San José Obrero, Patrono contra el comunismo

La sociedad actual, por ignorancia o por malicia se ha apartado de los principios del Cristianismo, vivimos en un mundo anticristiano, la humanidad le ha dado las espaldas a Dios, la pérdida de sentido de pecado es la nota más característica de nuestros tiempos. El populismo reinante afirma que la opinión pública, como voluntad autónoma del pueblo, es la ley suprema en la política y que en ésta los hechos consumados tienen por sí mismo valor jurídico. Esta concepción política deja el campo abierto al desenfreno de la codicia humana.

En Fátima durante las apariciones de 1917, el 13 de octubre, San José estuvo presente mientras acontecía el milagro de la danza del sol, de forma casi desapercibida y prudente pero fundamental. Dice sor Lucía: «Desaparecida la Virgen en la inmensa lejanía del firmamento, vimos al lado del sol, a San José con el Niño Jesús y a Nuestra Señora vestida de blanco, con un manto azul. San José con el niño parecían bendecir al mundo con unos gestos que hacían con la mano en forma de cruz».

Como los Papas de la primera mitad del siglo veinte lo vieron, la figura modélica del Patriarca San José adquiere actualidad extraordinaria en los tiempos difíciles que nos toca vivir como ciudadanos y como miembros del Cuerpo místico de Cristo.

I. El más grande de los santos

La doctrina católica enseña que después de la Santísima Virgen María San José es el mayor de los santos. San Bernardino de Siena afirma que el humilde carpintero de Nazaret sobresale en gracia y en bienaventuranza por encima de los patriarcas, de los profetas, de San Juan el Bautista, de San Pedro, de San Pablo, de todos los Apóstoles, mártires, santos y doctores de la Iglesia.[1]

Santo Tomás de Aquino propone tres principios teológicos capitales para ayudar a interpretar la vida de los santos.[2]

El primero es, que cuando Dios elige a alguien para una misión especial en la Iglesia, él siempre lo prepara. San José recibió la gracia de saber discernir los mandatos de Dios. Los evangelios nos dicen que era un «varón justo» (Mt 1, 19) es decir un hombre santo, todo su ser está encauzado a cumplir el plan de Dios.

La cooperación de San José en la obra de la Encarnación y la Redención es muy análoga a la de la Virgen María, su esposa. Razones de suma conveniencia motivaron la entrada de José en el núcleo del misterio de la Encarnación. Suárez decía que San José forma parte del orden de la Unión Hipostática (es decir, de la Encarnación); no del mismo modo que María ciertamente, de quien el Verbo asumió la carne, sino en cuanto se vio implicado en sus aspectos más íntimos.

San José, obedeciendo a Dios, custodiando a María y siendo padre de Jesús, «entró en el núcleo del misterio de la Encarnación». Como afirma San Jerónimo, era conveniente: (1) porque en la genealogía de Jesús debía aparecer el linaje de María; (2) porque los judíos habrían apedreado a María, en caso contrario, como adúltera; (3) porque las pruebas y contrariedades primeras exigían que San José la protegiese y consolase; (4) porque Satán no debía saber que Jesús había nacido de una Virgen. Esta última razón ya la había mencionado San Ignacio Mártir.

Asimismo San Gregorio Magno y San Bernardo opinan que San José era necesario para testimoniar que Jesús había nacido de una virgen, y San Efrén subraya que San José evidencia el título de Jesús como hijo de David, demostrando su linaje real.

Santo Tomás de Aquino observa que San José aseguró la condición jurídica de Nuestro Señor, ya que la reputación y los derechos procedían del padre.

Es digno de destacar que después de la aparición del ángel en la Anunciación, los mensajes divinos referentes a la Sagrada Familia no fueron comunicados a María, sino a José, lo cual confirma que realmente era cabeza de familia.[3]

El segundo lineamiento del Aquinate es, que cuanto más uno se acerca al principio de la gracia, más recibe los efectos de ese principio.[4] En el caso de San José, esto significaría recibir un océano de gracias porque vivió con Jesús, la Cabeza del cuerpo místico, así como con María, la Reina del cielo y la tierra, sin mancha de pecado. De lo que podemos deducir que José habría sido inundado con gracia a lo largo de su vida, lo que le permitió vivir y merecer no sólo su propia salvación, sino también la salvación de los demás. Esta es la fuente de su papel especial en el cielo como patrono de la Iglesia Universal.

El padre Tomás Morales S. J. afirma: «Aquí está San José: anchas espaldas para el trabajo, no pierde ni un segundo, está siempre adorando, está siempre trabajando, está siempre solícito, cuidando de la Virgen y, sobre todo, del Jesús niño. No tiene un instante libre, no piensa más que en amar, adorar y en trabajar para ellos. Aquí está san José. Es el ministro de relaciones exteriores de la sagrada familia. Él es el que se tiene que preocupar de todo en Nazaret, en los cuatro o cinco días de camino hacia Belén, en la gruta de Belén, en Egipto después, en Nazaret y siempre relacionándose con todos».

