Notas Post-Navideñas, editorial de Maureen Mullarkey

Nos complace presentar a Maureen Mullarkey, nueva colaboradora ocasional de Rorate Caeli quién, cuando su tiempo lo permita (esperamos que muy frecuentemente), contribuirá a dar voz a los laicos católicos en lo que podemos llamar El Arte y la Modernidad, como parte de los temas que presentamos en este blog.

Gracias, Maureen y… ¡bienvenida al equipo!

El hombre despreciable que ama las cosas relacionadas con el origen, pero mantiene las fiestas de cumpleaños.
Orígenes

No es del todo cierto que no hay nada nuevo bajo el sol. Tú y yo sabemos que nosotros somos nuevos. Cada generación es nueva bajo el sol; y todo empieza otra vez. Nos es difícil imaginar “es ahora y siempre será así” como si nada pudiera diferir sustancialmente de como somos ahora.

Eugene Grasset, Ángeles preparan la comida para María y Jesús. Portada de L'Illustration, Christmas issue, 1893
Eugene Grasset, Ángeles preparan la comida para María y Jesús. Portada de L’Illustration, Christmas issue, 1893

Es fácil olvidar que la Navidad, tal y como la conocemos, el algo reciente. En la Iglesia Primitiva no se celebraba. En los dos o tres primeros siglos, los cristianos entendían que eran Pueblo de la Pascua, perseguidos por ser los herederos de la promesa de la Resurrección. La muerte y la resurrección de Jesús fueron el corazón de la fe. Dentro de una comunidad, marcada por el martirio, la fecha de la muerte era lo que se conmemoraba. La muerte marcaba el día de iniciación en la vida eterna, en el sorprendente misterio de la victoria de Cristo sobre la muerte.

Ausente la Resurrección, no tenían en cuenta las palabras de Jeremías: “Maldito sea el día en que nací”. Orígenes enfatizó en este tema:

De ningún santo se ha dicho que celebrara el día o hiciera una gran fiesta el día de su nacimiento. No hubo júbilo el día en que nació su hijo o su hija. Sólo los pecadores se regocijan de este modo el día del nacimiento.

Se duda de si, antes del siglo cuarto, hay evidencias escritas de alguna celebración anual de la Navidad el 25 de diciembre.  No fue hasta el siglo cuarto, que la recién creada Cristiandad avanzó hacia el norte, desde Jerusalén al norte de África y el Mediterráneo, hasta el centro y el norte de Europa, encontrando a su llegada la costumbre de celebrar comidas, en los festivales de invierno pre-cristianos.

2-Saturnalia
Saturnalia. Portal de los Meses (s. XII d. C.) Catedral de Ferrara

La Saturnalia romana es una de las más conocidas. Cada 17 de diciembre, del antiguo calendario juliano, el Foro romano ofrecía sacrificios a Saturno, en una complicada celebración de renacimiento y regeneración. Los tres días siguientes, y algunos más, se dedicaban al juego: fiestas, banquetes, procesiones callejeras, hogueras. La gente iba casa por casa ofreciendo regalos. Los edificios y las casas se decoraban con laurel y  velas en lasa ramas de los arbustos. Eran, en palabras del Diccionario Clásico de Oxford: “los mejores días”.

Los papeles cambiaron completamente animados por el espectáculo. Predecesores de los “obispillos”[1] de las celebraciones navideñas medievales, se escogían niños y se les disfrazaba de Reyes para los festejos. Las Saturnalias proporcionaron el modelo para las Victorianas, lo que hoy aún consideramos como la Navidad tradicional.

Así que, por favor, dejemos de quejarnos por la comercialización de la Navidad. Todas esos envoltorios y compras febriles con que nos deleitamos aún lamentándonos, son un tributo, hasta cierto punto, a la cornucopia de las fábricas modernas, que nos permiten hacernos regalos. Y otra cosa más: es un placer del carnaval de invierno, aunque sea pagano y frenético. Disfrútenlo.

3-preparandolacena
[Walter Crane, Preparando la Navidad (circa 1875)]
Estamos amenazados por nuestra propia debilidad, no por las compras. A lo que debemos estar atentos, es a la falta de entusiasmo que se produce en estos días. Navidad, además del regocijo que es natural en ella, presenta un paisaje con signos muy claros del declive religioso. Ciertamente, hay una pálida influencia cristiana. La máquina consumista de Navidad es un blanco fácil: pero no es para preocuparse. En realidad, hay un creciente desconcierto acerca de Navidad y aumenta la hostilidad hacia ella.

¿Qué tienen de bueno las Saturnalias para alentarlas? ¿Qué vienen con cautela y prevención? Este año, incluso la música secular de Navidad se fue perdiendo en los negocios locales. Toda la música de fondo de los centros comerciales, las consultas de los dentistas, las peluquerías e incluso, en los ascensores, la más habitual se interrumpe sólo ocasionalmente -muy ocasionalmente-, con el Jingle Bells o alguna sobre Rudolph. Usted supo que las cosas cambiaban cuando al sonar Celine Dion cantando I’m Your Angel le daban ganas de arrodillarse.

