Pocos días antes de Navidad tuvimos la desagradable noticia de que el obispo de Búfalo (norte del estado de Nueva York, junto a las cataratas del Niágara), diócesis ya tristemente célebre por escándalos de corrupción moral y abusos sexuales, había ordenado eliminar un posible milagro eucarístico. Durante la Misa, una Hostia había caído accidentalmente al suelo y el sacerdote la colocó en un vasculum o recipiente con agua en el Sagrario para que se disolviese, como está prescrito en estos casos. Al cabo de varios días la Forma apareció teñida de rojo. Pero en vez de encargar una investigación, el prelado ordenó destruirla porque, según él, el Señor ya no estaba presente en ella.
Sin embargo, a pesar de tanto incrédulo, a pesar de tantos tomases que se niegan a creer, incluso entre el clero y la jerarquía; a pesar de que más bienaventurados son los que creen sin haber visto porque no tiene mérito creer en lo que se tiene ante los ojos; a pesar de que en algunos lugares Jesús no hizo muchos milagros por la falta de fe de la gente; a pesar de que no nos lo merecemos, el Señor manifiesta patentemente su realidad y su poder alterando las leyes de la naturaleza para quienes se niegan a creer (no hay peor ciego que el que no quiere ver) o vacilan por debilidad humana, y hasta se pone en manos de médicos y científicos para demostrar su poder.
De los innumerables milagros eucarísticos que ha habido a lo largo de la historia, vamos a pasar revista a unos pocos casos más impresionantes, varios de ellos bien recientes.
Lanciano, en la región italiana de los Abruzos (ojo, se pronuncia lanchano; que luego algunos hablan del milagro «del anciano»): Estamos en el siglo VIII. Un monje que dice Misa en la iglesia de San Legonciano tiene dudas sobre la Presencia Real de Cristo en las especies consagradas. En el momento de la consagración observa cómo la Hostia se transforma en carne humana y el vino en sangre, que más tarde se coaguló. En noviembre de 1970, el arzobispo de Lanciano decidió, con autorización de Roma, solicitar nuevos exámenes científicos (ya se habían realizado investigaciones en 1574, 1636, 1777 y 1886, pero la ciencia no estaba tan avanzada) al Dr. Odoardo Linoli, catedrático de anatomía e histología patológica, química y microscopía clínica del hospital de Arezzo. El doctor Linoli contó con la ayuda del profesor Ruggero Bertelli, de la Universidad de Siena. Quedó corroborado que la carne y la sangre son de naturaleza humana: es tejido cardiaco, en concreto del endocardio, y la sangre (¡cómo no!) del grupo AB. Contiene venas, arteriolas y fibras nerviosas. Señaló además que no había sustancias conservantes y que la sangre no podía proceder de un cadáver, ya que se habría deteriorado rápidamente. Los leucocitos no pueden sobrevivir más de algunos minutos en el agua sin disolverse, como mucho una hora, una vez separados del organismo viviente o después de la muerte de éste. ¡Y la reliquia tiene ya 13 siglos! En 1973, el consejo superior de la OMS nombró una comisión para verificar las conclusiones de Linoli. A lo largo de quince meses se realizaron un total de 500 exámenes, y las conclusiones confirmaron los resultados previamente publicados en Italia, reconociéndose la imposibilidad de la ciencia para explicar el fenómeno.
Para tranquilidad de los lectores, los análisis se realizan con guantes, como en toda investigación forense, por lo que en ningún momento se toca directamente el cuerpo del Señor con manos no consagradas.
Santarem (1247): A unos 50 km al sur de Fátima. Una pobre mujer que sufría las infidelidades conyugales de su esposo acudió a una hechicera judía en busca de ayuda. La bruja le dijo que para ello tendría que conseguirle una Hostia consagrada. La mujer vaciló, pero al final acabó por consentir en cometer el sacrilegio. Después de comulgar se extrajo la Sagrada Forma de la boca y la envolvió en el velo, y se dirigió a casa de la hechicera. Por el camino, la Hostia comenzó a sangrar, y algunas personas observaron las gotas de sangre que caían y le preguntaron qué dolencia tenía. Asustada, corrió a su casa y la escondió en un arcón. Por la noche, ella y su marido despertaron y vieron la casa inundada de luz, iluminada por unos rayos que salían del arcón. La mujer confesó su pecado a su marido, y los dos pasaron la noche de rodillas adorando. A la mañana siguiente, la señora informó al párroco, y la Sagrada Forma fue llevada en procesión hasta la iglesia de San Esteban, donde se guardó en una custodia hecha de cera. Al ir a sacarla un día del Tabernáculo para exponerla, se observó con asombro que la cera se había hecho pedazos y la Hostia estaba encerrada en una ampolla de cristal que había aparecido milagrosamente. La ampolla se conserva dentro de una custodia de plata sobredorada y puede contemplarse en la iglesia de San Esteban en Santarem.
