¿»San» Paulo VI?: la hora de las tinieblas

1. Introducción: entendiendo la virtud heroica

Entre la canonización de san Gregorio VII  (1015-1085) en 1728 y la de san Pío X (1835-1914) en 1954 mediaron más de dos siglos. La anterior canonización de un papa había sido la de san Pío V (1504-1572) en 1712.  El último papa beatificado, hasta las presentes locuras, había sido Inocencio IX (1611-1689), el salvador de Hungría, por Pío XII en 1956. ¿A qué se debe, que en medio de la abundante ciencia, virtud y coraje para soportar persecuciones –como es el caso del heroico Pío VI, muerto en cautiverio en 1799 luego de ser secuestrado por los revolucionarios– y muchas otras virtudes de los papas, particularmente de los postridentinos, haya sido la Iglesia tan reacia a canonizarlos? ¿E incluso, al hacerlo, haya demorado, en la mayoría de los casos, varios siglos?

A que la Iglesia sabía que la virtud heroica era aquella practicada por los fieles «cuyas virtudes y buenas obras grandemente sobrepasan las de las personas buenas ordinarias»[1] puesto que, en palabras de Benedicto XIV, «para que sea heroica una virtud cristiana debe permitir a su poseedor realizar acciones virtuosas con diligencia fuera de lo común, con facilidad y con agrado, por motivos sobrenaturales y sin respetos ni razonamientos humanos, con abnegación y total control de sus inclinaciones naturales»[2], es decir, un «hábito de conducta que se ha convertido en una segunda naturaleza (…) más fuerte que todas las inclinaciones innatas, capaz de hacer fáciles una serie de actos, cada uno de los cuales sería realizado por un hombre ordinario con mucha –si no irremontable– dificultad»[3]. Y, por tanto, así se explicaba cómo muchos cristianos, buenos y admirables en muchos sentidos, no accediesen nunca a la canonización, por razón, entre otras, de las dificultades en alcanzar el heroísmo en la virtud en sus deberes de estado, especialmente en puestos de mando tan delicados como el pontificado.

Ahora, en medio de los sainetes grotescos a los que nos tiene acostumbrados, la Santa Sede de Francisco ha anunciado algo que venía cocinado desde hace un par de años: la canonización de Paulo VI, con la rapidez y absoluta informalidad que caracteriza a estos procesos últimamente, solo cuatro años después de haber sido, por decirlo de alguna manera, beatificado. Francisco ha batido récords: es el papa que más papas ha canonizado, pues canonizó a Juan XXIII y Juan Pablo II en el 2014. ¡Qué contraste con los tiempos precedentes de la Iglesia, antes de la primavera francisquista! Parece ser que todos los papas anteriores al Concilio fueron una banda de bellacos comparados con esta troika de neosantos que ha presidido sobre el mayor colapso moral, numérico, material, doctrinal y principalmente espiritual de la Iglesia Católica en toda su historia y que aun así son presentados como modelos de virtud para los cristianos.

2. Un peligro para Europa….y para la Iglesia

«Si el canciller alemán Adenauer, en una conversación con un diplomático francés, había considerado con temor la elección de Montini como un ‘verdadero peligro para Europa’, su asunción al pontificado fue saludada con satisfacción por los comunistas italianos y europeos…»[4]

Lamentablemente, Konrad Adenauer no era el emperador Francisco José y el cónclave de 1963 no era el de 1903. ¿Cuál era la razón de que un personaje, para nada integrista, como don Konrad, temiese la asunción de Montini? Pues la fama explícita de personaje de simpatías izquierdistas, cuya peligrosidad era patente en un periodo en que la URSS y sus satélites pretendían expandir su dominación totalitaria y genocida por todo el globo. Si a esto se añade, las múltiples intrigas de espionaje y colaboración con poderes misteriosos que sucedieron a lo largo de su gestión como pro-secretario de la Secretaría de Estado (1953-1954), pues tenemos una perfecta justificación para considerar como pavorosa su elección al Papado y como indeciblemente vergonzosa su beatificación y canonización. Pero eso no es lo más repugnante de la historia de su pontificado (1963-1978).

