«No soportarán la sana doctrina» (2 Timoteo 4, 3). Actualidad del mensaje paulino

“Nosotros pecadores te rogamos que te dignes abatir a los enemigos de la santa Iglesia” (Letanías de todos los Santos).

“Que vuestro celo os haga hambrientos de la gloria de Dios y de la honra de Jesucristo. Pelead, hijos de la luz, vosotros, pequeño número que ahí veis; pues he aquí el tiempo de los tiempos, el fin de los fines” (Aparición de María Santísima en La Salette).

Dedico estas sencillísimas páginas a Santo Tomás de Aquino,

uno de mis patronos, faro interminable de luz saludable,

segurísimo guía en la fe, principalmente en esta horrible noche

de los tiempos que estamos atravesando. (T.G.P)

INTRODUCCIÓN

Este opúsculo tiene por finalidad manifestar cuán imprescindible es conocer y amar la doctrina católica, única que en verdad puede recibir el calificativo de ‘sana’. Dicho conocimiento y amor se tornan imperiosos en estos tiempos, en donde las oscuridades y tenebrosas tinieblas que se alzan contra la referida doctrina provienen desde el interior mismo de la Iglesia y por culpa de hombres de iglesia que, por diversas razones, parecen querer ver su ruina.

Pienso -desde lo más hondo de mi espíritu- que la célebre advertencia paulina que profetizó tiempos en donde ya no se soportaría la sana doctrina, hace rato se desarrolla ante nuestros ojos con evidencia meridiana. De ahí que este librito tenga por subtítulo la aclaración: “Actualidad del mensaje paulino”.

En el trabajo que el lector tiene en sus manos se harán desfilar once cuestiones siguiendo el método de Santo Tomás de Aquino.

Esas doce cuestiones son: 1. Si existe la sana doctrina; 2. Si muchas doctrinas son sanas; 3. Si la sana doctrina es la doctrina católica; 4. Si hay un deber consistente en conocer al sana doctrina; 5. Si la sana doctrina es necesaria para alcanzar la salvación; 6. Si hay quienes detestan la sana doctrina; 7. Se el odio a la sana doctrina tiene relación a los últimos tiempos; 8. Si el modernismo es la herejía que máximamente se opone a la sana doctrina; 9. Si debemos despreciar las falsas doctrinas; 10. Si urge volver a estudiar a santo Tomás de Aquino; 11. Si la Santísima Virgen María aborrece a las falsas doctrinas.

¿Y cuál es el método tomista? Trata de una exposición consistente en cuatro pasos: 1. Se presentan objeciones como si dichas objeciones estuvieran en lo cierto; 2. Se da a conocer una afirmación taxativa y verdadera, que es contraria a las objeciones y que por sí misma ya adelanta lo errado de las objeciones 3. Se da una respuesta algo más elaborada, algo más acabada, que de algún modo desarrolla la afirmación taxativa que siguió a las objeciones 4. Se da una respuesta a cada una de las objeciones planteadas intentando mostrar porqué estaban erradas.

              La advertencia paulina sobre los malos tiempos se presenta para el católico como un aviso concreto y sin ambages para que se vuelva más y más amante de la sana doctrina; como diciendo: “cuando veas aquellos tiempos aciagos y de repudio del buen alimento, tú, si quieres continuar por el buen camino, permanece anclado a lo contrario, ama la buena doctrina”. Tan complejos y amaños se han tornados los días actuales, que hasta altos jerarcas, como si nadie tuviera ojos para ver, se presentan como unidos a la Tradición siendo que a renglón seguido se los ve actuando, diciendo y escribiendo, unidísimos al más abyecto modernismo. Tales hombres han despreciado el Santo Sacrificio de la Misa, y su efecto más repulsivo se da cuando vemos por todos lados, muy vivita y festiva, la nefasta comunión en la mano modernista, practicada con deleite por cantidad de obispos y sacerdotes, quienes, no solo la practican, sino que la proponen y hasta incluso la imponen. Lo anterior es solo una prueba, gravísima y de consecuencias inimaginables, de la extensión fatal y mundial a la que ha llegado la podredumbre del movimiento herético modernista.

              Expresamos con el valiente y eximio apologeta católico, Cardenal Pie: “No cometamos el crimen de obedecer a las fantasías, incluso a las solicitaciones del enfermo (…). Conjuremos con las manos juntas, si fuere necesario, a los oráculos de la doctrina, para que no tengan nunca la debilidad de prestarse a ninguna complacencia, a ninguna reticencia; conjurémoslos a decirnos en adelante ‘toda la verdad’ (Jo 16, 13), la verdad que salva a los individuos y la verdad que salva a las naciones. La condescendencia sería en adelante la consumación de nuestra ruina” (El orden sobrenatural, ed. Iction, Buenos Aires, 1981, p. 149).

SOBRE LA SANA DOCTRINA

Conviene disertar aquí sobre la sana doctrina, y acerca de ella nos preguntamos:

ARTÍCULO 1: ¿EXISTE LA SANA DOCTRINA?

ARTÍCULO 2: SI MUCHAS DOCTRINAS SON SANAS.

ARTÍCULO 3: SI LA SANA DOCTRINA ES LA DOCTRINA CATÓLICA.

ARTÍCULO 4: SI HAY UN DEBER CONSISTENTE EN CONOCER LA SANA DOCTRINA

ARTÍCULO 5: SI LA SANA DOCTRINA ES NECESARIA PARA ALCANZAR LA SALVACIÓN

ARTÍCULO 6: SI HAY QUINES DETESTAN LA SANA DOCTRINA.

ARTÍCULO 7: SI EL ODIO A LA SANA DOCTRINA TIENE RELACIÓN PRINCIPAL A LOS ÚLTIMOS TIEMPOS.

ARTÍCULO 8: SI EL MODERNISMO ES LA HEREJÍA QUE MÁXIMAMENTE SE OPONE A LA SANA DOCTRINA.

ARTÍCULO 9: SI DEBEMOS DESPRECIAR LAS FALSAS DOCTRINAS.

ARTÍCULO 10: SI URGE VOLVER A ESTUDIAR A SANTO TOMÁS DE AQUINO.

ARTÍCULO 11: SI LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA ABORRECE A LAS FALSAS DOCTRINAS.

ARTÍCULO 1: ¿EXISTE LA SANA DOCTRINA?

OBJECIONES por la que parece que no existe una sana doctrina:

  1. En el salmo 116, 11, se lee: “Todo hombre es mentira”. Si eso es así, se sigue que lo que emane de su pensamiento no merece confianza. Luego, no puede haber una sana doctrina.
  1. La modernidad ha probado por varios caminos el poder de la subjetividad, al punto que, incluso, hay un vivir inmerso en la virtualidad. Entonces lo real es más bien el mundo de lo subjetivo, ámbito donde la inteligencia se mueve y se desarrolla. Ahora bien, lo subjetivo crea lo que quiere, por tanto, mal puede hablarse de una sana doctrina allí donde reina lo infinito.  

CONTRA ESTO está lo que dice San Pablo: «Tú empero enseña lo que es conforme a la sana doctrina” (Tito 2,1).

RESPONDO: Cuando hablamos de sana doctrina hacemos referencia a la doctrina sagrada venida del Espíritu Santo y no del hombre. De ahí que solo a ella le pertenezca con toda verdad la calificación de ‘sana’. Si bien se usa la expresión ‘sana doctrina’ en singular, lo cierto es que la misma se compone de un conjunto de nociones sobre variadas temáticas teológicas, todas doctrina sanísimas.

A LAS OBJECIONES:

  1. Como quedó expuesto en la respuesta, al hablar de sana doctrina aludimos a aquella que procede de Dios; y como Dios no puede engañarse ni engañarnos y en Él todo es bueno, como Él es la fuente de la doctrina se sigue que con toda justeza se la califique de sana. Ciertamente se ha dado por parte de la Iglesia y de varones doctísimos, probos y santos, una profundización de la doctrina consabida, mas esa cuota humana de intervención se guarda muy bien de expresar cosas distintas a las venidas de lo alto. En cuanto el hombre pergeña cosas que no están en el Depósito Revelado, aparecen los herejes y sus herejías, los sectarios y sus sectas, lo fabuladores y amantes de las novedades.
  • Nadie niega el campo de lo subjetivo, pero tampoco puede negarse el ámbito de lo objetivo y el proceso sano de conocimiento. La inteligencia no es una facultad encerrada en sí misma sin poder de conexión con el mundo extrasubjetivo. En la mente humana se da aquello que los lógicos determinaron como las tres operaciones del espíritu, a saber, la simple aprehensión, el juicio y el razonamiento, operaciones que ayudan a comprender cómo es que desde el choque entre la mente y el ente real se van dando los conceptos, las enunciaciones y los razonamientos. Es en la segunda operación del espíritu, esto es, en el juicio, que nos topamos con el tema de la verdad, y a la verdad lógica se la ha definido como la ‘adecuación de la inteligencia a la cosa’. De modo que hay algo sano identificado con la verdad, lo cual, lo repito, implica que es la mente la que se adapta a la cosa, y hay algo no sano, que deforma, y que se da cuando se pretende contra el proceso natural de conocimiento que sean las cosas las que se adecuen a lo que uno piensa. Alguien puede antojadamente pensar que el Sol gira alrededor de la Tierra, pero no porque piense eso el Sol le obedecerá; no es el Sol el que debe adecuarse a su mente, es su mente la que, para estar en lo recto, debe adecuarse a la realidad; alguien puede pensar que lo que crece bajo tierra es la copa y lo que crece hacia el cielo son las raíces, pero no porque piense eso las copas y las raíces le obedecerán; por más que piense eso lo que crecerá bajo tierra serán las raíces y lo que irá siempre hacia el cielo serán las copas; la realidad seguirá siendo la misma y no cambiará por más que así se lo pretenda en el encierro subjetivo. Lo sano es entonces lo que se ajusta a la verdad y de eso nacerá una sana doctrina, y lo no sano, lo que no se ajusta a la verdad, conducirá a lo que es una falsa doctrina.  

