Siempre es más descarado el apoyo al lobby mundialista por parte del Congreso de los líderes de las religiones mundiales y tradicionales, con motivo de su sexta edición desarrollada en Astana, Kazajistán, entre el 10 y el 11 de octubre últimos, también para festejar los quince años de la fundación de dicho organismo.
Además de los 82 países presentes en la reunión, 46 naciones enviaron delegaciones oficiales, además de la ONU representada por la Alianza de las Civilizaciones, la UNESCO y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). Con respecto a las religiones presentes, se pasó de las varias confesiones cristianas al islam, del hebraísmo al hinduismo, del taoísmo al zoroastrismo. La Iglesia Católica estuvo representada por el Cardenal Francisco Coccopalmerio, quien elogió sin reservas la iniciativa y ensalzó la «laicidad» de Kazajistán, así como la convivencia existente entre diversas etnias, creencias y culturas.
De las dos sesiones plenarias y de las cuatro sesiones de grupo surgió prácticamente por unanimidad la convicción que de la oposición entre las diversas religiones provienen las guerras, los enfrentamientos y el terrorismo, teoría que apunta a una sola cosa, es decir a colocar todas las creencias en un mismo plano, como si fueran meros entes morales o asistenciales, y a evitar que cualquiera de ellas pueda considerarse superior a la otra o que “pretenda” además ser la única verdadera.
Por otra parte, las palabras de orden en el documento final del Congreso, son «derecho de género», mundialismo y absoluto e intransigente relativismo religioso para promover «un acercamiento de las diversas civilizaciones y religiones como piedra angular de la coexistencia humana». Lo fundamental, por lo tanto, no es la conversión de todo el género humano a la única y auténtica Verdad, sino el carrusel de las diferencias. Todo ello expresado en una inequívoca terminología masónica manifestada también en la misma arquitectura del Palacio Presidencial de Astana, donde tuvo lugar el Congreso, palacio precedido por dos edificios que recuerdan la estructura de los pilares de bronce, no por casualidad denominados, de hecho, Boaz y Jakin1, símbolos recurrentes en los «templos» de las logias masónicas.
No parece necesario agregar nada más…
1 Boaz y Jakin eran los nombres dados a los dos pilares de bronce que se encontraban en el pórtico del Templo de Jerusalén. Fueron hechas por el artesano Hiram de Tiro, por mandato del rey Salomón. A través del tiempo se les ha dado varios significados y simbolismos. La teoría más convincente de los nombres es que son las dos primeras palabras de dos líneas provenientes de los salmos del rey David: “Jehová establecerá (Jaquin) tu trono para siempre” y “en la fortaleza (Boaz) de Jehová se regocijará el rey”. Las órdenes masónicas a través del tiempo han adoptado estos pilares y les han dado un significado esotérico. (Cfr. https://simbolosysignificados.blogspot.com/2014/02/las-columnas-boaz-y-jakin.html)
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