Papa Francisco: un Luterano-Pelagiano

Imagen: «Entonces el pobre niño, al que Bergoglio ordenó que se acercara y le susurrara al oído, fue prácticamente arrastrado hasta la silla papal, donde, ahora llorando, fue inducido a abrazar al Papa como a un Papa Noel de alguna tienda por departamentos».

Nota del editor: Otro número de The Remnant le trae otro diagnóstico de lo que el Papa Bergoglio ha hecho esta semana para socavar la Fe. A los lectores que se preguntan por qué debemos continuar este ejercicio, les respondemos: no tenemos otra opción en este asunto. El ocupante actual de la Cátedra de Pedro está montando un asalto determinado en cada aspecto de la enseñanza y práctica católica que encuentra desagradable, incluida la enseñanza de sus propios predecesores inmediatos sobre cuestiones morales fundamentales. En resumen, tenemos un Papa que está literalmente atacando a la Iglesia.

Sería un abandono del deber no expresar nuestra continua oposición al programa radicalmente modernista de «un Papa dictador» que los Católicos de todo el mundo ahora reconocen «está comprometido en un esfuerzo deliberado por cambiar lo que la Iglesia enseña«, un verdadero «pastor perdido». «Quién está engañando a su rebaño «. Ignorar al Papa Bergoglio cuando uno está en condiciones de ofrecer cualquier forma de oposición efectiva, incluso si solo es una advertencia saludable sobre sus errores, es ignorar el bien común de la Iglesia a favor de tranquilidad personal. Esto no lo podemos hacer.

Incluso desde una perspectiva puramente periodística, ignorar la historia del ascenso del Bergoglianismo sería aún más absurdo que ignorar la historia de la II Guerra Mundial, mientras estaba ocurriendo. Y las consecuencias espirituales de lo que la Hermana Lucía de Fátima llamó «la batalla final entre el Señor y el reino de Satanás», ahora claramente en curso, son infinitamente más pesadas que las consecuencias de la guerra meramente terrenal.

Y entonces nuestra cobertura de este desastre continuo debe continuar. Hasta que se termine. MJM

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Papa Francisco: un Luterano-Pelagiano

El Papa Bergoglio ha pasado los últimos cinco años condenando el neo-Pelagianismo, que él describe falsamente en Evangelii Gaudium (EG) como «cumplir determinadas normas o [ser] inquebrantablemente fieles a cierto estilo Católico propio del pasado[1]” o, en Gaudete et Exsultate, como “la ostentación en el cuidado de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia[2]”. En otras palabras, para la mentalidad modernista de Bergoglio, el Pelagianismo es un fuerte apego a la doctrina católica y la liturgia – en realidad, un fuerte apego al Catolicismo como tal.

Como gran parte de lo que dice Bergoglio en asuntos teológicos, esto es lo opuesto a la verdad. El Pelagiano, a diferencia del Católico ortodoxo, niega la existencia del Pecado Original y sostiene que el esfuerzo humano por sí solo (asistido por cualquier gracia divina que sea inherente a la naturaleza creada) es capaz de alcanzar la beatitud final. La «quinta esencia del Pelagianismo»[3], como lo observa la Enciclopedia Católica, se puede resumir en estas proposiciones:

  • Aun si Adán no hubiera pecado, habría muerto.
  • El pecado de Adán lo perjudicó sólo a él, no a la humanidad entera.
  • Los niños recién nacidos se encuentran en el mismo estado que Adán antes de la caída.
  • La humanidad entera ni murió a través del pecado o de la muerte de Adán, ni resucitó a través de la resurrección de Cristo.
  • La ley mosaica es tan buena guía para el cielo como el Evangelio.
  • Antes de la venida de Cristo hubo hombres que se mantuvieron sin pecado. [4]

Teniendo en cuenta estas características del Pelagianismo, debería ser obvio que en realidad es el Papa Bergoglio quien tiene una visión Pelagiana de la salvación y que, como tantas de las acusaciones que lanza a otros, esta se aplica ante todo a él. Las pruebas de esto han sido abundantes en los últimos cinco años de sus declaraciones en el sentido de que ser Católico y tener la gracia de los sacramentos no hace una diferencia crucial para la salvación porque todas las «buenas personas», incluso los ateos, se salvan sin importar en lo que crean.