ARTÍCULO 2: SI MUCHAS DOCTRINAS SON SANAS

OBJECIONES por las que parece que muchas doctrinas son sanas:

  1. Así como hay variedad de alimentos que hacen bien al cuerpo, de igual modo la variedad de doctrinas hacen bien al alma. De donde se concluye que muchas doctrinas son sanas.
  1. Cada uno tiene su verdad, y la verdad de uno no es más verdadera que la verdad de otro. A cada uno le hace bien su verdad. Por tanto, todas las doctrinas son sanas.
  1. Sabemos por la experiencia que hay multitud de opiniones entre los hombres, y mientras que uno dice blanco, otro dice negro, el otro rosa, el otro gris, etc. Dicha variedad más bien es prueba de que la inteligencia no busca una verdad, sino que queda abierta al albergue de todo tipo de ideas como cosas buenas, aún las contradictorias. Luego, lo sano no es lo uno sino lo variado.

CONTRA ESTO está lo que ha dicho San Vicente de Lerins: “el Apóstol repite con insistencia para hacer que penetre: cualquiera que os anuncie un Evangelio diferente del que habéis recibido, sea anatema (Gálatas 1, 9). No dice: si uno os predicara un Evangelio diferente al nuestro, sea bendito, alabado, acogido, sino que dice: sea anatema, es decir, separado, alejado, excluido, con el fin de que el contagio funesto de una oveja infectada no se extienda, con su presencia mortífera, a todo el rebaño inocente de Cristo” (El Conmoniotorio, Apuntes para conocer la fe verdadera, ed. Palabra, España 1976, p. 38). Y esto otro: “Anunciar a los cristianos alguna cosa diferente de la doctrina tradicional no era, no es, no será nunca lícito; y siempre fue obligatorio y necesario, como lo es todavía ahora y lo será siempre en el futuro, reprobar a quienes hacen bandera de una doctrina diferente a la recibida” (ob. cit. p. 40)

RESPONDO: Es patente que la inteligencia busca la verdad y que a nadie le agrada que le mientan. Si ponemos el caso de los mafiosos y de muchos políticos que son grandes mentirosos, comprobamos con facilidad con cuanta rabia se desatan cuando descubren que alguien les ha mentido. En el campo doctrinario, vemos que la inteligencia puede, tras reflexionar e investigar, advertir que varias elucubraciones son erróneas o engañosas, y que pueden arruinar el espíritu. Alguien puede elaborar un cuerpo doctrinario disertando sobre los beneficios de la antropofagia india; pero una sana razón mostrará con facilidad las falsedades de la práctica caníbal referida. Por tanto, no todas las doctrinas son sanas, si no que solo goza de los beneficios de ser saludable aquella doctrina anclada en la verdad revelada.

A LAS OBJECIONES:

  1. El cuerpo, solo y exclusivamente solo, puede recibir ciertas sustancias determinadas y en buen estado. Si alguien comiese un bistec con unas gotitas de cicuta con frutilla, va directo a la muerte por muy sabrosa que le resulte la cicuta. El cuerpo está diseñado para recibir solamente determinadas sustancias que son únicas más allá de los sabores, fuera de las cuales no solo no se producirá la alimentación sino que, dada su peligrosidad, podrá llevar a la muerte. De modo que por más que haya ciertas sustancias a las que algunos quieran hacerlas aparecer como alimento, no lo son. Y por analogía vamos al alma: solo el conjunto de nociones católicas conocido como sana doctrina, es verdadero alimento. Lo demás, por más que se lo quiera hacer pasar por alimento, conduce a la muerte espiritual.  
  1. Siguiendo al Filósofo, diremos que si la objeción fuera cierta, entonces sería ella misma una verdad rotunda, con lo cual se demuele así misma. Alguien podrá decir que su verdad es vivir sin respirar, pero más allá de lo que dijere, vemos que antes de que acabe de formular lo afirmado dejará de vivir precisamente por haber dejado de respirar. Una vez más entonces afirmamos que no toda doctrina es sana.
  1. Ciertamente hay variedad de opiniones; pero comúnmente se las afirma creyendo estar en lo cierto, con lo que se prueba que la inteligencia tiende a la búsqueda de una verdad, aún cuando lo opinado sea erróneo. Dicho lo anterior, debe decirse también que la opinión se distingue de la ciencia, la que, en sentido clásico, presenta un conocimiento profundo, un conocimiento cierto por las causas, donde la inteligencia se sustenta en la verdad. Agreguemos un tercer nivel: el conocimiento de la Verdad que nos viene por la luz de la fe. Y aquí como es Dios el que revela, el conocimiento que se tiene no solo es máximamente segurísimo, sino, por sobre todo otro conocimiento, sanísimo. Luego, lo sano no está en varias doctrinas sino en la indicada.   

ARTÍCULO 3: SI LA SANA DOCTRINA ES LA DOCTRINA CATÓLICA

OBJECIONES por las que parece que la sana doctrina no es la doctrina católica:

  1. Hay muchos católicos (altos jerarcas incluidos) que obran el mal, cometen públicas aberraciones, desprecian al prójimo, los inducen a la pérdida de la fe mediante nefastas enseñanzas. Si tuvieran una doctrina sana no harían lo que hacen. Luego la doctrina católica no debe identificarse con la sana doctrina.
  1. Hay quienes celebran a brazo partido lo que denominan “la extraordinaria multirreligiosidad”. Pero cada religión tiene su doctrina. Luego, esas doctrinas deben ser igualmente extraordinarias.

CONTRA ESTO está lo que ha dicho San Pio X: “Estamos ciertos que las doctrina cristiana que recibimos de la Iglesia Católica es realmente verdadera porque Jesucristo, divino Autor de esta doctrina, la confió por medio de sus Apóstoles a la Iglesia fundada por Él, a la cual constituyó Maestra infalible de todos los hombres y prometió su divina asistencia hasta el fin del mundo” (Catecismo Mayor, 8).

RESPONDO: Cristo a fundado Su Iglesia sobre Pedro: “Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. No hay más Camino que conduzca a la Vida, y no hay otra Vida fuera de ese Camino. Y esa es la única Verdad. Por eso mismo el Mesías dijo sin rodeos: “Yo Soy el camino, la verdad y la vida”. Santo Tomás enseñó: “La Iglesia es una, y hay que saber que aunque diversos hereje han inventado sectas diferentes, no pertenecen sin embargo a la Iglesia, porque están divididos en partes: en cambio la Iglesia es UNA. Lo dice el Cantar: única es mi paloma, mi perfecta (6, 8)” (El Credo Comentado, ed. Athanasius, Argentina, 1991, págs. 141 y 143); y en otro lugar añade lo siguiente: “no hay sino una sola Iglesia en la que los hombres se salvan, así como fuera del arca de Noé nadie pudo salvarse” (ob. cit. p. 145). Por tanto, fuera de la religión católica solo quedan religiones falsas, que extravían de la recta senda, que no llevan a Cristo. No pueden poseer sanas doctrinas sencillamente porque no dicen lo que Cristo ha dicho, no enseñan lo que Cristo enseñó, no conducen a la salvación eterna. Luego no pueden recibir el calificativo de ‘sanas’. San Pablo, atado a la doctrina católica, nos dice que predica a un Cristo Crucificado, y que tal predica es tenida por escandalosa por los judíos y como una locura por parte de los gentiles. Como solo la doctrina católica es la que está fundada en Cristo, luego solo ella es verdaderamente ‘sana’.

A LAS OBJECIONES:

