“… porque ha llegado la hora de su juicio. Adorad a Aquel que ha hecho el cielo y la tierra, el mar y los manantiales de las aguas” (Ap 14, 7).
Estas palabras nos hacen pensar en el momento de la muerte y en el día del Juicio Universal, cuando, como conclusión de la historia humana, serán probablemente repetidas con gran solemnidad.
Por otra parte, ¿por qué soportar tantos sufrimientos e injusticias y aceptar tantas dificultades sin lamentarnos demasiado en esta vida, especialmente en estos tiempos “últimos”, tan extraños e increíbles que no recordamos otros semejantes en la memoria del hombre?
Pero lo que más maravilla es que importantes personajes de la Jerarquía no están alineados con la Tradición secular de la Iglesia, sino que son propensos a acoger entre los amigos de la Iglesia incluso a elementos extraños que no piensan en absoluto tender una mano amiga a los católicos.
El Dios verdadero es el revelado por Jesucristo, nacido de la Virgen María, muerto en la cruz y resucitado para nuestra salvación: todas las tentativas para equipararlo a otras religiones son engañosas.
No puede haber otro Dios fuera del Dios Trinitario, por lo cual la verdadera religión es la católica, de valor universal, no obstante las diferentes tentativas de equipararla a otras religiones que juntan verdades parciales para construir una religión artificiosa, adaptada a todos los gustos y para todas las exigencias: se asiste a la tentativa de reunir a todos los pueblos en un solo credo religioso, reuniendo los diferentes “dogmas” en un solo credo concordado, válido para todos, superando con la propaganda y la constricción las diferentes religiones, para destruir la única verdadera, querida por Nuestro Señor Jesucristo.
Maniobra arriesgada y compleja, pero a la que deberemos someternos todos obligatoriamente, cuando aparecerá la dictadura del anticristo.
El encuentro inevitable y trágico sucederá pronto con el Islam, que no admite compromisos con ninguna otra fe religiosa, por lo que deberemos prepararnos a eventos dolorosos en un próximo futuro: más aún, los musulmanes que acogemos con “caridad fraterna”, sin ninguna selección, serán nuestros verdaderos enemigos en el momento establecido.
Esta es la situación de Europa y especialmente de la Italia “cristiana”, traicionada y vendida al Islam, el enemigo que brama por vengarse de las derrotas sufridas en los siglos pasados: esta es la realidad amarga que están sufriendo los verdaderos católicos. Pero está establecido: “Non praevalebunt”.
¡Redescubramos el temor de Dios!
En el clima de apostasía en preparación desde hace siglos entre las naciones cristianas, impuesto por decreto por los gobiernos masónicos a los pueblos europeos, con el tácito consenso de los exponentes de la Jerarquía, ciertos valores accesorios como el temor de Dios son naturalmente abandonados y reducidos a la esfera privada, como simples cosas opcionales.
Más aún, eliminando a Dios de la esfera pública y reduciéndolo al círculo privado, también el temor de Dios es considerado superfluo y marginado en un proceso lento, gradual y continuo: hemos llegado ahora a la fase de la apostasía, un signo profético del final de los tiempos, claramente declarado por San Pablo, el apóstol de las gentes (cfr. 2 Ts 2, 3).
La apostasía es una señal importante de la situación actual, que es el preludio de la manifestación del anticristo y no sólo una señal de interés religioso: como otras profecías bíblicas, interpela a todas las naciones y está insertada plenamente en la historia humana, como demostración de que estas profecías son la confirmación universal de la Fe católica, la única fe verdadera.
Ciertamente, marginando a Dios de las instituciones públicas, las autoridades civiles esperan eliminarlo también de nuestras conciencias, pero esto es imposible porque Dios nos ama inmensamente y nos ha creado para participar de su eterna bienaventuranza en el Cielo, por lo cual no nos abandona jamás.
La clase política actual, eliminando al verdadero Dios por decreto de la sociedad civil, sin muchas protestas por parte de los exponentes eclesiásticos, induce a la sospecha de que muchas autoridades eclesiásticas en el cargo no están excesivamente preocupadas por la apostasía…
Se tiene también la impresión de que no existan ya obstáculos o contrastes ideológicos entre Estado e Iglesia, entre política y religión, entre fe y razón: estamos deslizándonos con ritmo cada vez más explícito hacia el Pensamiento Único Mundial ateo/comunista/masónico.