Tres ejemplos recientes, sin embargo, son suficientes para reforzar el punto.

Primero, en Gaudium et Exsultate, leemos las siguientes proposiciones notables, para las cuales la única autoridad citada en 2,000 años de historia de la Iglesia son las propias opiniones de Bergoglio:

“Los que responden a esta mentalidad Pelagiana o semi-Pelagiana, aunque hablen de la gracia de Dios con discursos edulcorados «en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo Católico propio del pasado[5].» [citando EG]. Cuando algunos de ellos se dirigen a los débiles diciéndoles que todo se puede con la gracia de Dios, en el fondo suelen transmitir la idea de que todo se puede con la voluntad humana, como si ella fuera algo puro, perfecto, omnipotente, a lo que se añade la gracia. Se pretende ignorar que «no todos pueden todo», y que en esta vida las fragilidades humanas no son sanadas completa y definitivamente por la gracia… 

La gracia, precisamente porque supone nuestra naturaleza, no nos hace superhombres de golpe. Pretenderlo sería confiar demasiado en nosotros mismos. En este caso, detrás de la ortodoxia, nuestras actitudes pueden no corresponder a lo que afirmamos sobre la necesidad de la gracia, y en los hechos terminamos confiando poco en ella. Porque si no advertimos nuestra realidad concreta y limitada, tampoco podremos ver los pasos reales y posibles que el Señor nos pide en cada momento, después de habernos capacitado y cautivado con su don. La gracia actúa históricamente y, de ordinario, nos toma y transforma de una forma progresiva.”[6] 

Aparte de su habitual caricatura de enseñanza católica – aquí reducida al dibujo de hombre palito  de que la gracia no convierte instantáneamente a los hombres en superhombres – los pasajes citados están incrustados con el pensamiento Pelagiano sobre el papel de la gracia en la vida moral. Para explicar esto, primero debo «descomprimir» el tratamiento de Bergoglio de la debilidad moral, lo que parecería contrarrestar el Pelagianismo, pero finalmente lo favorece.

En primer lugar, por «los débiles» Bergoglio se refiere a aquellos que habitualmente cometen pecados de la carne, donde todo su pontificado ha sido un ejercicio de acomodo, particularmente en el caso de los divorciados y «casados» y otros que viven en lo que él llama «situaciones irregulares». De hecho, el título mismo del infame Capítulo 8 de Amoris Laetitia es «Acompañar, Discernir E Integrar La Fragilidad”. Citando a Bergoglio en su entrevista de larga duración Politique et Société (pp. 249-250) (traducción del autor)

“Los pecados más pequeños son los pecados de la carne. Los pecados de la carne no son necesariamente los más graves. Porque la carne es débil. Los pecados más peligrosos son los del espíritu. Hablé del angelismo: el orgullo, la vanidad son pecados del angelismo. Entendí tu pregunta. La Iglesia es la Iglesia. Los sacerdotes han tenido la tentación, no todos, sino muchos, de centrarse en los pecados de la sexualidad. Esto es de lo que ya te he hablado: lo que llamo moralidad bajo el cinturón. Los pecados más graves están en otro lado.” 

[Les péchés les plus légers sont les péchés de la chair. Les péchés de la chair ne sont pas forcément les plus graves. Parce que la chair est faible. Les péchés les plus dangereux sont ceux de l’esprit. J’ai parlé d’angélisme : l’orgueil, la vanité sont des péchés d’angélisme. J’ai compris votre question. L’Église est l’Église. Les prêtres ont eu la tentation – pas tous, mais beaucoup – de se focaliser sur les péchés de la sexualité. C’est ce dont je vous ai déjà parlé : ce que j’appelle la morale sous la ceinture. Les péchés les plus graves sont ailleurs.] 

