas de la justicia vaticana cambian siempre y se tiene la sensación que son más bien pro forma – de modo que de hecho es casi siempre la prensa la que en realidad establece quien es culpable.

También en este caso, que comenzó hace meses con la denuncia de malversación a propósito de la adquisición de un palacio en Londres, el escándalo estalló inmediatamente, gracias a un rápido envío de las fotos de los sospechosos a los medios. Una vez encontrado un chivo expiatorio – Gianni, el comandante de los gendarmes, obligado a dimitirse por la filtración de noticias- se pasó a la apresurada condena mediática de los acusados que, no obstante ningún proceso, de hecho fueron despedidos.

Una justicia muy apresurada, aún cuando presentada como ejemplar a los diarios, ahora alcanza también al Cardenal Becciu. Sin proceso, sin darle ninguna posibilidad de defenderse, fue privado de las funciones y del cargo cardinalicio, teniendo como consecuencia dejar desconcertados a los fieles, y no solo a ellos. Pero nosotros no sabemos si es culpable y debido a la ausencia de un proceso no lo sabremos nunca. Sabemos sin embargo algo: Becciu decidió defenderse de frente, dirigiéndose también a los medios de comunicación para hacer valer sus razones, sin recurrir al arma más utilizada en el Vaticano: el chantaje.

De hecho, a una autoridad de su nivel, que tuvo la responsabilidad de resolver muchas situaciones controvertidas ‘ensuciándose las manos’ por el Papa, no le debe por cierto faltar material adecuado. Personalmente estoy segura de que también pagó por atreverse a abrir el caso del capuchino Salonia, que estaba por convertirse en Obispo, acusado de abuso sexual de algunas religiosas. Delito por el cual el fraile no fue condenado únicamente porque habían transcurrido los términos establecidos para la denuncia. Como se ve el coraje y la sinceridad no faltan en la Iglesia, sino que seguramente a los ojos de los fieles son virtudes aún apreciadas.

Lucetta Scaraffia – quotidiano.net

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