Este artículo es mi visión sobre el impacto que ha tenido el escándalo causado por la reciente conferencia de prensa en el avión que transportaba a Francisco de Manila a Roma. El titular, absolutamente predecible, rezaba: «El Papa Francisco: los Católicos No Tienen que Criar como Conejos.» Que se abstengan los objetores de molestarme a mí o a este periódico, hablando de una «mala traducción» o de «todo el contexto» de las palabras del Papa, o con minucias como que «el Papa no dijo criar como conejos, sino ser como conejos». He visto la entrevista entera en italiano, la he comparado con la transcripción proporcionada por la revista America, y puedo confirmar que el Papa dijo lo que dijo, y que su «contexto» no sólo no disminuye, sino que empeora el escándalo que ha causado, una vez más por hablar de manera improvisada.
Es decir, el escándalo que ha causado por decir lo que realmente piensa, que se supone es la gran ventaja de hablar «desde el corazón», en lugar de leer siempre de textos preparados, como su predecesor cohibido.
Primero, «Rabbitgate», tal y como los blogueros católicos lo han apodado, es otro ejemplo de un espectáculo sin precedentes en la historia del papado: un Papa que públicamente e incesantemente denuncia a sus súbditos por su apego a las doctrinas y disciplinas de la Iglesia. Hasta ahora la Iglesia nunca ha tenido que soportar a un Papa que condena a los miembros de su grey porque observan ciertas reglas o demuestran un fe intransigente a un estilo católico del pasado. Hasta ahora nunca se ha visto a un Papa que muestra nada más que indulgencia hacía los disidentes respecto a las enseñanzas de la Iglesia en materia de fe y moral, a la vez que declara con desdén,- en una exhortación apostólica, nada menos,- que «una supuesta solidez de doctrina y disciplina lleva a un elitismo narcisista y autoritario».
Sin embargo, mientras que antes Francisco limitaba sus asombrosas denuncias de ortodoxia y ortopraxis a grupos no definidos de fieles, durante la conferencia de prensa en el avión de vuelta de Manila hizo algo que la Iglesia nunca ha visto hasta ahora: denunció a una sola mujer que había conocido en una parroquia de algún lugar, porque confiaba que Dios le ayudaría en su octavo embarazo que requeriría una cesárea. Dando rienda suelta a su deseo, que parece insaciable, de hablar a la prensa, Francisco añadió estas palabras infames a una serie de pronunciamientos infames, que no tienen parangón entre todos Papas que le han precedido:
Esto no significa que el cristiano debe hacer hijos en serie. Reprendí a una mujer hace unos meses en una parroquia que estaba embarazada de su octavo hijo, con siete cesáreas. «¿Pero quieres dejar a siete huérfanos? Esto es tentar a Dios. Él [Pablo VI] habla de paternidad responsable.»
Aunque parezca increíble, el mismísimo Vicario de Cristo suministró a los medios de comunicación del mundo los datos suficientes para que fuera evidente a todos los que conocen a esta mujer que el Papa le había reprendido personalmente, por ser una madre irresponsable que ha cometido el pecado de tentar a Dios, cuando en realidad está practicando una virtud heroica al aceptar a todos los hijos que Dios le ha dado, con la asistencia de un procedimiento que la medicina moderna otorga a las madres con embarazos complicados de manera rutinaria. (Todos conocemos y admiramos a madres católicas que han dado a luz a bebés sanos gracias a múltiples cesáreas.)
Antonio Socci ha subrayado un aspecto devastador de este pontificado cada vez más estrambótico: «Si [la mujer] hubiera dicho que usaba la píldora o que estaba divorciada, [Francisco] hubiera dicho ¿quién soy yo para juzgar?» Otra vez este Papa, cuyo mensaje mediático es de misericordia y compasión, ha mostrado una total falta de misericordia y compasión para con los católicos que luchan heroicamente por vivir su fe conforme a la enseñanza exigente pero liberadora de la Iglesia.