  1. La Doctrina Católica es una cosa, las obras de ciertos hombres son otra. No puede inferirse que debido a las torpezas, perversiones y faltas de caridad de algunos hombres, la doctrina católica no sea sana. Bien sabemos que debido al pecado original estamos inclinados al mal, y quien no se hace violencia para vencerse, por más que esté guiado por la buena doctrina, difícilmente permanecerá en pie. De ahí la advertencia del Mesías: “Quien crea estar en pie cuide de no caer” (1 Corintios 10, 12); y esta otra: “Desde los días de Juan Bautista hasta ahora el reino de los cielos padece fuerza, y los que usan la fuerza se apoderan de él” (Mateo 11, 12)”.
  1. Por más que muchos hombres de iglesia hace unos años promuevan la falsa doctrina de un ecumenismo de abrazo hacia las otras religiones, dicha propaganda y práctica no es católica, sino todo lo contrario. Ni otras iglesias ni sus doctrinas tienen nada de extraordinario. Dice Santo Tomás: “La Iglesia es Santa. A este respecto, hay que saber que existe también otra asamblea, la de los malvados. De ella dice el Salmista: Odio a la iglesia de los malvados (Ps. 25, 5). Esta iglesia es mala, en cambio la Iglesia de Cristo es SANTA” (El Credo Comentado, ed. Athanasius, Argentina, 1991, p. 145). Vienen a cuenta de una mayor respuesta las palabras del eximio apologeta católica, el Cardenal Pie: “son los hombres mismos del santuario quienes deben escrutar su propia conciencia y reconocer la medida en la que han contribuido a esta desgracia y participado en este aflojamiento (…); ¿y hasta donde no fueron arrastrados algunos? Lo que se rehusaba a las doctrinas verdaderas y puras, se lo acordaba a toda clase de doctrinas nuevas y extrañas, y se intentaban lamentables amalgamas, alianza imposibles entre unas y otras (…). Una vez abierto el camino no se han detenido; se ha humanizado parejamente a los dogmas y los misterios, humanizado la moral y el culto (…). Se ha soñado no sé qué progresos, no sé qué condiciones de existencia social, fuera de la fe (…); EL SENTIDO ORTODOXO DE LOS DOGMA CATÓLICOS FUE DESNATURALIZADO, LA INTEGRIDAD Y LA PUREZA DE LA FE FUE PUESTA EN PELIGRO. Y, al repercutir necesariamente el debilitamiento o la falsificación de las doctrina sobre todo el resto, la generación moderna, en sus pensamientos, en sus obras, en su carácter, en su vida, se ha tornado vacilante, pusilánime, mediocre, tolerante para el mal más aún que para los malos, despreocupada por el error y, a veces, plena de benevolencia hacia él, por sobre todo, impotente e inhábil para el bien, incapaz de proveer a su propia estabilidad y de conjurar su ruina, incluso la material (El Orden Sobrenatural, ed. Iction, Buenos Aires, 1981, págs. 119, 120, 121, 122).

ARTÍCULO 4: SI HAY UN DEBER CONSISTENTE EN CONOCER LA SANA DOCTRINA

OBJECIONES por las que parece que no hay un deber de conocer la sana doctrina:

  1. Cristo ha dicho: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial” (Mateo 7, 21). Pero el decir parece más bien vincularse a lo doctrinario, así como el hacer se vincula con la obra. De donde se concluye que lo importante es la obra y no tanto el conocimiento de la sana doctrina.
  1. La sana doctrina la necesitan aquellos que más riesgos corren de condenación en este mundo. Ahora bien, son los laicos y no los sacerdotes los que están más en el mar agitado y expuestos a sucumbir. Luego, los laicos y no los sacerdotes tienen el deber de conocer la sana doctrina.
  1. La fe es una virtud que Dios la da al hombre. Un ejemplo lo vemos en San Pablo a quien Cristo volteó de un caballo y se le presentó en visión para que crea en Él. La Biblia nos enseña que “sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11, 6). Luego, el deber que tenemos es de obtener y conservar la fe, mas no el de conocer una sana doctrina. 

CONTRA ESTO está lo aseverado por San Pio X: “Es necesario aprender la doctrina enseñada por Jesucristo, y faltan gravemente los que descuidan aprenderla” (Catecismo Mayor, 5).

RESPONDO: No se puede querer lo que no se conoce: las cosas se hacen bien luego de que se las ha conocido bien. Un hombre interrogó a Jesucristo sobre qué debía hacer para salvarse, y el Maestro le respondió que cumpliese los mandamientos. Ahora bien, si no se sabe bien los mandamientos, si no se sabe de qué trata cada uno, mal podría cumplirse con ellos. Si no se conoce bien la doctrina fácilmente se corre el riesgo de naufragar. Si no se conoce bien la doctrina no se podrá defender la casa propia contra los embates del enemigo. San Pedro nos manifiesta: “estad siempre prontos a dar respuesta a todo el que os pidiere razón de la esperanza en que vivís” (1 Pedro 3, 15). Ahora bien, ¿qué respuesta podremos dar si no conocemos bien cuál es esa razón de la esperanza en que vivimos?

A LAS OBJECIONES:

  1. Cristo no quiere allí significar que la doctrina sea algo malo, sino que lo que está indicando es que no se tome Su nombre y sus cosas a la ligera, o, en otras palabras, lo que Él está criticando  es el hecho de que no se lo tome en serio. Muchos repiten como loros “Señor, Señor”, pero viven como se les da la gana. Es por eso que en repudio a los comportamientos farisaicos, el mismo Maestro les exhortó a sus discípulos: “Todo lo que ellos os mandaren, hacedlo, y guardarlo; pero no hagáis como ellos, porque dicen, y no hacen” (Mateo 23, 3). Se trata entonces de hacer buenas obras sin descuidar la buena doctrina.
  1. Ciertamente el laico está más en el mundo que el sacerdote y el religioso. Pero es deber principalmente del religioso el conocer bien la sana doctrina, no solo porque lo exige su estado, sino porque es él quien deberá cumplir por vocación con la enseñanza evangélica. De ahí que Santo Tomás en su libro De Regno haya dicho: “cuál es el camino para la verdadera felicidad y cuáles sus impedimentos nos es dado a conocer por la ley divina, cuya enseñanza es oficio de los sacerdotes, según aquello de Malaquías 2, 7: Los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría y de su boca ha de salir la doctrina” (ed. Athanasius, Argentina, 2016, p. 144). Dicho lo anterior, agregamos que aunque principalmente son los religiosos y sacerdotes quienes tienen el deber de conocer la sana doctrina, no quedan excluidos de ese deber los laicos, los cuales, en las medidas de sus posibilidades, han de procurar cuanto puedan el saborear la sana doctrina que es exquisito alimento para el alma. Ese deber se impone aún más en estos oscuros tiempos que nos toca vivir, en donde tristemente vemos a muchísimos obispos,  a cientos y miles de sacerdotes y religiosos navegando en las aguas del modernismo, y que, acentuando una falsa misericordia, una falsa caridad, arrastrados más bien por la sensiblería y las ansias por sumar gente a sus inventados festines, descuidan la sana doctrina como cosa vieja y digna de ser desechada, para seguir corriendo tras novedades impías y envenenadoras de almas.
  1. No se pone en discusión el deber que tenemos de conservar la fe que nos fuere transmitida. Tal es su importancia que en las Sagradas Escrituras se nos dice que “sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11, 6), y también vemos que “el justo vivirá de fe” (Galatas 3, 11). Se trata ni más ni menos que de la fe dada por Cristo, fe exclusiva, única, venida de lo alto; no es el invento de un hombre. Es mediante esa fe que uno se vuelve grato a Dios; con la fe de Él es que le agradaremos a Él. Y el católico, como vemos, debe tener un modo de vivir, y ese modo ha de ser según la fe que ha recibido, y no de otro modo. Dicho lo anterior hay que agregar que esa fe, como enseña el apóstol, viene por el oír: “La fe viene, pues, del oir, y el oir por la palabra de Cristo” (Romanos 10,17). ¿Y oír qué? La predica del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Quien tiene la autoridad para predicar, enseñar y transmitir el depósito revelado es la Iglesia Católica. Es con la sana doctrina que se conserva, se acrecienta, se fortifica esa fe recibida. Por eso el deber que se tiene tanto de conocerla, como así también, en la medida de las posibilidades de cada uno, de darla a conocer.

ARTÍCULO 5: SI LA SANA DOCTRINA ES NECESARIA PARA ALCANZAR LA SALVACIÓN

OBJECIONES por las que parece que no es necesaria la sana doctrina para salvarse:

  1. Hay quienes sostienen que uno puede alcanzar la salvación sirviéndose de cualquier religión. Pero la variedad de religiones habla de variedad de doctrinas, y alcanzar la salvación es algo bueno. Luego todas las doctrinas son buenas.
  1. Sostiene el apóstol que la ciencia infla, mas la caridad edifica. Ahora bien, la ciencia hace referencia a lo doctrinario, mientras que la caridad hace referencia a un hábito práctico; pero lo doctrinario infla. Luego no puede ser sano lo que produce hinchazón.
  1. Santiago manifiesta que lo que salva son las obras y no la fe (Santiago 2, 14). Pero la fe se relaciona a lo doctrinario. Luego, lo sano son las obras y no lo doctrinario vinculado a la fe.

CONTRA ESTO está lo que dice San Pío X: ‘Doctrina cristiana es la doctrina que nos enseñó Nuestro Señor Jesucristo para mostrarnos el camino de la salvación” (Catecismo Mayor, 4).

RESPONDO: Así como el buen alimento contribuye a la salud corporal y el malo lleva a su destrucción, análogamente la buena doctrina contribuye a la salud espiritual mientras que la mala conduce a la perdición. Esa sana doctrina se vincula estrechísimamente a la fe católica, vinculada a su vez al depósito revelado (Sagradas Escrituras y Tradición), y todo custodiado y dado como salutífero alimento por el Magisterio Infalible de la Iglesia. Esa sana doctrina también ha sido desarrollada por Santos Padres y Doctores de la Iglesia para nuestro bien. Gracias a la sana doctrina se conoce sin temor a errores cual es el camino que conduce a la salvación, de ahí la necesidad de que uno se aferre a ella. El Apóstol San Juan dice con total claridad que es el que ‘permanece en la doctrina el que tiene al Padre y al Hijo’ (2 Juan 9). Por tanto, otra doctrina inventada, o el rechazo de la verdadera que fue transmitida, o la alteración de la doctrina católica, aleja del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, lo que lleva a poner en riesgo la salvación eterna. Por si quedase dudas de lo dicho, un versículo antes el discípulo amado enseña expresamente: ‘Todo el que va más adelante y no permanece en la enseñanza de Cristo, no tiene a Dios (2 Juan v.9). Otro tanto nos dirá el Apóstol San Juan en su Primera Carta, exhortándonos a permanecer firmes en la doctrina: “Lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros. Si en vosotros permanece lo que oísteis desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. Y esta es la promesa que Él nos ha hecho: la vida eterna” (1 Juan 2, 24-25). Esto es digno de ser tenido en cuenta: que la real permanencia en el Hijo y en el Padre, está supeditada a que uno permanezca en aquello que ha oído desde el principio. Y si eso ocurre, ¿qué se nos promete? La salvación, la vida eterna.

