La Pascua de las tres encíclicas

Con el título La Pascua de las tres encíclicas nos proponemos recordar tres importantes documentos promulgados por Pío XI en el espacio de pocos días en marzo de 1937. Tres encíclicas que iban dirigidas a todos los católicos del mundo y que siguen siendo de viva actualidad.

Pío XI, octogenario y convaleciente de una larga dolencia que lo tenía inmobilizado desde hacía meses, afrontaba tres grandes desafíos para la Iglesia por parte de ideologías anticristianas de su tiempo: el neopaganismo de la Alemania de Hitler, con Mt brennender Sorge; el comunismo de la Rusia soviética, con Divini Redemptoris; y el laicista y masónico anticristianismo de México con Firmissimam constantiam. La aparición de estas tres encíclicas en tan sólo dos semanas es un caso único en la historia de la Iglesia.

La primera, Mit brennender Sorge [con ardiente preocupación, N. del T.], estaba fechada en el Domingo de Pasión, 14 de marzo de 1937. En ella, Pío XI afirmaba: «Si la raza o el pueblo, si el Estado o una forma determinada del mismo, si los representantes del poder estatal u otros elementos fundamentales de la sociedad humana tienen en el orden natural un puesto esencial y digno de respeto, con todo, quien los arranca de esta escala de valores terrenales elevándolos a suprema norma de todo, aun de los valores religiosos, y, divinizándolos con culto idolátrico, pervierte y falsifica el orden creado e impuesto por Dios, está lejos de la verdadera fe y de una concepción de la vida conforme a esta (…) Sobre la fe en Dios, genuina y pura, se funda la moralidad del género humano. Todos los intentos de separar la doctrina del orden moral de la base granítica de la fe, para reconstruirla sobre la arena movediza de normas humanas, conducen, pronto o tarde, a los individuos y a las naciones a la decadencia moral. El necio que dice en su corazón: “No hay Dios”, se encamina a la corrupción moral (Sal. 13[14],1). Y estos necios, que presumen separar la moral de la religión, constituyen hoy legión.»

La segunda encíclica, Divini Redemptoris, se publicó el 19 de marzo de 1937, festividad de San José, patrono de la Iglesia y de los trabajadores cristianos. Denunciando el comunismo internacional ateo que se propagaba por el mundo desde Rusia, decía Pío XI: «Por primera vez en la historia asistimos a una lucha fríamente calculada y cuidadosamente preparada contra todo lo que es divino (…) Procurad, venerables hermanos, con sumo cuidado que los fieles no se dejen engañar. El comunismo es intrínsecamente malo, y no se puede admitir que colaboren con el comunismo, en terreno alguno, los que quieren salvar de la ruina la civilización cristiana. Y si algunos, inducidos al error, cooperasen al establecimiento del comunismo en sus propios países, serán los primeros en pagar el castigo de su error; y cuanto más antigua y luminosa es la civilización creada por el cristianismo en las naciones en que el comunismo logre penetrar, tanto mayor será la devastación que en ellas ejercerá el odio del ateísmo comunista».

Pío XI lanzaba un «llamamiento a todos los que creen en Dios» (…) «Pero en esta lucha entablada por el poder de las tinieblas contra la idea misma de la Divinidad, esperamos confiadamente que colaborarán, además de todos los que se glorían del nombre cristiano, todos los que creen en Dios y adoran a Dios, los cuales son todavía la inmensa mayoría de los hombres. Renovamos, por tanto, el llamamiento que hace ya cinco años hicimos en nuestra encíclica Caritate Christi, para que también todos los creyentes colaboren leal y cordialmente para alejar de la humanidad el gravísimo peligro que amenaza a todos. Porque —como entonces decíamos— , “siendo la fe en Dios el fundamento previo de todo orden político y la base insustituible de toda autoridad humana, todos los que no quieren la destrucción del orden ni la supresión de la ley deben trabajar enérgicamente para que los enemigos de la religión no alcancen el fin tan abiertamente proclamado por ellos”».

Añadía el Papa: «En las regiones en que el comunismo ha podido consolidarse y dominar —Nos pensamos ahora con singular afecto paterno en los pueblos de Rusia y de México—, se ha esforzado con toda clase de medios por destruir (lo proclama abiertamente) desde sus cimientos la civilización y la religión cristiana y borrar totalmente su recuerdo en el corazón de los hombres, especialmente de la juventud. Obispos y sacerdotes han sido desterrados, condenados a trabajos forzados, fusilados y asesinados de modo inhumano; simples seglares, por haber defendido la religión, han sido considerados como sospechosos, han sido vejados, perseguidos, detenidos y llevados a los tribunales».

