Liberados del pecado y hechos hijos de Dios

Profundizando en nuestra fe (Cap. 8.2)

Contenido y Naturaleza de la Redención

Una vez estudiados en los capítulos precedentes el valor salvífico de toda la vida de Cristo, que llega a su punto culminante y fundamental en la Pasión, Muerte, Resurrección y Glorificación, procederemos ahora a estudiar el contenido y la naturaleza de esa obra de redención o salvación.

En cuanto al contenido de su obra redentora, hemos de contemplar:

  • En el aspecto negativo: Jesús consiguió la “liberación” de los pecados y sus consecuencias.
  • En el aspecto positivo: Jesús consiguió la reconciliación del hombre con Dios, dándonos la “vida”, la “gracia” y la “gloria”

En cuanto a la naturaleza de su obra redentora, contemplaremos: La satisfacción por los pecados, el mérito y la causalidad de Cristo, la razón y la universalidad de su redención.

 

CONTENIDO DE LA REDENCIÓN DE CRISTO

Hablando genéricamente, se entiende el término “salvación” como la liberación de un mal físico o moral. La salvación tendrá tantos aspectos como clases de males que sufren los hombres. Como nos dice San Lucas:

“El Espíritu del Señor está sobre mí, por lo cual me ha ungido para evangelizar a los pobres, me ha enviado para anunciar la redención a los cautivos y devolver la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para promulgar el año de gracia del Señor”.(Lc 4: 18-19).

La salvación conseguida por Jesucristo es total (no circunscrita a un aspecto de nuestros males), universal (para todos los hombres que acepten a Cristo), trascendente (no en sentido social o político, sino religiosa estrictamente hablando) y dinámica (en el sentido de que pasamos de la muerte a la vida).

1.- La liberación religiosa

La liberación operada por Jesucristo en su aspecto “negativo” es esencialmente de tipo religioso:

  • Jn 8:34: “El que comete pecado es esclavo del pecado”.
  • Jn 8:32: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.
  • Mc 1: 15: “El reino de Dios está cerca; convertíos y creed en el evangelio”.

La libertad de la que habla el Evangelio no se opone a la condición de esclavitud legal, sino a la esclavitud religiosa causada por el pecado. Las Escrituras hablan de la “libertad de los hijos de Dios” (Gal 4: 1.5. 21-31; 5:13: 6:2).

a.- La liberación traída por Cristo está estrechamente unida al perdón de los pecados. Así lo vemos en muchos milagros y dichos de Jesús: “No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores” (Lc 5:32); o cuando le dice al paralítico “tus pecados te son perdonados”, y como signo de ello le cura de su parálisis (Mt 9: 2-7). Sólo Cristo es capaz de perdonar los pecados (Ef 1:7) y de recomponer a la humanidad (Rom 5: 12-21: Cristo es el Nuevo Adán).

La victoria de Cristo sobre el pecado es:

  • Total: pues lo destruye con su Muerte. Causa en el hombre que recibe a Cristo, una justificación intrínseca, total y verdadera. No al estilo protestante (cubiertos con un manto de santidad, pero podridos por dentro)[1].
  • Libera de la culpa del pecado: Gracias a los méritos de Cristo, el hombre purifica su alma que estaba manchada por el pecado. A través de la gracia, el hombre puede vencer la concupiscencia (atracción por el pecado).
  • Libera también de la pena del pecado: es decir de la condenación eterna en el infierno y de las penas temporales (Rom 8: 1-2).[2]
  • No hace al hombre impecable: pero tiene el remedio para purificarse de sus pecados; el sacramento de la penitencia.
  • Pero necesita ser aceptada por cada uno de nosotros para que se haga efectiva. El hombre es libre para aceptar o rechazar la salvación de Cristo. El hombre acepta el perdón conseguido por Cristo, a través de la fe, del bautismo y del sacramento de la penitencia.[3]
  • No sólo nos libera del pecado, sino también de las consecuencias del pecado: el error, el dominio de Satanás y la muerte.

b.- Nos libera también del poder del demonio

Cristo se enfrentó al demonio, a su poder y a las consecuencias del mismo durante toda su vida. En el Nuevo Testamento son abundantes los textos que nos hablan de ello (Mt 8:16; 9: 32-34; 16:23; Mc 1: 23-36; 7:24-30; Lc 4:13). Vemos también cómo Cristo les dio a sus discípulos el poder para enfrentarse contra el demonio y expulsarlo del corazón de las personas. El demonio fue vencido definitivamente por Jesucristo en su Pasión, Muerte y Resurrección (Jn 12:31; 16:11), pero se le ha concedido todavía un poder que ejercerá durante el tiempo de la Iglesia, y su acción durará hasta el fin de los tiempos; cuando será definitivamente arrojado a los infiernos (Ap 13:7).

