Reparar los pecados de la lujuria

La nueva y grave crisis del clero católico que afloró las semanas precedentes, ha puesto en evidencia un proceso de larga data de homosexualización del estamento sacerdotal, no atacada en su raíz, que ha deteriorado profundamente la identidad del sacerdocio católico y la credibilidad de la Iglesia. Una crisis que ante todo es crisis de fidelidad. Crisis de fidelidad a la vocación, a la gracia, a la Fe Católica.

Aunque, en realidad, la crisis de identidad, como ya hemos dicho antes, es un mero producto artificial de laboratorio; puesto que la doctrina ha sido siempre bien clara para la Iglesia, sin que en ningún momento, durante el largo período de veinte siglos, se haya dado a la menor vacilación o duda. Por otra parte, también es necesario reconocer que el Magisterio reciente no ha llevado a cabo demasiados esfuerzos por esclarecer el tema.

Todo parece indicar que la crisis en la identidad del Sacerdociofue provocada artificialmente, valiéndose de la ayuda del ambiente secularizador que se cernía sobre el ámbito eclesial.[1]

Sin embargo, como dice el P. Dominic Legge, O.P.: «Los vergonzosos pecados sexuales y los crímenes del clero, incluidos cardenales, obispos y sacerdotes, ya no pueden tolerarse. La tolerancia es precisamente lo que ha permitido que estos problemas se multipliquen durante décadas y persistan hasta el día de hoy».

Ese deterioro clerical camina aparejado con la desvirilización de la liturgia, entendida ésta como la feminización de los espíritus, o el debilitamiento de lo que se entiende ser un hombre, que se ha verificado mediante la paulatina eliminación «de la naturaleza viril de la Liturgia; la sustitución de la objetividad masculina, necesaria para el culto público de la Iglesia, por la suavidad, el sentimentalismo y una personalización centrada en el papel materno del sacerdote».

A lo que se suma el abandono de la predicación de las virtudes como la templanza y la mortificación, siendo la castidad una forma de la virtud de la templanza que consiste en el dominio de sí mismo sobre las pasiones y los apetitos de la sensibilidad humana.[2]

I. La necesidad de purificar la Iglesia del vicio de la impureza

Así como las revelaciones sexuales del ex cardenal Theodore McCarrick y de otros clérigos y prelados han provocado una ola de justa ira en toda la Iglesia, ante los sacrilegios y abusos han surgido asimismo respuestas espirituales grandiosas y conmovedoras, remedios espirituales para males espirituales.

El obispo de Madison, Robert C. Morlino, tras el devastador informe del fiscal de Pensilvania y el caso del ex cardenal McCarrick ha dirigido una Carta Pastoral a sus diocesanos, en la que sobresalen tres aspectos:

  1. La admisión de que «hay una subcultura homosexual dentro de la jerarquía de la Iglesia Católica que está causando una gran devastación en la viña del Señor».
  2. El cansancio de tanta confusión: «por mi parte, y sé que no estoy sólo, estoy cansado de esto. ¡Estoy cansado de esto, estoy cansado de que la gente sea herida, gravemente herida! Estoy cansado de la confusión de la verdad. Estoy cansado del pecado. Y, como alguien que ha intentado, a pesar de mis muchas imperfecciones, entregar mi vida por Cristo y su Iglesia, estoy cansado de la violación habitual de los sagrados deberes por parte de aquellos a quienes el Señor confió la inmensa responsabilidad del cuidado de su pueblo».
  3. Reparar. «Les pido a todos que se unan a mí y a todo el clero de la Diócesis de Madison para hacer actos públicos y privados de reparación al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María por todos los pecados de depravación sexual cometidos por miembros del clero y el episcopado».

Para ayudar a preservar, sino a restaurar la santidad de la Madre Iglesia, la familia en general, y para reparar por todos los pecados de sus pastores y rebaños, del 8 de septiembre al 18 de octubre, los capítulos de la Alianza de la Sagrada Familia, en todo el mundo, ofrecerán 40 días de oración y ayuno como reparación por el mal de la impureza que ha profanado la santidad de la vida familiar y la Iglesia Católica.

II. Escándalo y sacrilegio clerical

¡Ay del mundo a causa de sus escándalos! ¡Ay de aquel hombre que causa el escándalo! [3] dice Nuestro Señor Jesucristo. ¡Ay del que nos tiente! y ¡ay de nosotros si tentamos! Grave tema de meditación frente a las modas y costumbres de nuestro tiempo.

Dijo a sus discípulos: Es inevitable que sobrevengan escándalos, pero, ¡ay de aquel por quien vienen! Más le valdría que le suspendiesen una piedra de molino alrededor del cuello, y lo echasen al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños. Mirad por vosotros.[4]

¿Qué es el escándalo? –Escándalo es cualquier dicho, hecho u omisión que da ocasión a otro de cometer pecados.

