La Navidad profanada

La plurisecular y progresiva laicización que ha hecho aparecer los negros nubarrones de una apostasía sin precedentes, se refleja en la impía ligereza que una parte de los bautizados reserva a las solemnidades más importantes del calendario cristiano.

Entre las manifestaciones más clamorosamente reveladoras de la complacida suficiencia y del torpe desencanto que los estúpidos beneficiarios del pluralismo democrático ostentan ante el patrimonio religioso del que obtuvieron materia y razón de profunda inspiración los múltiples campos del saber y del ingenio, no se puede silenciar la incomparable ligereza evidenciada por directores y maestros que, el pasado diciembre, consideraron prohibir los símbolos y las imágenes tradicionalmente representativas de los valores propios de la Navidad, invocando vil y presuntuosamente el respeto por los musulmanes que frecuentan las escuelas italianas.

Si la corrupción y la desintegración de un pueblo pueden determinarse por la fácil y desenvuelta propensión a disimular y alterar los trazos que han forjado su específica identidad, se debe reconocer que la sociedad contemporánea, cloroformizada por el plúmbeo conformismo democrático, se ve precipitada a una paralizante decadencia, semejante a la desidia de su indiferentismo moral y religioso.

Predispuesto por el peso aplastante de sus malvadas renuncias y de sus equivocadas negaciones a sufrir indolentemente los contragolpes de una invasión islámica sostenida por una indómita y jamás abandonada voluntad conquistadora, el viejo continente vegeta en medio de las convulsiones de una tolerancia, reveladora de la difundida tendencia a pensar y vivir en contraposición a los inderogables imperativos de la Verdad.

El vergonzoso arrinconamiento de los derechos divinos y de las prerrogativas reales del Sol de Justicia sobre las naciones, la culpable desvalorización de las raíces culturales que determinaron el providencial florecimiento de la Cristiandad romano-germánica, la vulgar banalización consumista de las grandes celebraciones cristianas, plantean los desoladores escenarios de la secularización de un mundo que, por su aclamada aversión al orden moral querido por el Altísimo, puede ser apropiadamente descrito como el “Reino del Anticristo”; esto no parece turbar las conciencias de los representantes de una Jerarquía que, en coherente adhesión a los dictados del “espíritu” conciliar, se desposa con los proyectos ateos del mundialismo plutocrático y masónico.

Persiguiendo con solicitud digna de mejor causa los planes previstos por los autores de una satánica imitación de la verdadera ecumene cristiana, perseveran en proponer una “nueva evangelización” que se manifiesta cada vez más vistosamente como repudio de la Tradición y del Magisterio tradicional de la Iglesia.

La “Iglesia en salida” promovida por el amante de Lutero ascendido al Solio de Pedro en 2013, desdeña la limpieza de las tradicionales enunciaciones catequísticas, esforzándose en eliminar las fronteras teológicas autorizadamente fijadas por el Dogma y por la moral; una de sus principales finalidades consiste en realizar la “integración” de los inmigrantes con el estandarte de un turbio y confuso multiculturalismo, funcional para la prepotencia de los enterados estrategas de la disolución y del desorden.

Las vanas peroraciones filantrópicas, patéticamente propuestas como alternativa al sobrenatural poder salvífico del Verbo, secundan la venenosa acción corruptora del secularismo, que, por medio del pervertimiento de la mentalidad y de las costumbres, socava el valor originario de la Religión revelada: la demente actitud dialógica de los hombres de Iglesia no plantea ningún dique a la extendida descristianización, que prospera por razón del mencionado desprecio por la comunicación de sana doctrina, limpiamente reafirmada en el Catecismo de San Pío X.

Las trágicas consecuencias de la búsqueda de un entendimiento con el mundo, están irrefutablemente documentadas por la confusión moral y civil de nuestro tiempo.

En relación al tema específico que ha sugerido las presentes consideraciones, no sorprende que las naciones que, desde hace tiempo, se han substraído al potente impulso constructivo de la Fe, inmersas en la oscura miseria de un insipiente relativismo y de una generalizada ignorancia religiosa, consideren irrelevante la salvaguardia de las propias y más íntimas connotaciones identitarias, ocultando torpemente su pusilánime espíritu de renuncia detrás de las declaraciones de convencional y temerosa condescendencia por las “culturas” de los inmigrantes.

No sorprenden tampoco el capricho pretencioso de desterrar nacimientos y crucifijos de los lugares públicos y la relegación de la Navidad a símbolo anacrónico, desnudado de su esencia de Evento que confiere a la historia humana un luminoso significado.

Para disipar el manto de abyección y de vileza que permea el sistema liberal-democrático, no es suficiente una renovada conciencia de las raíces cristianas comunes a las naciones europeas: esta podrá constituir un comienzo preliminar a la recomposición del verdadero orden civil, fecundado por el próvido cuidado animador y sobrenaturalmente concorde a los Sacratísimos Corazones de Jesús y de María.

Cruce Signatus

(Traducido por Marianus el eremita/Adelante la Fe)

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Mateo 5,37: "Que vuestro modo de hablar sea sí sí no no, porque todo lo demás viene del maligno". Artículos del quincenal italiano sí sí no no, publicación pionera antimodernista italiana muy conocida en círculos vaticanos. Por política editorial no se permiten comentarios y los artículos van bajo pseudónimo: "No mires quién lo dice, sino atiende a lo que dice" (Kempis, imitación de Cristo)

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