
En relación al domingo después de Pentecostés, del primer capítulo del libro del profeta Isaías, versículo 18:
« Venid, pues, y entendámonos – dice el Señor-: Aunque vuestros pecados fueran como la grana, quedarán blancos como la nieve.»
Venid, pues, y entendámonos. Esas son las palabras de Dios al pueblo de Israel. Extraordinarias palabras viniendo de la boca de Dios. Impresionantes palabras si realmente pensamos en ellas. Dios todopoderoso, omnisciente, por encima de la creación, Espíritu puro, le dice a su pueblo elegido, al pueblo que Él escogió para sí mismo, al pueblo que lo traicionó tantas veces: Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo. Este Dios le dice a su pueblo: vamos a sentarnos y a discutir la situación de una manera razonable. Y la situación es precisamente la infidelidad de Israel; su constante complacencia por ceder ante las presiones de ser asimilados, para ser como aquellos que les rodean; declarando su apertura a otros dioses, pero a su vez diciéndose a sí mismos que lo hacen mientras continúan siendo fieles al único Dios verdadero. Un Dios que fuese totalmente distinto y que no tuviese ninguna relación con su pueblo, excepto para ser inescrutable y para exigir obediencia, nunca diría: Venid, pues, y entendámonos. Este es un Dios con el que uno puede tener una conversación; un Dios que me escucha, sin importarle lo estúpida que sea mi conversación; sin importarle que mis postulados sean superficiales. Este Dios no se esconde detrás de alguna especie de cortina impenetrable desde la que se digna a comunicarse con la humanidad mediante un intermediario cuasi-angelical. Y esto es debido a que la esencia de este Dios, la definición de Su ser, Su esencia, es el Amor. Venid, pues, y entendámonos. Dios puede decir esto porque Él ama a la gente que ha elegido para ser Su pueblo. Su apelación a la razón se fundamenta en el amor.
Ahora bien, esto nos puede sonar extraño: unir la razón con el amor. Pero nos suena extraño porque identificamos a la razón como una racionalidad incorpórea que se declara a sí misma libre de una subjetividad verdadera, o más bien, libre de cualquier relación humana; como si al final la razón fuese un postulado geométrico que no tuviese relación alguna con el pensamiento de la persona. Simplemente es razón. Sin cuerpo. Y esto es precisamente la antítesis de la concepción cristiana de la razón. Para el cristiano, la razón tiene sus raíces en el Dios que se hizo profundamente cognoscible en la persona de Jesucristo. Cuando Dios habló, fue una conversación razonable y el aliento de esa conversación, la pronunciación de esa conversación era y es la Palabra de Dios; Palabra cuya razonabilidad toma carne en la persona de Jesucristo. Y el Verbo se hizo carne… lleno de gracia y de verdad… ¡y lo contemplamos! A la famosa pregunta de San Anselmo: Cur Deus Homo? ¿Por qué Dios se hizo hombre? Este responde: Para que el hombre sea salvo por la vida, muerte y resurrección de Jesucristo, verdadero hombre y persona; encarnación de la razón y de la racionalidad de Dios; razón que incluye en su centro la Cruz, con todo su sufrimiento y vergüenza, y así confunde aquello que el mundo tiene como la verdadera razón.
Venid, pues, y entendámonos. Esa es la respuesta instintiva de aquellos que están a cargo de las cosas de este mundo a los horribles ataques del viernes en París y que han dejado hasta el momento 129 hombres y mujeres muertos. Pero esta es una comprensión de la razón de que nada tiene que ver con Dios. Esta versión de la razón es impotente ante el mal, pues el mal no es razonable, ya que es inmune al poder de la razón. El hombre secular es impotente frente al mal, pues pone toda su confianza en la racionalidad; y así la irracionalidad se convierte en algo que tiene que ser eliminado mediante la educación, mediante la formación y mediante la planificación, dirigidas por la élite. Esta fe ciega en la capacidad del hombre para resolver los problemas más profundos y más difíciles con los que se enfrenta la humanidad, como si estos problemas se pudiesen resolver mediante la planificación y la estrategia, es una de las señales del hombre contemporáneo.
Siguiendo por esta línea de pensamiento: ampliando puentes y construyendo un nuevo carril sería todo lo necesario que habría que hacer para resolver los horribles problemas de tráfico causados por la salida 13 de la ruta 95 en el condado de Fairfield. Así que después de varios años de construcción, aquellos de nosotros que circulemos por esta carretera, nos encontraremos atascados en el mismo lugar todos los días. Esto no se deberá únicamente a que las estrategias de las comisiones de planificación no estén actualizadas (ya que llevará mucho tiempo poner en práctica las llamadas mejoras), sino que también se deberá a que estos mismos problemas tienen una vida propia que desafía todos los esfuerzos por eliminarlos mediante planificación. Los intentos para una solución supondrán una racionalidad de un problema que simplemente no está allí. El tráfico, al igual que el pecado, es irracional.
