El 2 de marzo de 1939, a las 17:30 hs., el cardenal Eugenio Paccelli fue elegido Papa de la Iglesia Católica.
El 12 de marzo, fue coronado como el 259° Sucesor del Apóstol San Pedro con el nombre de Pío XII.
I. Pío XII, 1939-1958
Pocos meses antes de estallar la Segunda Guerra Mundial, el 10 de febrero de 1939 fallecía el Papa Pío XI, cuyo pontificado estuvo marcado por las cuestiones intraeclesiásticas y los modernos Estados totalitarios.
En noviembre de 1936 al enfermar gravemente el Papa Ratti, muchos vieron en su Secretario de Estado, el cardenal Eugenio Paccelli, al futuro papa. El propio pontífice había afirmado que lo consideraba su sucesor. Según el cardenal Domenico Tardini, Pío XI había dicho: será un buen papa.
En el cónclave de marzo de 1939, el cardenal Paccelli fue elegido Sumo Pontífice a la tercera votación del primer día, hecho que no se había dado en trescientos años.
Eugenio Paccelli nació el 2 de marzo de 1876 en Roma y procedía de una familia de juristas que poco tiempo antes había accedido a la nobleza. Tras unos estudios brillantes en el liceo estatal Visconti, en la Gregoriana y en Sant´Apollinaire, ingresó en la Secretaría de Estado, bajo el gran cardenal Rafael Merry del Val. El papa reinante, Benedicto XVI en 1917, año de las apariciones de Nuestra Señora de Fátima, lo envió como Nuncio a Munich, y en 1925 lo trasladó a Berlín. Su tacto exquisito, su escrupulosidad y su inteligencia le granjearon un extraordinario prestigio en Alemania. En 1929 fue elevado al cardenalato y en 1930 sucedió al cardenal Gasparri como Secretario de Estado de Pío XI. Sus biógrafos subrayan que Paccelli con frecuencia intentó suavizar la forma enérgica de proceder de Pío XI.
Ya de papa, Pío XII fue muy estimado dentro y fuera de la Iglesia Católica. Se admiraba en él la inteligencia aguda, la memoria prodigiosa, su gran facilidad para las lenguas, la cultura sorprendente, una objetividad sobre la personalidad religiosa y la extraordinaria capacidad de trabajo.[1]
Pío XII y las ideologías
La carga que recibía el nuevo papa no era nada alentadora. Occidente se debatía entre el rechazo de sus raíces cristianas y la imposición de las ideologías totalitarias, fruto de las filosofías ateas de finales del siglo XIX: el liberalismo ateo, y el marxismo a comienzos del siglo XX, ideología que calificó a la religión como opio del pueblo.
El deísmo del siglo XVIII engendró el racionalismo del siglo XIX y éste produjo el humanismo secular del siglo XX en los Estados Unidos y el comunismo ateo en Rusia, donde Stalin en su búsqueda de usurpar la autoridad de Dios por medio de la exaltación del hombre, conllevó terribles sufrimientos y destrucción para el mismo hombre.
También otra ideología igualmente perversa había penetrado en las almas: el nihilismo, fruto del pensamiento de hombres como Nietzsche, con su exaltación del superhombre y su desprecio de la Religión Cristiana, que él consideraba propia de esclavos.
La Guerra Civil española después de casi tres años en la que más de 6000 católicos habían perdido la vida por el hecho de serlo, concluía en abril de 1939, pero el comunismo que había comenzado a roer las entrañas del mundo en 1917, duraba ya tres décadas.
Con gran lucidez y claridad el Papa advirtió respecto del llamado peligro rojo, sobre todo en los últimos meses de guerra.
En China Pío XII había instituido una jerarquía autóctona en 1946, posteriormente en octubre de 1949 los maoístas instauraron la República Popular China, con grandes sufrimientos para Pío XII, por la persecución comunista a los obispos, clero y fieles chinos que no adhirieron a la Iglesia cismática organizada por los comunistas, denominada Iglesia patriótica, que no reconoce la autoridad del Romano Pontífice, frente a la cual se alzaría la Iglesia del Silencio, que tantos mártires verdaderos ha dado a la Fe Católica.
La persecución de los cristianos en Rusia sólo remitió brevemente durante la II Guerra Mundial, cuando en 1944, la antigua Ucrania polaca, con sus cuatro millones y medio de católicos, cayó bajo la órbita soviética, unos mil sacerdotes y todos los obispos con su metropolita Josef Slipyj, fueron encarcelados.
