AL SEÑOR DE LA PACIENCIA
Porque está tu esplendor
coronado de espinas,
es la rosa la flor
que más se te avecina.
Porque entrega la vid
su sangre en el lagar,
Tú pudiste decir:
Yo soy vid de verdad.
Y porque la mujer
que sufre dando a luz,
por el que ve nacer
se olvida de su cruz,
nos pudiste explicar
por qué debías sufrir,
pues no es posible amar,
como Tú, sin morir.
Y rosa, vid, mujer,
reflejan esta ley
de amor y padecer
que les puso su Rey
para prefigurar
qué precio de dolor
tendría que pagar
el amor del Señor.
Todo el que aspira a amar
como Tú nos amaste,
ha de poder pasar
por lo que tú pasaste;
por eso es que, – quizás –
das tu amor con medida,
pues si nos dieras más
nos quitaría la vida.
¿Quién osará pedir
la gracia de ese don
si no puede sufrir
otra crucifixión?
Dale al espino rosas,
dale vino al lagar,
da hijos a la esposa,
da valor para amar
Tú que a amar nos conduces
y a sufrir nos enseñas
fabricándonos cruces…
pero cruces pequeñas
Padre Horacio Bojorge