Últimamente observo en ciertos ambientes “conservadores” algo tan de moda como pretender reescribir la historia. El último intento, consistiría en atribuir el «origen» del Motu proprio Summorum Pontificum al esfuerzo de asociaciones de laicos -por otra parte muy encomiable en líneas generales-, y al interés de los propios papas postconciliares por el Misal de 1962, el cual, además, si no se produjo antes, sería debido al entorpecimiento de “grupos cismáticos” (en clara referencia a la FSSPX).
No voy a perder el tiempo tratando de replicar afirmaciones tan absolutamente ridículas como que el propio Pablo VI estuvo muy interesado en promover el Misal de 1962, como he llegado a leer recientemente –desconozco qué clase de indigestión mental tendrá el autor de dichas afirmaciones -, pero sí creo que hay que hacer algunas precisiones meramente históricas sobre el origen de los indultos de Juan Pablo II primero, y la “liberalización” de Summorum Pontificum.
- Cuando las consagraciones episcopales de Monseñor Lefebvre en 1988 Juan Pablo II concede un indulto para la Misa Tradicional, previa aprobación del obispo al que se dirijan los fieles, y que es evidente se realiza como intento de contrarrestar a la FSSPX y lograr una escisión del mayor número de fieles. Hay pues un motivo político-estratégico, no es por amor a la Misa Tradicional ni por interés alguno en promoverla. Hay una relación causa efecto clarísima e indiscutible.
- Summorum Pontificum no es más que una de las condiciones que puso la Fraternidad Sacerdotal San Pío X a Benedicto XVI, en el contexto de las negociaciones que se llevaban en esa época para su regularización canónica. Y una de ellas, incluso previa, era la liberalización de la Misa Tradicional, a lo cual accedió Benedicto como muestra de buena voluntad, más que de amor al Misal de 1962, el cual jamás celebró en público y, al menos hasta donde yo conozco, ni siquiera en privado. Las negociaciones finalmente no fructificaron y se quedó el Motu proprio como una “patata caliente” en manos de Roma, de la cual se han podido aprovechar hasta la fecha multitud de grupos y de fieles, pero eso no quita que el origen sea el que fue, y no el que queramos que sea.
Independientemente de la opinión que cada cual tenga de Monseñor Lefebvre y de la Fraternidad San Pío X, esto es sencillamente historia de la Iglesia, que no puede uno ignorar ni cambiar para atribuirse méritos que no se tienen. Y la realidad objetiva, desde un punto de vista estrictamente histórico, es que la figura de Monseñor Lefebvre y de la Fraternidad San Pío X han sido hasta ahora los causantes directos de una acción-reacción que han conllevado tanto el indulto como Summorum Pontificum, y si no hubieran existido sencillamente no es temerario decir que a día de hoy no habría NADA, ni Summorum, ni indultos, ni fraternidades, ni asociaciones, ni nada de nada de nada.
A cada cual lo suyo, todo lo demás cuento chino.