Cuando el hombre secular se enfrenta con sucesos, tales como los del pasado viernes en París, sólo podrá emitir comunicados que estén envueltos en jergas pseudo-religiosas o palabras que en última instancia no signifiquen nada y cuyo sentimentalismo se ajuste a la situación, ya que el hombre secular niega la existencia del mal. ¿Qué significa entonces, la declaración de tres días de luto por parte de François Hollande, para una sociedad que insiste en que el aborto y la eutanasia sean un derecho? No hay lugar a dudas de que Hollande esté genuinamente conmovido por la horrible masacre de gente inocente del viernes por la noche en París. Mas siendo él, el hombre secular por excelencia, no puede enfrentarse al mal, excepto en un camino sentimental; porque el hombre secular es un producto de esa Ilustración que desechó irracionalmente a la civilización cristiana fundada en la realidad de una alianza entre Dios y su pueblo y que fue desechada debido a la presencia de corrupción dentro de esa misma civilización. Pues el fundamento moral de la sociedad se basa en la objetividad radical de Dios; el Dios que sin embargo sufrió y murió por los pecados del mundo: una vez que este fundamento sea eliminado ya no quedara nada para combatir al mal, a excepción de marchas por París en solidaridad con Charlie Hebdo o de palabras pronunciadas por líderes mundiales vacías de piedad, tales como las del presidente Obama: «Aquellos que murieron están presentes en nuestras oraciones y pensamientos». ¿Qué significa esto frente al mal? Es que acaso, cuando Lucifer le dijo a Dios: No serviré, ¿qué le tendríamos que decir a Lucifer? ¿»Sentimos tu dolor«?
El Cardenal Vingt-Trois (cardenal de París), emitió un comunicado en el que lamentaba las muertes, diciendo que ofrecería la Misa de hoy a las 18:00 en Notre Dame. Esto es algo bueno. Sin embargo la mayoría de los franceses se dirán: « ¿A quién le importa que ofrezca la Misa por los que murieron y por la paz? Esto no tiene nada que ver con nosotros. ¿Qué significa el ofrecer la Misa por los que han muerto? Ni siquiera sabemos qué es la Misa. » El Obispo de Roma emitió un comunicado leído por el Cardenal Parolin «Una vez más, el Santo Padre condena enérgicamente la violencia, que no puede resolver nada, y le pide a Dios que inspire a todos pensamientos de paz y de solidaridad, y extiende, sobre las familias que están en la prueba y sobre todos los franceses, la abundancia de sus bendiciones». Los pensamientos de paz y la solidaridad no tienen ningún efecto sobre el mal. Hollande, el hombre secular, es el sumo sacerdote de la Francia laica, de la Europa secular, del Occidente secular de-cristianizado y en el que se incluye a este país. Y será Hollande quien correctamente identificó como bárbaros a los que llevaron a cabo estos asesinatos brutales y despiadados, que son los mismos que odian a la misma civilización y los que odian a la libertad. Pero al final, todo el mundo sabe que gran parte de la reacción a esta masacre es todo humo y espejos, ya que todo esto tiene poco o nada que ver con la fe razonable en la persona y el evangelio de Jesucristo, que se basa en la salvación y en la vida eterna.
Nos sentimos afligidos junto con el pueblo de París, y ofrecemos nuestras oraciones por los difuntos y por aquellos que se lamentan dentro de la más poderosa de las oraciones: la Santa Misa.
Hoy de nuevo recordamos aquellas palabras de Dios: «Venid, pues, y entendámonos – dice el Señor -: Aunque vuestros pecados fueran como la grana, quedarán blancos como la nieve» Venid, pues, y entendámonos. Estas palabras de Dios no son sólo la oferta de un discurso racional; no son sólo una conversación realística sobre aquello que está en juego en la relación del hombre con Dios. Estas palabras son una oferta de amor para el hombre, por parte de un Dios que se preocupa por nosotros y que nos ama y cuya paciencia está a la par con Su misericordia. Pero el tiempo se nos escapa rápido. La noche se nos viene encima. La noche está avanzada y el día ya despunta. Por lo tanto, desechemos las obras de las tinieblas, y vistámonos con las armas de luz.
Padre Richard G. Cipola
[Traducción por Miguel Tenreiro. Artículo original.]