«No lo sé, Rick, parece falso»: Sobre la última entrevista a Benedicto XVI

Algo que dice ser una entrevista exclusiva con Joseph Ratzinger, el llamado «papa emérito» Benedicto XVI, ha aparecido en el Corriere della Sera, el viejo diario italiano, asociado en los «años de plomo» a la logia P2.

Curiosamente, como otra entrevista a Benedicto XVI en el mismo medio en 2019, no tiene el formato de preguntas y respuestas, sino que es una suerte de crónica con algunas respuestas presentadas en estilo directo libre. Igual que la del 2019, la entrevista de ahora parece hecha ex profeso para asegurar una vez más la verdad aparentemente obvia de que hay un solo papa y es Francisco.  Pero lo más raro no es eso.

Que Benedicto XVI diga, luego de negar todas las «teorías de la conspiración», que «hizo bien en renunciar» y no explique en ningún momento por qué  y que el periodista no repregunte, puede deberse a las dificultades engendradas por la vejez del entrevistado o por la extremada mediocridad del periodista. Cosas hasta cierto punto evidentes.

Pero la cosa se va  haciendo más extraña a medida que la «entrevista» transcurre.  Que Benedicto XVI, el mismo individuo que, como prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe sostuvo que tanto los políticos abortistas como los electores que apoyan el aborto no pueden comulgar, sostenga que «Biden es católico praticante» ya es un poco raro. Quizás se deba a la desinformación del Emérito. Pero parece ser que está muy informado de las creencias personales de Biden: “Y personalmente está en contra del aborto. Pero como presidente tiende a ponerse en continuidad con la línea del Partido Demócrata”.

Rarísimo, porque Planned Parenthood, por ejemplo, le dio un ráting de 100 % de aprobación en “derechos sexuales y reproductivos” a su acción legislativa en el senado. La única referencia a un posible rechazo personal por parte de Biden del aborto es una afirmación solitaria en un libro suyo del 2007, donde el actual presidente norteamericano menciona sus dudas personales respecto a la moralidad del aborto, pero a la vez sostiene que no tener derecho a imponer su punto de vista sobre otras personas. Con los años parece que Biden ha disipado esas viejas dudas. Lo cierto es que Benedicto XVI se manifiesta en la entrevista como todo un experto en oscuras citas antiguas de Joe Biden, casi un bidenólogo. Parece incluso conocer mejor la conciencia de Biden que la suya propia, pues sigue sin explicar con un mínimo detalle el motivo de su renuncia. Más aún, la mención a la línea del Partido Demócrata, que parece un implícito intento de aligerar la culpa del pobre “católico practicante” Biden no suena a una típica argumentación de Ratzinger, seguidor de Newman y sobreviviente e impugnador del totalitarismo y sus líneas del partido que avasallaban conciencias. El agustiniano Ratzinger, más bien, señalaría que alguien en una situación semejante estaría violentando su conciencia y sería incluso más culpable que aquel que creyese personalmente que el aborto está bien (que también sería culpable, por falsear su conciencia en una materia de orden natural tan clara).

Por el contrario, este tipo de argumentos por lo general suelen estar en boca de sofistas jesuíticos,  a la hora de defender a  amigos o cómplices indefendibles ante audiencias potencialmente hostiles, tomándolas como idiotas. Por su misma condición grotesca, este tipo de estrategias argumentales, antes que expresarse en un hombre de letras germánico con experiencia universitaria rigurosa, circulan en ambientes subdesarrollados y asediados por la miseria moral y la demagogia totalitaria. Así que no huelen a Ratisbona. Tienen más bien cierta fragancia “latinoamericana”.

Esta fragancia se hace más intensa en esta monumental reserva mental o mentira o pirronismo, que pasará a los anales de la historia de las entrevistas falsificadas: “E sulla politica gender non abbiamo ancora capito bene quale sia la sua posizione”; “Y en política de género aún no hemos entendido del todo cuál es su posición”. No dice que Biden no tenga una posición sobre el llamado “género”-porque es evidentísimo que la tiene-, no  dice que esa posición sea buena o mala, simplemente  recurre a su propia subjetividad, que no puede ser juzgada: no entiendo, me supera y por tanto suspendo el juicio. De esta manera, se evita criticar al poderoso con el que se simpatiza o colabora sin asumir directamente ante el público esta simpatía o colaboración. Este tipo de dispositivos manipuladores baratos no los había oído nunca en Ratzinger, pero sí en otro personaje. Cuando los anarco-comunistas y otros desadaptados incendiaban Chile sin ninguna razón en 2019, el papa Francisco emitió las siguientes declaraciones antológicas  y representativas de su peculiar orden mental y honestidad intelectual: “La situación actual en América Latina se parece a la del 1974-1980, en Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay con Stroessner, y creo también Bolivia. Tenían la Operación Cóndor en aquel momento. Una situación en llamas, pero no sé si es un problema que se le parece o es otro, realmente no puedo hacer el análisis de eso en este momento. Es cierto que no hay declaraciones precisamente de paz”.  Es decir: se parece (tira la piedra), pero no se parece (esconde la mano).   

