Las iglesias no son profanadas cuando están vacías, sino cuando están llenas de fieles y sacerdotes sin fe

Durante el encuentro, que tuvo lugar los días 29/30 de noviembre de 2018 en la Pontificia Universidad Gregoriana, promovido por el cardenal Gianfranco Ravasi, sobre el tema “¿No habita ya Dios aquí?”, se discutió el problema de tantas iglesias que, por estar privadas del clero oficiante, están completamente vacías. La solución, oyendo el parecer del Papa Francisco, sería sencilla e inmediata, es decir, venderlas de manera que con lo que se obtenga se pueda ayudar a los pobres. No es intención nuestra detenernos en semejante idea feliz, que se parece tanto – absit injuria verbis! – al parecer que Judas expresó cuando María de Betania derramó sobre la cabeza de Jesús un frasco de precioso aceite perfumado de nardo verdadero (Jn 12, 5), lo cual le pareció un despilfarro considerando ser mejor haberlo vendido y, con lo obtenido, proveer a los pobres.

Lo que nos preocupa comentar es la recomendación – escriben los redactores del documento final – por la cual se desea que las iglesias, una vez vendidas, no “se conviertan en lugares sórdidos”. De lo cual se evidencia que el riesgo de que eso suceda está enteramente en el futuro. ¡Hipocresía y mala fe extrema! La sordidez, que se teme, ha sido siempre un peligro para la Iglesia, cero con el Concilio Vaticano 2, se le han abierto de par en par las sagradas puertas de manera que, desde 1963 a hoy, todo es una continua descarga de aguas residuales – dogmáticas, morales, litúrgicas, pastorales – que corren por las iglesias y por las conciencias de los fieles. El humo de Satanás, como fue denunciado por Pablo VI, no ha entrado desde fuera, por las grietas del Templo, sino que ha salido desde dentro, alimentado por un fueguecillo de entonces y que, ahora, se extiende como un incendio. Con los documentos conciliares – Lumen Gentium, Nostra Aetate, Dignitatis Humanae, Gaudium et Spes, etc. – la nueva Jerarquía, plasmada por la Masonería (Mino Pecorelli: O. P. Lista dei presunti massoni, sept. 1978), ha considerado deberse “abrir” al mundo, aceptar sus desafíos, y allí, caminando en ‘libre salida’, no ya para evangelizar, bautizar y para ganar almas para el Señor, ya que, según la nueva pastoral bergogliana, “el proselitismo es una estupidez”, sino para “caminar juntos”, para “acompañarse” para “adquirir discernimiento”, sin buscar la unidad sino sólo “compartir” en la perspectiva del “fraterno diálogo ecuménico”. Y con este espíritu la furia del reformismo ha arrollado y alterado instituciones seculares que, hasta 1963, mantuvieron y defendieron a la Iglesia, la fe y la doctrina de los ataques del mundo. Una de las más devastadoras debe considerarse la de los Seminarios, cuyos planes de estudio, fundados en la Tradición, la Patrística y la Escolástica tomista, fueron arrinconados en favor de una neoteología de marca humanista y luterana; cuyos reglamentos internos, vinculados a la separación del mundo, al silencio, a la sotana y a la oración, fueron desteñidos en favor de una experiencia que compartir con el exterior tal que, hoy, los Seminarios son considerados y tomados casi como hostales donde se entra el lunes y se sale, con vestidos rigurosamente laicos, el sábado; donde al Director espiritual le ha sustituido el psicoanalista freud/junguiano, portador de una falsa y corrompida ciencia con la que la mente del futuro sacerdote es modelado según los esquemas de ésta. La pedofilia, la sodomía y la homosexualidad clerical – las malas plantas de esta contemporánea Catolicidad – nacen de un vivero – el Seminario – en el que la semilla cae en un terreno corrupto. Y no hemos de maravillarnos si, después, asistimos al irrefrenable fenómeno del abandono vocacional por causas vinculadas, en su mayor porcentaje, al sexo.

Pues bien, una iglesia se vuelve un lugar sórdido porque se ha cometido en ella un sacrilegio y, por tanto, es profanada. Pues bien, el sacrilegio puede configurarse bien como un visible acto obsceno, impío, bien como contaminación doctrinal que, según la historia, constituye el origen de cualquier abominación. Con el Concilio Vaticano Segundo se profanó, desmembró y deshonró la Iglesia de Cristo – Santa, Católica, Apostólica, Romana – al eliminar su configuración trascendente y vertical y colocarla en posición inmanente y horizontal, paritética a las demás falsas religiones reconocidas, estas últimas, depositarias de la presencia del Espíritu Santo y del poder salvífico. Y así, desde 1963, el lodo del relativismo invadió todo ámbito de la vida cristiana. Un testimonio, que afirma esta observación nuestra, nos es ofrecido por una santa de nuestro tiempo, la Madre Teresa de Calcuta, la cual, de acuerdo con la nueva teología conciliar, se expresa así: “Todo es Dios: budistas, hinduístas, cristianos… todos tenemos el mismo Dios” (Radio Spada, 1 de septiembre de 2016), “Intentamos dar a los moribundos lo que desean, según lo que dictan sus leyes, ya sean hinduístas, musulmanas, budistas, católicas, protestantes o cualquier otra cosa” (La gioia di amare, 17 de noviembre – Ed. Mondadori, 1997), “Espero conseguir convertir a la gente. Y con ello no pretendo decir lo que pensáis… Hagámonos mejores hindúes, mejores musulmanes, mejores católicos o cualquier cosa que seamos, y, por tanto, siendo mejores, nos aproximamos a Dios” (op. cit. 8 de diciembre). Y entonces todo se vuelve improvisación, experimentación, innovación, religión “hazlo tú mismo”, sincretismo, alteración dogmática, moral, litúrgica, de modo que de la contaminación doctrinal brotan acciones, iniciativas, gestos, palabras, ritos de marca mundana y, por ello, sórdida y blasfema.