Además, destruyendo otro concepto teológico para satisfacer sus necesidades retóricas, Bergoglio equipara el angelismo, que niega o minimiza la concupiscencia como si los hombres fueran ángeles, con orgullo y vanidad (aparentemente confundiendo el orgullo del Diablo y sus ángeles con el angelismo como un error teológico). De ese modo, él elimina del verdadero significado del angelismo el papel de la concupiscencia, y por lo tanto del Pecado Original, cambiándolo por la lujuria y los pecados de la carne, que él considera «los pecados más ligeros». La Beata Jacinta de Fátima, directamente informada por la Madre de Dios, difiere con Bergoglio de Buenos Aires: «Más almas van al Infierno por los pecados de la carne que por cualquier otra razón … Se introducirán ciertas modas que ofenderán mucho a Nuestro Señor. Ay de las mujeres que carecen de modestia».

Con estos dos puntos de vista, podemos ver cómo la complacencia de la «debilidad» en la teología Bergogliana en realidad favorece una visión Pelagiana de la moralidad. Porque si «el débil», incluso con la asistencia de la gracia de Dios, no se puede esperar que se abstenga del adulterio y la fornicación, mientras que «el fuerte», también asistido por la gracia, puede evitar estos pecados, como lo hacen muchos de los fieles y, para el caso, incluso muchos no Católicos, entonces lo que Bergoglio realmente está diciendo es que no es la gracia, sino la fuerza particular de la voluntad humana individual, lo que es el factor decisivo para evitar los pecados de la carne. Esa es al menos una visión semi-Pelagiana de la naturaleza humana, minimizando el papel de la gracia y exagerando el papel de la voluntad sin ayuda mientras se elimina el Pecado Original del cuadro junto con la acción de la gracia divina para superar la concupiscencia post-bautismal.

Trayendo completa deshonra al oficio Petrino, Bergoglio sitúa a los Católicos «débiles», que tienen acceso a la gracia de los sacramentos, a un nivel inferior de moralidad sexual que el exhibido por los protestantes evangélicos que se toman en serio el seguir el Evangelio tal como lo entienden y que imploran la gracia de Dios lo mejor que pueden sin las ayudas de la Iglesia, sabiendo que caerán sin ella. Para Bergoglio, absurdamente, a quien mucho se le da menos se espera en términos de moralidad sexual.

En segundo lugar, de una manera claramente Pelagiana, Bergoglio aparentemente niega el papel del Bautismo en la traducción de la naturaleza humana caída, debilitada por el Pecado Original, en el estado de gracia santificante por la cual somos hechos hijos de Dios. Evidentemente, él cree que todos los hombres ya son «hijos de Dios», sin importar lo que crean o hagan, y que el Bautismo simplemente mejora el parentesco divino preexistente de alguna manera vaga. Eso es exactamente lo que acaba de decir a un grupo de niños impresionables en una parroquia romana durante uno de esos eventos en los que utiliza preguntas preparadas por niños para propagar la teología Bergogliana, y luego exige que los niños expresen su consentimiento a sus errores de la manera de un encuentro motivacional:

Carlotta: ¡Hola papa Francisco! Cuando recibimos el Bautismo, nos convertimos en hijos de Dios. ¿Y las personas que no están bautizadas no son hijos de Dios?

Papa Francisco: Quédate allí. ¿Cuál es tu nombre?

Carlotta: Carlotta.

Papa Francisco: Carlotta. Dime Carlotta, si te pregunto de regreso: ¿qué piensas? ¿Hay personas que no son bautizadas, hijas de Dios o no hijas de Dios? ¿Qué te dice tu corazón?