Gorkum (Países Bajos), 1572: una horda de zuinglianos profana las iglesias y derriba las estatuas. En la catedral, llegaron al extremo de profanar el Sagrario, arrojando las hostias al suelo. Uno de aquellos bárbaros talibanes pisotea lleno de odio y desprecio una de las formas. En ese momento, ve cómo empieza a brotar sangre de tres puntos de la Hostia, producidos por tres clavos (¡tres clavos!) de los que tenía en la suela de la bota. Uno de los herejes (según algunas versiones el mismo que perpetró el acto sacrílego, pero no hay seguridad de ello), quedó horrorizado al verlo y, arrepentido, fue a ver al deán. Llevaron la Hostia en secreto a Malinas para protegerla, y tras pasar por Viena y Praga vino a parar finalmente al monasterio de El Escorial en 1592, donde todos los años se expone públicamente los días 29 de septiembre y 28 de octubre. Han pasado más de cuatro siglos desde que se consagró, pero el borde de las tres roturas sigue manchado de sangre con el mismo color, aunque algo debilitado por el paso del tiempo. En cuanto al hereje arrepentido, se hizo monje franciscano.
Sokolka (Polonia): domingo 12 de octubre de 2008. Durante la celebración de la Santa Misa, cae accidentalmente al suelo una Hostia consagrada y es colocada en un vasculum para que se disuelva en agua. Dando por sentado que tardaría un tiempo en disolverse, se vertió el contenido del vasculum en otro recipiente. La monja que ejercía de sacristana (¡ay!) descubre una semana más tarde que el agua estaba limpia y la Hostia no se había disuelto. La Sagrada Forma tenía una mancha a modo de arco de color rojo vivo. Parecía un coágulo de sangre. Avisó de inmediato al párroco, y éste al arzobispo. Durante tres años permaneció intacta en el Sagrario, hasta mediados de enero de 2009 en que se secó de modo natural y permaneció el coágulo de sangre, no habiendo vuelto a cambiar de apariencia hasta la fecha. En ese mismo mes el arzobispo solicitó que se realizaran análisis patomorfológicos de la Hostia. Analizada por el Dr. Stanislaw Sulkowski y la profesora Sobaniec-Lotowska, del Instituto de Anatomía Patológica de la Facultad de Medicina de Bialystok, resultó ser tejido muscular de una persona viva agonizante. Las fibras cardiacas y la estructura del pan están entrelazadas de un modo tan estrecho que es imposible de lograr mediante intervención humana.
Legnica (Polonia): Misa del Gallo de 2013: una Hostia consagrada cae al suelo durante la distribución de la comunión. Colocada en un vasculum para que se disuelva, se observa cómo aparece una mancha roja que parece tejido humano. Con autorización del obispo, es retirado un trozo de la Hostia con aspecto de tejido ensangrentado y colocado en un corporal, tomándose asimismo varias muestras más para someterlas a análisis en los institutos de Medicina Legal de Breslau y de Szczecin, donde se determinó que contienen células de músculo estriado transversal igual a las del músculo cardiaco, así como que el tejido es de origen humano y con síntomas de agonía.