Pero esta vez nuestro Papa extraño ha ido demasiado lejos, incluso para muchos de sus más acérrimos defensores. No quedó ahí la cosa; Francisco quiso denunciarla una segunda vez hacía el final de la conferencia. Fue en respuesta a una pregunta contenciosa de un periodista sobre si la pobreza en Filipinas está relacionada con el hecho de que la mujer filipina tiene como media tres hijos o más:
Ese ejemplo que mencioné hace poco de la mujer que esperaba su octavo (hijo) tras siete cesáreas. Eso es una irresponsabilidad [dicho con énfasis] «No, pero yo confío en Dios» [mofándose de su supuesta convicción] Pero Dios te da métodos para ser responsable. Algunos piensan, disculpen si uso esa palabra, que para ser buenos católicos tenemos que ser como conejos. No. ¡Paternidad responsable! Esto está claro, es por lo que hay grupos matrimoniales en la Iglesia, hay expertos en este tema, hay pastores. Uno puede buscar y conozco muchísimas formas de evitar esto que son lícitas y que pueden ayudar. Ha hecho bien en preguntarme.
Estas palabras revelan la mentalidad que hay detrás. ¿Qué tipo de Papa denunciaría públicamente por tentar a Dios a una mujer católica que confía en Su Providencia – una confianza tan evidentemente premiada, con tantos niños alumbrados felizmente? ¿Qué tipo de Papa utilizaría a esta mujer como ejemplo de católicos que creen que deben «ser como conejos», y de esta manera dar credibilidad a la caricatura maliciosa que hace el mundo de las madres católicas? (Los blogueros neo-católicos en el «Equipo Bergoglio», a la desesperada, sacaron el comentario del «conejo» del contexto de la mujer que citó Francisco, argumentando que el Papa hablaba de manera general sobre la enseñanza católica.)
Además, ¿qué tipo de Papa se referiría a muchísimas formas de evitar el embarazo, como si la paternidad fuera algo del cual los católicos necesitan una escapatoria? Y ya que estamos, ¿qué quiere decir Francisco cuando habla de muchísimas formas de evitarlo, dado que la abstinencia, periódica o permanente, es la única manera lícita de evitar un embarazo, y ésta sólo por razones graves?
Pero las revelaciones no acabaron aquí. Prosiguió Francisco con esta observación sobre los filipinos que viven en la pobreza:
Otra cosa curiosa en relación a esto es que para la gente más pobres un hijo es un tesoro. Es verdad que hay que ser prudente incluso aquí, pero para ellos un hijo es un tesoro. Algunos diría «Dios sabe como ayudarme» y quizás algunos de ellos no son prudentes, es cierto. Pero miremos también la generosidad de ese padre y esa madre que ven en cada hijo un tesoro.
¿Por qué piensa Francisco que es «curioso» que para los más pobres un hijo es un tesoro? ¿Por qué dice «incluso aquí» – con los más pobres – «hay que ser prudente», como si sugiriese que los más pobres se pueden permitir ser algo menos «responsables» a la hora de concebir hijos, porque para ellos son un tesoro y no tienen otro tesoro? Un hijo es un tesoro para todo el mundo, sea rico o pobre, no solamente «para ellos», los más pobres. Y si cada hijo es un tesoro para cada persona a quien Dios decide conceder un hijo, ¿con qué derecho condenó dos veces Francisco a una mujer – evidentemente no una mujer muy pobre – que ha traído al mundo a ocho hijos, con la ayuda de un procedimiento médico corriente?
En resumidas cuentas, el hombre que la prensa ha idolatrado como un humilde y tierno pastor de almas, mediante una comparación odiosa con su predecesor, aquí ha revelado tener una faceta bastante mezquina y no poca condescendencia hacía los pobres. Aún tras la inevitable «aclaración» dos días más tarde, con el Papa leyendo un texto preparado en su audiencia del miércoles que alababa las familias numerosas y afirmaba que cada hijo es un regalo de Dios, no hubo ni rastro de una disculpa hacía la mujer que había calumniado delante del mundo entero, precisamente porque había aceptado de manera valerosa ocho regalos de Dios.