Carolotta: Sí.

Papa Francisco: Sí. Aquí, ahora ella explica. Ella respondió bien, ¡ella tiene un don cristiano! Todos somos hijos de Dios. Todos, todos. ¿Incluso los no bautizados? Sí. ¿Incluso aquellos que creen en otras religiones, muy lejanas, que tienen ídolos? Sí, son hijos de Dios. ¿Son los mafiosos también hijos de Dios? … No estás seguro … Sí, incluso los mafiosos son hijos de Dios. Prefieren comportarse como hijos del diablo, pero son hijos de Dios. Todos, todos son hijos de Dios, todos.

Pero, ¿cuál es la diferencia [con el Bautismo]? Dios creó a todos, amó a todos y puso conciencia en el corazón para reconocer el bien y distinguirlo del mal. Todos los hombres tienen esto. Saben, perciben lo que es bueno y lo que es saludable; incluso las personas que no conocen a Jesús, que no conocen el cristianismo, todos tienen esto en el alma, porque esto ha sido sembrado por Dios. Pero cuando fuiste bautizado, en esa conciencia el Espíritu Santo entró y fortaleció tu pertenencia a Dios y en ese sentido te has hecho más hija de Dios, porque eres hija de Dios como todos, pero también con el poder del Espíritu Santo que ha entrado adentro.

Papa Francisco: ¿Entendiste, Carlotta? Pregunto, todos respondan: ¿Todos los hombres son hijos de Dios?

Niños: ¡Sí!

Papa Francisco: Las buenas personas, ¿son hijos de Dios?

Niños: ¡Sí!

Papa Francisco: Las malas personas, ¿son hijos de Dios?

Niños: ¡Sí!

Papa Francisco: Sí. ¿Las personas que no conocen a Jesús y tienen otras religiones distantes, tienen ídolos, son hijos de Dios?

Niños: ¡Sí!

Pobres los niños que fueron engañados para que expresen su asentimiento a este disparate herético. Si todos los hombres, sin excepción, son hijos de Dios, entonces nadie está bajo el dominio de Satanás a causa del Pecado Original, en cuyo caso la Redención sería inútil. Tampoco se puede defender a Bergoglio sobre la base de que estaba usando la frase «hijos de Dios» equívocamente para significar «creado por Dios» y que no estaba negando la enseñanza infalible de la Iglesia de que el Bautismo confiere el don de la adopción divina. Por el contrario, declara explícitamente que todos los hombres ya son hijos adoptivos de Dios y que el Bautismo simplemente hace a uno «más hija de Dios … pero también con el poder del Espíritu Santo», sea lo que sea que eso signifique.

La noción de que el Bautismo, de alguna manera vaga, nos hace «más» hijo de Dios que a los otros «hijos de Dios», es decir, a toda la humanidad, es una absurda invención teológica propia del Bergoglianismo. Además, Bergoglio descuidó instruir a los niños sobre la doctrina católica de que el Bautismo y el estado de gracia santificante implican algo más que un vago «poder del Espíritu Santo», sino la morada de la Santísima Trinidad y la consecuente divinización de los bautizados (a menos que posteriormente caigan en el pecado moral), que es todo menos un estado universal entre los hombres. Como dice el difunto, el gran padre John Hardon:

“La Iglesia comúnmente enseña a distinguir entre la presencia de Dios y su morada interna. La morada, a diferencia de la omnipresencia, no es natural sino súper – más allá de lo natural. La morada no es universal, sino particular, muy particular. La morada no es simplemente la presencia de Dios en el mundo, sino que es la forma especial en que la Santísima Trinidad mora en las almas de aquellos que están en gracia santificante. Vemos de inmediato cuán selectiva es la morada en contraste con la omnipresencia … 

¿Cómo explica la Iglesia esta morada? La Iglesia nos dice que la morada es única; existe solo en las almas de los creyentes que están en la amistad de Dios. Esta morada, se nos dice, viene a nosotros a través del Bautismo … Que en el análisis final es lo que hace a una persona santa, por lo que un niño recién bautizado y que ha recibido en el Bautismo la morada divina, es santo … 

La morada divina puede describirse como una intimidad especial de Dios con el alma, produciendo un conocimiento y amor extraordinarios de Dios. Solo aquellos que poseen la morada divina pueden conocer a Dios como Dios quiere ser conocido; son capaces de amar a Dios como Dios quiere ser amado.”

