¡Alabemos a los que aman la paz!
Pacifiquemos con la palabra y con el silencio a los que la odian sin provocarlos con la reprensión.
El verdadero amante de la paz ama a los enemigos de la paz.
Ama la paz, tenle mucho aprecio; pon de tu parte lo que puedas para que la posean: la paz se extenderá en la proporción de los que la gocen.
Allá donde te encuentres, ama la paz y lo que amas está contigo.
¿Amas la paz? Gózala en tu corazón. No preguntes qué debes hacer, lo sabes bien: elimina los litigios, ora.
No rechaces con disputas a quien discute; ora por él, hablale a Dios de él.
No te digo que te estés callado: sin embargo, elige dónde hablar, elige a quién hablar con tu silencio; los labios permanezcan cerrados y el corazón lance grandes gritos.
A vosotros que amáis la paz os digo: llamad gimiendo, no polemizando; llamad orando, llamad haciendo penitencia; por vuestra caridad comprenderán que estáis apenados por ellos.
Estoy seguro, hermanos míos, de que si ven vuestro dolor, quedarán confundidos y volverán a la vida.
San Agustín