¿Es grave pecado el escándalo? –El escándalo es pecado grave porque tiende a destruir la obra más grande de Dios, que es la Redención, con pérdida de las almas; da la muerte al alma del prójimo quitándole la vida de la gracia, que es más preciosa que la vida del cuerpo, y es causa de una multitud de pecados. Por esto amenaza Dios a los escandalosos con los más severos castigos.[5]

El escandaloso, dice San Agustín, se avergüenza del pudor y se vanagloria de no conocerlo.[6]

Sucede, en efecto, que en el camino material se pone a veces un obstáculo, y quien tropieza en él corre el riesgo de caer; ese obstáculo se llama escándalo. Acontece igualmente en la vida espiritual que las palabras y acciones de otro inducen a ruina espiritual en cuanto que con su amonestación, solicitación o ejemplo arrastran al pecado. Esto es propiamente escándalo. Ahora bien, no hay nada que por su propia naturaleza induzca a ruina espiritual, a no ser que tenga algún defecto de rectitud. En efecto, lo que es perfectamente recto, lejos de inducir a la caída, preserva de ella. Por eso es buena la definición del escándalo: Dicho o hecho menos recto que ofrece ocasión de ruina.[7]

Los pecados de impureza, debido a su gran número, son un mal inmenso. El incasto es culpable de un torrente incesante de pecados, por los pensamientos, por las palabras, por las miradas, por las complacencias, y tocando, de modo que, cuando van a la confesión, les resulta imposible saber el número de los pecados que han cometidos contra la pureza. El pecado de impureza trae consigo el pecado de difamación, de robo, odio y la jactancia de sus asquerosas abominaciones. Además, normalmente implica la malicia del escándalo.[8]

Los vicios de la impureza cometidos por el clero, no son sólo un escándalo, son también sacrilegios, actos sacrílegos que denigran la santidad del sacerdocio, del episcopado y de la Iglesia. Son de mayor gravedad que el adulterio o los actos homosexuales porque ensucian lo que es santo, y es aún más grave cuando un obispo, un formador de seminario o un sacerdote usa su autoridad de su oficio, un oficio instituido por Cristo para la santificación de los fieles, de manera perversa, al servicio de pasiones vergonzosas y egoístas. Cuanto mayor es el abuso de autoridad en la Iglesia, más grave es el sacrilegio, y las víctimas sufren más porque son abusados ​​no por individuos privados, sino por sacerdotes. Estos crímenes deshonran y ofenden a Dios, y hieren a la Iglesia de una manera única.

III. Reparar al Sagrado Corazón de Jesús

Nuestro Señor, en las apariciones a Santa Margarita María de Alacoque deja muy en claro que Él desea que los hombres le reparen.

La religiosa de la Visitación tuvo el privilegio de unas setenta apariciones del Sagrado Corazón, en muchas de las cuales Él le habla precisamente de la reparación.

Entre estas visitas le decía el Señor:

«Busco una víctima para Mi Corazón, que quiera sacrificarse como hostia de inmolación en el cumplimiento de Mis Designios».

«Entonces, fue cuando me descubrió las maravillas inexplicables de Su Puro Amor y el exceso a que Le había conducido el amor a los hombres, de los cuales no recibía sino ingratitudes y desprecios».

“Eso, —le dice Jesús a Margarita—, fue lo que más Me dolió de todo cuanto sufrí en Mi Pasión, mientras que si Me correspondiesen con algo de amor, tendría por poco todo lo que hice por ellos y, de poder ser, aún habría querido hacer más. Mas sólo frialdades y desaires tienen para todo Mi afán en procurarles el bien. Al menos dame tú el gusto de suplir su ingratitud de todo cuanto te sea dado conforme a tus posibilidades”.

El Sagrado Corazón le dijo que el pecado, especialmente los pecados secretos, ultrajan la Justicia Divina.  Mira, le dijo en otra ocasión, cómo los pecadores me tratan con desprecio. El Sagrado Corazón le habló de una comunión sacrílega, y le mostró lo terrible que era. En otras ocasiones habló de la tibia recepción de la Eucaristía; de los impactantes excesos que se comente durante el Carnaval. También la falta de correspondencia con la gracia, toda resistencia al amor divino.

Pero es especialmente por los pecados de los elegidos que Nuestro Señor le pide a Margarita María que ofrezca su tierna reparación. Él vuelve a esto una y otra vez. Un día, relata, cuando me estaba levantando de la cama, parecí escuchar una voz que decía: ‘El Señor está cansado de esperar. Él irá a Sus graneros a aventar su maíz y separar el grano bueno del malo. Cuando estaba a punto de alejarme, volví a oír la voz: Mi pueblo elegido me está persiguiendo en secreto y han ultrajado mi justicia. Mostrándome su Corazón amoroso, todo desgarrado y traspasado de heridas, he aquí, dijo él, las heridas que recibo de mi pueblo elegidoOtros están contentos de golpear Mi cuerpo; estos atacan Mi Corazón… Mi amor finalmente dará lugar a Mi justa ira… Son religiosos solo de nombre.