c.- Nos libera también de la muerte

Tal como nos dice el Génesis, la muerte fue consecuencia y castigo del pecado de nuestros primeros padres (Gen 2:17; 3:22). Y así lo testifican los grandes concilios que hablan de la doctrina del pecado original: Concilio XVI de Cartago (DS 222), Concilio de Orange (DS 371-372), Concilio de Trento (DS 1511). Pero Cristo vence a la muerte con su propia Muerte y Resurrección; y con Él, también nosotros (Rom 8: 10-11; 1 Cor 15: 20-28).

  • Rom 8:11: “Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo de entre los muertos dará vida también a vuestros cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que habita en vosotros”.

Del mismo modo, el cristiano le puede dar sentido corredentor a su propia muerte si los une a los de Cristo (Rom 8:17; Col 1:24).

  • Col 1:24: ”Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia”.

2.- La reconciliación con Dios

La obra redentora de Cristo no sólo nos libra del pecado (aspecto negativo) sino que también nos reconcilia con Dios (aspecto positivo).

La Sagrada Escritura así lo proclama en abundantes textos (Rom 5:10; Col 1: 19-29; 2 Cor 5:19)

  • Rom 5:10: “Porque, si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por medio de la muerte de su Hijo, mucho más, una vez reconciliados, seremos salvados por su vida”.
  • Col 1: 19-20: “…por él reconciliar todos los seres consigo, restableciendo la paz, por medio de su sangre derramada en la Cruz, tanto en las criaturas de la tierra como en las celestiales”.

Los Santos Padres profundizan teológicamente en el significado de esta reconciliación con Dios lograda por Cristo. Para ellos es una auténtica renovación interior del hombre[4].

El Magisterio de la Iglesia habla larga y profundamente de esta reconciliación con Dios cuando examina y rechaza la doctrina luterana de la justificación en Trento (DS 1513).

Esta reconciliación con Dios hace que los redimidos por Cristo sean:

  • “Nuevas criaturas” (2 Cor 5: 17-18).
  • No es una mera vuelta al estado original de Adán y Eva, pues los dones preternaturales no son devueltos, aunque Cristo le da un nuevo sentido al sufrimiento del hombre.
  • Sin embargo, es un estado inmensamente superior porque estamos llamados a hacernos hijos de Dios en el Hijo. Es decir, a “cristificarnos”. (2 Cor 5:19; Rom 5:11).

La salvación de Cristo abre las puertas del cielo al hombre; puertas que estaban cerradas como consecuencia del pecado, pero que ahora se han abierto como consecuencia de haber sido borrado el pecado, tanto en cuento a la culpa (ofensa a Dios) como al reato de pena (castigo que merece tal ofensa).[5]

Como se puede concluir, estamos muy lejos de todas las teologías políticas, de la secularización, revolucionarias, de la liberación…, que tanto pululan en los últimos tiempos.

 

NATURALEZA DE LA REDENCIÓN DE CRISTO

Como ya hemos dicho anteriormente, la redención consiste esencialmente en la salvación de la humanidad realizada por Cristo. Sus dos grandes efectos son la destrucción del pecado y la reconciliación con Dios.

La acción de Cristo hay que enmarcarla dentro de las expectativas de salvación que recorren todo el Antiguo Testamento: Dios es el único salvador (Sal 27:1; 62:2). Su salvación es gratuita y fruto de su amor fiel y misericordioso (Gen 12: 1-3; Ex 2:24). Es un Dios celoso y fiel que no deja de ofrecer su salvación a pesar de las infidelidades de su pueblo (Sal 117:1). La obra salvadora de Dios llegará a su culminación en un tiempo futuro en el que Él justificará a su pueblo, le liberará de sus enemigos, derramando su espíritu que llenará a Israel de paz y bienestar.

El problema fundamental que hay que enfrentar cuando se profundiza en la naturaleza de la obra salvadora de Jesucristo, es el de intentar comprender por qué Dios eligió el camino de la Pasión, Muerte y Resurrección y no otro. Por supuesto que no podemos pedirle explicaciones a Dios sobre sus decisiones, o probar la necesidad de sus acciones; sin embargo buscamos las razones de conveniencia para las mismas.