Cuando Jesús comenzó su vida pública, ya no se habla de José, que para entonces habría muerto, no se lo señala como asistente a las bodas de Caná. San Marcos, cuando se refiere a Jesús, lo nombra como hijo de María, pues seguramente ella era ya viuda; ya que, de otro modo, hubieran dicho que era hijo de José y de María. La gente de Nazaret, hablando de Jesús, dice: «¿No es este acaso el carpintero, el hijo de María?» (Mc 6, 3).

Como tercer razonamiento, Santo Tomás enseña que la virtud de la devoción -un aspecto de la virtud de que la religión es la voluntad de servir a Dios más fácilmente- se produce como resultado de la meditación y la contemplación.[5]

Los fieles de toda condición hallan en las acciones de San José las normas de conducta adaptadas a su propio estado: nos da admirables ejemplos a todos los que estamos comprometidos en el apostolado, sacerdotes, monjes, religiosas, seglares; a los que respondiendo a la voluntad de Dios se disponen al matrimonio, o que ya están en ese estado, es modélico como marido, padre y educador. Los sacerdotes deben mirar a Jesús sobre los altares con la misma fe y piedad con que San José le miraba en el pesebre.

II. Patrón de la Iglesia

El Papa Pío IX declaró al glorioso Patriarca «Patrón de la Iglesia Católica»:

«Y puesto que en estos tiempos tristísimos la misma Iglesia es atacada por doquier por sus enemigos y se ve oprimida por tan graves calamidades que parece que los impíos hacen prevalecer sobre ella las puertas del infierno, los venerables obispos de todo el orbe católico, en su nombre y en el de los fieles a ellos confiados, elevaron sus preces al Sumo Pontífice para que se dignara constituir a san José por patrono de la Iglesia. Y al haber sido renovadas con más fuerza estas mismas peticiones y votos durante el santo concilio ecuménico Vaticano, Nuestro Santísimo Papa Pío IX, conmovido por la luctuosa situación de estos tiempos, para ponerse a sí mismo y a todos los fieles bajo el poderosísimo patrocinio del santo patriarca José, quiso satisfacer los votos de los obispos y solemnemente lo declaró Patrono de la Iglesia Católica».[6]

El Papa Pío IX, expone las razones que lo llevaron a tomar esa decisión, subraya en primer término la misma elección de parte de Dios hecha a José, a quien confió lo que Él tenía de más precioso; enseguida puntualiza que la Iglesia a lo largo de toda su historia ha honrado a San José con María Santísima, y asimismo que la Iglesia en circunstancias difíciles acudió siempre a su protección exitosamente.

El Papa León XIII dice: «Las razones por las que el bienaventurado José debe ser considerado especial patrono de la Iglesia y por las que, a su vez, la Iglesia espera muchísimo de su tutela y patrocinio, nacen principalmente del hecho de que él es el esposo de María y padre putativo de Jesús… José, en su momento, fue el custodio legítimo y natural, cabeza y defensor de la Sagrada Familia… Es, por tanto, conveniente y sumamente digno del bienaventurado José que, lo mismo que entonces solía tutelar santamente en todo momento a la familia de Nazaret, así proteja ahora y defienda con su celeste patrocinio a la Iglesia de Cristo».[7]

III. San José Obrero «Patrono contra el comunismo»

De la Revolución Francesa se derivaron infinitos males para la Iglesia. Un siglo después, en 1889, León XIII publicaba la Quamquam pluries, justo después de que II Internacional proclamara el 1º de mayo como fiesta revolucionaria del trabajo. El marxismo internacional produjo luego la fundación de la III Internacional que consagró la hegemonía del Partido Comunista, que tantos males traería al mundo.

El siglo veinte vio el surgimiento de ideologías ateas y totalitarias como el comunismo y el socialismo, enemigas de la Iglesia y del obrero cristiano. Sabiendo muy bien la amenaza de estos males los Papas consideraron oportuno advertir a los fieles y confiarlos al cuidado de San José.

El socialismo, fue condenado por Su Santidad León XIII, en la encíclica Quod Apostolici Muneris, pues sus principios son: 1. Negación de Dios y de la Iglesia, 2. Supresión de toda autoridad, 3. Igualdad absoluta de todos los hombres en la esfera jurídica y en el plano político, 4. Disolubilidad del vínculo matrimonial y por consiguiente disolución de la familia, 5. Abolición del derecho a la propiedad, 6. Acción política demagógica sostenida por una propaganda revolucionaria.