A LAS OBJECIONES:

  1. La herejía modernista creyéndose católica, va derechamente contra lo católico. Si Cristo ha dicho: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, se sigue que no hay más caminos fuera de Él. No hay otra verdad fuera de Él ni fuera de Él hay vida. El modernismo va contra el dogma bimilenario de ‘Extra Ecclesiam nulla salus’ (fuera de la Iglesia no hay salvación).
  • El Apóstol de la gentilidad no estaba haciendo referencia  a la sana doctrina sino a la ciencia pagana a la que solo le importaba sus propias miras. Esa es la ciencia que produce hinchazón, que infla, que ensoberbece.
  • El Apóstol de los Gentiles, San Pablo, dejó escrito: “Sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11, 6). La fe es absolutamente necesaria para la salvación. Vengamos a lo afirmado por el apóstol Santiago: “¿De qué sirve hermanos míos, que uno diga que tiene fe si no tiene obras? ¿Por ventura la fe de ese tal puede salvarle? Si un hermano o hermana están desnudos y carecen del diario sustento, y uno de vosotros le dice: ‘Id en paz, calentaos y saciaos’, mas no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿qué aprovecha aquello? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta como tal. Más alguien podría decir: ‘Tú tienes fe y yo tengo obras’. Pues bien, muéstrame tu pretendida fe sin las obras, y yo, por mis obras, te mostraré mi fe. Tú crees que Dios es uno. Bien haces. También los demonios creen, y tiemblan” (Carta del Apóstol Santiago 2, 14-19). No hay ninguna oposición entre lo dicho por San Pablo y lo aseverado por el apóstol Santiago. Desde luego la fe es necesaria para salvarse, pero se trata de una fe que también se traduce en obras concretas de caridad. Cristo le dice al joven rico: “si quieres entrar en la vida, observa mis mandamientos” (Mateo19, 17). De modo que Santiago no niega lo necesario de la fe, solo que nos da el programa completo para alcanzar la salvación, esto es, fe y obras, para no terminar como los demonios que sí tienen fe, “creen y tiemblan”, pero sus acciones fueron de muerte.

ARTÍCULO 6: SI HAY QUIENES DETESTAN LA SANA DOCTRINA

OBJECIÓN  por la que parece que no hay gente que deteste la sana doctrina:

  1. Las personas no detestan los sanos alimentos. Ahora bien, por analogía, la sana doctrina es un buen alimento para el alma. Luego, cualquiera en su sano juicio no detesta la doctrina que le hace bien al alma.

CONTRA ESTO está lo que nos dice San Pablo: “Llegará un tiempo en que los hombres ya no soportarán la sana doctrina” (2 Timoteo 4, 3.)

RESPONDO: Los que obran mal, principalmente los enceguecidos por el vicio, no actúan en sus justos cabales. De ahí se sigue que es posible que no puedan soportar todo aquello que se oponga a sus prácticas y pensamientos, tal es el caso de la sana doctrina que les está marcando permanentemente su mal actuar y su mal pensar. El que primeramente despreció la sana doctrina fue Satanás; también lo hacen sus secuaces que se dejan seducir por él y sus hordas infernales, y así como tenemos la sana doctrina también se nos advierte de otra nacida del orgullo y la soberbia, de ahí que el mismo San Pablo nos diga: “Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción. Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oídos, acumularán para sí maestros conforme a sus propios deseos; y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a mitos” (2 Timoteo 4, 3). El R.P. Julio Meinvielle, que fue doctor en Filosofía y en Teología, que fue un  prolífero escritor y un virtuosísimo sacerdote, escribió advirtiéndonos sobre eclesiásticos y laicos de estos tiempos que han tenido y tienen un pronunciado desprecio (y hasta aversión) por la sana doctrina: “Renovando los intentos del modernismo, que apareció a comienzos del siglo y que fue rechazado con singular fuerza por la Pascendi de San Pio X, el Progresismo ataca todos los dogmas y la moral evangélica, pero los ataca desde dentro de la Iglesia misma. Pareciera que el enemigo hubiera logrado penetrar dentro de la Iglesia, apoderarse de los puestos de comando y desde allí trabajar su destrucción. Con el progresismo aparece un hecho inédito en la historia de la Iglesia: el proceso de autodemolición, como lo ha calificado el mismo Papa Pablo VI. Autodemolición: destrucción desde dentro por manos de la Iglesia misma. Este hecho insólito no tiene explicación si no recurrimos a la hipótesis de que los enemigos de la Iglesia han logrado franquear el recinto sagrado, penetrar en ella y desde allí efectuar esta tarea de destrucción. Porque lo normal es que una institución tienda a conservarse y no a destruirse (…). El progresismo está cumpliendo una acción destructiva que directamente se dirige, no al cristianismo, sino a la cristiandad” (se trata del Apéndice II añadido en la cuarta edición de su libro titulado El Comunismo en la Revolución Anticristiana).

A LA OBJECIÓN:

  1. Ciertamente quienes no desprecian son los que se mueven conforme a la sana razón. Pero así como vemos desequilibrios alimentarios en quienes padecen algún trastorno en su psiquismo, por analogía hay quienes no quieren saber nada con la sana doctrina conduciéndose bajo impulsos de sus propios caprichos.

ARTÍCULO 7: SI EL ODIO A LA SANA DOCTRINA TIENE PRINCIPALMENTE UNA RELACIÓN CON LOS ÚLTIMOS TIEMPOS.

OBJECIONES por las que parece que el odio a la sana doctrina no tiene una relación principal con los últimos tiempos:

  1. Mientras más progresa la humanidad más perfecta se vuelve en todo sentido. Dentro de esos sentidos ingresa la sana doctrina. Luego, el odio a la sana doctrina no tiene una especial relación con los últimos tiempos, sino que, por el contrario, ella se tornará más perfecta gracias al progreso.
  1. El “Nuevo Orden Mundial” habla de paz mundial, de amor, de fraternidad universal, incluso de una doctrina superadora de todas, que unirá a la humanidad, humanidad que habrá desterrado el odio. En cierto modo, al menos desde una perspectiva de sucesión temporal, estamos atravesando los postreros días. Luego, el desprecio a la sana doctrina no tiene relación principal a los últimos tiempos superadores de todo encono.

CONTRA ESTO está lo que nos advierte San Pablo: “El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos apostatarán de la fe, prestando atención a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios enseñadas por hipócritas impostores” (1 Timoteo 4, 1-3).

RESPONDO: Cristo mismo ha dicho que en los últimos tiempos se enfriará la caridad, y hasta llega a decir: “Pero el Hijo del hombre, cuando vuelva, ¿hallará por ventura la fe sobre la tierra?” (Lucas 18, 8). Todo lo que ha dicho Nuestro Señor o se ha cumplido o se cumplirá, pues Él es Dios, y “ni una jota ni un ápice de la Ley pasará, sin que todo se haya cumplido” (Mateo 5, 18). La humanidad ha ido avanzado hacia tiempos anticristianos, y hoy claramente estamos parados en ellos. Actualmente, incluso desde lo interno de la Iglesia, vemos que se ha pervertido la fe por obra del modernismo, y, por doquier, cunde una caridad fría y diluida. El modernismo, el conformismo, el mundanismo, el sensualismo, en fin, el liberalismo, todo eso manejado por el príncipe de las tinieblas, nos da por resultado la apostasía de la fe, el prestar atención a espíritus de engaño y a doctrinas de demonios.

A LAS OBJECIONES:

  1. Se parte de una premisa falsa, pues no necesariamente el progresar en algo implica progresar en todo lo demás. Alguien puede progresar económicamente y estar retrocediendo velozmente en cuanto a su carrera universitaria. Se puede haber progresado mucho en descubrimientos tecnológicos, energéticos, químicos, nucleares, y cuestiones de ciencias humanas. Pero en lo que hace al orden moral y teológico, no hace falta dar más pruebas que el abrir los ojos y ver, para darse cuenta del funestísimo retroceso en el que vive la humanidad entera. Y como la sana doctrina, esto es la católica, es enemiga acérrima de la inmoralidad y de todo desprecio a Dios, por eso mismo cada vez se la soporta menos y se la quiere lo más lejos posible, tanto del orden personal como del orden social.
  1. Se responde con lo dicho en la primera objeción. Por otra parte, ese denominado Nuevo Orden Mundial prescinde deliberadamente de todo orden católico, enfatizando así su desprecio y clara posición de enemistad con lo que es la sana doctrina. Por lo que se manifiesta muy patente el desprecio que últimamente todo ese Nuevo Desorden Mundial tiene para con la sana doctrina.

ARTÍCULO 8: SI EL MODERNISMO ES LA HEREJÍA QUE MÁXIMAMENTE SE OPONE A LA SANA DOCTRINA

OBJECIONES por las que parecería que el Modernismo no es la herejía que se opone máximamente a la sana doctrina.