La tercera encíclica, Firmissimam constantiam, iba dirigida en concreto a México. Había sido promulgada el día de Pascua, 28 de marzo de 1937. En ella afirmaba el Papa que «es muy natural que, cuando se atacan aun las más elementales libertades religiosas y cívicas, los ciudadanos católicos no se resignen pasivamente a renunciar a tales libertades». Hablando de las autoridades establecidas, «cuando llegara el caso de que esos poderes constituidos se levantasen contra la justicia y la verdad hasta destruir aun los fundamentos mismos de la autoridad, no se ve cómo se podría entonces condenar el que los ciudadanos se unieran para defender la nación y defenderse a sí mismos con medios lícitos y apropiados contra los que se valen del poder público para arrastrarla a la ruina».

Pío XI no exhortaba a la rendición, y recordaba a los católicos que debían poseer «aquella visión sobrenatural de la vida, aquella educación religiosa y moral y aquel celo ardiente por la dilatación del reino de Nuestro Señor Jesucristo que la Acción Católica se esfuerza en dar a sus miembros Frente a una feliz coalición de conciencias que no están dispuestas a renunciar a la libertad que Cristo les reconquistó (Gál. 4,31), ¿qué poder o fuerza humana podrá subyugarlas al pecado? ¿Qué peligros ni qué persecuciones podrán separar a las almas, así templadas, de la caridad de Cristo?» (Rom.8,35)

Los cristeros mejicanos habían empuñado las armas en nombre de Cristo Rey. Pío XI, aludía para los católicos de México a su encíclica Quas primas del 11 de diciembre de 1925, en la que proclamaba a Cristo Rey del universo. Era una verdad contraria a las ideologías anticristianas que amenazaban al mundo en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Pero también en los momentos más sombríos la virtud de la esperanza nutre la fe del cristiano. Y así, en Divini Redemptoris, Pío XI afirmaba: «Nos, levantando la mirada, vigorizada por la virtud de la fe, creemos ya ver los nuevos cielos y la nueva tierra de que habla nuestro primer antecesor, San Pedro. Y mientras las promesas de los falsos profetas de un paraíso terrestre se disipan entre crímenes sangrientos y dolorosos, resuena desde el ciclo con alegría profunda la gran profecía apocalíptica del Redentor del mundo: «He aquí que hago nuevas todas las cosas»» (Ap. 21,5)

Estos son nuestros deseos en la Pascua de Resurrección de 2024, evocando la de las tres gloriosas encíclicas de Pío XI en 1937.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

Roberto de Mattei
Roberto de Matteihttp://www.robertodemattei.it/
Roberto de Mattei enseña Historia Moderna e Historia del Cristianismo en la Universidad Europea de Roma, en la que dirige el área de Ciencias Históricas. Es Presidente de la “Fondazione Lepanto” (http://www.fondazionelepanto.org/); miembro de los Consejos Directivos del “Instituto Histórico Italiano para la Edad Moderna y Contemporánea” y de la “Sociedad Geográfica Italiana”. De 2003 a 2011 ha ocupado el cargo de vice-Presidente del “Consejo Nacional de Investigaciones” italiano, con delega para las áreas de Ciencias Humanas. Entre 2002 y 2006 fue Consejero para los asuntos internacionales del Gobierno de Italia. Y, entre 2005 y 2011, fue también miembro del “Board of Guarantees della Italian Academy” de la Columbia University de Nueva York. Dirige las revistas “Radici Cristiane” (http://www.radicicristiane.it/) y “Nova Historia”, y la Agencia de Información “Corrispondenza Romana” (http://www.corrispondenzaromana.it/). Es autor de muchas obras traducidas a varios idiomas, entre las que recordamos las últimas:La dittatura del relativismo traducido al portugués, polaco y francés), La Turchia in Europa. Beneficio o catastrofe? (traducido al inglés, alemán y polaco), Il Concilio Vaticano II. Una storia mai scritta (traducido al alemán, portugués y próximamente también al español) y Apologia della tradizione.

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