Sobre este trasfondo se comprende que, acabada la guerra, la lucha del papa se centrase sobre el comunismo ateo.
En la carta Anni Sacri convocando a un Año Santo en 1950 el Papa Paccelli lanzó un programa de lucha contra la propaganda atea, en la Orientales Ecclesias se refirió a los perseguidos en la Iglesia Oriental y la descripción de la situación desesperada de los fieles en Bulgaria, asimismo en su encíclica Luctuosissimi Eventus invocaba la paz pública y libertad para el pueblo de Hungría. En Laetamur Admodum exhortaba a incentivar la oración por la paz en Polonia, Hungría y el Oriente Medio, siguiendo en la Datis Nuperrime, condenaba los eventos dolorosos en Hungría, y el uso de la fuerza despiadada. Finalmente en la encíclica Ad Apostolorum Principis se refería al comunismo en China.
Sus grandes encíclicas
Sus biógrafos más autorizados afirman que cinco documentos del pontificado de Pío XII podrían calificarse como grandes encíclicas: Mystici Corporis Christi, sobre la Iglesia Cuerpo místico de Cristo, en la que afirma que la Iglesia es, en misteriosa analogía con el Verbo Encarnado, humana y divina, espiritual y temporal. La encíclica imprimió una «nueva conciencia en la Iglesia y produjo en su época un fervor y un estudio crecientes de la eclesiología», es «por ello un documento de alcance verdaderamente histórico».
En 1943,Divino Afflante Spiritu, sobre los estudios de la Sagrada Escritura.
Mediator Dei, de 1947 en la que denunciaba con firmeza las desviaciones litúrgicas: condena el espíritu de novedades (n° 59), el falso arqueologismo (n° 61), reafirma la diferencia esencial entre el sacerdocio ministerial del sacerdote y el sacerdocio común de los fieles (ns. 81-83).
Como sus predecesores tuvo que hacer frente a los rebrotes del modernismo, contra ellos escribió la encíclica Humani Generis (1950),sobre las falsas opiniones contra los fundamentos de la doctrina católica. Verdadera síntesis de los errores contemporáneos sobre temas clave del dogma católico. En la encíclica Pío XII condena «el falso misticismo, que, al esforzarse por suprimir los límites inmutables que separan a las criaturas de su Creador, adultera las Sagradas Escrituras» (n° 5).
Haurietis Aquas de 1956, con motivo del centenario de la extensión de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús a la Iglesia Universal. Sin lugar a dudas el más completo documento que existe sobre la devoción al Corazón de Jesús, y de obligada consulta para todo aquel que quiera comprender y vivir esta espiritualidad.
II. La leyenda negra de «un papa silente e indiferente frente al drama de los judíos»
Casi todos los coetáneos de Pío XII fueron del parecer de que el papa había cumplido magistralmente su cometido durante la Segunda Guerra Mundial, pero en 1961 la obra teatral de Hochhuth Der Stellvertreter (El Vicario) abrió las puertas a la leyenda negra en contra de Pío XII acerca del supuesto silencio del Papa. La alta estima que hasta entonces había merecido Pío XII se trocó en muchos en un verdadero odio.
El comunismo internacional, dirigido desde Moscú, asumió en los últimos meses de la guerra una actitud muy agresiva respecto al Papa Pacelli, fue sobre todo su alocución a los cardenales el 2 de junio de 1945, en ocasión de la fiesta de su onomástico, san Eugenio, la que puso en movimiento una campaña concertada de ataques a la persona del Papa:
«Quien ha oído el discurso del Papa, en ocasión de la fiesta de San Eugenio – comentaba Radio Moscú -, ha quedado sorprendido sobremanera de saber que el Vaticano, durante los años pasados de predominio de Hitler en Europa, actuó con valor y audacia contra los delincuentes nazistas. En cambio, las obras realizadas verdaderamente por el Vaticano dicen lo contrario. […] Ninguna atrocidad realizada por los hitlerianos causó el desprecio y la indignación del Vaticano. El Vaticano calló cuando operaban las máquinas alemanas de la muerte, cuando humeaban las chimeneas de los hornos crematorios de Maidanec y de Osfensil [sic], cuando sobre la pacífica población de Londres eran lanzados centenares de proyectiles voladores, cuando la doctrina hitleriana de eliminación y de exterminio de naciones y pueblos se transformaba en una dura realidad. […] Las voces que partían del Vaticano llamaban a la misericordia y al perdón por los delincuentes nazistas».