Cabe mencionar aquí, brevemente,  las alegaciones respecto a su moral, que no son una simple calumnia singular de un novelista homosexual durante la cuaresma de 1976, sino que han sido refrendadas por al menos tres fuentes independientes (el corresponsal del New York Times, Paul Hoffman; el académico católico y antiguo corresponsal del Osservatore Romano, Franco Bellegrandi, antiguo guardia noble; así como por el recordado abate Georges de Nantes, entre otros). Incluso, entre enero y febrero de 2006, los principales medios periodísticos italianos confirmaron, a través de la consulta de los papeles póstumos del antiguo general de carabineros Giorgio Manes la existencia de un intento de chantaje a Paulo VI, tan temprano como en 1967, respecto a una relación homosexual suya con el autor Paolo Carlini. Montini  reaccionaría pidiendo ayuda a sus poderosos amigos de la Democracia Cristiana, entre ellos el misteriosísimo filocomunista Aldo Moro. La noticia, que ahora es bastante difícil de encontrar en internet (aunque se puede consultar, previa inscripción, en los archivos del Corriere della Sera, en una nota de Dino Martirano del 26 de enero de 2006, titulada Dossier su un tentato ricatto a Paolo VI –puede verse una versión copypasted en un foro ateo aquí – y la primicia de Espresso, titulada Segreti da generale, por Riccardo Brocca, del 2 de febrero del mismo año –que puede verse acá– ) no puede ser más sórdida: pánico por parte del Pontífice ante la revelación de sus presuntos escándalos sexuales, mezclados con intrigas de todo tipo, del tiempo de los años de plomo.

¿Habrá revisado esta información la Congregación para los Santos, suficiente, aun si le negamos veracidad, para paralizar otrora cualquier proceso por muchísimo tiempo e incluso sine die? Si bien hace ya mucho tiempo que las gentes en la Santa Sede se encuentran presas de una suerte de ceguera preternatural, tanta estupidez no puede ser gratuita. ¡Quién sabe si en estos mismos instantes, el famoso expediente Montini compilado por la policía milanesa o alguna otra prueba aún más comprometedora obra en manos de alguna fuerza secreta, listo para ser  revelado inmediatamente después de la canonización, que será en octubre de este año, durante el llamado Sínodo de los Jóvenes, que ya despierta alarmas por su posible tendencia prohomosexualista! ¡Para que así, en medio del escándalo y de la vergüenza, sirva esta «revelación» de clarinada para la definitiva svolta de la Jerarquía Eclesiástica hacia posiciones favorables al homosexualismo, con Montini como «santo patrono»!

Pero el horror no termina ahí. Fue Montini quien, contra todo derecho humano y divino, desmanteló la vida litúrgica, disciplinar y sacramental de la Iglesia y pretendió hacernos creer el gran bulo de que la misa tradicional había sido abrogada y que su único reemplazo era el Novus Ordo (cosa que incluso Benedicto XVI negó) y que, a punta de sanciones que no se atrevía a imponer a toda suerte de heréticos, abusadores y traidores, pretendió acabar con la resistencia de sacerdotes y prelados que solo buscaban conservar la liturgia y la doctrina de su ordenación.

Fue Montini, además, el que invitó a su gran amigo, el mafioso y asesino convicto Michele Sindona, a «reformar» el IOR, el Banco Vaticano, convirtiéndolo en una máquina criminal de lavado de dinero y de financiamiento de operaciones encubiertas.

Fue también el creador de la muy infame Ostpolitik, resistida por las iglesias martiriales de la Cortina de Hierro, y que consistía en entregar a millones de fieles y clérigos al directo control de la KGB y del Partido Comunista de la URSS, condenada por prelados heroicos  como  Mindszenty (maltratado villanamente) y  Slipyj –el exiliado primado de la Iglesia grecocatólica de Ucrania – que, ante la perfidia montiniana, tuvo que verse obligado a consagrar obispos sin mandato papal en 1977, en aras de la supervivencia de una iglesia que no podía permitir fuera entregada a sus enemigos más feroces.

