Romero, un beato para el des-catolicismo

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[Ex Orbe] Monseñor Romero es el beato querido por los des-católicos hispanoamericanos. El mártir enarbolado por la iglesia de pastoral revolucionaria que pierde fieles y se empeña en un populismo aun dependiente de postulados que se alejan del catolicismo, marcando el ritmo de la teología de la liberación.

¿Fue un mártir? Digamos, primeramente, que el concepto de ‘mártir’ quedó forzosamente reformulado cuando Juan Pablo II se empeñó en declarar mártir a Fray Maximiliano Kolbe, aun cuando su muerte carecía de algunos de los elementos integrantes de la, hasta entonces, concepción canónica del martirio. Desde entonces, caben en el concepto martirial otros modelos en los que prevalecen otras particularidades que antes no se hubieran considerado propiamente martiriales. En este nuevo concepto, lato y elástico, de martirio, sí cabe Oscar Romero, un buen sacerdote, un buen obispo. Y un mártir proclamado tal por muy determinados grupos y sectores de la Iglesia que luchaban al margen de las consideraciones de fe y virtud que probaron a los Mártires del Martirologio. Quizá, para estos casos, hubiera sido oportuno crear un nuevo ‘martirologio’, para distinguir y no confundir.

La procesión de entrada de la Misa de beatificación ha sido un lamentable dejá vú, con todos los sacerdotes cubiertos con gorras y sombreros, el gesto sin recogimiento, desinhibido, festivalero, según el estilo/formato juanpablista: Mucho clero poco pío.

beatificacion+monseñor+romero_1432409201_139353_1432409269_noticia_normal_1En ese tipo de montajes neo-litúrgicos que el Papa Wojtyla inventó y difundió, la celebración del Misterio queda remota, mientras resalta una especie de auto-celebración complaciente en que la asamblea y sus motivaciones coyunturales ocupa todo reduciendo la Presencia y el Sacrificio a un mínimo. Sobresale más lo periférico que lo esencial necesario.

En la Misa de beatificación (aquí grabación en directo), quedaba claro que se celebraba a Romero. Queda confuso si se celebró a Cristo.

Cuando llevaban al altar-estrado una urna con las reliquias del neo-beato, la camiseta empapada en la sangre del obispo tiroteado mientras celebraba la Misa, el coro cantaba el Salmo 71 en la versión, letra y música, de Miguel Manzano, tan famosa en los años 70:

«…que él defienda a los humildes del pueblo y quebrante al explotador «

Una versión muy alejada del ‘humiliabit calumniatorem’ que dice aquel versículo del Salterio que pseudo-traduce (Sal 71, 4).

Estamos el 2015, en la Iglesia cuyos jerarcas son aquellos jóvenes que en los ’70 cantaban con ensayado eco de trueno ese versículo del salmo de Manzano: -«…¡¡¡Quebrante al explotador!!!». Se cantaba mucho en los seminarios.

Al llegar la procesión de entrada al altar, el coro, al ritmo de chimpúm-chimpúm populachero, cantaba esto otro:

-«Vamos todos al banquete
a la mesa de la creación
cada cual con su taburete
tiene un puesto y una misión».

Sublime.

Terzio

n.b. En todo momento, el celebrante-presidente-ausente, fue PP Franciscus. Nunca fue tan evidente que el Cardenal Angelo Amato era sólo la voz de su amo.

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