Y he aquí, en efecto, en el escenario del mundo, el primer festival multirreligioso de Asís (octubre de 1986), ideado, programado y dirigido por Juan Pablo II, el mosaico de fes y confesiones que entran en la ciudad del Poverello donde se consuma el sacrilegio primero: la intronización de Buda, colocado sobre el sagrario de la iglesia de San Pedro, concedida a los paganos ‘naranjas’ mientras que, por otra parte de la ciudad, es impedida la entrada de la estatua de la Virgen de Fátima por deferencia y respeto – se dice – a las demás fes.

El cardenal J. Ratzinger, entonces prefecto de la S.C.D.F (ex Santo Oficio), que no había participado en él por expreso disenso, con el nombre de Benedicto XVI replicará, siempre en Asís – octubre de 2011 – la misma sórdida reunión. Es el Papa del oxímoron “Unidad en la diversidad”, acrobático y astuto intento de conjugar al diablo y al agua bendita. Ved a los Pontífices postconciliares entrar/en y salir/de: sinagogas, mezquitas, iglesias protestantes, pagodas, bosques sagrados africanos, con la respuesta de proclamas de himnos a la jacobina tríada “libertad, igualdad, fraternidad”.

Reducida, pues, la Religión Revelada y la Iglesia de Cristo, a igual “indignidad” con las confesiones falsas y mentirosas, avanza la invasión de las ordas enemigas, como fue predicho por el salmista: “Deus, venerunt gentes in hereditatem tuam, polluerunt templum sanctum tuum” (Sal 78, 1) y, como continuación, la profanación del bíblico “locus terribilis” (Gén 28, 17), donde se producirán los más aberrantes, abominables y sórdidos ritos.

Con la reforma de la arquitectura sagrada, es abandonada la gloriosa planta de cruz – latina o griega – y es asunta la del hangar/tienda que es tan propia de la nueva concepción pablosexta de la Misa, no ya renovación incruenta del sacrificio de Jesús, sino como “cena, banquete” del pueblo, de sórdido significado protestante, y con el servicio ilustrativo de un arte degenerado e inmerso en lo informal de modo que todo es transformado en desastre, en feo y en vilipendio del rostro de Aquél que es “el más bello de los hijos de los hombres” (Sal 44, 3).

La iglesia – casa de oración (Is 56, 7 – Jer 7, 11 – Mt 21, 13 – se transforma en sala polifuncional donde se alternan: juegos “de los paquetes” (Neptuno, chiesa dell’Annunziata) – festival de chistes (Verona) – entrada de la estatua de… Minerva en el santuario mariano de Aparecida (Brasil, octubre de 2013) – matrimonio de rito anglicano (Santa Marinella, mayo de 2013) – entronización de la estatua de Martín Lutero en el Vaticano (octubre de 2017) – Misa por los Masones (Belo Jardin, Brasil, 20 de agosto de 2012) – Fetichismo: Misa fúnebre por una actriz difunta, con un muñequito de peluche, símbolo de su personaje, sobre el altar (Milán 2, 23 de septiembre de 2010); Misa fúnebre por un deportista con dos motocicletas puestas en marcma para una “última aceleración” ante el altar (Coriano, octubre de 2011) – Halloween satánico en la iglesia napolitana de San Gennaro all’Olmo, con mujeres desnudas y escenas de ahorcamientos en el altar (31 de octubre de 2018) – banquetes natalicios en varias iglesias y basílicas (Santa Maria in Trastevere (Roma), San Petronio (Bolonia), San Francesco di Paola (Civitavecchia) – dormitorio para clandestinos (Iglesia de San Luigi Gonzaga, Palermo, junio de 2014) con ropa interior tendida en las benditeras – conferencias, debates, proyecciones fílmicas, bandas de música – aplausos en los ritos fúnebres, silbidos y globos en los bautismos y las bodas – administración de la Eucaristía a conocidas parejas sodomíticas, divorciados, convivientes, masones – audiencias papales, “in pompa magna”, a exponentes del ateísmo abortista internacional definidos como “grandes personalidades al servicio del bien social” (Pannella, Bonino, Scalfari, Marino y otros del mismo pelaje).

Pocos, pero significativos, ejemplos del degrado en el que la Catolicidad está continuamente deslizándose sin que nadie de la Jerarquía se atreva a intervenir con santo celo, el que empujó a Jesús a expulsar, con azotes, a los mercaderes del Templo. A estos que, pávidos, se quedan escondidos, les está bien recordarles las palabras del profeta: “¡Ay de mí, porque he callado!” (Is 6, 5).

L. P.

(Traducido por Marianus el eremita)

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