  1. En los tiempos que corren muchos hombres de iglesia, obispos principalmente, se dedican con un gusto enorme a enseñar y practicar muchas cosas –o todas- de las que se enorgullece el Modernismo. Pero si obispos y hombres de iglesia hacen eso, no debe ser algo dañino. Luego, no se puede inferir que el modernismo tenga siquiera una oposición a la sana doctrina.
  1. El mismo modernista se encarga de decir que él mantiene una continuidad con la tradición. En prueba de eso, se ven textos redactados por ellos en los que clarísimamente se citan cosas pertenecientes a la tradición católica. Luego, el modernismo no se opone para nada a la sana doctrina católica.

CONTRA ESTO está lo que ha aseverado el Papa San Pío X: “el Modernismo es el conglomerado de todas las herejías” (Encíclica Pascendi Dominici Gregis, punto 11). Y agrega: “Si alguien se hubiera propuesto reunir en un uno, el jugo y como la esencia de cuantos errores existieron contra la fe, nunca podría obtenerlo más perfectamente de lo que lo han hecho los modernistas”.

RESPONDO: El modernismo, a diferencia de otras herejías, tiene su complacencia en atacar cuantos puntos puede de la doctrina católica. Y los ataca con la insidiosa y diabólica maniobra de camuflarse bajo pinceladas católicas. Esparce su veneno pero mostrándose con cierto ropaje católico. De ahí que su diabólica táctica le haya dado tan buenos resultados, y hoy, por tal razón, vemos a miles y millones de personas confundidas por las nefastas invenciones modernistas. Y dada su capacidad de inficionar todo con su veneno asqueroso, de allí que sea la herejía que máximamente se opone a la doctrina católica. Alguien podría decir que lo dicho es exagerado, o que hay cosas en que el modernista se presenta como seguidor fiel de la Tradición Católica, o que uno está siempre poniendo una lupa en todo, criticándolo todo. La respuesta a tales comentarios nos la da una vez más la célebre encíclica Pascendi, la que nos previno sobre los modernistas con estas palabras: “traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera sino desde dentro (…); el peligro está en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas (…). Han aplicado la segur no a las ramas (…) sino a la raíz misma, esto es, a la fe y a sus fibras más profundas (…); pasan a hacer circular el virus mortal por todo el árbol y en tales proporciones que no hay parte alguna de la fe católica donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper”

A LAS OBJECIONES:

  1.  El planteo no resiste el menor análisis. Suponer que por el hecho de ser obispos u hombres de iglesia el modernismo deviene algo bueno, es no conocer la naturaleza humana, es no conocer la Historia de la Iglesia. Así como el apóstol Judas traicionó a Cristo sin dejar por eso de ser apóstol, así también muchos eclesiásticos traicionan a Cristo en la calidad que tienen. Y es oportunísimo aquí citar lo definido taxativamente en el Concilio Vaticano I: “El Espíritu Santo no fue prometido a los sucesores de Pedro para que éstos, bajo su inspiración, proclamasen una nueva doctrina; sino para que con su asistencia conservasen santamente y expusiesen fielmente el depósito de la Fe o lo que es lo mismo la Revelación heredada de los Apóstoles” (Concilio Vaticano I, Sesión IV, c. 4, Denz-Sch. 3070).
  1. El mostrarse en algunos pasajes amigos de la Tradición Católica, de la Sana Doctrina, no quiere decir que por eso el Modernismo no se oponga a dicha Sana Doctrina, quiere decir, como quedó dicho, que precisamente esa es una de sus tácticas para engañar. En palabras de la Encíclica Pascendi de San Pio X: “Como una táctica, a la verdad, insidiosísima, de los modernistas (…), consiste en no exponer jamás sus doctrinas de un modo metódico y en su conjunto, sino dándolas en cierto modo por fragmentos y esparcidas acá y allá, lo cual contribuye a que se les juzgue fluctuantes e indecisos en sus ideas” (punto 3). No por citar un fragmento de algo católico puede deducirse que todo un texto sea católico, y tampoco se deduce que quien tal cosa hace sea amigo de la Tradición Católica. El modernista no es amigo del catolicismo. De ahí que San Pio X los fulmina diciendo: “Son seguramente enemigos de la Iglesia, y no se apartará de lo verdadero quien dijera que ésta no los ha tenido peores” (punto 2).

ARTÍCULO 9: SI DEBEMOS DESPRECIAR LAS FALSAS DOCTRINAS

OBJECIONES por las que parece que no deben ser despreciadas las falsas doctrinas:

  1. El ecumenismo nacido del modernismo predica por doquier el amiguismo interreligioso, el juntarse a orar con otros cultos, la llamada inculturación, el diálogo que no quiere mover a la conversión. Pero esos otros cultos tienen doctrinas contrarias a la católica. Luego, en razón del amiguismo, no se puede ya hablar de doctrinas falsas ni se debe despreciar las doctrinas ajenas.
  1. Siempre fue doctrina constante en la Iglesia Católica que, quienes tienen el deber principal de defender la fe católica son los obispos, de ahí que con toda propiedad se los llame pastores, pues ellos se encargan también de expulsar a los lobos. Pero en la actualidad la inmensa mayoría de los obispos no quieren expulsar lobos, sino que se ven atraídos por ellos y comparten con ellos. Por tanto, debe seguirse el ejemplo de los obispos, atento a que ellos corresponde el pastoreo.
  1. No está bien visto que un inferior se oponga a un superior que doctrinalmente está induciendo públicamente al mal. Pero un laico verdaderamente católico es un inferior respecto a un obispo que sigue al Modernismo y que es su superior. Por tanto, debe guardarse silencio y no oponerse a las falsas doctrinas promovidas por esos epíscopos.
  1. Cristo nos enseñó a ser mansos, a tener caridad, a no juzgar al prójimo, a poner la otra mejilla. Pero el detestar doctrinas ajenas parece más bien oponerse a esas enseñanzas del Mesías. Luego, no conviene atacar de falsas las enseñanzas no católicas.
  1. El estar criticando otras doctrinas huele a soberbia, a orgullo, a cuestión externa que lleva al odio. El Apóstol San Pablo exhorta a Timoteo a tener cuidado contra los hombres que tienen “un enfermizo afecto por cuestiones y disputas de palabras, de donde nacen envidias, contiendas, maledicencias, sospechas malignas” (1 Timoteo 6, 4). Luego, es de buen católico el no ponerse a criticar doctrinas ajenas.
  1. Cristo se metía a comer en casa de pecadores y no hacía polémicas doctrinales. No sería de buen católico hacer lo contrario. Luego no deben ser atacadas las doctrinas no católicas.
  1. La experiencia siempre ha mostrado que se dan muchos casos en que dos de distintas religiones, en donde uno intenta convertir al otro o ambos intentan lo mismo, no produce sino más divisiones y altercados. El camino entonces del amor no es ese, sino que más allá de cuál sea la religión de cada uno, lo importante es caminar juntos hacia una unidad común, unidad amorosa que sabe respetar las mutuas diferencias de credo. Luego, no es bueno hablar de falsas doctrinas, sino que debemos caminar hacia una unidad superadora.

CONTRA ESTO está lo que ha dicho San Francisco de Sales: “a los enemigos declarados de Dios y de su Iglesia, se les debe desacreditar todo cuanto se pueda; tales son las sectas de herejes y cismáticos, y los caudillos de ellas; porque es caridad gritar: ¡Al lobo!, cuando anda entre las ovejas, esté donde estuviere” (Introducción a la Vida Devota, capítulo XXIX De la maledicencia, ed. Guadalupe, Buenos Aires, 1946, págs. 355 y 356).

RESPONDO: Que el mal debe ser rechazado es de sentido común. Ahora bien, las falsas doctrinas hacen mal al espíritu, dañan al hombre, lo alejan del camino de la salvación haciendo que su alma corra grave peligro de condenación eterna. Por tanto, queda claro su rechazo. Así como el ingerir sustancias toxicas dañan al cuerpo, de manera análoga ingerir falsas doctrinas dañan el alma. Entonces es sumamente pernicioso lo que el modernismo pretende, eso de que las demás “religiones no son problemas sino que son soluciones”, de que “los Santos de cada confesión cristiana, plenamente unidos en la Jerusalén de allí arriba, nos abran la vía para recorrer aquí abajo todas las posibles vías de, un camino cristiano fraternal y común”; eso de que somos “caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos”. No hay santos fuera de la Iglesia Católica; las demás religiones son gravísimos problemas para la salvación de las almas, de ahí la necesidad de misionar para llevar a la conversión; solo la voz de Cristo debe ser seguida. Ha sido el Syllabus de S.S. Pío IX -que goza de infalibilidad-, el que ha condenado las propuestas modernistas indicadas. A la proposición XVI del Syllabus, responde el Romano Pontífice: “No pueden los hombres hallar la senda y consecución de su salud eterna en la profesión de cualquiera de las religiones (…). Fuera de la Iglesia Católica no hay salvación”. Y como dice el presbítero Dr. Don José Fernández Montaña en su enjundiosa y maravillosa obra “El Syllabus de Pio IX (con la explicación debida y la defensa científica de la condenación de sus ochenta proposiciones)”: “No habrá por tanto vida feliz y perdurable para quienes rechacen la religión cristiana. El que quiera salvarse, de necesidad absoluta, deberá creer en Cristo Jesús; y sin tal fe y profesión cristiana no basta la práctica de todas las religiones juntas; no la de todas las virtudes naturales aprovecha si se desprecia la voz del Evangelio” (ed. Imprenta de Gabriel L. y del Horno, España, 1905, p. 127); y agrega el sacerdote: “Por donde aparece patente que si el hombre ha de alcanzar la salud eterna y entrada en el reino de los cielos, le es indispensable creer, profesar y practicar, no cualquier religión, judía o mahometana, cismática o luterana, buena o mala, sino la sola y única religión verdadera, enseñada por Dios al mundo y predicada por su divino Verbo encarnado Jesucristo” (ob. cit. p. 128). ¡Y qué palabras ha descargado S.S. Gregorio XVI en su Encíclica Mirari Vos, en la cual reprueba y fustiga sin miramiento alguno a la “perversa opinión, propagada por todas partes con los artificios de los malos, que se puede alcanzar la salvación eterna del alma con profesar cualquier fe, con tal de tener costumbres honradas y justas (…). ”.

