La renuncia del cardenal Marx a su cargo de arzobispo de Munich y Frisinga ha tenido mucho impacto mediático. Este prelado está considerado uno de los hombres más próximos al papa Francisco, y fue precisamente él quien inició el camino sinodal de la Iglesia alemana para alejarla más cada vez de la doctrina tradicional. Parece que este camino ha llegado a un punto muerto, y el cardenal Marx se dice corresponsable de ello.
El purpurado alemán alegó que su dimisión se debía al fallo institucional de la Iglesia en el tema de los abusos sexuales contra menores. «La crisis –explicó en su carta de renuncia– es también culpa nuestra, de nuestro fracaso personal. Lo veo cada vez más claro observando a la Iglesia Católica en general, y no sólo hoy, sino también a las últimas décadas. Creo, es mi impresión, que estamos en un callejón sin salida».
La carta de renuncia implica asimismo a «los representantes de la Iglesia que no quieren aceptar esta responsabilidad compartida y por tanto la participación de la institución en la culpa».
Un observador atento, Giusseppe Nardi, ha señalado que esa responsabilidad compartida parece aludir al cardenal Rainer Maria Woelki, arzobispo de Colonia, que dirige la minoría antimodernista en la Conferencia Episcopal Alemana. Indudablemente es así, pero hay otro representante de la Iglesia que está considerado por monseñor Marx corresponsable del fracaso del camino sinodal: el propio papa Francisco.
La dimisión de Marx parece expresar la desilusión de la Iglesia alemana con las fallidas reformas del papa Francisco en temas como el celibato sacerdotal y la ordenación de mujeres. Se diría que al asumir su responsabilidad personal el cardenal Marx invita a Francisco a reconocer la suya.
Por otra parte, la dimisión de Marx supone un desafío a la Congregación para la Doctrina de la Fe, que para los obispos progresistas alemanes es culpable de frenar las reformas francisquistas.
La mencionada congregación debería manifestar su parecer sobre el Kirchensteuer, impuesto que todos los católicos alemanes están obligados a pagar, so pena de excomunión, para beneficio de la conferencia episcopal. En Alemania es posible bendecir a parejas homosexuales sin incurrir en sanciones canónicas, pero si no pagas a los obispos, en la práctica te excomulgan. La conferencia episcopal ha decretado que quienes no cumplan con el Kirchensteuer no pueden confesarse, comulgar ni recibir la confirmación, ni tampoco tener un funeral católico cuando se mueran. En vez de fundarse sobre la Fe que todo católico recibe con el Bautismo, el criterio para pertenecer a la Iglesia Católica queda reducido al pago de un impuesto. Esto convierte a la Conferencia Episcopal Alemana en el organismo burocrático más importante de la Iglesia a nivel mundial. Mientras que herejes y cismáticos notorios, entre los que se encuentran prelados y sacerdotes, quedan impunes, se castiga con excomunión algo para lo cual el derecho canónico no prescribe pena alguna.
El 18 de enero de 2020, coincidiendo con la inauguración del llamado camino sinodal, tuvo lugar en la plaza Odeón de Munich una manifestación de católicos de Acies ordinata llegados de todo el mundo que solicitó el fin del Kirchensteuer y en la que monseñor Marx fue culpado de conducir a los católicos germanos a la herejía. Pasados quince meses, el camino sinodal está en crisis y ha dimitido el cardenal Marx. Tal vez haya llegado también el momento de poner fin al escándalo del Kirchensteuer.
Naturalmente, Marx sigue siendo obispo y cardenal, pero en vista de su relativa juventud (68 años), está destinado a ejercer la función de gran elector en el próximo cónclave, y aunque no tenga la posibilidad de ser elegido al trono pontificio, será un punto de referencia para el ala progresista. El pontificado de Francisco se acerca a su fin, y el próximo cónclave será la última esperanza para lo que monseñor Marx augura como un reinicio de la Iglesia. Pero ese cónclave será igualmente un encuentro decisivo para quienes se han dado cuenta de la catástrofe que supondría para la Iglesia el reinicio al que aspiran Marx y sus seguidores. ¡Es la hora de la unidad, no de dividir fuerzas, para quienes desean combatir la buena batalla en defensa de la Iglesia y de la verdad del Evangelio!
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)