En ninguna parte de la explicación Bergogliana de los efectos del Bautismo hay indicios de que remite el Pecado Original, infunde las virtudes sobrenaturales de la fe, la esperanza y la caridad, hace que el alma sea apta para que more la Trinidad en ella y por eso es la puerta de entrada a la salvación. Con el mismo Pelagio, Bergoglio parece negar que el Bautismo traduzca el alma de su estado caído al estado de adopción divina mediante el cual, si uno «persevera hasta el fin (Mateo 24:13)», uno es salvo. No para Bergoglio, aparentemente, es la enseñanza de Cristo, de quien se supone que es el Vicario: « El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará” (Marcos 16:16).… “En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Juan 3:5).

Es razonable preguntarse si Bergoglio incluso cree en el dogma del Pecado Original o en la enseñanza infalible de la Iglesia sobre la naturaleza y los efectos del Bautismo. No parece así, al menos no en el sentido Católico. Pero incluso si él cree en lo que la Iglesia enseña, él falló completamente en su deber de instruir a esos niños impresionables sobre el privilegio divino conferido a los recipientes del Bautismo y solo sobre ellos como hijos adoptivos de Dios.

En tercer lugar, sin dejar dudas sobre su posición, Bergoglio empleó a otro niño en la misma ocasión para señalar que el Bautismo no es necesario para la salvación de las «buenas personas», incluso de los ateos. Cuando un muchacho de seis o siete años llamado Emanuele fue llevado al micrófono para plantear su pregunta escenificada, estaba tan asustado que no podía hablar, por lo que Francisco lo instó vulgarmente a hacer su papel: «¡Dai! Dai! Dai! ¡Dai! «(¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos!), A lo que el pequeño Emanuele respondió: «No puedo hacerlo» (Non ce lo faccio!). Entonces el pobre niño, al que Bergoglio ordenó que se acercara y le susurrara al oído, fue prácticamente arrastrado hasta la silla papal, donde, ahora llorando, fue inducido a abrazar al Papa como a un Papa Noel de alguna tienda por departamentos. Se espera que creamos que este niño de seis o siete años participó en la siguiente discusión con Bergoglio, todo mientras le susurraba al oído, que Bergoglio relató inmediatamente después:

Tal vez todos nosotros, podríamos llorar como Emanuele cuando tenemos un dolor como el que tiene en su corazón. Lloró por su padre y tuvo el coraje de hacerlo frente a nosotros, porque en su corazón hay amor por su padre. [Como muestra el video, él estaba llorando porque estaba mortificado y aterrado.] 

Le pedí a Emanuele permiso para decir la pregunta en público y me dijo que sí. Es por eso que te diré [es decir, Bergoglio extrajo «permiso» de un niño traumatizado para revelar su embarazoso secreto al mundo entero]:

«Hace poco tiempo, mi padre murió. Era un ateo, pero hizo bautizar a sus cuatro niños. Él fue un buen hombre. ¿Mi papá está en el cielo?”

Qué bueno que un hijo dice de su padre: «Él era bueno». Hermoso testimonio que el hombre le dio a sus hijos, porque sus hijos podrán decir: «Era un buen hombre».

Es un bello testimonio del hijo que heredó la fortaleza de su padre y, además, tuvo el coraje de llorar delante de todos nosotros [de hecho, lo habían hecho llorar por haberlo traumatizarlo]. Si ese hombre fue capaz de hacer niños así, es cierto, él era un buen hombre. El fue un buen hombre.

