En la vida he visto mayor arrogancia.
Cuando en el vuelo de regreso de Irlanda Francisco se vio abordado por una periodista que simplemente le pidió que dijera si eran ciertas o falsas las alegaciones de que el ex nuncio apostólico en los Estados Unidos, arzobispo Carlo Maria Viganò, le había advertido personalmente en 2013 de los abusos sexuales de Mccarrick, Francisco se escabulló devolviendo la pelota a los reporteros del modo menos convincente y más arrogante que quepa imaginar.
«Responderé a su pregunta –dice el Papa en el video de la conferencia de prensa en el avión– pero prefiero que primero hablemos del viaje y de otros temas (…) Esta mañana leí ese comunicado. Lo leí, y les diré sinceramente que tengo que decirles todo esto. A ustedes [CBS] y a todos los que estén interesados: lean detenidamente el comunicado y juzguen por ustedes mismos. No voy a decir ni una palabra sobre el asunto. Creo que la declaración es bastante elocuente, y que tendrán suficiente capacidad como periodistas para sacar conclusiones.
»Es un acto de confianza –prosiguió–. Cuando pase un poco de tiempo y hayan sacado sus conclusiones, tal vez hable del tema, pero me gustaría confiar la labor a la madurez profesional de ustedes. Les hará bien, desde luego.»
Detengamos el video por un momento.
¿Acaba de contestar el Vicario de Cristo a los periodistas que le han hecho una pregunta que sólo admite dos respuestas, que si ellos mismos sacan sus propias conclusiones sobre una acusación que sólo él puede responder hacen un ejercicio de maduración profesional?
Apremiado cuando más tarde le preguntan por las acusaciones contra el cardenal Mccarrick, el Pontífice vuelve a responder:
«Esto es parte de la declaración de McCarrick. Estudiénla y ya les diré algo.»
Y se apresura a cambiar de tema.
Vean el video. Miren cómo le cuesta encontrar las palabras. La sonrisa arrogante. Nada que inspire confianza:
Mientras tanto la agencia noticiosa Catholic News Agency (CNA) publicó un breve comunicado de monseñor Jean-François Lantehaume, ex consejero jefe de la nunciatura en Washington, que se encargó de notificar al cardenal McCarrick de las sanciones que le había impuesto Benedicto XVI. Lantehaume, que declinó conceder una entrevista, se limitó a confirmar la veracidad del informe de Viganò.
«Viganò dijo la verdad. Y no hay más que hablar», declaró Lantheaume en una respuesta por escrito a CNA.
Entre tanto, los defensores del Pontífice han cerrado filas en torno a él intentando desacreditar al arzobispo Viganò a través de un autor conocido por escribir para una publicación católica heterodoxa, calificándolo de «ex empleado resentido» que «siempre estuvo mal de la cabeza». No sorprende tampoco que el cardenal Wuerl niegue las acusaciones de que él también estaba al corriente de las actividades de McCarrick.
El P. Carlos Martins, de la archidiócesis de Detroit, proporcionó un interesante contexto en hoy en su página de Facebook:
«Acabo de pasar dos horas conversando con un amigo que tengo en la Curia vaticana. Me dice que la noticia de lo de Viganò les ha caído como una bomba atómica. Dos cosas son universalmente notorias sobre Viganò: 1) Tiene mucho prestigio en su profesión, y 2) los cargos que ha ocupado en la Curia le han dado acceso directo a la información que ha dado a conocer. O sea, que no escribe por escribir ni se basa en rumores. Por estas razones, su informe es digno de toda credibilidad.
»Viganó siempre fue conocido por combatir la corrupción interna en el Vaticano. Es más, durante el escándalo Vatileaks, entre los principales documentos filtrados había algunas denuncias hechas por él. Fue un intento por parte de aquellos a quienes había expulsado de desactivar el impacto que pudiera tener el informe y restar energías al intento de investigar sus afirmaciones.
(…)
»Según el funcionario de la Curia con el que he hablado esta tarde, lo revelado por Viganò hace que los Borgia queden como santos al lado de los papas. En este momento piensan en la Curia que la reacción de los enemigos de Viganó será tratar de desacreditarlo, tanto por la impecabilidad de su carácter como porque es imposible que haya interpretado mal los hechos. La única esperanza de ellos será tratar de quitar hierro a la perversión y corrupción que ha sacado a la luz. Probablemente dirán que es un resentido que quiere promocionarse después de que lo echaron de Roma. No se lo crean. Viganò está jubilado. No gana nada con esto.»
En su página de Facebook, el reportero que escribió the Political Pope, George Neumayer, cuenta una reveladora anécdota:
«Durante la rueda de prensa en el avión, Francisco desdeñó al arzobispo Viganò y afirmó que no entraría al trapo. Supongo que espera impresionarnos. Por supuesto, no es más que postureo. En el curso de las investigaciones que hice para escribir The Political Pope, descubrí numerosos casos en que Bergoglio hizo la vista gorda ante el comportamiento sórdido de curas malos. Presume de comprensión y misericordia, que considera superiores a las rígidas actitudes de otros prelados. Pequeña pero evidente indicación de que Francisco estaba al tanto del acoso de McCarrick a los seminaristas es que bromeaba con este sobre su dudosa reputación. En una ocasión le dijo a Teddy que si era tan viejo era porque Satanás necesitaba más tiempo para prepararle su habitación en el Infierno».
De ser cierto, ¿es posible imaginar a un papa haciendo esta clase de chistes?
Hasta ahora sólo han dado la cara dos obispos en defensa de Viganò: el cardenal Raymond Burke y el obispo Joseph Strickland, de Tyler (Tejas).
«Las declaraciones de un prelado con la autoridad de Carlo Maria Viganò tienen que tomárselas en serio los responsables en la Iglesia –declaró Burke a LifeSiteNews–. Todo declaración debe investigarse según el procedimiento judicial que a lo largo del tiempo ha demostrado ser eficaz en la Iglesia».
En una circular dirigida a todos los sacerdotes de su diócesis en la que les pedía que lo incluyeran en las misas del 26 de agosto y lo publicaran inmediatamente en sus páginas de internet y otros medios sociales, monseñor Strickland incluyó el texto completo de la declaración de Viganò y añadió: «Hay que decir claro que las imputaciones no están probadas, pero como vuestro pastor digo que me parecen creíbles. Siguiendo esta norma, la solución está en una investigación a fondo como las que se llevan a cabo cada vez que hay imputaciones que se consideran creíbles. Yo no tengo autoridad para iniciar una investigación así, pero alzaré la voz de todas las formas que haga falta para pedir que se investigue e instar que se exijan responsabilidades de cuanto salga a la luz a todos los culpables, incluso a los más altos niveles de la jerarquía.
A medida que pase la semana veremos si hay más prelados con redaños.
Steve Skojec
(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)