Primera Comunión: ¡Niños, a la mesa!

El domingo 27 de mayo de 2018 se celebró en la Parroquia de San Giuseppe de Santa Martinella, el sagrado rito de la primera Comunión. Hemos escrito ‘sagrado’, pero la honestidad intelectual nos obliga a rectificar el adjetivo con otro más conforme y apropiado ya que no se trató de un ‘sagrado rito’, se trató por el contrario de un ‘evento convivial’ como se manifestó en la forma y en la sustancia.

Y, cuando decimos ‘convivial’, no nos referimos, naturalmente, a aquel ‘sacrum convivium in quo Christus sumitur’, sino a un convite que, como podrían ilustrar las imágenes, se asemeja a una verdadera mesa festiva como se pone en un restaurante.

No sabemos quién ha ideado o sugerido semejante novedad ‘pastoral-degustativa’, lo que es cierto es que parece que el así llamado ‘pueblo de Dios’ apreció y agradeció – imaginémonos – una tal variante en la cual, ya no el banco con el reclinatorio – signo de reverencia y de adoración a Cristo Eucaristía – ponía al niño en relación de creatura a Creador, en su primer tangible, sagrado encuentro con Nuestro Señor, sino una cómoda silla colocada delante de una mesa sobre la cual destacaban objetos y cositas absolutamente contrastantes con la altísima significación del rito. Se dejaban ver, con descarada evidencia, platitos llenos de fruta, vasijas, jarroncitos de flores e incluso – ¡oh toque admirable! – los inolvidables vasitos de un cuarto de vino en uso en los restaurantes, aquellas jarras de vidrio que los Romanos llaman “mezza fojetta”, tan bien representadas en las estampas de vida popular romana grabadas por Pinelli. Por lo que nos viene a la mente considerar el festival una graciosa copia de aquella abarrotada mesa que la Comunidad de San Egidio instala cada Navidad en la antigua y veneranda basílica romana de Santa María en Trastevere, deformada de casa de adoración y de oración en ruidoso refectorio.

En definitiva, el altar ya no es para el niño el lugar privilegiado para el primer, humilde, íntimo, silencioso y luminoso acceso al Sacramento Eucarístico, sino un aparato dispuesto a escenario abierto ante el cual, de pie y después cómodamente sentado – para que no suceda que la tierna rótula infantil tenga que sufrir en el anticuado, rudo y tradicionalista gesto de ponerse de rodillas tan ordenado por el mismo Señor (Is 46, 24) y recordado por San Pablo (Fil 2, 10) – ha recibido la Sagrada Partícula al modo de una comida. Por fin, quizá, tendrá lugar el epílogo de una fuerte ovación entretejido de gritos y risas.

¿Y la recogida acción de gracias ‘post communionem’? Superfluo, basta con la sonrisa de los niños y de sus padrinos.

Nada, sin embargo, de lo que maravillarse desde el momento que es el mismo papa Bergoglio quien no se arrodilla ante el misterio de la Transustanciación, el momento en el que Jesús transforma el pan y el vino, velándose bajo las aparentes dos especies, en Su Santísimo Cuerpo y Su Santísima Sangre, en Su Santísima Alma y Divinidad.

Un ulterior y evidente paso hacia la completa protestantización de la Santa Misa de rito Católico iniciada por un futuro “santo” (¿?), el papa Pablo VI, el cual, no lo olvidemos, admitió, en la Comisión operativa para la Reforma Litúrgica y, por tanto, del Sacrificio de Cristo, incluso a seis ‘expertos’ protestantes – en la práctica seis herejes y cismáticos, enemigos de Dios y de la Misa Vetus Ordo –, que, bajo la destructiva dirección del masón mons. Annibale Bugnini (inscripción 23/4/1963, matrícula de logia 1365/75 – BUAN), fueron capaces de alterarlo en sentido humano llamándolo ‘Asamblea del pueblo de Dios’ y ‘Mesa’, volviendo, por tanto, el altar hacia el público elegido como primer referente, aboliendo la barandilla del reclinatorio, ratificando el acceso a la Eucaristía de pie recibiéndola en las manos y planteando la duda sobre la presencia real de Cristo en las Sagradas Especies con la recitación de la fórmula “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús”, en la que lo dicho en negrita no tiene en cuenta que Cristo ha venido en medio de los suyos hace unos momentos. ¿Qué pretende, en efecto, semejante proposición sino dudar de la verdadera presencia de Cristo, del cual, aun estando más que presente, se espera, sin embargo, su ‘venida’?

Pero ya se sabe, con el Concilio Vaticano II, la duda, simple o metódica, se ha convertido en el camino de un camino de fe a pesar de Quien dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6) y de Quien amonestó al apóstol: “no seas incrédulo sino creyente” (Jn 20, 27).

Será más tarde el mismo Pablo VI el que de, el 29 de junio de 1972, la alarma de que “por alguna fisura había entrado el humo de Satanás en el templo de Dios”. Pirómano primero y bombero después.

Con una necesaria precisión: que el humo satánico no había entrado en la Iglesia, es decir, desde fuera, sino que había salido desde dentro, donde comenzaba a arder un pequeño fuego que se convirtió, con el tiempo, en un incendio inextinguible.

L. P.

(Traducido por Marianus el eremita/Adelante la Fe)

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Mateo 5,37: "Que vuestro modo de hablar sea sí sí no no, porque todo lo demás viene del maligno". Artículos del quincenal italiano sí sí no no, publicación pionera antimodernista italiana muy conocida en círculos vaticanos. Por política editorial no se permiten comentarios y los artículos van bajo pseudónimo: "No mires quién lo dice, sino atiende a lo que dice" (Kempis, imitación de Cristo)

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