4-PapaNoel
Rie Cramer. Papá Noel, postal (circa 1906)

Mire su correo de Navidad. Sólo hay un Niño, cuyo nacimiento celebramos el Día de Navidad; una Persona que está por encima de todas las demás. Pero, ¿cómo lo sabrá por las postales que llegan más como auto-bombo que como una felicitación? Cada año trae un gran número de auto-celebraciones familiares, instantáneas convertidas en tarjetas de Navidad. Algunas están impresas comercialmente (Amor, Laura, Esteban, Emilia y Amanda en Palatino o en Times New Roman). Otras están sacadas bonitamente del ordenador personal.

Aquí están los Donaldson, bajo el agua con las escafandras y los aparejos, en algún lugar de Costa Esmeralda, cerca de Pensacola. Estos son los Edwards, bien alineados cada uno en su lugar, en las playas de Carolina del Norte. Los Youngs están en su patio con el perro nuevo. Los Walstons mandaron un selfie desde sus vacaciones en Islandia (¡hermosa fumarola!). Los Leverings posaron en la base de la columna de Nelson, en Trafalgar Square, el último septiembre. Los dos hijos de Taylor se ven hermosos en el poni. Los tres chavales Hennelly posando para la cámara con sus máscaras de Pokemon.

Volviendo de la playa en algún lugar cálido y agradable con los Olsens (¿Son las Maldivas o costa Rica?). Ahora, otra escena de playa de los Sullivans con las cazadoras; y agarrados de las manos en las dunas azotadas por el viento (¿No volvieron a Nantucket este año?). No olvidemos a los Russos, sonriendo ante su Range Rover con Cathedral Rock a sus espaldas (¿También habéis ido a Sedona, verdad?). No olvidemos que los Rausches estuvieron en Tailandia este verano, aquí están fotografiados delante del Santuario Wat Umong. Justo encima, imprimieron su firma con un mantra budista: Todas las cosas aparecen, existen y expiran.

Feliz Navidad.

5-Eugene Grasset
Eugene Grasset, Póster publicitario de Navidad en Harper’s (circa 1894)

Nuestra Navidad contemporánea se desmorona a trozos y por momentos. Algunas personas todavía se saludan con un Feliz Navidad, pero las palabras han caído a un uso propio de la estación por acción de la cultura. Los dueños de los negocios han sido los primeros en saltarse las normas gorjeando Felices Vacaciones. Si un cliente les saluda con un Feliz Navidad, la mitad de las veces bajan los ojos; bajan la cabeza murmurando: Igualmente.

Me reía conmigo misma, imaginando la respuesta (al carnicero, al panadero, al librero, en Starbucks o al funcionario del ayuntamiento) a un sonoro: “¡Y unas felices y malditas vacaciones para ti también!” Eso nunca ocurrirá. Soy demasiado reservada para hacerlo. Pero podría hacerse realidad.

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Otra de las cosas a las que no me puedo acostumbrar es a ver el largo cartel de Navidad colgando a los pies del macizo crucifijo, tras el altar de mi iglesia local. La cinta roja, tocando los pies del cuerpo de piedra, habla en un idioma, sin lugar a dudas, diferente del del Crucificado. Es un emblema de la santa trascendencia -de la pureza, de la Víctima toda perfecta-, que se asocia con un embellecimiento estacional que, sin duda alguna, no casan entre ellos. La colocación desentona. Se ha de ser sordo para no encontrar la disonancia.

Mirando esta cinta a través del filtro de los acontecimientos diarios -el auge acelerado del Islam, sus derramamientos de sangre y su odio hacia la Cristiandad-, y preguntándome desde cuando no recordamos qué significa ser el pueblo de la Pascua. Christiani ad leones, el viejo grito resonando en el anfiteatro de Flavio, ha sido transmutado por Allahu Akbar en los nuevos canales. Lenta, inexorablemente, estamos siendo conducidos a recordar que la Navidad sólo significa para nosotros la luz de la Resurrección.

Las celebraciones de la Navidad marcaron el ascenso de la Cristiandad. Este ascenso se concretó en un arte radiante, en música y arquitectura. Pero es esa sangre la que marca nuestro declive. El cáliz de la eterna salvación se vierte sobre nosotros, no desde un pesebre, sino desde los pies de la Cruz.

Maureen Mullarkey
Colaboradora de The Federalist. Mantiene el blog Studio Matters

Traducido por Mónica Avero. Artículo original

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[1] La costumbre de escoger “obispillos” continúa presente en muchos lugares. En España, una de los más carismáticos, es la elección el “obispillo” del Monasterio de Montserrat (Barcelona,), escogido entre los niños-cantores de su Escolanía. (N. de la C.).

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