En el Motu Proprio, Bonum sane et salutare, el Papa Benedicto XV, el 25 de julio de 1920, advirtió a los fieles respecto del socialismo y el gobierno mundial, al tiempo que los confiaba al cuidado de San José:

«Por lo tanto, hemos de deplorar mucho más que antes que las costumbres sean más libres y depravadas y que, por la misma razón, se agrave cada día más la que llaman causa social, de modo que debemos temer males de gravedad extrema… Pues, en los deseos y la expectativa de cualquier desvergonzado se presenta como inminente la aparición de cierta República Universal… y en la cual no habría diferencia alguna de nacionalidades ni se acataría la autoridad de los padres sobre los hijos, ni la del poder público sobre los ciudadanos, ni la de Dios sobre los hombres unidos en sociedad… Si esto se llevara a cabo no podría menos de haber una secuela de horrores espantosos; hoy día ya existe esto en una no exigua parte de Europa que los experimenta y siente. Ya vemos que se pretende producir esa misma situación en los demás pueblos; y que, por eso, ya existen aquí y allá grandes turbas revolucionarias porque las excitan el furor y la audacia de unos pocos… Por la misma razón, para retener en su deber a todos los hombres que se ganan el sustento por sus fuerzas y su trabajo donde quiera vivan, y conservarlos inmunes del contagio del socialismo que es el enemigo más acérrimo de la sabiduría cristiana, ante todo les proponemos fervorosamente a San José para que lo elijan como guía particular de su vida y lo veneren como patrono».

Su sucesor el Papa Pío XI, viendo la creciente amenaza en contra de la Iglesia, de la pestilente secta comunista, decidió confiar de manera explícita a San José la causa contra el comunismo:

«Para acelerar la paz de Cristo en el reino de Cristo, por todos tan deseada, ponemos la actividad de la Iglesia católica contra el comunismo ateo bajo la égida del poderoso Patrono de la Iglesia, San José.

San José perteneció a la clase obrera y experimentó personalmente el peso de la pobreza en sí mismo y en la Sagrada Familia, de la que era padre solícito y abnegado; a San José fue confiado el Infante divino cuando Herodes envió a sus sicarios para matarlo. Cumpliendo con toda fidelidad los deberes diarios de su profesión, ha dejado un ejemplo de vida a todos los que tienen que ganarse el pan con el trabajo de sus manos, y, después de merecer el calificativo de justo (2Pe 3,13; cf. Is 65,17; Ap 2,1), ha quedado como ejemplo viviente de la justicia cristiana, que debe regular la vida social de los hombres».[8]

Fue el Papa Pío XII, quien estableció que la fiesta de San José Obrero se celebre anualmente en la Iglesia Universal el 1 de mayo, fecha elegida específicamente para contrarrestar el feriado predominantemente socialista y comunista, conocido como «Día internacional de los trabajadores» o «Primero de Mayo».

En su discurso a los trabajadores italianos el Papa Pío XII, el 1° de mayo de 1955 dijo a los trabajadores: si quieres estar cerca de Cristo, te repito «Ite ad Ioseph»: ¡Ve a José!

«El Cristianismo se funda en el amor, el marxismo parte del odio, de la lucha de clases, cree en el inmisericorde aniquilamiento de los adversarios. El Cristianismo es un llamado a todos los hombres, el marxismo convoca sólo a los proletarios, a los explotados. Uno cree en la Redención, el otro en la revolución».[9]

El comunismo encierra un falso ideal de aparente redención. La lucha de clases es uno de sus fundamentos. La difusión del comunismo se explica por las deslumbradoras promesas que hacen a los incautos y a los ignorantes, apoyándose en las injusticias del régimen económico liberal, así, vemos hoy en tantas partes del mundo la difusión de los errores del comunismo. El marxismo cultural. Y como avizoraría proféticamente Don Plinio Correa de Oliveira, la revolución en su IV etapa: el comunismo tribal, incluso dentro de la Iglesia Católica con la «teología de la liberación» y múltiples herejías.

No cabe duda de que el patrocinio de San José Obrero, es de inusitada urgencia.

_____

[1] SAN BERNARDINO DE SIENA, Sermón I sobre San José.

[2] DE AQUINO, SANTO TOMÁS, Summa Theologiae III 98, 5 ad 3.

[3] Cf.: DUFF, FRANK, San José.

[4] DE AQUINO, SANTO TOMÁS, Summa Theologiae, 5; véase también II-II 1, 7 ad 4.

[5] DE AQUINO, SANTO TOMÁS, Summa Theologiae, II-II 82, 3 ad 2.

[6] PAPA PIO IX, Decreto Quemadmodum Deus, 08-12-1870.

[7] PAPA LEÓN XIII, Encíclica Quamquam pluries, 15-08-1889.

[8] PAPA PÍO XI, Encíclica Divini Redemptoris, 86, 87.

[9] AGUILAR, LUIS E., Encuentro de dos herejías.

Germán Mazuelo-Leytón
Germán Mazuelo-Leytón
Es conocido por su defensa enérgica de los valores católicos e incansable actividad de servicio. Ha sido desde los 9 años miembro de la Legión de María, movimiento que en 1981 lo nombró «Extensionista» en Bolivia, y posteriormente «Enviado» a Chile. Ha sido también catequista de Comunión y Confirmación y profesor de Religión y Moral. Desde 1994 es Pionero de Abstinencia Total, Director Nacional en Bolivia de esa asociación eclesial, actualmente delegado de Central y Sud América ante el Consejo Central Pionero. Difunde la consagración a Jesús por las manos de María de Montfort, y otros apostolados afines

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