La pregunta que muchos se hacen es: ¿cómo un Dios bueno y santo puede querer el horror de la muerte de su Hijo en medio de los sufrimientos a los que se vio sometido para destruir el pecado y reconciliarnos con Él?

A lo largo de la historia se han dado muchas respuestas a este interrogante, algunas de las cuales fueron insuficientes e incluso heréticas. La determinación exacta de la naturaleza de la redención es de una importancia extrema, pues muchos de los dogmas de la Iglesia están vinculados a ella. A saber:

  • El concepto de Dios y sus atributos: justicia, omnipotencia, impasibilidad, bondad.
  • La realidad del pecado:¿es ofensa a Dios o sólo a nuestros hermanos?
  • La existencia y efectos del pecado original.
  • La gracia y la libertad humana: ¿puede el hombre salvarse a sí mismo? ¿Es la gracia debida a la naturaleza humana? ¿cuál es la relación entre natural y sobrenatural?
  • La verdadera naturaleza y el ser de Jesucristo.
  • La auténtica misión de Jesucristo: ¿es religiosa, política o social?
  • La mediación de Jesucristo: ¿es Jesucristo el único mediador entre Dios y los hombres?
  • La misión de la Iglesia

Para poder dar una respuesta a esta pregunta hemos de ver primero los datos que nos ofrece la Revelación (Sagrada Escritura y Tradición) tal como siempre los interpretó el Magisterio de la Iglesia.

1.- Datos que nos aporta la Sagrada Escritura

La Sagrada Escritura nos habla en muchas ocasiones de la Pasión y Muerte del Señor como de un sacrificio redentor. Cristo hace el sacrificio definitivo y máximo que resume y perfecciona todos los sacrificios de la Antigua Alianza.

Se puede hacer un paralelismo entre los sacrificios del Antiguo Testamento y la Pasión y Muerte de Cristo:

  • El sacrificio del cordero pascual judío consiguió la liberación de Egipto (Ex 12: 1-14.21-27.46-47). Jesucristo es el nuevo Cordero de Dios que se ofrece a Dios para quitar los pecados del mundo (Jn  1: 29.36). Cristo muere a las tres de la tarde y en el mismo día que se celebraba la Pascua judía (Jn 19: 31).
  • El sacrificio de la Antigua Alianza es un sacrificio cruento que establece la Antigua Alianza entre Dios y su pueblo (Ex 24: 4-8). El Nuevo Testamento identifica el sacrificio de la Nueva Alianza con la Pasión y Muerte de Cristo (1 Cor 23-27; Mt 26:28; Heb 7:22).
  • El sacrificio de expiación que se hacía para limpiar los pecados del Sumo Sacerdote y del pueblo en la fiesta del Yom kippur (Lev 16: 1-34). Ahora lo hace Cristo borrando realmente los pecados y consiguiendo nuestra liberación y reconciliación con Dios (Heb 2: 17ss; 10: 4-14). San Juan y San Pablo hablan de Cristo como víctima propiciatoria por nuestros pecados (1 Jn 2:2; Rom 3: 23-25).
  • El sacrificio del Siervo de Yahveh de Isaías que entrega su vida para salvar al pueblo asumiendo sus pecados y culpas (Is 42: 1-7; 49: 1-6; 50: 4-9; 52:13 – 53:12). Cristo sería realmente ese Siervo de Yahveh. Esas narraciones del Antiguo Testamento son un adelanto profético de la Pasión y Muerte de Jesús.

El mismo Cristo descarta el sentido político de su muerte (Jn 6:15; Jn 18:36) y lo interpreta como el martirio del profeta (Mc 13:57; Lc 4:24). La misma Eucaristía es la actualización del sacrificio de Cristo.

El sentido expiatorio de la muerte de Cristo aparece a todo lo largo del Nuevo Testamento:

  • Rom: 5:8: “siendo pecadores… murió por nosotros”.
  • 2 Cor 5:31: “Dios le hizo pecado por nosotros…”.
  • Tit2:14: “El cual se entregó por nosotros…”.
  • 2 Pe 1: 18-19: “Habéis sido rescatados… con una sangre preciosa”.
  • Mt 20:28: “El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar la vida en rescate por muchos”.

Esa expiación es empleada por Dios en nuestro favor, para que se puedan reparar los pecados de su pueblo contra Dios. Como nos dice J. A. Sayés:

“La redención de Cristo incluye una doble dimensión: la dimensión descendente del don de Dios que da a su Hijo para salvarnos y que nos libera de la esclavitud del pecado y del maligno, y la dimensión ascendente del sacrificio que se entrega al Padre es expiación de nuestros pecados”.

