En la primera semana de septiembre el bloguero norteamericano Rod Dreher recorrió Italia para presentar La opción Benedicto. Una estrategia para los cristianos en un mundo postcristiano, descripto por David Brooks, en The New York Times, come “el más discutido y más importante libro religioso de la década“. El libro, publicado en los Estados Unidos en el año 2017, fue traducido al italiano por Ediciones San Pablo. En la presentación de la obra de Dreher en la tournée italiana estuvieron presentes ilustres anfitriones, como por ejemplo Mons. Georg Gänswein, Prefecto de la Casa Pontificia y Secretario de Benedicto XVI, el director del Osservatore Romano, Giovanni Maria Vian y el Obispo de Reggio Emilia-Guastalla, Massimo Camisasca.
Algunas preguntas surgen espontáneamente: ¿por qué estas personalidades relacionadas con el establishment eclesiástico se mostraron para publicitar el libro de Dreher, cuando habitualmente ignoran las obras de los escritores católicos más ortodoxos de Italia? ¿Por qué ninguno de estos presentadores recordó y condenó el hecho de que Dreher es responsable de una triste apostasía, habiendo abjurado en el 2006 de la fe católica para adherir al cisma ortodoxo ruso? La respuesta está probablemente en la tesis de fondo del periodista norteamericano.
La idea de Dreher es que los cristianos que quieren mantener su propia fe deben aislarse del mundo y vivir en pequeñas comunidades, como la Trinity Presbyterian Church in Charlottesville, o la “Compagnia dei Tipi Loschi” de San Benedicto del Tronto (pero Gian Maria Vian le sugirió incluir también la comunidad de Bose, de Enzo Bianchi). El punto de referencia es la acción de San Benedicto de Nurcia, reinterpretada conforme las clases del filósofo escocés Aladtair MacIntyre y de la “minoría creativa” de Benedicto XVI. El éxito estratégico de Dreher corre el riesgo de ser, sin embargo, una opción catacumbalista: es decir, la ilusión de salvarse formando parte de islas privilegiadas donde se vive la fe en familia y pequeñas comunidades, renunciando a combatir públicamente el mundo moderno. El catacumbalismo no es propiamente una fuga del mundo en el sentido de retirarse a éremos, grutas o monasterios, sino más bien la postura de quien se retira del campo de batalla y sueña en poder vivir con el exclusivo testimonio personal, sin enfrentar públicamente al enemigo. El catacumbalista no quiere combatir porque está convencido de ya haber perdido la batalla; para él, en un mundo inundado de todo mal solo se puede construir una “arca de salvación”, a la espera de que las aguas se retiren. En The Benedict Option, Dreher utiliza la imagen del Arca de Noé, preparada conforme las indicaciones de Dios para resistir al diluvio y poder volver a tierra firme. “La inundación llegó -dijo Dreher en Roma – y el agua está subiendo velozmente. Aquello que estamos haciendo los cristianos no funciona y por tanto ha llegado el momento de comenzar un cambio radical, es hora de construir arcas antes que la inundación nos alcance”.
La Opción Benedicto aparece como un fruto de aquel rechazo de la concepción militante del Cristianismo que se difundió después del Concilio Vaticano II. Los muros deben ser substituidos por puentes, porque no existen visiones del mundo opuestas, y las mismas confesiones cristianas, catolicismo, protestantismo y ortodoxa, pueden unirse contra la dictadura del relativismo, fundamentándose en un genérico sentimiento de la trascendencia, que prescinde de la acción sobrenatural de la gracia.
“El hombre no alcanzará nunca la perfección sino a través de la Gracia” observó precisamente el abad Michael John Zielinski presentando la Opción Benedicto en la Jornada del Centro Cultural Amici del Timone que tuvo lugar en Staggia Senese el 15 de septiembre ppdo. Pero ninguna Gracia sobrenatural puede ser obtenida de quien está separado de la Iglesia Católica, que es la única Iglesia de Cristo, el Único “Camino, Verdad y Vida” en la crisis del mundo moderno. Y si Dreher no ha soportado la oleada de los escándalos que sacudieron a la Iglesia Católica en los Estados Unidos y ha perdido la fe, es precisamente porque no recurrió a la ayuda suprema de la Gracia. ¿Qué lección puede él impartir hoy a los católicos que, en la tempestad, permanecen unidos a la única verdadera Esposa de Cristo?
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