Buenos Aires: Parroquia de Santa María. En 1992, después de la Misa del 1º de mayo, una ministra de la Eucaristía (¡ay!) observó dos trozos de Hostia en el corporal. El sacerdote le indicó que los pusiera en un recipiente con agua en el Sagrario para que se disolvieran. Siete días más tarde todavía no se habían disuelto, y se observó que tenían un aspecto rojizo con apariencia de sangre. El domingo siguiente, durante las dos misas vespertinas, se observaron gotitas de sangre en las patenas al distribuir la Comunión. Y otra vez, en julio de 1994, cuando el sacerdote sacó el copón del Sagrario y lo destapó, observó que por su interior corría una gota de sangre. Finalmente, en agosto de 1996, una señora le comunicó al sacerdote después de la Misa que había visto una Hostia arrojada en un candelabro en la parte posterior del templo. El padre colocó la Hostia profanada en un vasculum y la guardó en el Sagrario. Una semana después, al abrir el Tabernáculo la ministra de la Comunión vio que la Hostia se había convertido en carne. Además, había aumentado considerablemente de tamaño. Durante tres años se mantuvo en secreto, hasta 1999, cuando Jorge Mario Bergoglio, para entonces ya arzobispo de Buenos Aires, pidió al doctor Ricardo Castañón que la analizara. Éste llevó la muestra al profesor Linoli, el cual le confirmó que era de un tejido cardiaco similar al de Lanciano. Era parte del ventrículo izquierdo de una persona de unos 30 años. Castañón era ateo y se convirtió a raíz de sus investigaciones; desde entonces ha pronunciado varias conferencias sobre milagros eucarísticos. En 2002 se envió la muestra al Dr. John Walker, de la Universidad de Sidney, sin decirle que se trataba de una Sagrada Forma consagrada. Walker corroboró a su vez que era tejido cardiaco con leucocitos. Y ya habían pasado seis años del milagro. Todavía tiene glóbulos rojos y blancos y células que palpitan, y al clavarle una aguja sale sangre. Más tarde, en 2004, Castañón envió una muestra al Dr. Zugibe, hoy fallecido pero entonces uno de los más prestigiosos forenses de Nueva York, sin indicar la procedencia de la muestra. Se reiteró que era músculo cardiaco inflamado del ventrículo izquierdo con numerosos glóbulos blancos de una persona que había sufrido muchos golpes y traumatismos. Por último, el Dr. Castañón pidió a un laboratorio que comparase los informes de laboratorio del milagro de Buenos Aires con los del de Lanciano, sin revelar la procedencia de ambas muestras. Los expertos llegaron a la conclusión de que ambos informes se referían a una misma persona; no sólo coincidía el grupo sanguíneo AB, sino hasta el ADN.
Se venera públicamente en la mencionada parroquia (Av. La Plata 286, barrio de Almagro, Buenos Aires).
Tixtla (México): 21 de octubre de 2006. Una Hostia consagrada en la Misa exuda una sustancia roja. El Dr. Castañón llevó a cabo investigaciones entre 2009 y 2012 junto con un equipo de científicos a fin de determinar la naturaleza milagrosa del fenómeno, y se comprobó que era sangre con hemoglobina y ADN humano, así como que procedía del interior de la Forma, excluyéndose la hipótesis de que hubiera sido colocada externamente. Era del grupo AB, por supuesto. Análisis microscópicos y de la penetración demuestran que la parte superior de la Sangre está coagulada desde octubre de 2006. En febrero de 2010 se determinó que la capa interna contenía sangre fresca.
En todos estos casos la linfocitosis y la hipogammaglobulinemia coinciden con el cuadro clínico, no de un enfermo del corazón, sino de un paciente con múltiples traumatismos que padece un estrés psicofísico agudo. Lo mismo se puede decir del tejido cardiaco. Características todas ellas típicas en las autopsias de personas que han sufrido graves daños psíquicos, farmacológicos o traumáticos, como por ejemplo, víctimas de accidentes de aviación y condenados a muerte. En al menos los casos de Lanciano y de Tixtla el grupo sanguíneo es el AB, que es el mismo presente en la Sábana Santa, el Sudario de Oviedo y la túnica de Argenteuil. Hablamos de cinco muestras de sangre, procedentes de materiales muy diversos y separadas entre sí por grandes distancias en el tiempo y en el espacio geográfico. Cuatro de ellas proceden de épocas en que no se conocían los grupos sanguíneos y habría sido imposible falsificarlas. Analizadas en diferentes laboratorios y con técnicas diversas, el resultado es siempre el mismo: es del grupo AB, bastante común en Oriente Próximo, con una frecuencia del 14 al 15%, mientras que en Occidente la proporción oscila entre 0,5 y 1%.
En varios de estos casos observamos cómo la Hostia se convierte en un pedazo de corazón. Y es que el Señor murió con un corazón quebrado, un corazón partido. Murió de pena por nosotros. Y aun hoy, como vemos, sigue sufriendo; y no tiene nada de extraño, porque el Sacrificio continúa actualizándose en cada Misa.