2.- Datos de la Tradición y del Magisterio

Los Santos Padres hablan abundantemente de la redención de Cristo y para ello usan términos como: rescate, expiación, sacrificio, reconciliación, recapitulación.

  • San Ignacio de Antioquía: “Cristo… todo lo sufrió por nosotros para que fuésemos salvados”.[6]
  • Orígenes: “Dios es justo, y en cuanto justo, no podía justificar a unos injustos; por eso fue necesaria la intervención de un propiciador para que por la fe en él fuéramos justificados los que no podían serlo por sus obras”.[7]
  • San Atanasio: “Como un sacrificio y una víctima pura de toda mancha, ofreciendo a la muerte el cuerpo que había tomado… destruyó inmediatamente a la muerte de todos los otros cuerpos semejantes”.[8]
  • San Basilio: “Se ofreció a sí mismo como sacrificio y oblación a Dios a causa de nuestros pecados”.[9]

El Magisterio de la Iglesia fue precisando paulatinamente la doctrina de la naturaleza del sacrificio de Cristo conforme ésta era atacada por herejías diversas.

  • Afirma la fe en la salvación de nuestros pecados por la Muerte de Cristo: manifestado en los símbolos de fe: “…por nosotros los hombres y por nuestra salvación.. se hizo hombre, fue crucificado… resucitó al tercer día”; Concilio de Éfeso (DS 261); Concilio XI de Toledo (a. 675) (DS 539); Concilio IV de Letrán (a. 1215) (DS 801).
  • Habla de la universalidad de la Redención: Sínodo de Quiercy (DS 624).
  • Afirma la satisfacción vicaria de Cristo: Concilio de Trento (DS 1529). Leon XIII nos dice: “El Unigénito de Dios hecho hombre satisfizo ubérrima y cumplidamente con su sangre al Dios ofendido por los hombres”.[10] El Concilio Vaticano I afirma: “Si alguien osa afirmar que la satisfacción vicaria, es decir, la satisfacción de un solo mediador para todos los hombres, repugna a la justicia divina, sea anatema”.
  • La noción del mérito de Cristo explica las declaraciones del Decreto para los Jacobitas del Concilio de Florencia (a. 1439) cuando afirma que nadie está libre del dominio del diablo si no es por mérito del Mediador entre Dios y los hombres (DS 1347). La misma doctrina del mérito aparece en el Concilio de Trento cuando habla del pecado original y de cómo el mérito de Cristo lo borra (DS 1513).
  • Valor propiciatorio de la Muerte de Cristo. Afirmado en los cánones del Concilio de Trento cuando habla del Santo Sacrificio de la Misa:

“En este divino sacrificio, que en la Misa se realiza, se contiene e incruentamente se inmola aquel mismo Cristo que una sola vez se ofreció El mismo cruentamente en el altar de la cruz; enseña el santo Concilio que este sacrificio es verdaderamente propiciatorio…” (DS 1743).

3.- Satisfacción por los pecados

Para entender bien el tema de la satisfacción por los pecados tendríamos que estudiar primero: la naturaleza del pecado, las consecuencias del pecado y la naturaleza del sufrimiento humano.[11]

Se entiende como “satisfacción” en teología de la Redención a un acto de reparación por la ofensa hecha a Dios por el pecado. Mediante un ofrecimiento por amor y obediencia hasta la muerte se consigue borrar la ofensa hecha a Dios, elimina la injusticia y limpia el deshonor. (Rom 5: 12-21).

Se entiende como “expiación” al cumplimiento de la pena debida a una culpa. Es del género de la satisfacción, pero tiene características propias.

Por eso decimos que Cristo “satisface” por nuestros pecados porque su obra redentora es un acto de máximo amor y obediencia al Padre. Y Cristo “expía” por nuestros pecados, por la aceptación del sufrimiento que supuso su Pasión y Muerte.

La Muerte y el dolor de Cristo fueron elegidos por Dios como medio de salvación, y no como castigo infringido a Cristo. Santo Tomás de Aquino, haciendo alarde de la precisión y finura de su pensamiento teológico nos dice que la satisfacción mediante la Muerte de Cristo en la cruz fue de conveniencia máxima, aunque no de necesidad. La satisfacción fue lo más conveniente para la justicia divina, porque por su Pasión, Cristo satisfizo por los pecados de todo el género humano; y así el hombre fue librado por la justicia de Jesucristo. Y la satisfacción es lo más conveniente para la misericordia divina, porque siendo el hombre incapaz de satisfacer por sí mismo a Dios, le dio a su Hijo para que satisfaciera por toda la humanidad. Y por eso fue más misericordioso que si hubiera perdonado el pecado sin ninguna satisfacción[12].