Incluso el lenguaje bíblico inherente al rechazo de Dios por parte del pueblo cristiano, claramente indicado por San Pablo como apostasía, es desechado por los teólogos modernistas, que lo consideran una hipérbole: evidentemente es el síntoma de una molestia, voluntariamente infravalorado para no crear sospechas en la opinión pública. Pero puede ser también asimilada al pecado de omisión, que involucra a multitudes de cristianos indiferentes o tibios, que corren el riesgo de ser pillados por sorpresa frente a los grandes eventos proféticos y decisivos del Apocalipsis.
Hacia una presunta y falsa unidad
Si la autoridad eclesiástica, ante una situación político/social cada vez más precaria e incierta, no demuestra preocupación y confía en los acuerdos diplomáticos o en las “buenas” intenciones de los gobernantes, se puede deducir que es “cómplice” de una situación concordada a nivel internacional a favor de la congregación masónica, anti-católica.
En ámbito religioso no son muy gratos los acuerdos diplomáticos de conveniencia, porque se trata de materia delicada y convalidada por siglos de historia y de tradiciones: es mejor aplazarlos a otro momento.
La humanidad está dividida en todo, especialmente en las religiones: tantas guerras recientes y pasadas han involucrado a las naciones cristianas sembrando odios, muerte y daños incalculables. Los pueblos necesitan sólo paz y concordia.
Además de ofrecernos el don de la paz, la Virgen vino a proclamar la urgencia de la conversión y de la oración del corazón para obtener de Dios la misericordia y el perdón de las naciones, porque nunca como ahora el mundo ha necesitado de conversión y paz, especialmente bajo la concreta amenaza de la guerra nuclear.
El mundo tendrá la paz sólo con el retorno o la conversión a Jesucristo, Único Salvador, pero debe pasar todavía bajo la dolorosa prueba del anticristo, que, por un breve periodo, será un gran castigo para la humanidad, rebelde a los Mandamientos de Dios.
Frente a hechos tan graves e inexplicables de signo apocalíptico, ninguna autoridad podrá o querrá darnos explicaciones convincentes, por lo que sólo los seguidores de la Virgen tendrán consuelo, mientras que los indiferentes y los incrédulos tendrán que sufrir mucho.
La importancia de una Fe íntegra
Una pregunta lógica que hoy se hacen muchos es la siguiente: ¿cómo recuperar la verdadera Fe en una situación de gran apostasía?
Incluso los expertos están desarmados, especialmente en Europa, donde el Catolicismo se desarrolló mucho durante el Imperio Romano, con Roma como sede del Papado, y especialmente desde el Medioevo en adelante en muchas naciones por medio de grandes figuras de mártires, profetas, teólogos, santos y misioneros, aboliendo la esclavitud y las injusticias sociales, superando muchas herejías y divisiones, pero donde, desde hace más de dos siglos, comenzando con la revolución francesa de sello masónico y de la marxista, comunista y atea, ha debido sufrir también muchas defecciones y traiciones.
Los dos máximos enemigos actuales de la Iglesia católica, comunismo y masonería, aparentemente inocuos, trabajando con refinada malicia, dominan el mundo con gran determinación – en secreto, esto es, en las tinieblas – por medio de las finanzas, el chantaje político, las persecuciones, el monopolio de los medios de comunicación, etc.: todo el mundo, hoy, está en las manos de satanás, que maniobra las principales palancas de mando.
En la situación de ateísmo, hipocresía y apostasía en la que hoy nos encontramos, no es posible esperar un cambio radical de la situación, antes bien, podría verificarse una aceleración de los acontecimientos de estilo apocalíptico, permitida por Dios por sus diseños de salvación y de misericordia.
¡El arma eficaz que la Virgen María ha puesto en nuestras manos es el Santo Rosario!
Estamos cerca quizás de los últimos episodios dolorosos de la historia humana, como el breve y terrible reinado del anticristo, que representa la última gran prueba para la humanidad, pero Jesucristo intervendrá para salvarnos de la desesperación eterna, tras haber derrotado definitivamente al maligno y a sus numerosos adeptos, que infestan el mundo.
Se trata del triunfo del Inmaculado Corazón de María, tan esperado por el pueblo cristiano, que coincide con el retorno de Jesús en Gloria, prometido en Fátima, en 1917.
Marco
(Traducido por Marianus el eremita / Adelante la Fe)