Reparar en sentido lato es compensar un mal, una injusticia o un sufrimiento causado a alguien, ya sea por culpa de uno mismo o por culpa de otro, o incluso aunque nadie tuviera culpa alguna.[9]

La Reparación, en el sentido que se usa en el vocabulario cristiano consiste en: ofrecer a Dios (a nuestro Señor) compensación por los pecados de los demás. No se excluye la reparación de los propios pecados; pero se pone mayor énfasis en el pensamiento de los pecados de los demás. Hacer reparación es ofrecer todo lo que se le debe ofrecer a Dios, que la malicia del hombre se lo niega.

La idea es simple, pero está llena de significado, tanto que para entenderla apropiadamente es necesario tener una apreciación exacta de lo que se entiende por Redención, satisfacción, expiación, mérito y la Comunión de los Santos.

El deseo de reparar está inspirado en el amor. He aquí los tres propósitos de la Reparación en orden a sus respectivos valores:

Nuestro Señor vino a reparar los derechos ultrajados del Padre, y nuestra dignidad como cristianos nos obliga a asociarnos a ese trabajo. Amor a Dios, cuyos derechos deseamos reivindicar.

Nuestro Señor pidió enfáticamente a Santa Margarita María que reparara el amor no correspondido al Hijo, ya que el hombre es tan ingrato a su amor, especialmente en la Eucaristía. Amor al Salvador, cuyo sacrificio lamentamos ver despreciado.

Debemos reparar el daño causado a las almas por los pecados que cometen. Todos los hermanos en Cristo, estamos unidos en una solidaridad. Debemos ofrecer una doble porción de amor para compensar la indiferencia de los infieles. Quizás, seguramente, este trabajo de supererogación tocará los corazones equivocados. Amor a las almas: ofrecemos nuestro sacrificio para salvarlas y redimirlas.

Este es el amor que inspira la Reparación.

Una oración al Sagrado Corazón de Jesús por los sacerdotes

Oh Jesús, Sumo Sacerdote eterno, Sacrificio divino, Tú, que en un indescriptible estallido de amor por los hombres, tus hermanos, provocó que el sacerdocio cristiano surgiera de Tu Sagrado Corazón, asegúrate de derramar sobre Tus sacerdotes, continuos manantiales vivos de amor infinito.

Vive en ellos, transfórmalos en Ti; hazlos, por tu gracia, instrumentos adecuados de tu misericordia; actúa en ellos y por medio de ellos, y concédenos, para que se vuelvan enteramente uno contigo por su fiel imitación de Tus virtudes; y, en Tu Nombre y por la fuerza de Tu espíritu, puedan ellos realizar las obras que hiciste para la salvación del mundo.

Divino Redentor de las almas, he aquí cuán grande es la multitud de los que aún duermen en la oscuridad del error; calcula el número de esas ovejas infieles que permanecen al borde del precipicio; considera la multitud de pobres, de hambrientos, de ignorantes y débiles que gimen en su condición de abandono.

Regresa a nosotros en la persona de Tus sacerdotes; vive verdaderamente en ellos nuevamente; actúa a través de ellos y pasa una vez más por el mundo, enseñando, perdonando, consolando, sacrificando y renovando los lazos sagrados de amor entre el Corazón de Dios y el corazón del hombre. Amén

____

[1] GALVEZ, ALFONSO, El invierno eclesial.

[2] MAZUELO-LEYTÓN, GERMÁN, Abandono de la templanza. https://adelantelafe.com/abandono-la-templanza/

[3] SAN MATEO 18, 7.

[4] SAN LUCAS 17, 1-3.

[5] Catecismo Mayor de San Pío X, ns. 416-418.

[6] (In Psal.).

[7] DE AQUINO, Santo TOMÁS, Suma Teológica, q43.

[8] Cf.: DE LIGORIO, SAN ALGONSO MARÍA, Los vicios de la impureza.

[9] Cf. PLUS S.J., P. RAOUL, Reparación al Sagrado Corazón.

Germán Mazuelo-Leytón
Germán Mazuelo-Leytón
Es conocido por su defensa enérgica de los valores católicos e incansable actividad de servicio. Ha sido desde los 9 años miembro de la Legión de María, movimiento que en 1981 lo nombró «Extensionista» en Bolivia, y posteriormente «Enviado» a Chile. Ha sido también catequista de Comunión y Confirmación y profesor de Religión y Moral. Desde 1994 es Pionero de Abstinencia Total, Director Nacional en Bolivia de esa asociación eclesial, actualmente delegado de Central y Sud América ante el Consejo Central Pionero. Difunde la consagración a Jesús por las manos de María de Montfort, y otros apostolados afines

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