Jesucristo satisface vicariamente por nosotros. Cristo no satisface por sus propios pecados porque es víctima inmaculada (Mt 26:28; Mc 14:24; Lc 22:20; 2 Cor 5:21). Cristo satisface como Cabeza de la humanidad (Rom 5)

Resumiendo lo visto hasta ahora decimos que:

  • El Padre tiene la iniciativa de la Redención del hombre. No hizo en el Hijo un acto de justicia vindicativa, como venganza o castigo.
  • El Hijo encarnado “expió” vicaria y voluntariamente los pecados de los hombres.
  • El Padre aceptó como “satisfacción” esa “expiación” voluntaria de Cristo. La satisfacción que obró Cristo se operó con el sufrimiento, derramamiento de sangre y muerte con dolor de su Pasión y crucifixión.

Ahora ya estamos en condiciones de responder la pregunta que nos hacíamos al principio: ¿por qué Dios escogió precisamente la Pasión y la Cruz de su Hijo como medio para salvarnos?

  • Porque era el mejor modo de demostrar el amor de Dios a nosotros los hombres (Jn 15:13)
  • Y aún más. El verdadero enamorado quiere compartir todo con la persona amada. Si al verdadero amante le dieran la oportunidad de disfrutar del amor de la persona amada sin compartir su dolor y su sufrimiento, preferiría hacer suyos estos dolores antes que escapar de ellos.
  • Se manifiesta la tremenda gravedad del pecado y sus consecuencias.
  • La humildad y obediencia heroica de Jesús se opone a la soberbia de Adán.
  • Cristo asume las penas del pecado para ponerles fin.
  • El dolor de la reparación por nuestros pecados cobra sentido en el dolor de Cristo, y de él reciben su valor redentor (Col 1:24).

La satisfacción de Cristo fue adecuada y sobreabundante. Como nos dice San Pablo en la Carta a los Romanos: “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rom 5:20). Esta teoría la recoge luego el Magisterio del papa Clemente VI.[13]

Una satisfacción que es universal. Cristo representa a la humanidad como Cabeza suya que es, en el momento del acto redentor (2 Cor 5:14, Mt 20:28). Para Santo Tomás, la razón de la universalidad proviene de la unión hipostática.

4.- Errores más comunes sobre la Naturaleza de la Redención

  • Teoría de los derechos de los demonios: Algunos Santos Padres sostuvieron que Satanás era dueño de los hombres pecadores. Por eso, tuvieron que ser comprados al demonio pagando por ello con la sangre de  Cristo.
  • Teoría del desquite: Según esta teoría, convenía que Dios triunfase donde antes había triunfado el demonio. Se le engañó al demonio al hacerle creer que Cristo era un pecador y que podía castigarle.
  • Teoría de la satisfacción estrictamente jurídica: La satisfacción sustituiría al pago de una deuda.
  • Teoría de San Anselmo sobre la satisfacción (no la vamos a estudiar por ser compleja y salirse del propósito de este artículo).
  • Teoría del ejemplo de amor de Abelardo: Dice erróneamente Abelardo que Dios es nuestro dueño y no paga por lo que ya posee. Exigir un rescate entregando la sangre del Inocente sería injusto y cruel. Propone la tesis de la Pasión de Cristo como una demostración del amor divino.
  • Teoría de Lutero sobre la ira de Dios: La cruz sería el castigo moral que Dios infligió a su propio Hijo para calmar la ira provocada por el pecado de los hombres. Con esta descarga, Dios aparta su ira de los hombres y ya no les imputa el pecado. Cristo en la cruz es abandonado y rechazado por Dios.[14]
  • Teoría de Calvino sobre la sustitución jurídica: Jesús es condenado en lugar de los pecadores. Nuestros pecados han recaído sobre Jesús.[15]
  • Tesis modernista: Para ellos la Redención de Cristo es un ejemplo para nosotros y una manifestación del amor de Dios. El Catecismo Holandés presenta la Muerte de Cristo, no como una satisfacción por nuestros pecados, sino como una consecuencia de la lucha de Cristo contra el mal de su tiempo. Con palabras dulces y bellas que confundirían a un lector poco preparado dice:

“La sangre de Jesús no es tanto ofrenda a Dios como ofrenda de Dios. Jesús da su sangre, no a un Padre que reclama castigo, sino a nosotros. La sangre de Dios es nuestra sangre”.[16]

5.- El mérito de Cristo

Se entiende como mérito al derecho a una recompensa por una obra realizada.

