(Maximilien Bernard – 10 de marzo de 2021) El Instituto Juan Pablo II había sido depurado de sus mejores elementos para convertirse en el Instituto Teológico de Ciencias del Matrimonio y de la Familia. Ahora ofrece cursos impartidos por profesores que están abiertamente a favor de la anticoncepción en determinadas circunstancias, como también de la valorización de los actos homosexuales.
Rector del Instituto Católico de París (ICP) desde 2011, Monseñor Philippe Bordeyne, de 61 años, ha sido nombrado, a partir del mes de septiembre, presidente del Instituto Teológico Pontificio Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia.
Monseñor Bordeyne, que se licenció en la HEC, de la London Business School y de la Universidad de Nueva York antes de ordenarse sacerdote en 1988 y dedicarse a la teología moral, fue nombrado por un mandato de cuatro años, renovable una vez.
El 27 de agosto de 2015, La Croix publicó un extracto de una intervención en la que el arzobispo Bordeyne cuestionaba la encíclica Humanae Vitae del beato Pablo VI (que nosotros habíamos comentado): «La encíclica Humanae vitae enseña que los métodos naturales de control de la fecundidad son los únicos lícitos. Sin embargo, es necesario reconocer que la distancia entre la práctica de los fieles y la enseñanza del Magisterio ha aumentado. ¿Es esto pura sordera a las llamadas del Espíritu o el fruto de un trabajo de discernimiento y responsabilidad entre las parejas cristianas sometidas a la presión de los nuevos modos de vida?
«Las ciencias humanas y la experiencia de las parejas nos enseñan que las relaciones entre el deseo y el placer son complejas, eminentemente personales y, por lo tanto, variables según la pareja, y que evolucionan con el tiempo en el seno de la pareja. Ante el deber moral imperioso de luchar contra las tentaciones del aborto, del divorcio y de la falta de generosidad respecto a la procreación, sería razonable dejar el discernimiento sobre los métodos de control de la natalidad a la sabiduría de las parejas, poniendo el acento en la educación moral y espiritual para que puedan luchar más eficazmente contra las tentaciones en un entorno a menudo hostil a la antropología cristiana.
«En esta perspectiva, la Iglesia podría admitir una pluralidad de caminos para responder al llamamiento general de mantener la apertura de la sexualidad a la trascendencia y al don de la vida. Cuando las parejas “han ejercido o ejercen una paternidad razonable y generosa” (Congar, 1968) y han discernido ante Dios su deber de espaciar los nacimientos, una primera vía consiste en limitar las relaciones conyugales a los periodos infecundos, tal como los métodos de control natural de la natalidad permiten observarlos (…)
«La otra vía, cuya licitud moral podría ser admitida y la elección confiarse a la sabiduría de los cónyuges, consistiría en utilizar métodos anticonceptivos no abortivos. Si deciden introducir esta medicina en la intimidad de su vida sexual, los cónyuges serán invitados a redoblar su amor mutuo. Este amor es el único que puede humanizar el uso de la tecnología, al servicio de una “ecología humana del engendramiento”.»
Monseñor Bordeyne había sido un experto en el Sínodo de 2015 y está en perfecta sintonía con la enseñanza de la posterior Exhortación Apostólica Amoris laetitia que hizo correr ríos de tinta. Recordamos su desprecio por la familia “triángulo pequeño-burgués formada por un padre, una madre e hijos”.
Mons. Bordeyne sucederá al teólogo Pierangelo Sequeri, de 76 años. Este último, junto con la depuración étnica, no pudo detener la hemorragia de estudiantes que se produjo después del cambio de orientación. Algunos cursos habrían perdido el 90% de sus componentes, mientras otros han sido cancelados por falta de suficientes inscriptos.
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