A LAS OBJECIONES:

  1. El falso ecumenismo, al ser una invención modernista, debe ser atacado como una de las principales pestilencias de estos tiempos. Confunde a las almas, las extravía del recto camino, les sugiere que pueden hallar la salvación en otros cultos, en otras religiones. Ese amiguismo que muchos aplauden desde dentro de la Iglesia en relación con las demás religiones, no es católico, nunca lo fue y nunca lo será. Tenemos el deber de atacar ese engaño. S.S. León XIII exhortaba: “Se debe evitar familiaridad con los que se esconden bajo la máscara de la tolerancia universal, de tener respeto a todas las religiones” (Encíclica Custodi Di Quella Fede).
  1. San Pablo ha dicho que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5, 29), y que si “un ángel o alguno de nosotros enseñase algo distinto a lo enseñado, sea anatema” (Gálatas 1, 8). De modo que si lo que enseña públicamente un obispo es contrario a la sana doctrina católica, no merece obediencia. Retomando el tema del ecumenismo modernista, es una invención nunca antes vista. Sin embargo cientos y cientos no quieren verlo. Aunque San Pablo es completamente taxativo con lo que está diciendo, muchos parecen no querer escuchar esas palabras paulinas de inspiración divina, y siguen escondiéndose cobardemente en erróneas interpretaciones deformadoras de la virtud de la obediencia, negándose a ver que en la referida virtud se puede pecar tanto por exceso como por defecto. El pastoreo episcopal tiene entre sus misiones expresas el expulsar al lobo, el señalarlo, el atacarlo, y jamás ingresó en los deberes pastorales el tranzar con los lobos, el presentar como respetables sus doctrinas.
  1. Si algún joven va de camino con un buen custodio, al ver venir al lobo se siente protegido por su custodio y deja a dicho guardián el expulsar al lobo; pero si ese muchacho va de camino con quien cree que es su custodio, mas dicho hombre se pone del lado del lobo y ambos así quieren dañar al chico, se sigue, por sentido común, que él  deberá defenderse ahora de dos: de dos lobos. Tiempos hubo en los que muchos eclesiásticos se extraviaron en conjunto, tal es el caso de lo que sucedió en épocas del arrianismo o de lo que sucedió con los obispos que abrazaron el anglicanismo siguiendo a Enrique VIII. Se transformaron en lobos deliberadamente. Cualquier católico con la debida instrucción está facultado para gritar al lobo, y lo está principalmente bajo el amparo del sacramento de la confirmación, puesto que dicho sacramento nos hace soldados de Cristo. Esto es doctrina olvidada pero es doctrina católica de la más sólida, y hoy tiene más actualidad que nunca, dado que el silencio cunde principalmente por parte de quienes estando llamados a la defensa del catolicismo, esto es, los obispos, no lo hacen. De modo que un laico católico puede acusar a un obispo que hace prédica pública del modernismo, ya que aunque inferior uno y superior el otro, el soldado de Cristo se debe primero a Dios y a sus cosas. Santo Tomás nos recuerda que gracias a la confirmación, el bautizado “obtiene el poder para combatir la lucha espiritual contra los enemigos de la fe”, y también nos enseñó que “luchar contra los enemigos visibles, cuales son los perseguidores de la fe, confesando el nombre de Cristo, compete a los confirmados, los cuales han alcanzado ya la edad viril, como dice la Escritura: ‘os escribo, jóvenes, porque sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros y habéis vencido al maligno” (3 q. 72 a. 5). No es de extrañarse que el modernismo haya tornado inútil el sacramento en cuestión, pues no quiere soldados que combatan a quienes dicho modernismo desea ardorosamente abrazar: a los enemigos de la fe; de ahí que dicho modernismo se constituya en un grandísimo enemigo de la fe.   
  1.  Manso no significa no gritar al lobo y su herejía, quien eso hace es más bien débil y cobarde; Cristo fue manso pero supo oportunamente echar a latigazos a quienes estaban convirtiendo la casa de Dios en cueva de ladrones. Caridad no significa dejar que el prójimo expanda errores por doquier, eso es estar oponiéndose a la obra de misericordia consistente en dar consejo al que yerra. Cristo, Caridad misma, denunció a los fariseos como raza de víboras. No juzgar no significa darse aires de bobo dando carta de ciudadanía a las falsas doctrinas, eso es más bien ser un infrahumano. Poner la otra mejilla no quiere decir abrazarse al mal público que envenena almas, eso es sensiblería modernista. Recordemos los de San Francisco de Sales: “a los enemigos declarados de Dios y de su Iglesia, se les debe desacreditar todo cuanto se pueda”.
  1. De lo que San Pablo nos previene es de caer en enfermizas disputas, palabrerías hueras, donde están en juego cuestiones mundanales que no solo no conducen a nada bueno, sino que generalmente llevan a finales muy peligrosos. Por eso él mismo aclara: “Si uno enseña otra cosa y no se allega a las palabras saludables de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que es según la piedad” (1 Timoteo 6, 3). Lo que se reprende claramente es “enseñar otra cosa”, mas no el enseñar o censurar falsedades usando la sana doctrina. Para que no queden dudas sobre lo aquí aseverado, es el mismo San Pablo quien nos lo confirma así: “Predica la Palabra, insta a tiempo y a destiempo, reprende, censura, exhorta con toda longanimidad y doctrina” (2 Timoteo 4, 2). Y en la Carta a Tito insistirá: “hay muchos rebeldes, vanos habladores y embaucadores (…). Por tanto repréndelos severamente, a fin de que sean sanos en la fe y no den oídos a fábulas judaicas” (Tito 1, 10-14).
  1. A la cuestión moral, diremos que Cristo no aprobaba el pecado, Él siempre quiso la conversión del pecador (“vete, y no peques más” le dice a la Magdalena). Lo vemos yendo en búsqueda del pecador para convertirlo. Tocante a la cuestión doctrinal, vemos que Cristo enseñó siempre Su doctrina, corrigiendo a los que querían desviarla. Los modernistas con su falso ecumenismo hacen algo muy distinto: generan encuentros amicales con otras religiones sin pretender polemizar, sin criticarlas, sin señalarlas como obras de lobos que extravían a los espíritus poniéndolos en grave peligro de condenación eterna. Contra tales prácticas nos previno San Juan: “si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina (la recibida de Cristo), no le recibáis en casa” (2 Juan 10). Traducido al hoy: “no hagáis encuentros ecuménicos interreligiosos”. Comentando el citado texto bíblico, el sapientísimo exegeta, Monseñor Juan Straubinger, nos dice: “tal conducta no es falta de caridad sino prudencia y respeto por la fe. El que recibe a los que hacen profesión de mala doctrina se hace cómplice de ella”. ¡Qué cantidad de altos eclesiásticos vemos hoy poniendo en un pie de igualdad a la verdad con el error, orando con promotores de falsas religiones, permitiéndoles ante sus narices que esparzan sus perniciosas doctrinas!
  1. Cristo ordenó: “Id por el mundo entero, predicad el Evangelio a toda la creación. Quien creyere y fuere bautizado, será salvo; más quien no creyere, será condenado (Marcos 16, 15-16). Y Cristo afirmó: “Y Yo, te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del abismo no prevalecerán contra ella (Mateo 16, 18)”. Una vez más nos encontramos con esto: Que se debe predicar el Evangelio de Jesucristo a todas las gentes; no se nos dice que dejemos al no católico permaneciendo tranquilo en la enseñanza que le ha dado su credo. Nos encontramos con que quienes no creen en Cristo se condenarán; no se nos dice que hagamos alianzas amorosas superadoras, porque total en donde esté cada uno allí hallará la salvación. Nos encontramos que Cristo fundó una Iglesia, una sola no varias, y la fundó sobre Pedro; no se nos dice que hay varias iglesias divinas en las cuales podamos hallar la salvación. Por tanto, hay que misionar, hay que predicar el Evangelio de Jesucristo para que Él sea conocido y su Iglesia también; hay que rezar por las conversiones. Y que las piedras del camino no signifiquen abdicaciones, y mucho menos que se transformen en motivos para elucubrar invenciones caprichosas venidas del infierno. Que allí donde no se nos quiera oír San Pablo nos dejó el remedio: “Al hombre sectario, después de una y otra amonestación rehúyelo, sabiendo que el tal se ha pervertido y peca, condenándose por su propia sentencia” (Tito 3, 10).

