Un grano de arena instalado en la máquina abortiva

En el Reino Unido se permite el aborto hasta la 24ª semana y hasta el nacimiento por motivos relacionados con la malformación del feto. La congresista Carla Lockhart, miembro del Partido Unionista Democrático de Irlanda del Norte, presentó una moción al Gobierno que podría ser un grano de arena insertado en los engranajes de la máquina abortiva, capaz en el futuro de causar algunos serios problemas al frente prochoice. Pero demos un paso atrás. En enero de 2020, fue publicado un artículo titulado Reconsidering fetal pain Reconsiderando el dolor fetal– en el Journal of Medical Ethics en el que se argumenta que el feto podría sentir dolor incluso antes de la 24ª semana, límite de tiempo más allá del cual suele ser cierto que el feto percibe estímulos dolorosos y, en particular, se plantea la hipótesis de que el feto ya puede sentir dolor a partir de la 12ª semana. También gracias a este artículo se publicó, en marzo de 2020, el informe Fetal Sentience and Pain: An Evidence Review (Sensibilidad y dolor en el feto: una revisión de las pruebas científicas) encargado por el All-Party Parliamentary Pro-Life Group (APPPG).

A la luz de todo esto, la moción de Lockhart de la que hablamos al principio – una moción apoyada por 25 miembros del Parlamento –Tories (conservadores) del Partido Nacional Escocés y del Partido Unionista Democrático- prevé suministrar anestesia a los bebés por nacer en edad gestacional igual o mayor a la 12ª semana. En consecuencia, como lo ha señalado Fiona Bruce, miembro del Parlamento, «teniendo en cuenta la evolución de las investigaciones y de los estudios sobre el dolor fetal, deben ser revisadas las Directrices del Royal College of Obstetricians and Gynecologists sobre este tema -que ya tienen casi diez años- en relación con el aborto.» De hecho, estas Directrices aconsejan, sobre el tema del aborto, decirles a los padres, para tranquilizarlos, que el feto siente dolor solo después de la 24ª semana. En resumen, en la mayoría de los casos en los que se produce un aborto, el feto no sentiría dolor. Pero bajo acusación está no el Royal College of Obstetricians and Gynecologists, sino el mismo British Health Service que recomienda la anestesia para operaciones de fetos afectados por espina bífida a partir de la 12ª semana en adelante, pero no para intervenciones abortivas de fetos de igual edad gestacional. Una diferencia de trato incomprensible.

Reflexionemos sobre esta interesante moción. En primer lugar, es banal decirlo, un aborto sigue siendo un aborto aún cuando el feto nunca haya sentido dolor. Y por lo tanto, que el feto sienta o no dolor durante el procedimiento abortivo no hace al hecho de que el aborto sigue siendo un acto gravemente inmoral. No se convierte en un acto lícito si el feto es primero anestesiado y luego asesinado.

Pero pasemos a una segunda reflexión: ¿esta moción es moralmente lícita? La respuesta es afirmativa. Al proponer tal moción no se apoya el aborto, no se lo legitima, pero se intenta limitar sus efectos negativos. Respecto a la primera consideración –la no legitimación de la práctica abortiva– constituye un deber que quienes la proponen, como recuerda el nº 73 de Evangelium vitae, den a conocer su firme oposicion a toda forma de aborto. De hecho cualquiera podría ser así inducido a pensar: «Estos diputados no propusieron una ley para derogar la normativa sobre el aborto sino que únicamente propusieron no hacer sufrir al feto durante el aborto. Por lo tanto están a favor de esta práctica aunque respetando ese procedimiento de protección del feto». Por lo tanto, para evitar el escándalo y para no confundir las ideas de la gente común, es necesario que los parlamentarios declaren públicamente su oposición a la práctica abortiva.

Pasemos al segundo aspecto mencionado anteriormente: la mitigación de los efectos negativos. Comencemos con un ejemplo: una persona inocente seguramente será asesinada y la muerte vendrá solo después de atroces sufrimientos causados por su torturador. Si fuera imposible evitar su muerte, pero fuera posible evitar la tortura, sería moralmente lícito impedir dicha tortura (obviamente, el acto que evita la tortura debería ser moralmente lícito en sí mismo: por ejemplo, no sería lícito matar al inocente para evitarle la tortura). La moción de la que estamos hablamos tiende precisamente a este objetivo: dado que en la actual situación parece impensable derogar la ley sobre el aborto, se tiende al mayor bien posible en la actualidad evitándole al nascituro sufrimientos inútiles e injustos. Pero con respecto a la limitación de los efectos negativos de la legislación pro aborto, esta moción podría ser aún más eficaz. Si el efecto positivo inmediato es evitar un sufrimiento innecesario e injusto al pobre feto, existen efectos positivos remotos mucho más importantes.

En efecto, el mensaje cultural que se lanza claramente con esta moción es el siguiente: si el feto sufre quiere decir que es una persona. Llamar la atención de los políticos y de los ciudadanos sobre el hecho de que el niño por nacer es un ser sensible significa reconocerle el carácter de una persona humana. Hacer hincapié en la capacidad de sufrir del feto significa, en el sentido popular, hacerlo salir del estado de un «cúmulo de células» y restituirle su dignidad personal. Hablar de dolores del feto toca entonces algunas cuerdas emotivas profundas de la colectividad, las cuales pueden entonces iluminar eficazmene la inteligencia en orden al verdadero status antropológico del concebido.

Pero antes de este paso hay uno intermedio también relevante: si la moción pasara, sería pionera de posteriores iniciativas orientadas a la tutela del niño por nacer condenado a muerte. En síntesis, esta moción podría provocar una reacción positiva en cadena, una cascada de otras medidas que, poco a poco, restringirían cada vez más la posibilidad de abortar. Estos dos efectos antes mencionados -el efecto cascada y el despertar de la conciencia colectiva con relación a la humanidad del niño por nacer– refutan la comprensible objeción que querría tildar a esa moción como de inútil estrategia de defensa, orientada hacia un minimalismo político ineficaz, refractario a enfrentar la problemática del aborto de un modo radical. No es así, de hecho la cumbre se conquista metro tras metro, gradualmente.

Todas estas consecuencias fueron bien individualizadas por el frente pro-choice el cual criticó ferozmente la moción porque comprendió que la misma podría amenazar seriamente la práctica abortiva. No obstante tan encendida oposición y así, precisamente por este motivo, plantea la pregunta: ¿por qué también en Italia algún parlamentar no lanza el corazón más allá de lo políticamente correcto e intenta presentar una propuesta similar?

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