El obispo auxiliar de Astaná, anteriormente obispo de Karagandá [Kazajstán], Athanasius Schneider, recibió una orden verbal del Vaticano solicitándole reducir la frecuencia de sus viajes al exterior.
Esta disposición fue tomada la primavera pasada; el obispo fue informado por el nuncio en Kazajstán, Francis Assisi Chullikatt, en el mes de abril, acerca de esta medida extraordinaria de restricción a su libertad.
Otro aspecto singular a destacar con relación a este asunto es que el Arzobispo Schneider recibió únicamente una notificación verbal sobre dicha restricción, que le fue entregada directamente por el Secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin. El Nuncio no le proporcionó, por escrito, ningún documento que pudiera servirle de base al obispo para iniciar cualquier tipo de acción legal [para apelar la cuestión] ante la Congregación para los Obispos o Signatura Apostólica que, hasta la llegada del Papa Bergoglio, fue el tribunal de instancia donde los laicos, sacerdotes y obispos podían apelar las decisiones de autoridad eclesiástica consideradas injustas.
El Arzobispo Schneider no dio ninguna razón para explicar esta solicitud extraordinaria, según informaron las personas cercanas a él a las que hemos contactado. Cada vez que planea un viaje al extranjero, debe informar al Nuncio. Desconocemos si al Nuncio se le otorgó también la facultad de negarse a autorizar cualquiera de sus viajes.
Como bien saben los lectores de Stilum Curiae, el obispo Athanasius Schneider es una de las voces más libres y francas que denuncia siempre, de manera respetuosa y filial, pero firme, las desviaciones y confusiones presentes, hoy en día, en la Iglesia. Es imposible no notar la disparidad en cuanto al trato dado a Schneider y al cardenal Theodore McCarrick; este último, restringido por las sanciones de Benedicto XVI (entre las cuales figuraba la prohibición de viajar), fue enviado por el Papa Francisco a China, Filipinas y Armenia, y actuó como enlace personal [del Papa] con Cuba, a raíz de la preparación de la visita papal a ese país. O también con respecto al cardenal Maradiaga, consejero jefe del Papa, quien con motivo de sus frecuentes viajes, dejó la Diócesis de Tegucigalpa en manos de su obispo auxiliar, Juan José Pineda, su mano derecha, el cual se vio forzado a renunciar por la carta abierta emitida por una docena de seminaristas que lo acusaron de mala conducta y cuyas recientes hazañas están descritas por Religión Confidencial.
Por otra parte, no hay razón alguna para sorprenderse ante estas acciones, las cuales son una muestra más de la inquietud creciente que existe con relación a las voces que hablan abiertamente, dentro de un régimen que llama al diálogo pero que, de hecho, teme cualquier crítica. Y en el que existe, además, una preferencia por los medios silenciosos y ocultos que limitan la libertad de expresión, como fue el caso del «consejo» dado a los obispos estadounidenses -como siempre oralmente y por un nuncio- de no invitar a personas como el cardenal Burke a su diócesis y, de no ser esto posible, evitar su llegada, o abstenerse de asistir a ningún evento en el que esté presente…
Marco Tosatti
(Traducido por Maria Calvani. Artículo original)