ARTÍCULO 10: SI URGE VOLVER A ESTUDIAR A SANTO TOMÁS DE AQUINO

OBJECIONES por las que parece que no es conveniente volver a estudiar a Santo Tomás de Aquino:

  1. Todo lo perteneciente a un pasado ya bastante remoto debe ser dejado de lado por devenir retrogrado, inaplicable, no conforme a los nuevos tiempos. Ahora bien, lo de Santo Tomás de Aquino pertenece ya a un pasado lejano, basta pensar que viene del siglo XIII. Luego, no debe estudiarse en estos tiempos a Santo Tomás de Aquino.
  1. Lo estancado huele a podrido, a muerte, a lugar donde no hay vitalidad. Pero todo lo de Santo Tomás de Aquino hoy está estancado. Luego no debe estudiarse una doctrina que hoy deviene muerta.
  1. Las enseñanzas de Santo Tomás se oponen al modernismo. Pero hoy la inmensa mayoría de los obispos siguen al modernismo. Luego no ha de estudiarse a Santo Tomás de Aquino.
  1. Si el estudio de Santo Tomás fuera realmente efectivo, no veríamos a muchos que se dicen sus seguidores practicando el modernismo sin inmutarse. Luego, no tiene sentido en estos tiempos estudiar a quien ni siquiera los que se dicen sus discípulos siguen debidamente.

CONTRA ESTO está lo que expresó S.S. León XIII: “entre los Doctores escolásticos brilla grandemente Santo Tomás de Aquino, Príncipe y Maestro de todos, el cual, como advierte Cayetano, «por haber venerado en gran manera los antiguos Doctores sagrados, obtuvo de algún modo la inteligencia de todos». Sus doctrinas, como miembros dispersos de un cuerpo, reunió y congregó en uno Tomás, dispuso con orden admirable, y de tal modo las aumentó con nuevos principios, que con razón y justicia es tenido por singular apoyo de la Iglesia católica; de dócil y penetrante ingenio, de memoria fácil y tenaz, de vida integérrima, amador únicamente de la verdad, riquísimo en la ciencia divina y humana, comparado al sol, animó al mundo con el calor de sus virtudes, y le iluminó con esplendor. No hay parte de la filosofía que no haya tratado aguda y a la vez sólidamente: trató de las leyes del raciocinio, de Dios y de las substancias incorpóreas, del hombre y de otras cosas sensibles, de los actos humanos y de sus principios, de tal modo, que no se echan de menos en él, ni la abundancia de cuestiones, ni la oportuna disposición de las partes, ni la firmeza de los principios o la robustez de los argumentos, ni la claridad y propiedad del lenguaje, ni cierta facilidad de explicar las cosas abstrusas.” (Encíclica Aeterni Patris).

RESPONDO: La monumental obra de Santo Tomás de Aquino presenta una exposición doctrinal, una claridad, una precisión, una sistematización, una universalidad, una unidad y una profundidad, que descolla de singular manera sobre las obras de otros autores católicos. No es vano se lo denominó el Doctor Angélico, pues fue tal su espíritu, su capacidad intelectual, que más que la mente de un hombre parecía poseer la inteligencia de un espíritu angelical. La Suma Teológica, la Suma Contra los Gentiles, la Catena Aurea, el libro titulado De Regno, solo por citar algunas de las célebres obras del Aquinate, tienen una actualidad plena, por la sencilla razón que trae fundamentos esenciales, universales, y nada más conveniente para una época inmersa en las tinieblas y la confusión, que las obras de un Santo Doctor que desborda de luz y claridad.

A LAS OBJECIONES:

  1. No hay ninguna razón válida para dejar de lado algo del pasado por el solo hecho de que fuere formulado en el pasado. Hay cosas pretéritas que sí deben dejarse de lado por devenir completamente inútiles en el presente, y así, un odontólogo que en estos tiempos puede sacar una muela usando de anestesia y pinzas sofisticadas, no tiene porqué utilizar una tenaza y extraer sin anestesia. Pero si hay cosas que dado su desarrollo y profundización no se han visto superadas en el presente, y ese es el caso con las obras de Santo Tomás de Aquino. Es una gigantesca estupidez el dejarlas de lado invocando superfluamente que se trata de algo viejo. Santo Tomás de Aquino constituye para esta decadente modernidad un remedio exquisito para curarse de falsas doctrinas.   
  1. No se puede jamás comparar a un inmenso tesoro con un estanque en estado de putrefacción. ¡Nunca! A un riquísimo tesoro se le podrá sacar provecho, mas, quien no lo haga, no perjudicará al tesoro, en todo caso se perjudicará él mismo. Santo Tomás de Aquino y todas sus obras son un tesoro maravilloso, sin parangón, de modo que quien recurra a él siempre saldrá beneficiado; son quienes no lo hacen los que saldrán perjudicados; son ellos, paradójicamente, los que, por no servirse de ese manantial de verdad y vida, van corriendo el riesgo de estancarse, de caer en el riesgo de seguir postulados que deforman la inteligencia, al grado de podrirla, pervertirla, destruirla. De ahí que San Pio X insistiera: “cuando prescribimos que se siga la Filosofía escolástica, entendemos principalmente aquella que enseñó Santo Tomás de Aquino (…). A los obispos pertenecerá urgir y exigir, si en alguna parte se hubiere descuidado en los seminarios, que se observe en adelante, y lo mismo mandamos a los Superiores de las Órdenes religiosas. Y a los maestros exhortamos a que tengan fijamente presente, que el apartarse del doctor de Aquino, es especial en las cuestiones de metafísica, nunca dejará de ser de gran perjuicio” (punto 13, a).
  1. Siendo el Modernismo una herejía, la misma no debe ser seguida, por más que todo el mundo la siga, por más que todos los obispos y sacerdotes existentes abracen lo que otrora fuera condenado por la Encíclica Pascendi de San Pío X y por el Syllabus de S.S. Pío IX. Tiene su lógica que a dicho Modernismo le cause repulsión lo que huele a Santo Tomás de Aquino, porque ellos no encajan en la doctrina del aquinatense sino que se ven condenados por la misma. Sobre ese Modernismo que rechaza la doctrina de Santo Tomás de Aquino, hacemos caer las palabras de S.S. Inocencio VI invocadas por S.S. Leon XIII: “y siempre será sospechoso de error el que la impugnare» (Encíclica Aeterni Patris).
  1. Ciertamente hay algunos que estudian a Santo Tomás, pero practican cosas que el mismo Doctor Angélico fulminó y cosas que se oponen radicalmente a lo enseñado por el Aquinate. Pero sería un grave error concluir que debido a tal hecho debe abandonarse el estudio de tamaño tesoro. No solo hay muchos que lo estudian y lo siguen debidamente, sino que incluso esos mismos que lo tratan pero que no hacen lo que él enseñó, quizá en algún momento obtengan luces suficientes para pasar de lleno a practicar sin ambages lo que el sapientísimo doctor elucidó sin oscuridades. Para ilustrar un poco más lo sostenido, tenemos el ejemplo de lo que ocurre con la obediencia. Hay quienes se dicen seguidores de Santo Tomás pero predican, insisten e insisten, machacan con obstinación una suerte de obediencia ciega; y tal cosa jamás fue enseñada por el Angélico. Por el contrario notemos qué dice él. Pone una objeción como admitiendo de momento la obediencia ciega pero luego la rechaza. La objeción dice: “Así como los religiosos en su profesión hacen votos de castidad y de pobreza, así también de obediencia. Pero el religioso está obligado a guardar castidad y pobreza en cuanto a todas las cosas; luego, igualmente en cuanto a todo está obligado a obedecer”. Mas la respuesta verdadera es contundente, y dice: “Contra esto –la objeción– dícese (Act. 5, 29): es menester obedecer a Dios antes que a los hombres. Pero algunas veces los preceptos de los superiores son contra Dios. Luego, no en todas las cosas deben ser obedecidos” (Suma Teológica, Tomo XII, ed. Club de Lectores, Buenos Aires, 1949, Cuestión CIV De la Obediencia, Artículo V). Y en el mismo artículo V que trae lo expuesto, leemos que no hay que obedecer cuando se trata de algo “contra Dios o contra la profesión de la regla, porque tal obediencia sería ilícita”. Y a esta mala obediencia Santo Tomás la llama “indiscreta, que obedece aún en las cosas ilícitas”.  

ARTÍCULO 11: SI LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA ABORRECE LAS FALSAS DOCTRINAS

OBJECIONES por las que parecería que la Santísima Virgen María no aborrece las falsas doctrinas:

  1. La Madre de Dios ha sido concebida sin pecado original. Pero aborrecer parece más bien un movimiento anímico pecaminoso de odio. Luego, María Santísima no puede aborrecer.
  1. A María se la llama Refugio de Pecadores. Pero las falsas doctrinas son propagadas por pecadores. Luego, María Santísima también es refugio de otras doctrinas además de la católica.
  1. En la aparición de La Salette, la Virgen María llegó a decir que Roma perdería la fe y se volvería la sede del anticristo, aparición que la Iglesia Católica aprobó. Por su parte, las Sagradas Escrituras nos han dicho que Cristo le manifestó a Pedro: “he rezado por ti para que tu fe no desfallezca”. Por tanto, o la Virgen y la Iglesia no se equivocan en lo que sostienen y las Sagradas Escrituras engañan, o las Sagradas Escrituras están en lo cierto y quienes engañan son la Virgen y la Iglesia, deviniendo estas últimas en promotoras de falsas doctrinas. Ahora bien, como la Biblia no puede engañar porque es la Palabra de Dios, se sigue que quienes engañan son la Virgen María y la Iglesia Católica, estando en estas últimas las falsas doctrinas. Luego, no se aborrece la posición que uno sostiene.

CONTRA ESTO está lo que canta la Iglesia en el Oficio de la Santísima Virgen María: “Alégrate, oh Virgen María, porque sólo tú has vencido todas las herejías en el mundo”.

