La Poesía mística
y el mito de «La Arcadia»
Antes de seguir adelante conviene recordar algunas ideas acerca de la Poesía, la forma más sublime del lenguaje y un valioso instrumento auxiliar de la Mística.
Goza la Poesía de un poder evocador que la hace llegar más allá de donde alcanza la simple prosa. Por otra parte, puesto que la Poesía es el mismo lenguaje cuando se emplea para expresar la belleza por medio de la palabra (hablada o escrita), y dado también que la belleza (el esplendor del ser) es un transcendental íntimamente unido al sentimiento del amor (todo el dinamismo y grandeza del ser depende del amor), nada tiene de extraño que la Mística, ya obligada de por sí a utilizar el lenguaje humano como instrumento de comunicación ad extra, eche mano de la Poesía como medio de expresión. El Amor en último término se identifica con el Ser, como se sabe por la Revelación: Dios es Amor. Que todo el dinamismo y el esplendor del ser depende del amor está bellamente expresado en el verso final con el que Dante acaba su maravilloso Poema:
l’Amor che move il sole e l’altre stelle.
El Cantar de los Cantares es el Libro inspirado del Antiguo Testamento dedicado a cantar los amores del Esposo y la esposa (Dios y el hombre). Que esté redactado en forma poética no es en modo alguno casual. Es la parte más escogida del lenguaje humano que Dios podía haber utilizado para narrar las intimidades y misterios de la relación amorosa divino–humana.
Por eso El Cantar de los Cantares es la primera y más importante prueba de las limitaciones a las que se ve reducida la Revelación. La redacción del Libro en forma de Poema es la demostración de que la Poesía era el instrumento más adecuado del que Dios disponía para introducir al hombre en el misterio de las mutuas relaciones de amor habidas entre ambos. Y aun dentro del Poema utiliza todas las figuras y recursos del lenguaje: la metáfora, la sinécdoque, la metonimia, las comparaciones, la elipsis, la antítesis, el clímax, la anáfora etc. Si el lenguaje de la Revelación es la mejor demostración de que Dios ha de hacerse pequeño cuando quiere comunicarse con el hombre —como efectivamente se hizo—, utilizando para ello los mismos medios de que dispone su criatura, y puesto que el amor es la más sublime de todas las realidades tanto en el Cielo como en la Tierra…, que El Cantar haya sido escrito en forma de Poema es la prueba más patente de la necesidad de la Poesía para hablar del amor, al mismo tiempo que la más elevada exaltación de esta forma de expresión del lenguaje humano.
Pero con la utilización de la Poesía en la Mística no están resueltas todas las dificultades, porque en realidad no han hecho sino comenzar.
Uno de los instrumentos de comunicación utilizados por la Poesía es el mito, cuyo ejemplo más importante es el de La Arcadia.
La Arcadia es un país imaginario creado por el Arte, puesto que es un producto de poetas y artistas. La Arcadia es una manifestación de la ansiedad humana en la búsqueda de la belleza y, en último término, del amor. Es una ilusoria región pastoril donde el hombre vive en un mundo que parece no haber sido dominado por la concupiscencia y en el que reinan la paz, la armonía, el arte y el amor.
Pero ilusorio no es sinónimo de falso (lo contrario al ser), sino simplemente de irreal. Mitos como el de La Arcadia son un producto del corazón y de la imaginación del hombre y expresión de sus ansiedades, en el que se hace abstracción de cualquier connotación con respecto a la existencia, aunque siempre en la continua aspiración a actualizarse en ella.[1]
La Arcadia es un país en el que impera la paz. Pero la paz y la soledad, tan cercanas al silencio, son un terreno abonado en el que crece el amor. Por eso suele estar habitado por pastores y zagalas dedicados a la cría de ovejas (el más pacífico de los animales), quienes con sus cantos corales y sus requiebros amorosos inundan de luz y alegría los extensos y verdes prados esmaltados de florestas. Nada tiene de extraño el uso que hicieron de La Arcadia el Renacimiento y el Romanticismo. Uso del que supieron aprovecharse artistas de la talla de Garcilaso, Lope de Vega, el mismo Cervantes o Schiller, sin olvidar a otros anteriores como el divino Dante en su Divina Comedia. Aunque fue ya en la remota Antigüedad cuando el mismo Virgilio utilizó el escenario de La Arcadia para sus Bucólicas y sus Églogas.