Ese hombre no tenía el don de la fe, no era creyente, pero bautizó a sus hijos. Él tenía buen corazón. Y él [Emanuele] tiene dudas de que su padre, que no era un creyente, esté en el Cielo.

Luego vino la demanda de Bergoglio de que los niños aceptaran su error:

“Quien dice quién va al Cielo es Dios. ¿Pero cómo es el corazón de Dios ante un padre así? ¿Cómo es? ¿Cómo te parece? … ¡El corazón de papá! Dios tiene el corazón de un padre. Y ante un padre no creyente, que fue capaz de bautizar a sus hijos y hacer esa gran cosa [bravura] para sus hijos, ¿crees que Dios podría dejarlo lejos de Sí mismo?” 

¿Piensan esto? … [solicitando la respuesta de los niños, pero solo provocando un «no» débil de algunos] ¡Fuerte, con coraje!

Todos: ¡No!

Papa Francisco: ¿Dios abandona a sus hijos?

Todos: ¡No!

Papa Francisco: ¿Dios abandona a sus hijos que son buenos?

Todos: ¡No!

Papa Francisco: Aquí, Emanuele, esta es la respuesta. Dios seguramente estaba orgulloso de tu padre, porque es más fácil ser creyente, bautizar a los niños que bautizarlos como incrédulos. Sin duda, esto es agradable a Dios. Habla con tu padre [apuntando hacia el cielo], reza a tu padre. Gracias Emanuele por tu valor.

Hubiera sido una cosa si Bergoglio le hubiera dicho a Emanuele que podría tener esperanza por su padre, a pesar de su aparente falta de fe, porque Dios lee cada corazón y nadie más que Él puede conocer la disposición final de un alma, que es capaz de convertirse incluso en el momento de la muerte en respuesta a la gracia de Dios. Pero era otra cosa utilizar al niño como un apoyo para la promoción de la noción de Bergoglio de la salvación universal de todas las «buenas personas», incluso si, como en el caso del padre de Emanuele, «no tenían el don de la fe», sino eran «buenas personas» (como Bergoglio simplemente presume, como si pudiera leer el alma de un extraño para un niño que perdió a su padre).

También llamativamente ausente de los consejos de Bergoglio para el niño, estaba incluso una pista de que el Purgatorio podría estar involucrado en el destino eterno del padre del niño o de cualquier otra persona que haya pasado de este mundo al siguiente. No puedo pensar en una sola referencia al dogma católico sobre el Purgatorio en las muchas declaraciones de este Papa sobre el tema de la salvación. Parecería que, para Francisco, incluso los ateos que son «buenas personas» entran directamente en la beatitud: ¡adorar a un Dios en quien nunca creyeron!

Tanto por la enseñanza contraria de la Iglesia, reafirmada con tanta fuerza por el Papa Gregorio XVI en Mirari Vos:

Otra causa que ha producido muchos de los males que afligen a la iglesia es el indiferentismo, o sea, aquella perversa teoría extendida por doquier, merced a los engaños de los impíos, y que enseña que puede conseguirse la vida eterna en cualquier religión, con tal que haya rectitud y honradez en las costumbres. Fácilmente en materia tan clara como evidente, podéis extirpar de vuestra grey error tan execrable. Si dice el Apóstol que hay un solo Dios, una sola fe, un solo bautismo, entiendan, por lo tanto, los que piensan que por todas partes se va al puerto de salvación, que, según la sentencia del Salvador, están ellos contra Cristo, pues no están con Cristo y que los que no recolectan con Cristo, esparcen miserablemente, por lo cual es indudable que perecerán eternamente los que no tengan fe católica y no la guardan íntegra y sin mancha[7].