Cristo, con su obediencia y amor hasta la muerte, no sólo “satisface” por los pecados del hombre, sino que también “merece” una recompensa para Sí mismo y para nosotros.

La Biblia no usa el término “mérito de Cristo”, pero sí describe el concepto de muchos modos:

  • “Cristo nos salva por su sacrificio y por su sangre derramada” (Ef 5:2; Heb 10: 5-10).
  • Cristo es exaltado como premio a su humillación (Fil 2: 8-9).

Los Santos Padres sostienen el mérito que Cristo ganó para sí mismo.

El Concilio de Trento define como causa meritoria de nuestra justificación la Pasión y Muerte de Jesucristo (DS 1529, 1560).

A través de un razonamiento teológico, partiendo de las premisas antedichas, concluimos que:

  • Cristo merece como “viator”. Cristo merece con todos los actos de su vida por la vinculación que todos tienen con su Muerte.
  • El mérito de Cristo no se puede separar de su satisfacción por la humanidad.
  • Cristo causa realmente nuestra salvación.
  • El mérito de Cristo llega a todos los hombres por su unión hipostática y por la gracia capital que Él tuvo. Como nos dice Santo Tomás, Cristo no sólo fue glorificado en sí mismo, sino también en sus fieles, ya que Cristo actuaba como Cabeza de la Iglesia.
  • Cristo consigue para nosotros: la gracia santificante, las gracias actuales y la liberación del dominio del diablo.

6.- Cristo es la “causa eficiente” de nuestra salvación

La causa eficiente principal de nuestra salvación es Dios; pues sólo Él puede transformar al hombre en hijo suyo. Ahora bien, la causa eficiente instrumental de la salvación del hombre es la Humanidad de Cristo a través de su Pasión y Muerte.[17]

……

Con esto concluimos este capítulo 8 dedicado al tema de la Redención de Cristo. La próxima semana comenzaremos el capítulo 9 dedicado al Espíritu Santo.

Padre Lucas Prados

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[1] Lutero sostuvo que el hombre está intrínsecamente corrompido. La justificación que Cristo nos trae sólo consigue que no se nos imputen nuestros pecados, pero seguimos siendo pecadores. Cristo nos cubre con un a modo de manto de santidad.

[2] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, IIIa, q. 48, a. 4.

[3] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, IIIa, q. 49, a. 1, ad 4 y 5.

[4] San Ireneo de Lyon, Adversus Haereses, V, 16, 3.

[5] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, IIIa, q. 49, a. 5.

[6] San Ignacio de Antioquía, Epistola Ad Smyrnam, 1, 2, en P. G., 5, 708.

[7] Orígenes, Homilia In Leviticum, 9, 10, en P. G., 12, 523.

[8] San Atanasio, De Incarnatione, 8, en P. G., 25, 109.

[9] San Basilio, Homilia in Psalmis, 28, 5 en P. G., 29, 296.

[10] Leon XIII, Encíclica Tametsi Futura, 1, IX, 1900, AAS 33 (1900-1901) 275.

[11] Este tema ya lo estudiamos en https://adelantelafe.com/la-malicia-del-pecado/, por lo que si desea ampliar, puede ir a ese artículo o a otros artículos similares también en esta web.

[12] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, IIIa , q. 46, a. 1, ad 3. Véase todo el tema de la Redención-Satisfacción en Santo Tomás en el proemium de la cuestión 48 de esta tercera parte de la Summa.

[13] Clemente VI, Bulla iubilaei Unigenitus Dei Filius, 27 enero 1343. D. S. 1025.

[14] Esta teoría es errónea porque la esencia de la Redención no es un castigo.

[15] Esta teoría es errónea porque la “sustitución penal” va en contra del verdadero Dios de la Biblia, quien es justo, pero también misericordioso.

[16] Cfr. Nuevo Catecismo para Adultos, Barcelona, 1969, pág. 271.

[17] Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, IIIa , q. 48, a. 6.

Padre Lucas Prados
Padre Lucas Prados
Nacido en 1956. Ordenado sacerdote en 1984. Misionero durante bastantes años en las américas. Y ahora de vuelta en mi madre patria donde resido hasta que Dios y mi obispo quieran. Pueden escribirme a [email protected]

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