Pero lo que ya es absolutamente inverosímil de atribuir a Ratzinger es la siguiente afirmación: “Alcuni miei amici un po’ “fanatici” sono ancora arrabbiati, non hanno voluto accettare la mia scelta. Penso alle teorie cospirative…”. “Algunos de mis amigos un poco ‘fanáticos’ están todavía molestos, no han querido aceptar mi elección. Pienso en algunas teorías conspirativas…”.  ¿Quién puso las comillas en “fanáticos”? ¿Habrá hecho el frágil Pontífice un gesto semejante? ¿Quizá un matiz irónico en su débil voz señalaba ese elemento paratextual? ¿Quiénes son esos amigos que no han querido aceptar su decisión? ¿Se refiere a sus amigos cercanos, que son pocos, como algunos alumnos  del Ratzinger Kreis, su difunto hermano Georg, Gerhard Müller o Gänswein? ¿O se refiere a los “restauracionistas” de internet, suerte de categoría fantasmal inventada por Francisco y sus secuaces para descalificar a sus críticos? Por otro lado, nunca en sus entrevistas, ni como teólogo, ni como cardenal prefecto ni menos como pontífice, Ratzinger utilizó el recurso cobarde de insultar a nadie en una intervención pública,  mucho menos a sus amigos, de esa manera tan sinuosa y extraña. Quien, por su nula capacidad de abstracción y su confesa «neurosis» a la que trata muy bien, degradó el oficio pontificio a la pura repetición de epítetos denigrantes es otro.  Es más, este personaje sí gozaba de insultar, especialmente a sus amigos, mediante diversas bromas de mal gusto. A cierto amigo suyo, quien, luego de recuperarse de una enfermedad muy grave, le dijo que estaba vivo todavía porque el Señor no lo quería consigo todavía, le respondió: “O será más bien porque el Diablo todavía no te ha preparado tu lugar”. El amigo se llamaba Theodore McCarrick.

Finalmente, un elemento menor pero igualmente revelador es que, entre las múltiples “teorías conspirativas” que enumeraba para descartarlas sin más en bloque, Benedicto señala textualmente la de quienes creen su renuncia “era por el caso del teólogo conservador lefebvriano Richard Williamson”. En primer lugar, llama la atención el uso por parte de Ratzinger de términos como “teorías conspirativas” –eslogan periodístico simplón de uso muy actual–  y “conservador” –otra etiqueta amplísima utilizada usualmente por progres acatólicos a la hora de querer clasificar a los que les caen mal–, pero lo es más extraño es que se refiera a monseñor Williamson como “teólogo”. Como sabemos, monseñor Williamson es un personaje muy valioso que ilumina muchos aspectos de la actualidad política y eclesiástica desde la perspectiva católica, pero teólogo no es, mucho menos a los ojos de una figura celosamente académica como la de Ratzinger. En anteriores ocasiones, Benedicto XVI se ha referido al caso “del obispo Williamson”. Que olvide ahora que se trata de un obispo, que lo llame teólogo y ¡¡conservador!! es bastante delirante. Más parecen los epítetos elegidos casi al azar por un ignorante chupatintas googleador. El problema es que esa declaración está entrecomillada como ipssisima verba Benedicti.

El entrevistador dice que Benedicto tiene solo un “hilillo de voz” “que va y viene” y que, en ocasiones, era su secretario Gänswein quien le  “traducía” (¡!)  lo que quería decir. Qué raro. A mí me pareció más bien que el traductor era Francisco. Porque la “entrevista” exuda su estilo sinuoso y grosero, así como sus obsesiones respecto a su legitimidad y su deseo de lavarle la cara a su aliado Biden.

No quiero decir aquí que Benedicto XVI no haya sido también parte de la troupé conciliar que nos ha llevado a la situación en la que estamos. No descarto tampoco la muy improbable posibilidad de que el llamado Papa Emérito haya decidido imitar a la ficción de Netflix, tomando la determinación de mimetizarse con la forma mentis –por llamarla de alguna manera– de su porteño sucesor. Pero todo en esta entrevista suena ajeno y extraño. Cuando salió la entrevista anterior de 2019 en Corriere della Sera, algunos “amigos fanáticos” de internet reclamaron por alguna grabación o filmación que dé fe de que Ratzinger decía lo que decían que decía. Eso callaría para siempre las abominables “teorías de la conspiración”.  Pero hasta el día de hoy no sale ningún respaldo de aquellas declaraciones. Como tampoco saldrá ninguno de estas. Cuesta creer que en el tiempo de los smartphones, los muchachos del Corriere sigan haciendo entrevistas con libretita y lápiz, como en los tiempos de Mussolini.  

Pero lo más triste de todo es lo que estarían haciendo con un pobre sacerdote anciano desvalido: tergiversarlo arteramente hasta convertirlo en una parodia de sí mismo con fines de manipulación política de la opinión pública. Eso es impío y provocará la ira de Dios.

En fin. Solo queda concluir con un meme: «No lo sé, Rick, parece falso».

César Félix Sánchez
César Félix Sánchez
Católico, apostólico y romano. Licenciado en literatura, diplomado en historia y magíster en filosofía. Profesor de diversas materias filosóficas e históricas en Arequipa, Perú. Ha escrito artículos en diversos medios digitales e impresos

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