En general, Bergoglio es una especie de hiper-Pelagiano. Porque incluso Pelagio afirmó que el bautismo confiere la adopción divina y, por lo tanto, es necesario para la salvación y la remisión de los pecados personales, aunque negó el Pecado Original. Al refutar los errores de los pelagianos, San Agustín señaló que «no niegan que en esa fuente de regeneración ellos [los bautizados] son adoptados pasando de hijos de los hombres a hijos de Dios», aunque no tenían una explicación sensata de por qué la ceremonia bautismal debe conferir el privilegio de la adopción divina si no remite el Pecado Original, produce el estado de gracia santificante, infunde las virtudes sobrenaturales y hace posible la morada de la Trinidad.

Además, incluso para los niños, los Pelagianos defendieron que el Bautismo era necesario para entrar en el eterno «Reino de Dios» después de la muerte, pero no para la «vida eterna» como tal (es decir, sin los dolores del infierno). Para citar la Enciclopedia Católica: «Respecto al bautismo de los infantes, Pelagio afirma que les debe ser administrado en la misma forma que a los adultos, no para limpiar a los niños de un reato original, sino para asegurar su entrada “en el reino de Dios. Los niños no bautizados, estima, podrían ser excluidos del “reino de Dios” después de su muerte, pero no de la “vida eterna.[8]

De hecho, Pelagio se adaptó esencialmente para su sistema (tal como era), algo así como la doctrina católica sobre el Limbo, que el sínodo herético de Pistoia condenó erróneamente como una «fábula Pelagiana» a pesar de que era la enseñanza común de los teólogos. Como ha señalado el Padre Brian Harrison en estas páginas, el Papa Pío VI, reprochando los errores del Sínodo, «rechazó esta visión Jansenista del Limbo como una mera ‘fábula Pelagiana’ marcando [ese rechazo] como ‘falso, temerario e injurioso para las escuelas católicas’”. El Limbo, escribe el padre Harrison, «era la doctrina católica tradicional no una mera hipótesis. No, nunca fue definido dogmáticamente. Pero la única pregunta es si la doctrina era infalible en virtud del magisterio universal y ordinario, o simplemente ‘auténtico'».

Bergoglio, sin embargo, no solo prescinde del Limbo (según el pensamiento novedoso de los últimos cincuenta años) sino que, incluso más allá de Pelagio, declara que todas las personas buenas van al cielo con o sin el Bautismo u otros Sacramentos. Por lo tanto, coquetea con el anatema del Concilio de Trento:

“CAN. IV. Si alguno dijere, que los Sacramentos de la nueva ley no son necesarios, sino superfluos para salvarse; y que los hombres sin ellos, o sin el deseo de ellos, alcanzan de Dios por sola la fe, la gracia de la justificación; bien que no todos sean necesarios a cada particular; sea excomulgado.[9] 

Peor aún, Bergoglio va más allá de Pelagio y Lutero al declarar que incluso sin fe, las «buenas personas», incluidos los ateos, pueden salvarse solo porque son «buenas personas». Aquí vemos que Bergoglio logra incorporar elementos tanto Pelagianos como Luteranos en su propia mezcla teológica peculiar.

En cuanto a Lutero, en un ejercicio de su Magisterio de Aviones, Bergoglio ha declarado infamemente que «hoy los luteranos y los católicos, los protestantes, todos estamos de acuerdo en la doctrina de la justificación. En este punto, que es muy importante, él [Lutero] no se equivocó.” Entonces, según Bergoglio, Lutero estaba en lo cierto al sostener que un cristiano se justifica solo por la fe. Pero, según el mismo Bergoglio, el no cristiano, incluido el ateo, se justifica por ser una «buena persona» con «un buen corazón», incluso si, como dijo del padre fallecido de Emanuele, «ese hombre no tenía el don de la fe, no era un creyente». Así tenemos en Bergoglio el increíble espectáculo del pensamiento Pelagiano-Luterano, según la audiencia a la que se dirija en el momento.