«Rabbitgate» puede ser el punto de inflexión en el pontificado de Bergoglio, tal y como fue Watergate en la presidencia de Nixon, un acontecimiento apropiado para un pontificado que se asemeja muchísimo a una presidencia. La blogosfera está repleta de protestas de madres de ocho o más hijos que ahora se dan cuenta de lo que este periódico lleva meses denunciando: que algo gordo falla en este pontificado, algo que la Iglesia no había experimentado antes.
Un colaborador de la página resolutamente centrista, Aleteia.org, ha observado: «si Facebook es representativo, muchas familias numerosas sienten bastante menos amor por Francisco después de los conejos«. Mientras que estas mismas personas por lo general han aceptado sin rechistar las palabras y gestos escandalosos de este Papa, dejando que protesten los tradicionalistas, esta vez Francisco ha hecho mella en el católico «conservador» de a pie, y los ojos se están abriendo. Escribe el mismo autor: «Si después de los «conejos» para ti Francisco no es lo que era, que así sea. Jesucristo aún reina.» Añado un sentido amen.
La percepción cada vez más amplia de que Francisco está fuera de control podría ser un factor crucial en la consolidación de la resistencia jerárquica y laica, que será necesaria para evitar el debacle que claramente tiene en mente para el Sínodo de 2015, si es que nos podemos hacernos una idea por la elección del líder de su Consejo de Ocho. Tal y como el Cardenal Maradiaga declaró recientemente, con toda la imprudencia que le ha merecido el apodo de «Mad Dog Maradiaga»:
El Concilio propulsó renovaciones institucionales, siguiendo la lógica del Espíritu. Estas reformas engloban todos los niveles de la organización eclesial… Pero los cambios funcionales e institucionales en sí mismas resultaron ser insuficientes, superficiales… El Papa quiere llevar esta renovación hasta el punto en que será irreversible.
Mientras que Francisco nos cuenta lo que realmente piensa y enajena a un número creciente de fieles, que caen en la cuenta de que este papado está peligrosamente disfuncional, sólo nos queda rezar que lo que vemos sea el Espíritu Santo escribiendo recto con renglones torcidos. Es muy posible que la amenaza representada por el Bergoglianismo será evitada por las meteduras de pata del mismo Jorge Bergoglio.
Vigilando a Francisco
El Papa que condena públicamente a una madre de ocho hijos por «irresponsable», concede una audiencia privada a una pareja homosexual «transexual».
El bergoglianismo da un nuevo giro hacía la locura. El mismo Papa que quiso aprovechar una conferencia de prensa para condenar a una madre católica con ocho hijos por tentar a Dios, acaba de recibir en una audiencia privada en su residencia a una mujer que procura convertirse en hombre mediante cirugía de «cambio de sexo» y su llamada «prometida». Una versión habla de su «mujer», pero al parecer la «boda» tendrá que esperar hasta que se complete el procedimiento de reasignación de género de «Diego».
La audiencia, que tuvo lugar el 24 de enero a las 17 horas, fue después de que Francisco hiciera personalmente dos llamadas telefónicas a la mujer, que ahora se hace llamar Diego, quien se había quejado de que su párroco había condenado su «cambio de sexo» y que se sentía marginada en la Iglesia. La primera llamada ocurrió en la fiesta de la Inmaculada Concepción y la segunda en Noche Buena, cuando Francisco invitó personalmente a «Diego» y su «prometida» a visitarle en el Vaticano.
Así que tenemos a un Papa que concede una audiencia privada a una «pareja transexual», a la vez que se niega a reunirse con el fundador de los Frailes Franciscanos de la Inmaculada, cuya orden católica floreciente ha destruido, o con el solitario obispo de Paraguay a quien depuso de su diócesis, rebosante de vocaciones, porque se le opuso el episcopado paraguayo, dominado por progresistas, que espantan a millones de católicos de la Iglesia.
Christopher A. Ferrara
[traducido por Christopher Fleming]