¿El novus ordo nos bajó del Calvario?

Hace poco pude oír una homilía “novus ordo”, en la que el sacerdote -tenido por «conservador»-, sin darse cuenta, definió de una forma casi perfecta la hecatombe que ha supuesto el novus ordo en la iglesia, que, en la práctica, ha destruido casi por completo el verdadero sentido de la Misa entre el clero y los fieles:

“Venimos a Misa a escuchar la Palabra y a recibir el Cuerpo de Jesús”

No se cual fue la intención, pero no se pudo decir más en menos. ¡Eso, y a sólo eso vamos a Misa! Nada de Sacrificio del Altar, nada por tanto de unión sacrificial, nada de estar al pie del Calvario, nada de cumplir con la obligación de adorar y rendir culto a Dios unidos en el Santo Sacrificio del Altar… Absolutamente nada.

Todo ha quedado reducido a una experiencia antropocéntrica comunitaria del fiel, que va a misa a “saciarse” espiritualmente, para él mismo, no para Dios. Una especie de reunión espiritual de fieles donde se escucha la Biblia y donde, en un momento dado, no se sabe bien porqué ni de qué modo, viene Jesucristo para alimentarnos con su Cuerpo -para unos real, para otros espiritual-, como si aquello fuera el milagro del pan y los peces. ¡Y YA ESTÁ!

Se entiende ahora porqué a la Misa se le llama ahora casi universalmente Eucaristía. Ya no hay Calvario, ha sido reemplazado por… nosotros mismos.

En este punto estamos en protestantismo puro que, no olvidemos, su principal distancia con el catolicismo no es ni siquiera la creencia en la presencia real –muchas confesiones protestantes la admiten bajo diversos circunloquios, si bien no la tienen, claro-. El punto de corte real fue históricamente la negación de la Misa en tanto que Sacrificio impetratorio y expiatorio, admitiendo en general el carácter de sacrificio de alabanza y laudatorio (únicos recogidos en el novus ordo casualmente).

Y así estamos, y a esto hemos llegado. Tras 50 años rezando como protestantes, la inmensa mayoría de católicos han terminado siendo prácticamente protestante sin darse cuenta: Lex orandi, lex credendi (Creemos como rezamos).

No debe extrañarnos todo esto, ya hace cincuenta años el cardenal Ottaviani se lo dijo claramente a Pablo VI. El novus ordo conduce a la pérdida de la fe en el verdadero sentido de la doctrina católica de la Misa:

“El nuevo Ordo Missae –si se consideran los elementos nuevos susceptibles de apreciaciones muy diversas, que aparecen en él sobreentendidas o implícitas– se aleja de modo impresionante, tanto en conjunto como en detalle, de la teología católica de la Santa Misa tal como fue formulada por la 20ª sesión del Concilio de Trento que, al fijar definitivamente los «cánones» del rito, levantó una barrera infranqueable contra toda herejía que pudiera atentar a la integridad del Misterio…

El nuevo Ordo Missae, como la «misa normativa», en muchos puntos se ha redactado para contentar a los protestantes más modernistas…

En el nuevo Ordo Missae aparecen tantas novedades y, a su vez, tantas cosas eternas se ven relegadas a un lugar inferior o distinto –si es que siguen ocupando alguno– que podría reforzarse o cambiarse en certeza la duda que por desgracia se insinúa en muchos ámbitos según el cual las verdades que siempre ha creído el pueblo cristiano podrían cambiar o silenciarse sin que esto suponga infidelidad al depósito sagrado de la doctrina, al cual está vinculado para siempre la fe católica. Las recientes reformas han demostrado suficientemente que los nuevos cambios en la liturgia no podrán realizarse sin desembocar en un completo desconcierto de los fieles, que ya manifiestan que les resultan insoportables y que disminuyen incontestablemente su fe.…

Es evidente que el nuevo Ordo Missae renuncia de hecho a ser la expresión de la doctrina que definió el Concilio de Trento como de fe divina y católica, aunque la conciencia católica permanece vinculada para siempre a esta doctrina. Resulta de ello que la promulgación del nuevo Ordo Missae pone a cada católico ante la trágica necesidad de escoger”

Se entiende perfectamente que uno de los grandes daños que ha causado el novus ordo, relegando por completo el carácter cristocéntrico, es que los fieles, como no van a Misa a satisfacer a Dios, sino a satisfacerse a sí mismos, buscan lo que ellos “sienten” les llena más, de allí la enorme proliferación de misas de todo los tipos y colores, para satisfacer las “sensibilidades” más diversas, incluidas las más tradicionales, porque todo cabe en este cóctel siempre que respeten la fórmula maestra: no hablar de lo que aquí se está hablando.

Reducida la Misa a una “comida” pascual del cuerpo de Cristo, que aparece allí como un misterioso regalo sin más, no se entiende que se vaya a Misa y no se comulgue, como expreso bien el protegido de los papas conciliares, Kiko Argüello:

«Inconcebible el que alguno no comulgue, porque a la cena pascual se va precisamente a comer….todos los valores de adoración y contemplación, extraños a la naturaleza del banquete, quedan eliminados……lo más importante no está en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, sino en el fin, en la Eucaristía como misterio de Pascua»

Una locura que este señor ande por ahí con el sello de “católico”.

Antagónicamente, los fieles que buscan ir a Misa tradicional, no van buscando sólo su bien espiritual –que por supuesto es legítimo y necesario buscar-, sino que van buscando la forma más perfecta de adorar a Dios y de unirse al Calvario. No, no van a Misa porque les guste más únicamente. Humanamente hablando, les supone en general muchas penurias, desplazamientos, mayor esfuerzo físico arrodillados… pero les da igual, porque ellos van allí porque piensan que de esa forma adoran mejor a Dios, a costa de cualquier esfuerzo. Esa es la diferencia entre la iglesia de ayer y la de hoy, buscar a Dios o buscar al hombre, a nosotros mismos.

Y dicho sea de paso, resulta realmente sorprendente leer algunos articulistas alarmados porque Francisco, dicen, va a cambiar la Misa… ¡¡como si no la hubieran ya despedazado con el novus ordo!!

No se por qué nos extrañamos tanto de que Francisco quiera imponer ahora su ocurrencia de turno, cuando llevamos cincuenta años tragando sapos y culebras con una enorme y conciliar sonrisa.

Miguel Ángel Yáñez

Miguel Ángel Yáñez
Miguel Ángel Yáñez
Empresario, casado y padre de familia católico.

Del mismo autor

Carta abierta a los católicos perplejos

https://youtu.be/clrFL7LjETA ...

Últimos Artículos

Si no eres Tradicionalista ¿te odio?

Traducimos a continuación unos comentarios de Michael Matt advirtiendo...

¿Religiosidad popular o nuevo becerro de oro?

Desde el concilio vaticano II se promueve y hasta...