Por otra parte – ¿quién sabe? – la semana próxima Bergoglio puede decir algo consistente con la doctrina y el dogma que negó durante su visita a la parroquia. Pero, cualesquiera que sean las intenciones subjetivas de Bergoglio, su enseñanza desordenada y contradictoria exhibe precisamente lo que San Vicente de Paúl condenó respecto de Calvino y otros innovadores (cortesía de Antonio Socci, traducción del autor):

“Calvino, quien veinte veces negó que Dios sea el autor del pecado, en otro lugar hizo todo lo posible para demostrar esta máxima detestable. Todos los innovadores actúan de la misma manera: en sus libros plantan contradicciones, de modo que, cuando son atacados en un punto, tienen un escape listo, declarando que en otro lugar han sostenido lo contrario.” 

En resumen, según la teología del Bergoglianismo: (1) los efectos del Pecado Original no tienen importancia; (2) El Bautismo no remite el Pecado Original y libera un alma del dominio de Satanás al estado de adopción divina, sino que simplemente mejora una adopción divina universal ya existente para cualquiera que se bautice; (3) solo la fe justifica al cristiano, sin necesidad de la Iglesia y sus sacramentos, pero (4) ser una «buena persona» es suficiente para la salvación de los no cristianos e incluso de los ateos. En ese caso, ¿qué necesidad tiene alguien, creyente o no creyente, del Papa Bergoglio o la religión que presenta como auténtico catolicismo?

Como se señaló al principio de este artículo, no podemos abstenernos de documentar el curso de este desastroso papado, como ninguno en toda la historia de la Iglesia, incluidos los pontificados de Pablo VI y Juan Pablo II. Tampoco podemos ignorar la conclusión obvia después de cinco años de esta locura: que la Cátedra de Pedro está actualmente ocupada por un promotor de múltiples herejías que no respeta ninguna enseñanza de la Iglesia que contradiga su mezcla idiosincrásica de piedad populista y medio cocida del Modernismo.

Solo Dios, o tal vez un futuro Papa o Concilio, algún día podría juzgar si Bergoglio cayó de su cargo a causa de la herejía o si su elección fue válida en primer lugar. Mientras tanto, debemos hacer frente a los efectos ruinosos de este pontificado mientras oramos por su terminación misericordiosa, fracasando en la conversión de un Papa que se ha convertido en el ojo de un huracán neo-modernista que ahora se enfrenta contra la casa de la Fe.

(Traducido por: Gabriel Ramírez/Adelante la fe. Artículo original)
______

[1] http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html

[2] http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20180319_gaudete-et-exsultate.html

[3] http://ec.aciprensa.com/wiki/Pelagio_y_Pelagianismo

[4] http://ec.aciprensa.com/wiki/Pelagio_y_Pelagianismo

[5] http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html

[6] http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20180319_gaudete-et-exsultate.html

[7] http://es.catholic.net/op/articulos/2501/mirari-vos-sobre-los-errores-modernos.html#I

[8] http://ec.aciprensa.com/wiki/Pelagio_y_Pelagianismo

[9] http://www.mercaba.org/CONCILIOS/Trento04.htm

Christopher A. Ferrara
Christopher A. Ferrarahttp://remnantnewspaper.com/
Presidente y consejero principal de American Catholic Lawyers Inc. El señor Ferrara ha estado al frente de la defensa legal de personas pro-vida durante casi un cuarto de siglo. Colaboró con el equipo legal en defensa de víctimas famosas de la cultura de la muerte tales como Terri Schiavo, y se ha distinguido como abogado de derechos civiles católicos. El señor Ferrara ha sido un columnista principal en The Remnant desde el año 2000 y ha escrito varios libros publicados por The Remnant Press, que incluyen el bestseller The Great Façade. Junto con su mujer Wendy, vive en Richmond, Virginia.

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