El Señor sufre en la calamitosa diócesis de Búfalo; sufre en Buenos Aires, ante un arzobispo que una vez elevado al solio pontificio no se arrodillaría ante el Santísimo Sacramento, aunque sí lo hizo ante un pastor protestante en un encuentro ecuménico en 2006; sufre en una iglesia con mujeres que administran la Comunión, y en tantos otros sitios en que no le tratan con la debida reverencia. Mas a pesar de tanta incredulidad y desprecio, con infinita paciencia el Señor se deja tocar y examinar por Santo Tomás y por los médicos y científicos, y nos prodiga milagros eucarísticos desde hace siglos. Aquí nos hemos limitado a hablar de algunos casos históricos más conocidos y otros más recientes. Pero habría para llenar todo un libro.* Prosigamos.
En 1239, cuando Jaime I se dispone a reconquistar Valencia, sus soldados oyen Misa de campaña. Después de la consagración, son sorprendidos repentinamente por los moros. Mientras los cristianos salen a hacer frente a la morisma, el sacerdote consume la Hostia del Sacrificio, envuelve las otras en los corporales y corre a esconderlas en una cueva. Al cabo de tres horas de lucha, los moros se baten en retirada. El capellán va a buscar las formas y encuentran que se han convertido en sangre, que empapa los corporales. Las huestes cristianas adoran de rodillas y con lágrimas en los ojos tan precioso prodigio. De pronto, se ven rodeados una vez más por los mahometanos. El sacerdote enarbola sobre un palo el corporal y lo muestra a los soldados, que combatiendo bajo aquel glorioso estandarte apenas dejan moro con vida. Alegando diversas razones, cada uno de los cuatro capitanes quiere que el corporal se conserve en su ciudad. Finalmente, echan suertes, y por tres veces salen favorables a Daroca, patria chica del capellán. Con todo, deciden colocarlos en una arquilla a lomos de una mula arrebatada al enemigo. La bestia echa a andar, y al cabo de varios días de trote ininterrumpido sin comer ni beber, llegó a Daroca, donde los corporales se conservan hasta el día de hoy, y cayó muerta. También se conservan corporales manchados de sangre en Bolsena (Italia, 1263) y en el monasterio de Guadalupe (Cáceres, 1420), así como en muchos otros lugares.
Entre otros milagros de la Eucaristía con animales se cuentan el de la mula de San Antonio de Padua, que ante el desafío que le impusieron los herejes patarinos, y después de tres días sin comer, se arrodilló ante la Eucaristía sin hacer caso del forraje que le habían ofrecido los herejes; el de los peces de Alboraya (Valencia, 1348), que recuperaron de modo milagroso tres formas consagradas que habían caído accidentalmente a un torrente, e incluso podríamos contar el del perro del panadero de Lisboa, que cada vez que oía la campanilla anunciando el Viático que era llevado a casa de algún enfermo se incorporaba a la procesión. Se cuenta que hasta ladró en una ocasión para despertar a un hombre que dormía junto al camino, y en otro a una campesina que iba montada en burro, para que se postrasen ante el Sacramento. Para vergüenza de muchos, clérigos y hasta algún pontífice que conocemos incluidos, que no se postran ante el Señor.
El Santísimo Sacramento ha detenido maremotos (Tumaco, Colombia, 1906), erupciones volcánicas (Martinica, 1902), hordas sarracenas (Asís, 1250), inundaciones (Aviñón, 1433; Canosio, Italia, 1630), incendios (Dronero, Italia, 1631). Se ha repetido el milagro multiplicación de los panes (cuando San Juan Bosco dio de comulgar en 1848 a 360 jóvenes con sólo 8 formas). Hostias han sobrevivido a terremotos (las 40 que aparecieron perfectamente conservadas en febrero de 2018 dentro de un copón bajo las ruinas del sismo de Ascoli-Piceno de 2016), y ha habido incluso santos se han alimentado exclusivamente de la Eucaristía durante años, como San Nicolás de Flue, patrono de Suiza. Algunos casos de estos casos de inedia son bastante recientes y han podido estudiarse bien, como los de Marthe Robin y Teresa Neumann, ambas del siglo XX.
*Algunos libros para profundizar en el tema:
Milagros eucarísticos, P. Manuel Traval y Roset, Apostolado Mariano, Sevilla 2011
Un cardiologo visita Gesù, Franco Serafini, Edizioni Studio Domenicano, Bolonia 2018
El milagro eucarístico de Lanciano, Bruno Sammaciccia, Fundación Jesús de la Misericordia, Quito (sin fecha).
Eucharistic Miracles and Eucharistic Phenomena in the Lives of the Saints, John Carroll Cruz, Tan Books, Charlotte N.C., 2010.