La leyenda negra de un Papa amigo de Hitler, Mussolini y otros dictadores fascistas, nació coludida por el judeo-comunismo.
III. Pío XII y Fátima
A Pío XII le debemos el dogma de la Asunción de nuestra Señora en cuerpo y alma a los cielos. En la proclamación dogmática el Papa señaló a Génesis 3, 15, que siempre había sido interpretado por la Iglesia como la victoria absoluta de María sobre Satanás (Vulgata: Ipsa conteret caput tuum – Ella te aplastará la cabeza).[2]
«Por esta divina profecía, el misericordioso Redentor de la humanidad, Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios, fue claramente preanunciado; que Su beatísima Madre, la Virgen María, fue proféticamente indicada; y, al mismo tiempo, la misma enemistad de ambos contra el Malo fue significativamente expresada. De ahí que, tal como Cristo es Mediador entre Dios y hombre, asumió forma humana, borró lo escrito en el decreto existente contra nosotros, lo clavó triunfalmente en la Cruz, para que la Santísima Virgen, unida a Él en el más íntimo e indisoluble vínculo, fuera, con Él y por Él, eternamente enemistada con la maligna Serpiente, y más completamente triunfara sobre ella…».[3]
En 1917, como consecuencia de la victoria bolchevique, el «Dragón Rojo» surgió en un extremo de Europa, en Leningrado, en el otro extremo de Europa, en Fátima, apareció la «Mujer vestida del Sol», el Inmaculado Corazón de María. Tal fue el milagro del 13 de octubre de 1917, el Milagro del Sol.
El cardenal Tedeschini, legado papal a Fátima en su discurso de la clausura del Año Santo de 1950-1951, después de haber descrito el prodigio solar de 1917, dijo:
«Os quiero decir que otra persona vio también este prodigio. Lo contempló fuera de Fátima algunos años más tarde en Roma. Fue el Papa, nuestro Santo Padre, el Papa lo vio.
¿Fue esto una recompensa, una señal de la gracia divina por la proclamación de la Asunción de María a los cielos, o más bien un signo celestial que vino a confirmar la relación existente entre el prodigio de Fátima y el punto neurálgico de la verdad con el magisterio de la Iglesia Católica? ¡Tres cosas en una a la vez! Ocurrió 4 tardes: el 30 y el 31 de octubre del año pasado, el 1 de noviembre, día de la definición de la Asunción de María al cielo, y al octavo día de la definición. El Santo Padre se encontraba en los jardines del Vaticano cuando dirigió de repente su mirada hacia el sol: en aquel momento, se volvió a reproducir ante sus ojos el prodigio del que fue testigo todo este valle aquel día. ¿Quién puede clavar la mirada sobre el cerco del disco solar desde un patio de luces? El Papa pudo hacerlo durante todos estos 4 días, pudo observar bajo la mano de María el movimiento vivo del sol, que se transformaba, tras un giro brusco, en una imagen de la vida, para transmitir, en un espectáculo celeste, mensajes de elocuencia muda al representante de Cristo. ¿No llegó incluso a afirmarse con esto que Fátima se había trasladado al Vaticano? Yo agradezco a Dios el haberme encontrado entonces allí, y poder hoy, en este comienzo de los grandes misterios, recordar aquí cómo se habían cumplido éstos en la persona santa de Pío XII».[4]
Al respecto, en 2008 se dio a conocer que en el archivo familiar de la familia Pacelli se encontró el manuscrito inédito en el que el Papa Pío XII describe el milagro del sol, ese episodio del que hasta entonces se había hablado sólo a través del testimonio indirecto del cardenal Federico Tedeschini, durante la señalada homilía.
«He visto el “milagro del sol”, esta es la pura verdad», había apuntado el Papa Eugenio Pacelli.
Mientras rezamos por el avance de la Causa de Beatificación del
Venerable Pío XII, esperamos se disipe el bloqueo al proceso, por razones de
oportunidad político-diplomática.
[1] GELMI, JOSEF, Los papas, retratos y semblanzas.
[2] MAZUELO-LEYTÓN, GERMÁN, Visión fatimista del Papa Pío XII. https://adelantelafe.com/vision-fatimista-del-papa-pio-xii/
[3] PAPA PÍO IX, Encíclica Ineffabilis Deus, 8-XII-1854.
[4] BOHR, OTTO, Roma. Moscú. Fátima.