¿No fue durante ese pontificado que notorios y confesos homosexuales como mons. Rembert Weakland de Milwaukee –a quien Montini conocía personalmente  desde Italia cuando se desempeñó como abad mayor de los benedictinos – fueron elevados al episcopado, circunstancia que llevaría a incluso un circunspecto neocón poco sospechoso de cualquier integrismo como George Weigel a reconocer el desgobierno y absoluta incuria a la hora de nombrar a obispos ineptos moralmente durante ese pontificado[5]?

¿No fue durante el tiempo de Montini en que, como una maldición demoníaca, se desenvolvieron la mayoría de casos de abuso sexual homosexual en el clero? ¿No fue durante su pontificado, como el mismo Benedicto XVI se atreve a afirmar, cuando dejó de cumplirse la ley eclesiástica penal en el campo de los abusos contra sextum con las consecuencias horrorosas que todos conocemos?:

«Al respecto, me comentó algo muy interesante el arzobispo de Dublín. Dijo que el derecho penal eclesial funcionó hasta los últimos años de la década de 1950; que si bien no había sido perfecto –mucho hay en ello para criticar – se le aplicaba, pero desde mediados de la década de 1960   dejó simplemente de aplicarse. Imperaba la consciencia de que la Iglesia no debía ser más Iglesia del derecho, sino Iglesia del amor, que no debía castigar. Así, se perdió la conciencia de que el castigo puede ser un acto de amor».[6]

Aun si pretendiéramos, orwellianamente, procurar interpretar estos hechos en el sentido menos comprometedor, la negligencia quedaría patente y sería imposible presentar a Paulo VI como un papa modélico y ejemplo de «virtud heroica». Quizás él mismo, que en sus declaraciones siempre reveló los múltiples matices de su psicología atormentada, sería ahora el mayor opositor a su candidatura a santo.

Por si alguno sostiene que basta la Humanae Vitae de 1968 para considerarlo como «un gran santo», le aconsejo que se remita a las nociones de virtud heroica expuestas al inicio del artículo. ¿Hemos caído tan bajo que el solo hecho de cumplir con el mínimo deber de repetir la doctrina de la Iglesia en puntos específicos de moral constituye un acto heroico para un pastor? De ser así, mejor canonicemos a todos los papas anteriores, incluso a los del Siglo de Hierro.

El intento vomitivo de Francisco de canonizar el aggiornamento canonizando a los dos papas del Concilio y a uno de sus más significativos implementadores nos revela claramente que estamos en «la hora de las tinieblas» (Lucas 22:53).

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[1] Joseph Wilhelm, “Heroic Virtue”. The Catholic Encyclopedia. Vol. 7. New York: Robert Appleton Company, 1910. Consultado: 13 de abril 2018 http://www.newadvent.org/cathen/07292c.htm

[2] Benedicto XIV, “De doctrina servorum dei beatificatione et beatorum canonizatione”,  citado en op. cit.

[3] Joseph Wilhelm, op. cit.

[4] Roberto de Mattei, Il Concilio Vaticano II. Una storia mai scritta,  Turín: Lindau, 2014, pp. 295-296.

[5] George Weigel, The Courage To Be Catholic: Crisis, Reform, and the Future of the Church, New York:  Basic Books, 2002, p. 67

[6] Benedicto XVI, Luz del mundo. El Papa, la Iglesia y los Signos de los Tiempos. Una conversación con Peter Seewald, Barcelona: Herder, 2010, pp. 38-39

César Félix Sánchez
César Félix Sánchez
Católico, apostólico y romano. Licenciado en literatura, diplomado en historia y magíster en filosofía. Profesor de diversas materias filosóficas e históricas en Arequipa, Perú. Ha escrito artículos en diversos medios digitales e impresos

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