RESPONDO: Debe decirse que nadie más que la Madre del Salvador imita de manera única e inalcanzable a su mismísimo Hijo. Ahora bien, Cristo ama a la Iglesia por Él fundada, y ama a la doctrina también dada por Él, y, luego de Él, nadie más que Su Madre le sigue en amor a la Esposa del Cordero y a las enseñanzas donde se sustenta. Y así como Cristo aborrece todo error fuera de Su doctrina, nadie le sigue en eso más que María.

A LAS OBJECIONES:

  1. No siempre el acto de aborrecer es algo malo. Pecan, por ejemplo, quienes tienen odio a Dios y a Sus cosas; pecan quienes debido a la asedia tienen tristeza y desprecio por quienes gozan de los bienes divinos; pecan los que aborrecen al prójimo y les desean el mal. Pero no pecan aquellos que aborrecen el mal, sino que, por el contrario, tal movimiento del espíritu es virtuoso. Y así como Cristo Dios aborreció lo que hacían los que transformaron la casa de Dios en cueva de ladrones y los expulsó a latigazos, así también María Santísima aborrece toda doctrina malsana que daña a las almas de los hombres.
  1. Se le llama a la Madre del Salvador Refugio de Pecadores, no en el sentido de que Ella sea una consentidora de pecados, una suerte de Jefa que está aliada a los pecados de los refugiados, sino en el hermoso sentido, de qué, sabiendo ella que somos pecadores, seres de barro inclinados al mal, nos quiere atraer a Ella por su misericordia, moviéndonos siempre al arrepentimiento y a detestar los pecados. También es Refugio en el sentido de protección nuestra, pues siendo como somos seres débiles y que permanentemente estamos en esta tierra de penurias expuestos a los embates del demonio, del mundo y de la carne, nada mejor que tener contra esos enemigo a una muralla segurísima e infranqueable como lo es nuestra amadísima Madre.
  1. Debe decirse antes que nada que María Santísima nos dio en esta tierra a la Palabra, al Logos, al Verbo que en Ella se ha encarnado. Cristo hecho hombre es la Palabra Mariana. María hace en todo la voluntad de Dios, y de un modo perfectísimo, sublime, único. Cristo condena toda doctrina extraña al decirnos concretamente que “quien no está conmigo está contra mí”; y siendo que María está con Cristo, también están contra ella los que de Cristo y su doctrina se apartan. Lo que ha condenado Cristo otro tanto ha condenado María, y si el Mesías ha dicho sirviéndose de San Judas, que debemos luchar “por la fe, que ha sido transmitida a los santos de una vez por todas, porque se han infiltrado algunos hombres impíos que tornan en lasciva la gracia de nuestro Señor Jesucristo y reniegan del único Soberano y Señor nuestro Jesucristo (Carta de San Judas 3-4), Su Madre quiere exactamente lo mismo que  pide el Hijo. Por tanto hay que luchar por la fe con la caridad, oponiéndose a los infieles, a los herejes. A lo largo de los siglos hemos visto a la Reina del Cielo y de la Tierra luchando contra las herejías, por caso cuando la Cristiandad triunfó en la batalla de Lepanto contra los turcos, gracias al rezo del Santísimo Rosario. Tocante a lo de La Salatte, estamos en presencia de una revelación privada. Aún así, debe decirse que la aparente oposición es solo mera apariencia y nada más. La Virgen María en La Salette se refiere a los hombres de iglesia de una Roma de una época que entiendo estamos viviendo y que esparce sus errores por todos lados, mas no a la Roma Eterna, la Roma universal, la Roma del catolicismo. Y en ese sentido no hay ninguna oposición entre la Biblia y la aparición mariana. Conviene precisar qué significa eso de que Cristo rezó por Pedro para que su fe no desfallezca. ¿Cómo conciliar eso –dirá alguien- con el hecho de que se ven Papas decir cosas contrarias a la fe? Otro dirá que todo lo que un Papa diga  es acorde a la fe, debido a que Cristo así lo aseguró. Un químico actuará bien como químico cuando hace lo que debe hacer conforme a las exigencias de la química; pero el químico no actuará conforme a la química si se aparta deliberadamente de las exigencias químicas. Podrá ser todo lo químico que desee sacando a relucir su matrícula profesional, pero si le dice a la gente que acaba de hacer un nuevo comestible usando un 75% de nitrato de potasio, un 15% de carbón y un 10% de azufre, por más que se empeñe en decir que eso es un nuevo comestible estará entregando un explosivo. Y aquí viene el gran punto en el que tantos caen. Cuando Cristo le dice a Pedro que ha rezado por él para que su fe no desfallezca, lo hace viendo en Pedro a la Iglesia Universal del que él es la cabeza visible. Cristo no aseguró que las invenciones pontificias fuera del depósito revelado ingresaban en la fe, de ahí que un santo como San Roberto Belarmino haya dicho que “así como legal resistir al papa si asaltara la persona de un hombre, es lícito resistirlo si asalta las almas o perturba al estado o se esfuerza por destruir la Iglesia”. Me pregunto: si fuera imposible que un Papa dijere cosas contrarias a la fe, ¿cómo entonces la Iglesia nos puede proponer como Doctor de la Iglesia a un hombre que habría dicho algo contrario al Evangelio? ¿O cómo la misma Iglesia propone en las Letanías de los Santos un ruego que dice “para que te dignes conservar en la santa religión al Sumo Pontífice y a todos los órdenes de la jerarquía eclesiástica? ¿Para qué decir eso si fuere verdad que el papa como particular no podría apartarse de la fe? ¿Y qué ha dicho otro Doctor de la Iglesia llamado San Vicente de Lerins? En referencia a las palabras paulinas que dicen que “aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os predicase un Evangelio diferente del que nosotros os hemos anunciado sea anatema”, manifestó con absoluta claridad y sin rodeos: “¿Y por qué dice San Pablo aun cuando nosotros mismos y no dice aunque yo mismo? Porque quiere decir que incluso si Pero, o Andrés o Juan, o el Colegio entero de los apóstoles anunciasen un Evangelio diferente del que os hemos anunciado sea anatema. Tremendo rigor, con el que, para afirmar la fidelidad a la fe primitiva, no se excluye ni así mismo ni a los Apóstoles” (El Conmonitorio – Apuntes para conocer la fe verdadera-, ed. Palabra, Madrid, 1976, p. 37). Y, una vez más, si un Papa en lo personal no podría apartarse de la fe, otro Doctor de la Iglesia declarado como tal por la mismísima Iglesia, habría estado difundiendo algo contrario al Evangelio y la Iglesia nos estaría proponiendo que sigamos a alguien cuya doctrina es engañosa. De modo tal que los que en realidad no están centrando correctamente la cuestión papal son quienes no hacen las debidas distinciones. Y para echar aún más luz sobre lo aquí expuesto, prestemos atención a lo que nos enseñó Santo Tomás: “la fe de la Iglesia Universal no puede fallar, según afirma el Señor: Yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe” (II, II, q.2, a.6, respuesta a las tercera y la última objeción). Se trata entonces de la fe de Pedro como Iglesia Universal, y no de Pedro en cuanto dice novedades que no son de la Iglesia Universal, sino de él mismo, pura y exclusivamente de cosecha personal, como ser, por caso, que sostenga que hay salvación en otras religiones. Nada de oposición entonces: la Virgen en La Salette dijo también que muchos “abandonarán la fe, y el número de sacerdotes y religiosos que apostatarán de la verdadera religión será grande; entre estas personas se encontrarán también obispos”, y en las Sagradas Escrituras leemos: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá (Cristo) sin que antes venga la apostasía, y hacerse manifiesto el hombre de iniquidad, el hijo de perdición; el adversario, el que se ensalza sobre todo lo que se llama Dios o sagrado, hasta sentarse el mismo en el templo de Dios, ostentándose como si fuere Dios” (2 Tesalonicenses 2, 3-4). Por todo lo anterior, concluimos que la Reina Inmaculada, María Santísima, no sostuvo nada contrario al Evangelio, y así como su enseñanza es evangélica, Ella aborrece las falsas doctrinas que destruyen la fe, vengan de quien vengan. La Madre del Salvador nos dijo en La Salette: “Que vuestro celo os haga hambrientos de la gloria de Dios y de la honra de Jesucristo. Pelead, hijos de la luz, vosotros, pequeño número que ahí veis; pues he aquí el tiempo de los tiempos, el fin de los fines”.
Tomás I. González Pondal
Tomás I. González Pondal
nació en 1979 en Capital Federal. Es abogado y se dedica a la escritura. Casi por once años dictó clases de Lógica en el Instituto San Luis Rey (Provincia de San Luis). Ha escrito más de un centenar de artículos sobre diversos temas, en diarios jurídicos y no jurídicos, como La Ley, El Derecho, Errepar, Actualidad Jurídica, Rubinzal-Culzoni, La Capital, Los Andes, Diario Uno, Todo un País. Durante algunos años fue articulista del periódico La Nueva Provincia (Bahía Blanca). Actualmente, cada tanto, aparece alguno de sus artículos en el matutino La Prensa. Algunos de sus libros son: En Defensa de los indefensos. La Adivinación: ¿Qué oculta el ocultismo? Vivir de ilusiones. Filosofía en el café. Conociendo a El Principito. La Nostalgia. Regresar al pasado. Tierras de Fantasías. La Sombra del Colibrí. Irónicas. Suma Elemental Contra Abortistas. Sobre la Moda en el Vestir. No existe el Hombre Jamón.

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