El Cantar de los Cantares, el Poema del amor divino–humano, como no podía ser de otra forma, también echa mano del mito de La Arcadia ya desde el principio mismo del Poema:
Dime tú, amado de mi alma,
dónde pastoreas, dónde sesteas al mediodía,
no vaya yo a extraviarme
tras de los rebaños de tus compañeros.[2]
La búsqueda del Esposo comienza ya en el mundo pastoril de La Arcadia. El tema pastoril es un tema común y frecuente en toda la poesía mística. Se presta con facilidad a los cantos que hablan de la belleza y consiguientemente del amor:
Las luces de la aurora,
las voces de pastoras y zagales,
la tórtola que llora
entre los robledales,
y el beso de la brisa a los trigales.
El tema arcádico acapara El Cantar de un modo u otro. Unas veces es el Esposo quien desciende a lo más florido de los prados, a los macizos de las balsameras, con el deseo de recrearse entre las flores y coger azucenas.[3] Y como puede verse, el Poema insiste en el escenario donde ha de transcurrir lo más íntimo de las relaciones amorosas con la esposa. E insistiendo en lo propio de la Mística, sin procurar la paz y el silencio de las verdes praderas, así como la belleza y arte lejos también del ruido y del bullicio de las gentes, no es posible la oración contemplativa ni la relación amorosa divino–humana.
El deseo de introducirse en el mundo de La Arcadia ha de figurar como iniciativa de la esposa:[4]
Ven, amado mío, vámonos al campo;
haremos noche en las aldeas.
Madrugaremos para ir a las viñas,
veremos si brota ya la vid,
si se entreabren las flores,
si florecen los granados,
y allí te daré mis amores.[5]
Las metáforas contenidas en el misterio de estrofa tan bella tratan de expresar lo inexpresable. Pues la consumación de la entrega de amor requiere siempre un espacio previo preparatorio, lo cual viene a ser regla general para todas las criaturas. En la vida mística, la llegada hasta la cima del Monte Carmelo, el paso hasta la última de las Moradas teresianas, o la llegada al final de la vereda,
allí donde se acaba la vereda
y el duro trajinar atrás se queda
requieren de un largo periplo introductorio. La criatura no está preparada para alcanzar un punto de eclosión del amor sin pasar primero por una serie de diversos grados ascendentes cuya misión es purificadora. Por eso la esposa invita aquí al Esposo a pasear por entre las viñas, para ver si brota ya la vid, y a introducirse en la floresta para comprobar si se entreabren las flores y florecen los granados. Solamente allí y después de eso, es donde la esposa reconoce que podrá entregarse plenamente al Esposo. Y de ahí sus palabras: y allí te daré mis amores.
Padre Alfonso Gálvez
[1] El mito ha recibido frecuentemente a lo largo de la Historia connotaciones peyorativas. Pero en realidad el mito está abierto a interpretaciones perfectamente positivas, a menudo equiparables a las leyendas. La proximidad o diferencia entre leyendas o mitos es muy difícil de fijar en la Historia del pensamiento humano.
[2] Ca 1:7.
[3] Ca 6:2.
[4] Por supuesto que todo empieza con la gracia y todo depende de la gracia. Pero sin una generosa respuesta por parte del hombre, dispuesto a iniciar el esfuerzo de recorrer el camino, no existe posibilidad alguna de relación amorosa.
[5] Ca 7: 12-13.